Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

3. Aidan

Siempre he dicho que esta fecha no es más que mercadotecnia, una pérdida de dinero y de tiempo. ¿Por qué celebrar algo que no existe? Los abrazos y sonrisas de mis compañeros cada año no son más que ilusiones, solo ese día recuerdan que hay más personas en el salón que su grupito, del resto los ignoran como basura.

Sin embargo, este año y para mi mayor asombro, empezaron a suceder cosas que cambiaron mi forma de ver su hipocresía. Y el chico nuevo fue el detonante de ello.

Había llegado en el primer ciclo del año escolar, después de las vacaciones de verano del año anterior y con ello, la atención de casi todos se había centrado en él. ¿Qué tenía de especial?

No me malinterpreten, no es envidia, me gusta estar solo la mayoría del tiempo y sí tengo amigos, solo que no son de esta escuela. El punto es, ¿Cómo puede una persona llegar a un lugar desconocido y cambiar todo tan de repente?

A solo dos semanas del odioso San Valentín, tenía a todos vueltos locos en el salón solo porque es su fecha favorita.

—Quiero que este primer y último San Valentín con ustedes sea el mejor de todos —había dicho Aidan con emoción—, así que espero poder contar con todos ustedes. ¿Les parece?

Y sin dudarlo todos había dicho que sí, menos yo claro. ¿Para qué hacerlo? Era el último año escolar, después de eso todo se acabaría y cada quien seguiría su camino. ¿Por qué esforzarme por alguien a quien no volvería a ver el resto de mi vida?

Desde ese día todos se hablaban, se reían juntos, los grupos se agrandaron y las voces resonaban cada vez más en el salón. Era insoportable, me provocaba jaqueca. Si con la llegada de la dichosa celebración todo eso acabaría, entonces sería la primera vez que desee que llegue rápido, solo para volver a tener la paz de antes.

—Hola, Key —saludó Aidan con una sonrisa ladeada, sentado justo frente a mí— ¿Qué tal todo por acá?

Una vez más estábamos en hora libre, el bullicio era insoportable y por desgracia, ese día había olvidado mis auriculares. Se imaginarán el humor de perros que tenía.

—Para ti soy Keiner, ¿quieres? —contesté irritado.

—¿Por qué ese mal genio? ¿Puedo ayudarte en algo? —preguntaba con su falsa preocupación.

—Ahora que lo dices, sí —dije, notando su nueva emoción—. Déjame solo, si no es mucho pedir.

—No me trates así, solo quiero ser tu migo, ¿Por qué estás tan molesto? —replicó decepcionado.

—Porque gracias a ti y a tu maravillosa idea de san Valentín, todo el salón se ha convertido en un circo —expliqué con fastidio—, me gustaba la tranquilidad de antes, ¿Sabes?

—¿Y si mejor te nos unes y dejas de ser tan amargado? —sugirió con su brillante sonrisa cautivadora— Es una mejor idea, ¿no crees?

—Mmmm... —murmuré pensativo— ¿Participar en el mayor acto de hipocresía del año? No, gracias, paso.

—No estás hablando en serio...

—Ok, te daré un spoiler, el 90% de esta gente no se volverán a ver las caras después de la gradación, y los que hagan el intento no pasarán de un año ¿Quieres apostar? —le reté, esperando que con ello me dejara en paz.

—Eres un caso muy difícil, pero me encantan los retos —sonrió de nuevo, esta vez de una forma indescifrable pero intrigante.

—Ni te esfuerces, don perfecto —centré mis ojos en el pupitre, esperando evitar su mirada que me empezaba a incomodar de una forma demasiado confusa.

—¿Crees que soy perfecto? —exclamó sorprendido.

—No, solo intentas serlo, pero algo debes esconder tras es sonrisita de niñito bueno.

Suspiró, miró en todas direcciones y volvió a centrarse en mí, esta vez con expresión un poco decaída. Por un momento me sentí culpable, él siempre sonriente y alegre, ahora se veía un poco triste por mi culpa.

—Pues sí, trato de no revelar mucho porque sé que puede que no les guste a los demás si se enteran —dijo, mis oídos pagaron el ruido de fondo para solo escuchar su voz, el chisme activó mis sentidos.

—Ok, ahora si has llamado mi tención —lo miré fijo, viendo algo de duda en sus ojos grises.

Y sí, por primera vez notaba su peculiar color.

—Pues mira.... —suspiró— Estás loco si crees que te diré algo.

Y ese mismo interés se había esfumado al escuchar su estridente carcajada, se estaba burlando en mi propia cara.

—Y acabas de recordarme porque no hablo con nadie aquí —repliqué molesto—, madura un poco.

—Eres tan tierno...

—¿Perdón?

—Te daré mi spoiler —expresó con seguridad—, terminarás celebrando San Valentín con nosotros y te daré un súper regalo, te va encantar.

—No te molestes, en serio...

—Tú mismo lo querrás de esa manera —aseguró con plena confianza, acercándose cada vez más a mi rostro—, así que prepárate. Hasta luego.

Y con ello, un suave rose de sus dedos en mi mejilla incendió todo mi rostro. Fue inesperado, bastante extraño a mi parecer y confuso. Lo peor de todo fue el efecto, me dejó tontamente paralizado en mi puesto con la mente en blanco y las mejillas coloradas. Saqué un cuaderno y enterré la cara en él, esperando nadie más haya notado aquello.

Me encantaría decir que eso fue lo único y más raro que pasó, pero no fue así. Todos y cada día desde ese momento continuó fastidiando, siempre con la tonta excusa de querer sacarme de mi vacío amargo y solitario. Obviamente no lo iba a permitir, ¿Por qué hacerlo? Estoy mejor solo, no porque él llegue con su linda sonrisa y me mire con esos ojos grises brillantes caeré como pendejo. No.

Así mismo seguía con sus planes para la celebración, queriendo sacar la casa por la ventana. Sus estúpidas reuniones para dar ideas solo me causaban más dolor de cabeza, aumentaba el bullicio y las risas estridentes en todo el salón. En esos momentos no podía dejar de observarlo, mi molestia hacia él era mayor que cualquier otro día. ¿Cuál era el afán de llamar la atención? Su sola apariencia ya lo hace, no es fácil ignorar su voz grave, su forma de caminar, la forma en que cerraba los ojos cuando reía, su cabello ondulado casi despeinado.

—Solo queda una semana, ¿Participarás en el intercambio de regalos? —preguntó
Aidan un tanto meloso.

—Por enésima vez, no, gracias, paso —contesté, evitando su mirada.

—Key, cariño —susurró, sintiendo su aliento cada vez más cerca— ¿Podrías mirarme un segundo?

—Olvídalo —tragué fuerte sintiendo sus manos recorrer mi mejilla, levantando mi rostro hasta conectar nuestras miradas.

Sonreía tan dulce que me enloquecía, no podía respirar bien cuando me miraba de esa manera tan indescifrable que me ponía nervioso, mi corazón a mil y los nervios a tope. ¿Desde cuándo permití que causara eso en mí?

—No seas así, es el último año aquí, deberías aprovecharlo —decía mientras su mano seguía recorriendo mi rostro—. Puede que tengas razón con tu exagerada probabilidad, por eso quiero aprovechar al máximo el tiempo.

—Eres libre de hacerlo —contesté casi en un susurro, sin poder apartar mis ojos del movimiento de sus labios.

Dios, esto es una pesadilla.

—Lo sé —una suave risa escapó de su boca—, pero quiero que me acompañes en esto. ¿Sí?

—Está bien —contesté sin pensarlo.

—Perfecto —sonrió con emoción, dejando en mi mejilla un suave beso que detuvo por un segundo mi corazón.

Y con eso entre un poco en razón, ¿qué había dicho? ¿Cómo es que todo esto pasaba desapercibido para los demás? ¿O no era así?

Habían regresado con su grupo de amigos dejándome con el rostro incandescente y perplejo, mientras que él sonreía como un niño emocionado contando la mayor de sus aventuras a sus amigos. Lo peor, me miraban y se sonreían. ¿Se estaban burlando de mí? No, su mirada me decía todo lo contrario.

Aun así, ¿en qué vaca loca me acababa de meter? Literalmente le acababa de dar total permiso para seguir molestando, y más que eso.

—¡Dios! —susurré.

Ese mismo día, y usando aquel acontecimiento en mi contra, Aidan repartió los papelitos para jugar al amigo secreto. Todos los nombres de mis compañeros estaban allí, incluyendo el del profesor y el de él. Quien me saliera debía recibir un regalo de mi parte, y, por ende, a uno de mis compañeros le saldría el mío y tendría que darme uno también.

Para mi mala suerte, no me salió el nombre de la única persona a quien quería dar le un regalo. En su lugar, el nombre de su mejor amiga me fue asignado, Cristen. Aun no llegaba el día y ya me estaba arrepintiendo, sin embargo, en el fondo la llama de la emoción estaba creciendo a pasos agigantados. Sabía por años anteriores que ese no era el único regalo que se intercambiaba, los pequeños grupos se daban regalos entre ellos para afianzar su amistad. Y por ello un muy la idea creció en mi cabeza.

¿Y si le doy un regalo a Aidan? La pregunta del millón, ¿qué le doy?

Ese día el receso se extendió a dos horas, el profesor de deporte se había ausentado y, por lo tanto, podíamos hacer lo que se nos antojase. Y aprovechando el momento decidí, por primera vez desde que inició esto, acercarme a él por voluntad propia.

—Oye... —titubeé nervioso— ¿Puedo preguntar algo?

—Ya lo hiciste —se burló.

—Eres exasperante, ¿sabes? —me quejé— Otra pregunta entonces.

—Está bien, don gruñón —con su preciosa sonrisa se ubicó frente a mí acaparando todo mi campo visual.

Realmente no hubiese querido ver más nada en ese momento, y pese a mi reticencia y grosería, disfrutaba demasiado los momentos así.

—¿Qué era? —insistió, tomando mi rostro con ambas manos bajándome de mi nube.

—¡Eh! Era... —balbuceaba nervioso— Lo olvidé.

—¿Es en serio? —exclamó burlón.

—Primero de distraes y ahora te burlas —repliqué ofendido—. Se te agradece, don perfecto.

—¿Te distraigo? —indagó, con esa misma sonrisa ladeada que me estaba enloqueciendo.

—Nos vemos después —y hui como el cobarde que soy.

Si quería saber que darle, debía averiguarlo de otra forma o arriesgarme a pasar la mayor vergüenza de mi pobre existencia.

Y si de pasar vergüenzas se trataba, debía de una vez por todas lo que tanto temía.
Aidan me gustaba, más que eso, me estaba enamorando de él. Puede que sea apresurado, solo un par de semanas notándolo de verdad y ya sentía que me movía el piso. Pero lo veía más como una señal, ¿por qué? Estamos cerca de su festividad favorita, y quería que fuese inolvidable. Si le digo lo que siento, ¿será suficiente para lograrlo?

Y al fin, el bullicioso día más odiado del año había llegado, esta vez con una sensación diferente a otros años, porque solo en este tenía a Aidan en mi vida.

Como siempre la tarde inició con charlas, un poco de comida y botanas, música y risas. Empezaron los juegos, las distracciones y mucha diversión, pero esta vez me había incluido en el plan.

—Ok, chicos, ubiquémonos todos en mesa redonda para iniciar el intercambio de regalos —anunció el profesor—, iniciando yo por supuesto. Debo gradecer primero porque, a decir verdad, es curioso y sorpresivo que este año se hayan unido más que otras veces. Incluso Keiner se unió a la fiesta, felicidades, espero siga así lo que queda de curso. Y sin más palabrería, Aidan, esto es para ti. Gracias por llegar a la escuela.

Todos aplaudieron y vitorearon ante el mencionado, algunos mirándome con sonrisas amigables y algunos guiños de ojo. Me sentí un poco intimidado, pero fue gratificante de cierto modo.

—Gracias a ustedes por aceptarme, no es fácil ser el nuevo siendo el último año escolar, pero ustedes lo hicieron ver así —decía, haciendo suspirar a algunas de las niñas presentes.

Continuó con su discurso entregando su regalo, el cual y por desgracia no era para mí. No podía negarlo, fue divertido y el regalo muy bueno. Sin embargo, aún había un regalo que debía entregar y no podía esperar más.

—Aidan, ¿podemos hablar un momento? —le dije mientras recogía sus cosas.

El salón ya estaba casi vacío, ya nada podía perder.

—Claro, soy todo tuyo —bromeó con su enorme sonrisa de emoción.

—Ahmm... Bueno... —balbuceaba nervioso, jamás había hecho esto, menos a otro hombre— Solo quería darte las gracias, estuvo muy divertido y todo. Creo que tenías razón, ¿no? Es el último año y eso.

—De nada —contestó un poco decepcionado, borrando poco a poco esa linda sonrisa— ¿Eso es todo?

—Ah... sí —dije.

—Ok, nos vemos mañana —suspiró y terminó de recoger sus cosas.

Me maldije por dentro, ¿por qué debía ser tan cobarde?

—En realidad... —exclamé casi a gritos, llamando su atención— En realidad aún hay otra cosa.

Esta vez me acerqué a él, respirando profundo y tratando de mitigar el acelerado palpitar de mi corazón.

—Es para ti —dejé una pequeña cajita en sus manos, en ella había una pulsera igual a la que yo tenía, esperando represente lo que quiero seamos—, porque bueno, ya sabes. Eres buena onda y me caes bien, y... aunque a veces puedes ser un poco fastidioso y eso, siguen siendo un buen amigo. Sé que pude ser grosero muchas veces, pero es que esto no me gustaba y aun así lo hice por ti... Porque me convenciste y eso, y...

Me detuve en seco, cerrando mis ojos y pasando mis manos por mi rostro. Estaba frustrado y demasiado avergonzado para mirarlo a los ojos, no sabía que decir sin que sonara raro. En realidad, no podía hacer más nada sin terminar de hacer el ridículo.

—Dios, estoy diciendo muchas estupideces —susurré, tomando el valor de levantar mi rostro—, lo sien...

No pude terminar de hablar, Aidan me había interrumpido de la mejor manera posible, con sus labios acaparando los míos en un dulce beso. Aún con la sorpresa, la sensación de embriaguez me dominó por completo dejándome llevar por el delicioso sabor de su boca.

—Efectivamente estabas hablando de más —susurró con su rostro aún pegado al mío, sintiendo su cálido aliento sobre mi piel.

—Te amo —dije, dejándome llevar por la emoción reflejada en sus ojos—, ¿tú me... quieres?

—¿Quererte? —se reía suave, pegándose a mi cuerpo apoyado en el pupitre— No, cariño, no te quiero. Desde el primer momento en que vi tu preciosa carita amargada al llegar a este salón, me di cuenta que me había enamorado y no he dejado de hacerlo ni un solo segundo.

Por un instante me sentí morir, el corazón se me detuvo por un segundo y solo quería desaparecer. Pero la forma en que me sonreía decía lo contrario, por ello me di cuenta que solo estaba jugando conmigo. Y, aun así, me emocioné con eso.

—Me acabas de recordar porque me caías mal —repliqué.

—También te amo.

Esta vez lo besé yo, un beso que dure la vida entera.

Medio castroso el Aidan, pero todo cute

¿Alguna vez tuvieron un compañero así?

Yo no jajajaj

Yo era Keiner, este... Mi paz mental era primero, que les digo.

En fin, tengo hambre, no olviden tomar agua.

Los quiero mis pulguitas 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro