IX
Si no eres valiente para luchar, entonces, no te enamores.
Capítulo 9
El secreto para llegar a convertirte en una gran modelo, más allá de la belleza física y estatura envidiable; es saber cómo coquearle al público, interactuar con él vendiéndole la idea de que ellos también pueden verse y sentirse así de felices con solo comprar una prenda, así esta sea solo una sábana amarrada.
En resumen, arriba del escenario al igual que en la vida; la actitud lo es todo.
Y Ana lo sabía, conocía hasta donde era capaz de llegar con una sonrisa coqueta e inocente. Podía lograr que la piel del público se erizara al verla caminar por la pasarela, era una experta en venderles cualquier prenda haciéndoles sentir a las fashionistas que detrás de ese vestido, jeans, bikini o traje de gala, se escondía el secreto de la felicidad y seguridad infinita.
Por ende, no le sorprendió para nada a Rosse que varios empresarios del gremio se vieran notoriamente interesados por la mexicana capaz de lucir el traje de escaramuza con tal orgullo, porte y distinción como si fuese el atuendo de la misma reina de Inglaterra.
—Tenemos que brindar —anunció Rosse acercándose a la morena, quien paseaba sonriente saludando a personas que en su vida había visto—. Fue un largo, largo día, pero todo salió excelente, ¿no lo crees?
Ana sonrió tomando con gusto la copa a medio llenar del burbujeante líquido dulzón. El desfile de presentación había sido un éxito rotundo para las grandes marcas participantes de la industria de la moda y venta de insumos de lujo. Pero el coctel previamente organizado prometía ser de lo más soso, aburrido, lleno de fashionistas tomándose selfies por doquier y en donde los dueños y encargados de las firmas importantes ya se habían retirado.
—Fue increíble todo lo que pasamos. Y estoy muerta —declaró, después del desfile se había vuelto a cambiar de ropa por un sencillo vestido de gala y ese no era el día indicado para soportar los altos tacones con aguja—, fantaseo cada vez más con mi cama.
Rosse asintió, se sentía casi igual de exhausta por el interminable subir y bajar de emociones. Pero cuando abrió la boca para respaldar el comentario llegó un animado Rodrigo, llevaba un sencillo traje sin corbata y la camisa ya desfajada le daba un aspecto relajado.
—Al fin encuentro a las estrellas de la noche —soltó con singular alegría—. Escuchen esto.
Con la sonrisa más contagiosa le pasó a Rosse la copa, sacó el móvil y comenzó a leer en voz alta:
¨La sorpresa que se robó las miradas, suspiros, cámaras y reflectores de la noche fue el diseño de la talentosa mexicana Rosse Santillán, pionera de la moda curvy y dueña de Rosse Elengant, quién se atrevió a llevar a pasarela un deslumbrante traje de escaramuza. Quizá para respaldar a Ana Montes, su modelo jalisciense que definitivamente estuvo a la altura de tan grandioso diseño, como sea, la idea fue simplemente genial, fresca y aplaudida.
Esto pone bajo la lupa del festival al par de bellas mexicanas. ¨
— ¿De dónde es el artículo? —indagó Ana, viéndole la pantalla por encima del hombro.
—Ah, una pequeño Twitter exprés en ¡Vogue!
Rosse, abrió los ojos con clara sorpresa. Ana, soltó un brinquito de emoción lazándosele al cuello, pero no contaba con el efecto de la gravedad y el líquido de la copa terminó mojándole la camisa.
— ¡Dios! lo siento, que tonta —soltó apenada tratando de limpiarlo con la mano libre.
Rodrigo, que en ningún momento perdió la sonrisa se dejó manosear observándole ese gesto entre nervioso, apenado, emocionado y feliz.
—Tenía calor —soltó relajado haciendo que Ana levantará la mirada sorprendida, la mayoría de las personas (si no es que todas) dentro del evento la mataría si les llegará a tirar una sola gota y, ahí estaba él, sonriente con la camisa empapada.
La sonrisa de la morena se extendió, Rodrigo dio un paso al frente sin despegarle la mirada ni un solo instante, con mimo le acomodó un rebelde mechón detrás del oído. Ana soltó un ligero suspiro medio hipnotizada, estaban tan cerca que podía notar los matices verdes en sus ojos y una ligera cicatriz arriba de la ceja izquierda que le daba un aire de chico malo.
—Ana —susurró el rizado como tantos años lo hizo en soledad, solo que estaba vez tuvo su respuesta.
La morena acortó por completo la distancia haciéndolo sentir la tibieza de su cuerpo, la sensualidad de las curvas y el suave aliento del deseo a escasos centímetros de los labios.
— ¿Si? —indagó indecisa, ¿esperar o dar el primer paso?
Rodrigo sonrió de lado viéndola vacilar en su propio debate interno.
— ¿Interrumpo?
La voz de Ángela los escupió de nuevo en la sosa recepción en donde se les había olvidado que estaban.
—No —respondió Ana separándose al momento. Con la mirada buscó Rosse, había desaparecido—. Hola Tony. Él es Rodrigo.
El chef le dio un beso en la mejilla a la morena para después estrecharle la mano al fotógrafo, tenía los ojos entrecerrados rebuscando en la memoria donde es que había visto ese rostro antes, hasta que dio con el recuerdo.
— ¿Rodrigo Santillán? —Indagó sin soltarle la mano y apuntándolo acusadoramente con la otra—, ¿estabas con Sandra Robles en el fórum gastronómico de Madrid...?
— ¿Eres algo de Rosse? —interrumpió Ángela con ambas cejas un poco contraídas por la duda.
Rodrigo sonrió, tratando de parecer tranquilo aunque por dentro estaba a dos de echarlos y seguir en donde Ana lo había dejado, un minuto atrás.
—Sí y si —respondió con simpleza.
Ángela asintió con una de sus perfectas cejas levantada, miró a Ana, quien se entretenía bebiendo el poco líquido restante en su copa, y soltó:
— ¿Son pareja?
Ana se atragantó con el champagne.
—Ángela... —regañó Tony.
Las miradas recayeron en la pareja, por su parte Rodrigo cruzó los brazos limitándose a observar la respuesta de Ana, dejándole toda la presión del momento.
— ¡No! —Soltó, quizá demasiado energético, tal vez demasiado alto—, lo conocí hoy... en la mañana, ¿verdad?
La incomodidad de la pareja resultó evidente. Rodrigo asintió pero no pudo evitar borrar la sonrisa, sabía que tenía razón pero aún así un sentimiento parecido a la decepción se le instaló en el pecho.
Tony, imitó la posición del fotógrafo, cruzando los brazos, se sentía molesto por la imprudencia de la rubia quién parecía la viva imagen de la bondad e inocencia.
—Ah, creí que sí. Cómo tu tía es Rosse y es mexicana y mi Anne también...
—Ana —corrigió al momento, ¿qué rayos era eso de ¨mi Anne¨?
—Sí, eso dije.
Un silencio profundo se hizo presente cayendo como plomo en el ambiente que se había vuelto pesado y frío.
—Bueno, yo me retiro a descansar —anunció la morena despidiéndose con el respectivo beso de cortesía en la mejilla.
—Te acompaño... al elevador. Solo al elevador —completó Rodrigo aclarando innecesariamente lo que había quedado claro, dando a notar lo incómodo y nervioso que se sentía.
Ángela asintió aceptando la despedida con una sonrisa.
—Deberíamos salir los cuatro. En una cita cuádruple, ¿así se dice? —Soltó mirando a Tony quién aceptó el termino con un parpadeo—. Digo, otro día.
—Eh, sí. Claro, luego hablamos —confirmó Rodrigo haciéndoles un gesto con la mano para echarse a andar tras Ana.
—IIs finissent ensemble... (A que terminan juntos) —soltó la rubia usando una sonrisa juguetona para contentar al grandulón que la observaba irritado por la imprudencia.
Tony terminó por dejarse llevar por el buen humor de su acompañante, quién después de tres copas estaba mucho más amable y cariñosa de lo habitual.
—Eres un demonio —concluyó usando su tono lobuno y abrazándola por la cintura.
—Este es tu piso —anunció la morena cuando el elevador se abrió dejando ver el pasillo desierto.
Rodrigo asintió sin mover un solo musculo dejando que las puertas se volvieran a cerrar, habían pasado la travesía dentro del reducido espacio en silencio.
Y es que no acababa de entender si había hecho algo mal o la presencia de la Barbie rubia disminuyó el frenesí del momento.
—Ana —soltó convencido de que callar no le serviría de nada—, siento que... te siento incomoda y no sé si fue por lo de hace un momento. Y si fue así te pido una disculpa...
— ¡No! —interrumpió, se veía tan adorable nervioso—. Fue mi culpa, yo no debí acercarme tanto.
¿No debió? eso que quería decir, ¿no deseaba besarlo? porque parecía que sí. La confusión lo estaba matando.
—Es solo que el festival es demasiado importante. Me deje llevar por la emoción de la nota y el momento —dijo con la mirada reencendida por la emoción—. No tienes una idea lo que está en juego aquí.
Rodrigo entrecerró los ojos con cierta duda.
— ¿Entonces? —indagó usando una sexi sonrisa de lado—, ¿fue momentáneo? Porque te puedo volver a leer la nota o no sé, escribirte otra mejor si quieres.
La insinuación ingeniosa hizo que la morena soltará una carcajada, debía admitir que para llevar un día de conocerlo ese hombre le estaba interesando. Con paso lento se le acercó moviendo ligeramente la cabeza de lado, lo tomó por el cuello de la blanca camisa y acercándosele al oído, susurró;
—Quizá otro día —soltó usando el tono de voz más suave—. Ya que escribas la nota.
El elevador volvió a abrir sus puertas, esta vez en el piso de Ana quien depositándole un lento beso en la mejilla se alejó por el pasillo.
—Hasta mañana.
La escuchó decir mientras contoneaba las caderas por el ancho corredor.
—Hasta mañana —susurró Rodrigo.
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