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Es en ti la ilusión de cada día. 

Pablo Neruda.

La maldición Santillán nunca fungió como un impedimento para que Rodrigo se entretuviera con diferentes conquistas por aquí y por allá. De hecho de alguna manera siempre espero olvidarse de la misteriosa mujer de la playa buscando despertar el mismo sentimiento que lo embargó la mañana que la vio.

—Hey ¡no me lo creo! —saludó Sandra al verlo salir del departamento muy temprano, con ropa deportiva y con toda la actitud recargada—, ¿eres tú? ¿O una alucinación?

Rodrigo detuvo de inmediato el andar otorgándole una sonrisa al gesto sarcástico de su amiga. Y es que a pesar que se conocían desde preparatoria, montaron su primer estudio fotográfico en D.F. viajaron a Nueva York en busca del sueño de fama y finalmente cada uno tomó su rumbo encontrando en él lo que fueron a buscar, Sandra siempre se había mantenido al tanto de su vida amorosa-sentimental, si ya comió, bebió, hasta el punto de cuidarlo noches enteras de algún refriado y es que tanto era su cariño que vivían uno frente al otro en esos famosos hi-rise.

— ¿Qué no quedamos de correr juntos a las siete? —indagó echándose a andar por el pasillo.

—Sí, pero... anoche hubo desfile. 

—Aja, ¿y?

—This is not normal —señaló la pelirroja siguiéndole el paso.

Sandra se detuvo justo antes de cruzar la calle, visualizó el parque donde corrían casi a diario y con un gesto de divertida confusión señaló:

—Creí que la chica del favor, ya sabes, de la que me pediste la dirección, sería más agradecida. Es modelo, ¿no?

Rodrigo la miró de reojo, el semáforo cambió a rojo, los autos se detuvieron y juntos cruzaron la calle.

—Sí, lo es —respondió, sabiendo lo lejos que estaba Ana de sospechar que él había arreglado todo para que se quedará—. Pero, el favor era para mí tía...

— ¿Rosse?, ¿no me digas que la necesitaba? —Indagó sorprendida—, ¿Qué no hay como cien modelos en el evento?

El rizado sonrió de lado haciendo un gesto de encogimiento de hombros mientras Sandra se entretenía estirando sus largas piernas.

—Ninguna como ella...

— ¡Wow, wowowo! —Soltó elevando notoriamente el tono de voz—. It is true?

La postura de la pelirroja cambió notoriamente. Una punzada de celos, como hace mucho no sentía, le surgió desde el pecho. Y es que en algún momento de su vida padeció una clase de enamoramiento, pero, eso cambió cuando se dio cuenta que jamás podría soportar su ritmo de vida lleno de modelos y fiestas, porque a pesar del gesto frívolo que componía frente al mundo, era una mujer centrada de las que disfrutan de la estabilidad.

Y sin embargo, ahí estaba componiendo una sonrisa cuando la respiración le comenzaba a faltar. Notó de inmediato el gesto de su amigo, la forma en que le sonreía a la nada, sus pensamientos lejos de aquel parque y, el toque principal, había pasado toda la noche en casa después de un evento lleno de preciosas mujeres.

— ¿Qué tiene de especial? —compuso tratando de no dar a notar los tintes quebrados en la voz.

Rodrigo detuvo su estiramiento y la miró sin notar ni la más leve señal de celos.

—Es ella Sandra. La chica de la playa... la de la maldición.

El mundo se detuvo a su alrededor y si antes le faltaba el aire ahora no podía ni respirar.

—Is a lie... —susurró, se sentía algo mareada y confundida. Todos estos años pensó que ese enamoramiento había quedado muerto y enterrado, sin embargo, ahí estaba temerosa de perderlo y aterrada de que se diera cuenta.

—Yo me quede igual ¡Atónito! —Continuó con la ilusión marcada en cada sílaba—. Te confieso que estoy nervioso, al fin se ha rotó la maldición...

— ¿Cómo? —interrumpió confundida.

— ¿Cómo qué?

— ¿Cómo se rompió la maldita maldición?

—Supongo que el destino. Chocamos por accidente cuando estaba colocando las cámaras en el hotel...

— ¡No me jodas! —exclamó visiblemente alterada—. Eso fue ayer Rodrigo y hoy ya estas flotando...

—Es el destino Sandra. Se ha roto la maldición ahora ya no hay nada que nos detenga para estar juntos.

La pelirroja soltó una hiriente carcajada.

— ¿It is real? —Explotó con el nudo de sentimientos en la garganta—. ¿Sabes siquiera si la tipa tiene novio o pareja? o ¿piensas que ella también sufre de una ridícula maldición familiar y te ha amado en secreto por años?

Rodrigo guardó silencio. Su amiga tenía puntos a su favor y llevaba toda la razón en sus palabras, aún así, se sentía molesto ¿no podía alegrarse por él y seguirle el juego? Apoyarlo y decirle que todo saldría bien, ¿en serio era mucho pedir?

—No lo entiendes —soltó después de casi un minuto de silencio.

Sandra negó con la cabeza en un gesto que gritaba ¨explícamelo¨.

—La maldición Santillán es real. No te rías, que no es gracioso —pidió viéndola retener la risa sarcástica flotándole en los labios—. Y si es verdad todo eso, el destino también debe serlo. Porque finalmente nos ha unido, ¿Qué posibilidades hay de eso si no fuera por él?

— ¡Miles! De hecho me sorprende que una modelo famosa mexicana y el mejor fotógrafo mexicano no se hayan conocido hace años —dijo, llevando otra vez la razón encima—. Esto es ridículo y me sorprende de ti...

— ¿Qué?, ¿Qué este enamorado como un estúpido de la mujer más maravillosa que he conocido en mi vida?

Otra punzada en el pecho, esta vez la pelirroja lo sintió como un cuchillo entrándole directo al corazón.

—No, que estés enculado por una mujer que no conoces y no tienes ni idea si es o no maravillosa.

Dicho eso, se hecho andar de vuelta a casa dejándolo parado en medio de parque. Sentía ganas de llorar a gritos, de abofetearlo reclamándole porque llamaba a una extraña maravillosa cuando ella misma había creído por años en él, incluso antes de que él mismo lo hiciera.

Rodrigo la vio alejarse, no entendía porque no se alegraba por su felicidad. Ella misma fue una de los pocos testigo de las noches en vela que pasó sufriendo por la medición y ahora que por fin estaba rota y era libre no pensaba dejarla escapar, esta vez no, y si a Sandra no le hacía feliz la decisión tendría que comenzar a buscar otro socio. Con ese pensamiento se echó a correr, necesitaba sacar la impotencia que se le acumuló después de la pelea.

—Tú también piensa que estoy loco, ¿no es verdad? —exclamó con el mal humor que le había dejado la mañana vigente y activo.

Había quedado de verse con Rosse y su papá Lorenzo a desayunar en punto de las nueve. Su tía ¨inocentemente¨ indagó sobre la noche anterior y le soltó la verdad sobre Ana, la maldición y los años que había mantenido en secreto su enamoramiento con una extraña.

—No, yo solo digo que la maldición es una bobada. Siempre lo he creído y si me lo hubieras contado antes te juró que hoy no estarías alucinando por una desconocida...

—Ya vas... igual que Sandra.

— ¿No es una desconocida? —Soltó Rosse con entera calma—. No me malinterpretes corazón, creo que es una muchacha excelente, trabajadora, ambiciosa y si, guapísima. Pero, no la conoces de nada.

—No lo necesito, es ella... lo sé —soltó, se sentía un loco defendiendo sentimiento antiguos resurgidos y pasiones acalladas de un encuentro casual. Pero, necesitaba darles una oportunidad y vivirlos con la misma intensidad que le despertaban en el alma.

Rosse soltó un suspiro. Miró a la entrada, su hermano Lorenzo y padre de Rodrigo acababa de entrar. Se mordió el labio inferior intentando zanjar el tema antes de que la cuchara de su hermano se metiera con la maldición y su sobrino terminará aún peor. Y es que estaba segura que aún no conocía la otra parte y lo menos que necesitaba era ponerlo aún más loco.

—Rodrigo. Te apoyo, pero date el tiempo de conocerla antes de...

—Quiero presentarla a papá, ¿crees que le agrade? —soltó haciéndole una señal a su viejo quien con una sonrisa comenzó a caminar a la mesa.

Y es que Rodrigo vivió años alejado de él después de la muerte de su madre y de que decidiera dejar su lugar en la empresa familiar por seguir la pasión fotográfica. Y ahora finalmente todo se estaba ajustando, Ana rompió la maldición y había poco a poco limado las perezas con su padre.

Rosse resopló visiblemente nerviosa, tomó el brazo de su sobrino para atraer toda su atención y cerca del oído le susurró:

—Ana tiene una niña y desconozco si está casada o no. Antes de abrir la boca con tu padre conócela, por favor.

Soltó la bomba justo a tiempo para saludar de beso a su hermano. Por su parte, el rizado lo hizo como un autómata, un ligero estrechamiento de manos, con la mirada perdida en la lejanía y volvió a sentarse.

No podía negarlo más Sandra y Rosse tenían toda la razón, por más que Ana fuera la chica de sus sueños, la que rompió la maldición y la que ahora se metía a su vida despertándole una ilusión que creía muerta. Seguía siendo una desconocida de la que no sabía ni su segundo apellido.

Suspiró tratando de poner sus ideas en orden y es que era obvio, le tocaba investigar a su amor maldito. 









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