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VII


El amor que no es una locura, no es amor.

Pedro Calderón de la Barca



El día de Rodrigo después del soñado encuentro no volver a ser el mismo. Estaba seguro que Ana no lo recordaba pero hace años se habían encontrado en un amanecer en la playa. A veces aun rememoraba la luz que emanaba de su piel, el color del cabello, la sonrisa amable que le dedicó por un segundo y la forma que siguió su camino, como si él no hubiera dejado la mitad de su alma perdida, ¿qué por qué no le habló?

Eso era punto y aparte.

Todo venía por años y años de una maldición a los hombres de la familia Santillán. Según cuenta la historia, hace varias generaciones el joven Rogelio Santillán se enamoró a primera vista de una hermosa gitana comprometida, a punto de casarse con uno de los brujos más conocidos y acomodados de la comunidad. Pero Rogelio se dedicó en cuerpo y alma en seducirla y enamorar aun cuando ninguna de las dos familias estuviera de acuerdo. El tiempo pasó y la joven quedó embarazada de Rogelio y a los Santillán no les quedó más remedio que mandarlo lejos con la amenaza de desheredarlo. Y así la joven gitana quedó sola, embarazada, humillada y furiosa.

Se dice que volvió con el brujo y juntos lanzaron la maldición ofreciendo la vida del fruto del amor para sellar con sangre el poderoso hechizo. Otros aseguran que la joven murió junto con el pequeño durante el parto y el brujo maldijo a los Santillán sobre la tumba de su amada.

Como sea que haya sido la maldición dictaba que se enamorarían a primera vista de su gran, único y verdadero amor. Pero serían incapaces de acercársele, ya que una tela invisible del olvido les caería sobre los ojos y serían sordas a sus endulzadas palabras. En resumen, todo lo que hicieran para llamar su atención sería ignorado, pero, había una salida. Y era que ella rompiera la burbuja y se acercara por su propia voluntad.

Rodrigo, quién siempre se mofó de lo ridículo de la ¨maldición Santillán¨, la vivió hace años en carne propia y ni todas las redes, ni toda la tecnología le jugó a su favor y simplemente nunca pudo acercarse a Ana. Hasta esa mañana, después de años en que se dedicó a auto convencerse que no era más que un capricho y una sugestión de su parte inducida por crecer escuchando dicha historia.

— ¿Se puede? —indagó abriendo la puerta marcada con el 408.

—Ya estas adentro —respondió Rosse con un par de agujas en la boca frente a un maniquí que llevaba puesto un traje espectacular de escaramuza.

Rodrigo sonrió dándole de paso un beso en la mejilla para seguir directo al mini bar, necesitaba algo fuerte.

— ¿Qué no es muy temprano para...? —Comenzó deteniéndose a medio discurso de tía—, se buen sobrino y prepárame uno. En las rocas.

Rodrigo obedeció con agilidad, sabía, por años de experiencia como lo tomaba y en menos de un minuto se fueron juntos a la pequeña salita.

— ¿Qué te pasa? —indagó Rosse viéndolo demasiado feliz, demasiado sonriente, demasiado indeciso.

El rizado se encogió de hombros con gesto indiferente.

— ¿Qué te pasa a ti? —rebatió sabiendo que su tía jamás tomaba en el trabajo y menos en uno tan importante como era el festival.

—Que me quedé sin modelo. Se va regresar... —comenzó dando un largo primer trago—, sin modelo mexicana no hay traje mexicano y por ende volveremos a quedar como el pichurriento país atrasado en moda. Trabajé muchísimo para estar aquí y sacar del bache a México... pero, ni hablar...

— ¿Ya hablaste con la modelo? —indagó Rodrigo, pocas veces había visto a su tía tan frustrada.

Rosse asintió haciéndole una señal con el vaso para que le preparada otro.

—Hablé con ella, pero créeme, tiene sus propios y pesados asuntos personales —respondió viéndolo echar los hielos, debían ser tres exactamente—. Seguro la conoces se llama Ana, Ana Montes.

El tercer hielo salió disparado dirigido a Rosse mientras Rodrigo corría para intentar a atraparlo. Obviamente no alcanzó y su tía terminó con un hielo en el escote.

— ¡Rodrigo! —gritó hundiéndose la mano dentro de la blusa en busca del escurridizo trozo.

—Lo siento, lo siento —susurró sin saber si ayudarla, prepararle la bebida o salir corriendo a detener a Ana

—No te quedes parado, ¡pásame una servilleta o algo!

Rodrigo se movilizó volviendo al momento del baño con una de las toallas. Rosse la recibió tratando de limpiar el desastre dentro de su blusa.

—Amo como me luce la blusa. Ni hablar tendré que cambiarme...

—No puede ser tía. Tengo... ¡tenemos que hacer algo! —exclamó de pie frente a Rosse.

—Es solo una blusa cariño, traigo más en mi maleta.

Rodrigo la miró de mala manera, ¿cómo podía pensar en trivialidades cuando Ana estaba a punto de irse? Y sin él.

—No, con Ana —soltó volviendo a ocupar su lugar en el sillón—, no podemos dejar que se vaya.

Rosse entrecerró los ojos mirándolo con atención, hace un momento estaba rebosante de alegría y ahora se mostraba enojado, preocupado.

—Digo, haz luchado tanto. No podemos dejar que se vaya a la basura, ¿cierto?

El rizado se puso de pie volviendo a ocuparse el vaso de vodka, sabía que su tía lo estaba escudriñando a fondo.

—Francamente ya hice lo que podía hacer...

— ¿Te das por vencida?, Rosse Santilla, leyenda de la moda, liberadora de estereotipos, ¿se está dando por vencida?

—No exageres cariño. Debo admitir que me hacía ilusión ver a una mexicana como Ana romperla en grande en Nueva York, pero si no se puede...

— ¿Qué puedo hacer? Lo que sea yo lo arreglo —soltó tomándose de una el vaso que había preparado para su tía.

Rosse se levantó le quitó el vaso y comenzó a prepararse su propia bebida.

—Se me ocurre algo —soltó después de varios minutos y dado primer sorbo, prosiguió—. Le dije a Lourdes, la señora que ayuda a Naomi y Gael, que se trasladara a Guadalajara a cuidar al familiar que tiene accidentado, pero Ana no me dio su dirección. Se me ocurre que si podemos hacer que llegue en las próximas dos horas a su casa y comience a trabajar ya, podría ser que...

— ¡Esta hecho!

— ¿Pero no tengo su dirección?

—No te preocupes tía yo me encargo —dijo plantándole un beso en la frente antes de salir casi corriendo de la habitación—. Vas a tener a tu modelo, ¡lo juro!

Era obvio que necesitaría acceder a los datos personales de Ana, y sabía exactamente cómo lograrlo. Así que mientras el elevador descendía con una sola llamada citó a la única persona capaz de sacarlo del lío. En quince minutos recibió en la cafetería de la esquina a su vieja amiga de prepa, aventuras y negocios, Sandra.

Sandra Fuentes, o como los amigos de Rodrigo la conocían ¨miss plastique¨ por sus varias y notorias operaciones, largas extensiones pelirrojas y la forma exagerada en que se dedicaba a gastar el dinero de sus padres. Habían iniciado juntos el negocio del estudio, se mudaron a un tiempo a Nueva York y hace un par de años la mujer decidió darle otro enfoque a su carrera volviéndose organizadora de eventos, claro estaba que, en todos ellos Rodrigo y su equipo iban de cajón. En poco tiempo el prestigio de ambos creció y no existía evento famoso donde no se les contratará.

— ¿Estás loco? Rodri, me pueden correr por eso, o peor aún, meter una súper demanda.

— ¿Entonces si tienes los datos?

Sandra se cruzó de brazos con el entrecejo fruncido. Rodrigo rara vez le pedía un favor y si estaba ahí todo ansioso queriendo la dirección de esa tipa, sin duda sería algo importante.

—Obvio, soy la organizadora —respondió abriendo la laptop—, más te vale Rodrigo que esa mujer no se moleste y me terminé demandando...

—Claro que no... I think so.

Sandra lo miró de mala manera mientras tecleaba en la laptop. Con gesto hosco estiró la mano para recibirle el móvil, se metió a notas y le apuntó la dirección.

—Ahí lo tienes —soltó pasándole el celular—, Eh, de esto nada a nadie. It is understood? (entendido).

Rodrigo asintió, se levantó de la mesa y estampándole un beso en la frente a modo de despido y agradecimiento, salió del local. Parecía que lo más haría ese día era estampar besos y salir corriendo.

— ¡Te debo una! —gritó ya fuera.

Sandra sonrió al verlo cruzar la calle casi corriendo sin importarle los pitidos de los coches o el casi ser arrollado, ¿en qué estaba metido ese chino? 



Hola, espero estén disfrutando las actualizaciones diarias de cuarentena. XD

¿Cómo van con la historia?, ¿quieren saber la otra parte de la maldición Santillán? 

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