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EXTRAS +2 »🎄Especial navidad, lemon🎁«

Este capítulo a sugerencias de una lectora, escribí un poco de salseo 🔥 así que queda a la disposición de cada quien leerlo 🌜

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—¡Feliz navidad, Camus!— una voz en su templo lo hace virar en dirección a. El mencionado lo mira de arriba abajo y lo saluda.

—Feliz navidad, Afrodita— contesta mientras seguía en su labor.

El sueco lo mira con una ceja enarcada, se veía a simple vista que estaba trabajando en una escultura especial de hielo. Y no era para menos, después de todo, era víspera de Navidad y esa noche tendrían una cena y una fiesta en el recinto principal, por ello mismo Saori le había pedido que hiciera algo lindo para adornar, como un árbol navideño de hielo o esas cosas.

—Te está quedando muy linda— comentó, admirando la escultura— Bueno vine específicamente para saber si Milo estaba contigo, pero... Veo que no. ¿No sabes dónde está?

Camus se levantó para tomar un herramienta de picar hielo y negó.

—Dijo que iría con Aioria a conseguir el regalo del amigo secreto que le ha tocado— contestó.

Piscis comprendió al instante y suspiró.

—Jo... Es una lástima, lo necesitaba para que me ayudara en mis rosales— suspiró— Bueno, gracias, Camus.

Él asintió.

—Aunque siempre he querido preguntarte esto pero no sé cómo, y ahora que estamos solos, me atreveré... ¿No te sientes mal?

¿Y esa pregunta?

El francés dejó la escultura por un lado y se levantó para encararlo, o al menos para saber exactamente a qué se estaba refiriendo el santo de Piscis.

—¿De qué hablas?

—De Aioria y Milo.

—¿Qué tienen que ver ellos?— sí, exacto, ¿Qué con eso?

—¿No te dan celos que anden por ahí juntos?— Preguntó curioso, cruzando de brazos— A mí me daría desconfianza.

—¿Por qué debería?— respondió neutral— Aioria y Milo son mejores amigos desde hace muchos años, desde que tengo uso de razón lo son desde que eran unos niños. No tengo derecho de meterme en la relación de amistad de ellos. Eso sería como si Milo se quisiera meter en mi amistad con Shura. O sea, nada que ver. Ambos respetamos nuestras amistades. No entiendo a qué va tu pregunta.

Afrodita pareció pensarlo por unos segundos. ¿A qué quería llegar exactamente?

—Ahhhh... ¡Ya sé por qué no estás celoso!— Camus lo miró cual cosa rara, ¿Acaso se sentía bien?— Tú no estabas cuando pasó lo de ellos dos...

¿Qué?

—Espera, ¿Qué?— recapacitó por segundos, y se acercó— ¿Cómo que yo no estaba cuando pasó lo de ellos dos? ¿Qué carajos ha pasado?

—Oh... No no, eso fue hace mucho tiempo. El patriarca te había mandado a entrenar a un chiquillo allá en Siberia, por eso cuando... Pasó... Pues, tú no estabas. Igual no creo que te interese, fue hace más de seis años.

—Déjate de rodeos, Afrodita.

—No lo dije para causar polémica, Camus, la verdad es que creí que ya lo sabías y... Pensé que estabas tranquilo con la relación de amistad de Aioria y Milo después de lo que sucedió— continuó— Aioria fue... La primera vez de Milo, ya sabes, jóvenes pubertos que apenas comenzaban a experimentar. Pero no tienes de que preocuparte Camus, eso fue hace años, además, en ese tiempo ustedes ni se podían ver pero ni en pintura. No te enojes.

El francés no pudo evitar que la sorpresa se haya visto reflejada en su rostro, porque en definitiva, eso le había tomado por sorpresa. Es decir, ¿En verdad siempre había habido algo más allá que una buena amistad de mejores amigos? ¿Los unía algo más importante que una amistad? ¿Por eso seguían siendo tan amigos?

—Hey, Camus— llamó la atención—. No lo dije para que te pongas así. Eso pasó hace tiempo, además, Milo está enamorado de tí, y Aioria de Shura, nunca va a pasar algo parecido otra vez. Sin embargo, si yo fuera tú, no me confiaría tanto. En fin, nos vemos en la noche.

Dio un último paso y no se esperó a que Camus le respondiera, porque a decir verdad estaba más ido en la luna, que en lo que realmente importaba. Y es que, no era nada fácil digerir que su pareja actual era mejor amigo con el que fue alguna vez su primer experimento. No hubo sentimientos de por medio, lo sabía porque de ser así, él ya hubiera salido con el Leo y no con él. Y otra cosa era...

Estaba celoso. Tenía razón para estarlo, pero si se lo decía a Milo éste lo iba a tachar de loco y psicópata, y hasta podía irse y dejarlo ahí.

No.

Él no haría nada como eso. ¿Entonces por qué se sentía tan mal?

Su feliz tarde ya se la habían arruinado.

Y no fue mentira, su mente paso toda la tarde en la luna, preguntándose miles de cosas que sabía que solo Milo tenía la potestad de contestarle, pero qué, si lo hacía, es capaz que lo regañaría. Tampoco era como si le importara del todo porque el tenía una buena razón para reclamarle, el porqué no se lo dijo antes. Pero vamos, hacia menos de tres semanas estaban juntos, y todo había ido muy bien como para regarla con un solo tema.

Pero...

Si no averiguaba más de eso, no iba a poder dormir tranquilo en ningún momento.

¿Cómo fue que lo hicieron? ¿Quién de los dos había llevado el rol del activo y del pasivo? ¿Ya habían olvidado todo lo ocurrido entre ambos? ¿Siguieron haciéndolo después solo para satisfacerse? Preguntas comos esas no dejaban la cabeza de Camus.

—¡Hey, Camus! Ya estoy aquí—. Esa voz, al parecer ya había llegado. El francés se levantó desde donde estaba y se dirigió a la entrada para recibirlo— ¿Puedes creer que casi no encontramos nada en rodorio? Hoy está de locos, el mundo anda buscando de todo por las calles.

No dijo nada, aún estaba pensativo.

—Lo bueno es que pude conseguir el regalo perfecto para el amigo secreto, y además aproveché para conseguirte esto— de las bolsas de compras sacó un libro algo grueso, y se lo mostró— Espero que te guste— se mostró apenado.

—No tenías por qué.— respondió cortante.

Milo se acercó para depositarle un beso, sin embargo, Camus desvía su mirada justamente en ese instante, depositando el beso solamente en la mejilla.

—¿Pasa algo?— preguntó confundido.

—Nada.

—Camus, te conozco más que a nadie gracias al tiempo que logramos pasar juntos, y sé que tienes algo. ¿Qué te pasa? ¿Qué tienes?

—Que no me pasa nada— respondió molesto— Es más, mejor vete con tu amiguito Aioria a que te responda la duda— decidido a perderse entre los pilares, dio media vuelta.

El rostro de Milo fue un poema, puesto que no sabía que mosca le había picado ahora a Camus.

—¿Nos vemos en la noche entonces?

No obtuvo respuesta.

Un poco confundido, pensó que solo era su actitud malhumorada de siempre, por lo que no le prestó la atención suficiente y salió del templo, esperando que fuese la noche para disfrutar de una buena velada. 


[• 🎄 🎁 • 🎁 🎄•]

—¡Siguiente regalo señores!

—Bien, el que sigue es...— comenzó Saori— ¡Mu!

El chico de cabellos lilas sonrió, y fue por el regalo que se encontraba encima de la mesa, donde la mayoría estaba ahí.

—Feliz, navidad Camus— Mu se acercó hasta donde estaba sentado junto a Shura, y le tendió el regalo— Espero te guste.

Todos aplaudieron y el aguamarina abrió el regalo. Era una colección completa del escritor francés «Albert Camus» uno de sus favoritos por cierto. Agradeció el gran detalle, y la ronda de regalos continuó.

—Sigues tú, Milo— el chico se mantenía bastante serio desde que había llegado a esa cena. Especialmente por la actitud de Camus, en ningún momento se dirigió a él cuando llegó, ni tampoco dejaba a Shura ni para ir a beber un trago de vino, nada. Toda la noche se la pasó con el Capricornio, y él no podía ir a reclamarle porque sabía que era su mejor amigo, después lo iba a tachar de psicópata paranoico o algo así. Por eso lo dejó pasar, pero se sentía mal que ni si quiera tratara de dirigirle la mirada, y si él quería acercarse, pronto huía junto con Shura a otro lado. Ya estaba harto.— Feliz navidad, Shaka— le entrego el regalo, cuyo obsequio era un tapiz típico de la India.

Y así fue sucesivamente, Camus le regaló a Saga un cofre de hielo personalizado donde podía guardar cualquier cosa, Aldebarán le obsequió a Afrodita unos labiales, pero no unos cualquiera, sino que estos hidrataban los labios, Kanon le dio a Milo una arbolito pequeño de manzano junto con algunos dulces, Afrodita obsequió unas cuantas flechas personalizadas, gracias a Mu, a Aioros, así como éste le donó unos buenos vinos a Dohko, el viejo maestro concedió unos viejos videojuego al Géminis menor, a quién le encantaban los videojuegos. Shaka obsequió unas cuantas figuras antiguas de su país a su santidad, DeathMask le trajo una mascota propia de Brasil al Tauro, para que no extrañara su tierra, Saga le obsequió a Aioria dulces y una que otra cosa de algunas bandas que le gustaban, Shura le regaló a Mu nuevas herramientas que le podían servir,  Aioria le dio libros españoles al Capricornio y por último, Shion le tocó darle regalo a DeathMask, simplemente unos discos.

—Bien caballeros, ahora sí pueden seguir con la fiesta. Son libres de comer o tomar lo que quieran— Athena anunció, antes de irse con los jóvenes de bronce.

Fue cuando, por casualidad, el Leo se le acercó a Milo.

—¿Qué pasa entre ustedes dos?— preguntó— Se supone que son pareja y ya casi es nochebuena ¿Qué no deberían estar más juntos que nunca?

—Eso mismo quisiera saber yo— Milo frunció el ceño— No ha dejado de ignorarme en toda la maldita fiesta, no sé qué le pasa. Desde que llegué en la tarde se la ha pasado así.

—Oh... ¿Y por qué no tratas de hablar con él?

—¿Qué no ves? Se la ha estado pasando con Shura desde que llegué.

Aioria sonrió divertido por la situación.

—¿Acaso estás celoso?

—Pues sí, no lo niego. Me molesta verlo con Shura. Sé que es su mejor amigo y que no debo interponerme pero demonios, me molesta esa cercanía que tienen desde el inicio todo.

—Eso ha de ser porque tú hiciste algo que lo molestó, o es porque se enteró de algo que hiciste— concluyó Aioria.

—¡Pero si yo no hice nada!— replicó— Desde que empezamos a salir no hemos tenido problemas fuertes, gracias al cielo. No sé qué lo tiene así.

—Pues deberías empezar a investigar sino quieres que te lo bajen de esa nube.

Aioria tomó un sorbo de su bebida y se alejó, dejando a Milo pensativo.

¿Qué había hecho él? Pues nada malo. Absolutamente, ¿Entonces por qué se ponía así?

—Camus, ¿Puedo hablarte un momento?— ya estaba frente a él, esperando una respuesta— A solas— se refirió al español.

—Bueno creo que... Te veo mañana Camus— Shura quiso despedirse pero el francés no se lo permitió.

—Lo que tengas que decir, puedes hacerlo delante de Shura, él es un muy buen mejor amigo y sé que no saldrá nada de su boca. Así que adelante te escucho.

Milo frunció el ceño y lo observó molesto.

—Camus en serio no es necesario, yo puedo irme.

—Insisto, quédate.

El griego suspiró pero no dijo nada.

—¿Puedes decirme que coño te pasa? Hoy es veinticuatro, se supone que debería pasarla con mi novio en navidad, no verlo junto a su mejor amigo. Sin ofender, Shura.

—Descuida— murmuró con pena ajena.

—Que curioso, también debería decirte lo mismo.

El griego pestañeó confundido, hasta que una loca idea se le pasó por la mente. Ya había escuchado a Camus hablar de Aioria con molestia.

—Soy yo o... ¿Estás celoso de Aioria?— le preguntó, a lo que el francés le dedicó una mirada sorprendida, confirmándole la sospecha.— ¡Ay no puedo creerlo!

—... No es lo que crees— se defendió, porque después de todo temía que Milo lo tomara como loco.

—Camus por el amor a Athena, es mi mejor amigo.

—¡Sí, pero...!— se interrumpió.

—¿Pero...?

—Agh, olvídalo.

Sin decir una sola palabra se encaminó hasta su templo seguido del Escorpio, ya no quería estar en ese ambiente, más cuando tenía que ver a Milo, y saber que él tenía razón, que no debía estar celoso, pero que seguía sintiendo celos de lo qué pasó hace años.

¿Entonces?

—¿A dónde irán?— pregunta Mu confundido.

—A resolver sus problemas supongo. Fue raro no verlos juntos— responde Afrodita, quien ya conocía la verdad.

Por otro lado, ambos llegaron al templo de Acuario, Milo tratando de alcanzarlo.

—¡Camus, espera!— lo detuvo antes de entrar a su habitación.— Nunca dije que estaba mal, solo... Me sorprendió. Es decir, sé que eres muy maduro como para pensar que Aioria y yo fuimos o seremos algo. Pero... Esa actitud tuya, me dijo lo contrario.

—No es eso Milo— ambos entraron a la habitación del templo. Camus se quitó el saco y lo dejó en una de las sillas del pequeño escritorio que tenía, mientras sacaba sus zapatos y las medias— Solamente dejemos esta situación así como está, no quiero darle más vueltas al asunto.

—Ves, a esto me refiero. ¿De qué asunto estás hablando? Te estoy preguntando— se cruzó de brazos.

—A nada importante, lo más seguro es que se me pase en unos días— con un poco de cansancio, se lanzó a la cama tirándose a lo largo—. Mientras tanto, déjame solo y ve a disfrutar con los demás— miró el techo.

¿Por qué era así? Tenía que reconocer que estaba desanimado y celoso. Afrodita le había dicho que no tenía que estarlo por obvias razones, ya eso había quedado muy en el pasado. ¿Entonces por qué? No podía dejar de pensar en ese tema en específico, tampoco era algo que se lo podía reclamar.

Lo mejor era que se le pasara con los días.

—Estás loco si crees que me a irme de aquí sin arreglar las cosas o sin saber qué es lo que te pasa— se acercó hasta quedar sentado al borde de la cama, haciéndole compañía.— ¿No confías en mí, es eso?— pregunta receloso.

—No, Milo. No es eso tampoco— se reincorpora con ayuda de sus codos, y lo mira unos segundos— Es algo que me molesta, en realidad es un tema muy complicado porque no puedo reclamarte absolutamente nada, no tengo el derecho de hacerlo, es parte del pasado. Pero eso no implica que me sienta celoso y molesto conmigo mismo. Sé que está mal, pero no puedo evitarlo.

—Me estás comenzando a asustar— rió un poco para relajar el ambiente extraño que se había formado de repente. Camus lo mira con seriedad.

—Tú... ¿Tuviste algo con Aioria?— pregunta finalmente.

Instantáneamente Milo para de reír y lo observa intrigado.

—¿Es por eso que estás molesto?— se acerca a él y besa su mejilla— Camus, no sé quién te haya contado eso, porque esos rumores pasaron hace muchísimo tiempo en el santuario. Solamente quiero decirte que nada de lo que sucedió hace años va a afectar el futuro. ¿Oíste?

El aguamarina suspiró profundamente y asintió.

—Sé que no está bien de mi parte sentirme así, aunque a diferencia tuya yo nunca hice absolutamente nada con Shura— lo miró—, no te estoy culpando. Simplemente quiero que lo sepas porque hace minutos atrás te vi algo molesto.

Él asiente.

—Lo estaba— confiesa—, aunque creo que ya no debería preocuparme por esto. Lo único que quiero dejarte en claro es que Aioria y yo no somos nada más que amigos, solo eso. Lo que pasó hace tiempo fue por simple curiosidad de adolescentes pubertos, tampoco es como si nos hayamos jurado amor eterno cuando no había un lazo romántico de por medio que nos uniera. Lo hicimos conscientemente de que eso no afectaría nuestra amistad, y así fue hasta el día de hoy. Repito que no tienes porqué preocuparte.

—Sí, eso lo sé— suspira.— Lamento comportarme de esa manera.

—Sé que eres frío, pero no al nivel que me recibiste hoy, sabes— se acerca lentamente hasta juntar sus labios con los contrarios. Camus corresponde el beso— Pensé que había hecho algo malo.

—Aunque lo hicieras, lo único que haría es castigarte pero nunca tratarte con indiferencia. Así que preocúpate el día en que lo haga porque estaré bien enojado contigo.

El griego pestañea confundido unos momentos, y después esboza un sonrisa.

—¿Te atreves a decir que me vas a castigar? ¿A mí?— ríe con fuerza, lo que hace enojar al francés.

—Claro que sí. Para ti, tengo mil y una manera con las que puedo castigarte, sabes.— frunce el ceño al escuchar la risa constante del contrario— ¿Se puede saber qué te da tanta risa?

—Nada, nada— termina aún con una sonrisa— Eres demasiado tierno, Camus.

Una venita de enojo recalca en su cien.

—Ja, ¿Acaso crees que no puedo tomar el control?— enarca una ceja y Milo encoge los hombros con una sonrisa burlona. Entonces, se reincorpora un poco solamente para tumbarlo sobre las suaves sábanas de algodón que tenía la cama, y se sube encima suyo solo para mirarle con soberbia— ¿Qué decías entonces?

Milo sonríe y coloca las manos en su cintura.

—¿Acaso te quieres revelar contra mí?—Baja una de sus manos descaradamente a su trasero, apretándolo con ambas manos. Camus resopla molesto y las aparta.

—Deja tus manos quietas, entendiste— las lleva por encima de su cabeza, y las retiene ahí— Por burlarte de mí, te quedarás sin el derecho de tocarme por un tiempo.

—¡¿Qué?! ¡Eso es injusto! No puedes hacer eso, no cuando me provocas de esta manera— reprochó a la posición en la que se encontraban—. ¿Acaso quieres ser el de arriba?— esboza una sonrisa.

—¿A qué va esa pregunta?

—No sé, pues supongo que nunca has estado de activo, ¿O sí?— esta vez no lo dice para burlarse, en realidad lo hace por plena curiosidad.

—Especifíca en que ámbito. ¿Te refieres al chico por chico, o al chico por chica?— pregunta.

—Oh, ¿Acaso ya has pasado por eso?— ríe.

—Pues si hablamos de solo chicas, sí— afirma.

—Ya decía yo que- espera, ¿Qué?— abre sus ojos con sorpresa— ¿Te has acostado con mujeres?

—Te veo muy sorprendido, Escorpio. ¿Cuál es la sorpresa?— ríe de lado— ¿Qué creías, que nunca lo había hecho en mi vida?

Milo aún no puede evitar su asombro.

—N-No realmente...— desvía la mirada— No lo esperaba, es todo.

—Oh vamos, no estés celoso, eso pasó hace tiempo— confirma— Fue en mis tiempos en los que estaba entrenando a Isaac y a Hyoga en Siberia.

—Ya veo... La verdad es que yo solo he estado con solo dos mujeres a lo largo de mi vida. Y no románticamente— confiesa. Esta vez fue el turno de Camus en sorprenderse— No soy tan mujeriego como lo creías. Te he engañado, bebé.

—¿Qué?— articula.

—Como lo oyes— mira hacia el techo— Luego de Aioria, fue con una amazona, y la última una ninfa del recinto del patriarca.

—Pero... Yo...—

—¿Quién es el mujeriego ahora?— pregunta con sorna. Camus se sonroja.

—¿Cómo se llama la amazona?— desvía el tema.

—No te gustaría saberlo.

—Quiero saberlo. ¿Fue Marín? Porque te advierto que ella tiene cierto interés en Aioria— Milo ríe y niega.

—No, no fue ella.

—¿June? ¿Mayura?— insiste.

—¿Por qué tan de pronto ese interés?— enarca una ceja divertido.

—Porque quiero ir exactamente a presumirle lo que tengo en mi casa, y lo que me pertenece.— frunce el ceño— Dime de una vez.

—Ya pasó, Camus. Además que conste que fue ella quién me buscó y me lo pidió, no yo.

—Uy, ahora tú, el irresistible que tienes a todas las chicas a los pies.— refunfuñó.

—Que poca fe me tienes. Ya te dije que yo no soy un mujeriego como todos creen que lo soy. Para ser exactos, con la única que lo hice porque se me antojó, fue con la ninfa.

—¿Y la amazona?

—Ya te dije que ella quién me lo pidió, creo que fue por despecho.

—¿Quién es? ¡¿Fue Geist?! ¡¿Shaina?!— Milo vuelve a reír, y esta vez es él quien aplica fuerza para invertir los papeles. Quedando Camus debajo de él.

—¿Por qué mejor no dejas la curiosidad para después y me das mi regalo de navidad?— lo toma de los hombros— Ahora lo importante es que estoy con el verdadero santo de Athena que logra satisfacerme al cien por ciento. Eso debería ser suficiente para ti.

Camus chasquea la lengua, aún molesto.

—Ya olvídalo— susurra cerca de sus labios para después besarlo. Toma su mentón y lo alza un poco para profundizar el beso, mordiendo su labio inferior y adentrándose a aquella boca que lo recibía gustoso.

Camus rodea los brazos en su cuello y lo jala acercándolo más a él, mientras que Milo apoya las rodillas a cada lado de su cadera y se inclina lo suficiente para acariciar con sus manos su rostro, sujetándolo de ambas mejillas. Se besan desenfrenadamente para calmar el repentino y sofocante ambiente que los envuelve, enrollan sus lenguas como si estuviesen dando una lucha de quién era el mejor, donde la saliva es la testigo.

—Lo haré solo si me recompensas— habla en pleno beso.

El acuario desenvuelve sus brazos del cuello por momentos, y lleva sus dos manos al saco de vestir que aun tenía Milo. Sus largos dedos se posan en los botones de la prenda y a tientas los comienza a desabrochar uno por uno sin prisa, sin tener intenciones de separarse del beso. Milo calcula cuando se deshace de todos los botones y se reincorpora para quitarse él mismo su saco, quedando una camisa blanca que aún lo cubría.

—Creéme que lo valdrá cada segundo.

Camus aprovecha para respirar profundamente y tratar de recuperar el aliento que el beso le había robado. Observa con atención como esta vez es el griego que se encarga de quitarse aquella camisa blanca que iba debajo del saco. Prendas demasiado formales, pero que Saori les había pedido que fueran así, lo único que cambiaba era el color de la corbata, que en su caso era azul.

—Mas bien debería ser yo quien te castigue— murmura nuevamente, tirando la camisa al suelo para atacar con ferocidad sus labios.

Deja las manos libres para quitarle con desesperación la única polera que Camus traía encima, pues para su suerte, ya él se había encargado personalmente de quitarse los zapatos, las medias y el saco. Consigue quitársela casi arrancándola y una vez que lo logra, no pierde el tiempo en hundir su boca en su cuello, mordisqueando y saboreando la piel por instantes, percibiendo como su cuerpo comenzaba a temblar. Decide cambiar de recorrido para dejar un camino de chupetes y saliva hasta la clavícula y parte del pecho. Camus se aferra a su desnuda espalda y echa la cabeza hacia atrás, disfrutando del momento. Sentía como sus pezones endurecerse al percibir la saliva alrededor y cerca de ellos, aunque lo quisiera reprimir, el primer jadeo inunda la habitación.

—Que mejor regalo que este— sin dejar de lado uno de ellos, su mano divaga por encima del pantalón y con dificultad trata de desabrochar la faja. Sonríe al escuchar el sonido de la hebilla ser abierta.— Sabes, me gustaría hacer esto más interesante.

Antes de deshacer la última prenda que cubría a Camus, Milo tomó su corbata, que en este caso era roja, y la colocó sobre sus ojos, privatizando que pudiera ver algo.

—¿Milo...?

—No mires, solo siente— besa su mejilla izquierda. Camus aún no muy seguro asintió, y se dejó ser.

Listo para continuar, Milo toma el dobladillo del pantalón junto con su ropa interior y la tira hacia abajo con lentitud hasta quitarla por completo. El francés completamente desnudo, une sus piernas sin dejar expuesta su entrepierna.

—Como si nunca hubiera pasado...— susurra, refiriéndose a la vez de la ducha donde ambos se habían entregado mutuamente.

—Entonces haz mi primera vez— sigue el juego.

Milo colocó cada mano alrededor de las rodillas de Camus, quién las tenía unidas celosamente para ocultar la erección que se alzaba desde la pelvis. Le lanzó una última mirada cómplice, para ayudarle a adivinar que iba a pasar con él en ese preciso instante. Toma ambas rodillas y las separa sin ejercer mucha presión, haciendo que Camus abriera sus piernas gloriosamente y dejara ver todo aquello que al griego le robaba el aliento, de lo que sabía que tenía control, y era dueño.

—Te comportarse como un celoso psicópata sin remedio. Ahora yo voy a enseñarte porqué no debes desconfiar de mí.

Lo único que podía hacer el francés era escucharlo, pues su vista estaba privatizada por completo. Por consiguiente, solamente escucha y siente la leve respiración contra su cuello, esto lo hace querer decir algo pero su cerebro no le ayuda a pensar algo coherente. Muerde su labio inferior al sentir el recorrido de saliva que dejó Milo por su pecho, desde la clavícula hasta sus pectorales, dejando una marca y un camino con su lengua. Este último decide detenerse a propósito justamente en su dolorosa erección, donde aclamaba por atención.

— ¿Sabías que hay muchos hombres que pueden experimentar un multiorgasmo?— preguntó, sonriendo peligrosamente— No importa cuántas veces lo hagas, pero haré que te corras las veces que tu cuerpo aguante.

—M-Milo, yo, yo...—suspira pesadamente— Espera... ¡Ahh!

Jadea al sentir la cálida lengua que envolvía su miembro con la tibia saliva que sobresalía de la comisura de los labios de Milo, lo hace con sutileza, ocultando la dentadura en sus labios expuestos. Se inclina lo suficiente para hacerlo repetitivamente hasta dejarlo empapado. Luego de ello saca un poco su longitud y se concentra en la punta, lugar de múltiples conexiones nerviosas, se concentra en la parte inferior de su lengua mientras la espesa saliva se encarga de hacer su trabajo. Como si tuviera todo el tiempo del mundo, lo saca de su boca con lentitud y deposita un beso, haciendo a Camus temblar bajo las sábanas.

Entonces, los espasmos en su cuerpo comienzan a hacerse presentes desde que Milo lo arrojó con su calidad cavidad bucal. Sus manos no se quedan quietas, delinean la cintura con la punta de los dedos, dando ligeros movimientos circulares para después perderse en su lado superior y más atrás. Con sus dedos, deja un trillo de caricias que toman la iniciativa de rodear los muslos, llegando a la cadera para después ocultarse en sus piernas.

—¿Milo?— llama su nombre, esperando la siguiente acción.

Este guarda silencio con una idea perversa. Sonríe para si mismo mientras posiciona su mano derecha sobre la longitud de su miembro. Entonces inicia una acaricia de abajo arriba, desde la base hasta el glande,  circularmente en la punta, de cualquier manera que pudiese. Camus no se reprime y gime libremente, su garganta deja escapar un suave gemido que sale acompañado con la respiración agitada. Su espalda se arquea sobre la cama al caer en cuenta que eran más los espasmos y pequeños temblores que tenía su cuerpo, indicándole que estaba a punto de llegar.

La saliva abandona la cálida boca de Camus para correrse por la comisura, en un intento para evitar la excitación. Como parte de su desespero deja expuesta su lengua, invitando a Milo pasearse por aquel recinto que solo fue besado y explorado por él. Este recibe la señal y lo besa con obscenidad. Un beso húmedo entre ambos, las dos respiraciones se mezclan y sus lenguas se exploran más allá de la boca ajena. Un beso obsceno, lascivo, cargado de pasión y deseo.

Camus se separa agitado, sintiendo como en cualquier momento llega a liberarse. Milo se da cuenta de ello y para ayudarlo, adopta por depositar suaves besos por su pecho con lascivia. Se dirige a uno de sus pezones y envuelve el derecho con su saliva, moviéndolo circularmente, mientras juega con el otro para estimularlo.

—M-ilo... ¡N-no pares, no pares...!— pide.

Inconscientemente y por impulso abre aún más sus piernas para tratar de acabar con el vacío que su cuerpo sentía, dejando un espacio para que Milo se colara entre ellas. El mencionado se deleita con la vista que tenía del Acuario, observando el arte que poseía, estando consiente que podría entrar en cualquier momento y más bien se lo agradecería.

Unos segundos más después de lamer con lentitud, degustando, probando la piel, la oleada de calor que golpeó el cuerpo de Camus, fue lo que le hizo temblar hasta arquear su espalda, inclinar la cabeza hacia atrás sobre la almohada y tomar con fuerza las sábanas de la cama.

—¡Ahh, Milo!— gime su nombre al sentir como finalmente se libera sobre su propio abdomen, caliente, tibio. Respira rápidamente tratando de regular su respiración.

—Lo hiciste muy bien— alaba. Se despoja de la faja del pantalón hasta desabrocharlo y baja su ropa interior, dejando en libertad su increíble y erguido miembro.— Ahora es turno de satisfacerte por completo, Camus— este escucha la burla en su voz, pero era porque sabía que él esperaba por lo mismo— Pero primero, prepárate.

—¿Qué?— pregunta confuso.

—Eso es parte de tu castigo por creer cosas ridículas aún siendo uno de los más inteligentes— se acerca, lo suficiente para robarle un beso— Anda, Camus, déjame ver cómo tú mismo te preparas. 

El Acuario muerde su labio, nervioso. Y ni hablar de la vergüenza en su rostro, no podía, no iba a dejar de ninguna manera que Milo le observara haciendo eso.

Aún mantenía un poco de orgullo.

—No sé cómo hacerlo— miente.

—Moja tus dedos primero, y después los diriges a tu-

—¡No necesito tanta explicación!— lo interrumpió molesto. No obstante, sabía que tenía que ser el calor del momento porque ni en su sano juicio iba a hacer algo parecido. Sin más que decirle, llevó dos de sus dedos a su propia boca, llenándolos de su propia saliva, y siendo observado por el escorpión. Si le servía de consuelo, al menos no podía ver el rostro pervertido que lo más seguro es que le estaba lanzando en esos momentos. Los envolvió con su saliva mientras los succionaba de adentro hacia afuera, esperando un poco más y procurando que estuviesen lo suficientemente listos. Los sacó de su boca con un jadeo y los llevó directamente a su interior. Tener una imagen así de Camus, vendía, estaba seguro, y tampoco estaba seguro si iba a aguantar lo suficiente  para solo observar cómo se autocomplacia.

Camus introduce dos de sus dedos en sus paredes y gime al sentirlos dentro. A parte de ser una sensación extraña, era un poco dolorosa. Decide tantear poco a poco, mientras los movía, abría, sacaba, y metía. Se encontraba jadeante por sus propios dedos, ahora cómo sería estar con Milo. Estaba por averiguarlo.

—Ahh, uhm...— provocó a propósito, aumentando la velocidad en la que se autocomplacía, abriendo aún más las piernas. Porque sabía que el espectáculo que le estaba dando era único.— ¡Ahh, Milo... me vengo!

—Joder...— masculla el peliazul, atontado por la escena que Camus estaba protagonizando. Abandona su posición rígida y se acerca a él para sacar un condón del pantalón y romper la envoltura. Estaba dispuesto a acabar con la tortura. Coloca un condón, y posiciona la punta de su miembro justo en su entrada.

—¿Qué vas a hacer?

—Hace rato te ví aclamado por esto. Creo que es obvio.

Ríe al ver el sonrojo de Camus, no obstante no dice nada y espera pacientemente. Milo se adentra una vez más, y escucha la respiración sofocada de Camus, lo besa mientras entra un poco más en él, hasta estar todo por completo.

—Dime... ¿Quieres que me mueva?

Asiente, aún con los vendajes encima.

—Duro, suave, lento...— comienza.

—Como sea Milo. Házlo ya.

—Vaya, y yo que creí que te iba a castigar.

Finalmente ciñe los dedos en las caderas, tomando como apoyo para poder moverse, y comienza un vaivén lento, suave, simultáneamente que acaricia sus piernas. El francés jadea nuevamente por la sensación, y siente como su miembro comienza a endurecerse como estaba antes de venirse, pues, la erección no se perdió del todo, pero ahora comenzaba a erguirse.

Milo aprisiona con sus brazos su cuerpo, dirigiéndose a su cuello mientras se perdía en la curvatura que unía el hombro y este. Ríe satisfactoriamente sobre él al escuchar los graves jadeos que Camus soltaba de lo más profundo de su garganta, endulzando su oído. Se ciñe a su caderas con fuerza, adentrándose más profundo, abriendo su interior, sintiendo la calidez que lo envolvía. Camus suelta un gemido al aire, y se sostiene de la espalda del guardián de Escorpio clavando sus uñas sobre la piel, aguantando parte del dolor y a su vez el calor que lo consume. ¿Acaso se podía desear tanto a alguien?

—M-Milo— gimotea— Házlo, házlo— súplica.

—Me encanta escuchar mi nombre cuando estás así de excitado y jadeante. Se escucha jodidamente bien más cuando suplicas— confiesa, empezando un ligero vaivén lento para acostumbrarse al calor ajeno y no venirse antes de tiempo. Debía admitir que el placer por tener a Camus debajo de él era reconfortante, sin embargo, tenía que concentrarse lo suficiente para poder aguantar más de lo que realmente quería, pues para la desgracia de su resistencia, aquel suave movimiento de caderas que comenzaba a tener el Acuario inconscientemente, lo ponía a mil, y ni hablar sobre el rostro lascivo que mostraba. Si bien el sentido de la vista era privatizado por un pedazo de tela, podía ver los demás rasgos. Como mejillas sonrosadas, labios abiertos, cejas ligeramente alzadas, todo el arte que tenía para él— Como me encantaría que pudieras verte en este preciso instante.

—Esto no es... Justo— articuló jadeante, paseando de arriba abajo sus blancas manos a lo largo de la espalda de Milo— Más... ¡M-Más, Milo!— pide con las voz distorsionada por el placer.

—¿Que no es justo?— susurró en su oído— ¿Te parece justo haberme hecho sufrir en todo el día por tus celos?— apartó un mechón de cabello que se adhería a su frente y pronto, como si fuese un castigo y al escucharlo pedir por más, comenzó un vaivén lento pero profundo, rozando una y otra vez aquel punto especial que tanto hacía delirar a ambos.

—¡Ahh... y-yo lamento qué...! Ahhh— no podía ni hablar. No se lo permitía.

Sin duda alguna se sentía seguro por sus palabras, y porque a pesar de tener a Camus bajo su control, aún tenía la compostura para seguir reclamando y seduciéndolo a su manera y que este no lo hiciera perder el control, pero no prometía que eso fuera por siempre.

—S-Sigue siendo injusto de tu... ¡Ah!— se interrumpe asimismo con un gemido. Había dado justamente en su punto y al escucharlo, no pudo controlarse por mucho, a lo que aumentó el ritmo de las estocadas así como lo hicieron los jadeos de ambos. Milo se esconde jadeando y maldiciendo, por el placer, en su cuello, sin parar por un momento su ritmo. Se adentraba, salía y volvía, repetitivamente, deleitándose con el sonido que hacían sus cuerpos al chocar por breves segundos. Camus clava sus uñas en la piel ajena, y araña su espalda intencionalmente. Después de todo, él le pertenecía, ¿Qué mejor manera de marcar su lugar? No le interesaba en lo absoluto que algunos se dieran cuenta de ello, podía decirse que hasta lo hizo a propósito.

—Eres mío, Milo. Mío y de nadie más, oíste. No voy a permitir que alguien quiera arrebatarte de mi lado— rodea su cuello y lo acerca a él, susurrándole.

El Escorpio se enternece con la promesa que acaba de escuchar de sus labios, y da una sonrisa enamorada.

—Lo mismo va para ti, Camus. Mientras yo viva no dejaré que nadie más te tome.

—Vaya, que romántico— contesta, a lo que el griego ríe.

Besa con suavidad, y muerde desesperadamente su cuello. Deja un recorrido de la clavícula hasta el mentón de puros chupetes que sabía que no iban a desaparecer tan rápido como lo quería. Camus busca sus labios en un intento pero el griego aún se niega a darle esa pequeña complacencia, al menos todavía no. Milo le pide que se incorpore unos segundos y éste enarca una ceja un poco confundido por tan pronta petición, no obstante lo hace a tientas, esperando el místico cometido.

Sale de él por segundos y sin previo aviso, lo agarra de la cintura con fuerza, sosteniéndolo y rozando con sus dedos. Lo inclina un poco en su dirección y lo gira con lentitud boca abajo, quedando perfectamente en cuatro.

—No tienes idea de cómo me pone verte en esta posición— le susurra desde un costado mientras reparte besos por toda la longitud de su espalda, mordiendo la piel expuesta.

El francés siente que en cualquier momento puede desplomarse del placer, y por ello mismo se obliga asimismo a mantenerse en una posición que sea cómoda para él mismo. Deja descansar su pecho en el colchón y forma un perfecto arco con su espalda. Respira profundo y voltea a hablarle en lo que el creía que estaría.

—Me empiezo a sentir vacío, Milo— y lo que jamás pensó que vería éste último, era a Camus dando un ligero gesto de tristeza, no era del todo un puchero, pero fue lo suficiente para no controlarse más y arremeter contra él con lo poco que le quedaba antes de llegar. Acaricia la curvatura de su trasero y abre un poco sus glúteos para volver a entrar. Por su repentina acción, Camus deja un exclamación al sentirse lleno de nuevo por una perfecta y dura erección que se adentraba en su interior, la calidez que sentían los dos era reconfortante para el momento.

El sudor comienza a hacerse presente junto a los graves jadeos que comenzaba a sentir Milo. El flequillo tapa su mirada y solo se concentra con seguir el ritmo.

—Ahhh... Uhm ¡Milo!— lloriquea al sentir previamente su orgasmo acercarse. El mencionado no puede soltar palabra alguna por la misma razón, no obstante, sigue introduciéndose dentro suyo con fervor y energía.— S-Sigue.

Finalmente, Milo toma con fuerza la cadera de Camus, y da la última estocada antes de llegar al orgasmo. Aunque el aguamarina no estaba lejos de lo mismo, puesto que una nueva sensación caliente invade su abdomen. Es cuando siente como las paredes interiores se contraen y su miembro libera la tensión que tenía desde el inicio de aquel jugueteo. Los espasmos siguen recorriendo su cuerpo como si estuviese nuevamente listo para una tercera ronda. Al contrario de eso, esa sensación le era ajena, y nunca antes sentida.

Milo sonríe satisfactoriamente al saber que cumplió su cometido, aunque parecía que ni el propio guardián de Acuario sabía por lo que estaba pasando, lo único que necesitaba era un simple roce más para tener un orgasmo múltiple. Rodea su cuerpo con su brazo hasta alcanzar uno de sus pezones, y juguetear por segundos con este. Fue cuando su cuerpo y sus músculos se tensan exageradamente, logrando que aquella sensibilidad le sacara un último grito de placer antes de caer rendido en la cama con la respiración agitada.

Milo se echa para atrás y sale de él para reincorporarse y se acompañarlo a su lado. Toma una de las sábanas para cubrir sus cuerpos del frío. La respiración del Acuario aún está descontrolada, por lo que no podía artícular palabra alguna.

—¿Qué... Qué fue eso?— Preguntó minutos después de recuperar su aliento— No fue como las demás veces.

—No esperaba que tuvieras uno porque la verdad es que no todos lo logran. Pero eso, fue un multiorgasmo— cierra sus ojos y ríe— Acabas de experimentar uno.

—Nunca lo había hecho.

—Es obvio, eso es porque nunca estuviste conmigo; hasta ahora— recibe un golpe por parte de un avergonzado Camus y ríe más fuerte— Pero ahora que nos espera mucho por recorrer, te juro que después no vas a querer parar.

Camus se sonroja, y se da la vuelta.

—Idiota— toma un almohada y la abraza. El guardián de Escorpio sonríe con ternura y se acerca lentamente, depositando un beso en su mejilla.

—Vale, solo estaba jugando. No te enojes— empezó un recorrido de besos hasta llegar a su oído y lamerlo.

El francés se da la vuelta.

—No empieces de nuevo, ¿Acaso quieres que mi cuerpo colapse? Aún tengo espasmos, estás loco.

Milo alza sus manos en derrota.

—Solo soy un pobre chico de veinte años que necesita liberar tensión, ¿Por qué no me puedes tener compasión?

—Eso mismo debería decir yo.— reprochó.

—¿Entonces no habrá segunda ronda?

—No. Duérmete ya y no me molestes.

Bueno, quizá trataría de hacerlo pero no le iba a prometer nada, menos cuando su cuerpo solo estaría cubierto por una sábana y lo tendría a la par de él.

Sonríe internamente, porque sabía que esa segunda ronda iba a llegar en la madrugada, ya fuese por él, o por Camus.

[• 🎁 🎄•]


Ese día era uno de los más calurosos de lo últimos para que se terminara el año. Por esa razón, la mayoría se encontraba en el coliseo con camisas desmangadas o incluso sin éstas. Pero para suerte de Milo, gracias a las marcas de amor que Camus le había dejado, tuvo que utilizar una con mangas.

Cosa que a simple vista era muy raro porque él era del team sin camisa,  cuando los días calurosos eran insoportables.

—Hey Milo, ¿Seguro que no quieres quitarte la camisa? Está haciendo mucho calor— repitió Kanon.

—Tranquilo, la verdad es que tengo frío— mintió.

La mayoría estaba allí, exceptuando a Camus, Mu, Aioros y Dohko.

—Como que estar con Camus te afectó— se burló DeathMask.

—Bah, tonterías.

Siguieron entrenando entre ellos hasta caer rendidos. No obstante, llegó un punto donde Milo no aguantó más el calor, y decidió irse a las últimas gradas lejos de todos para quitársela.

—¿Por qué tan alejado, Milo?— el griego ni se percató cuando Aioria llegó a su lado. 

—No sé— respondió molesto.

El leo palmeó su hombro y no fue hasta que se dio cuenta de un detalle muy curioso.

—¿Acaso son mis ojos los que mienten?— Preguntó de cerca, abriendo los ojos— Milo acaso esos son... ¿Arañazos?— el escorpión lo alejó de inmediato y se sonrojó.

—¡Ay, Aioria! No es de tu incumbencia, aléjate.

—¡Entonces esa era la razón por la que no te querías quitar la camisa!— confirmó.— Jajajaja, por Dios Milo. Veo que esa reconciliación estuvo muy buena.

—Ya cállate, más bien me comenzaron a arder por el sudor— se quejó.

—Ah pero ayer ni te quejabas— lo molestó, y recibió un golpe.

—Créeme, fue lo mejor de lo mejor— suspiró, recordando— No tienes idea de lo lindo que se ve cuando llega al orgasmo...

—¡De acuerdo, suficiente! Mucha información para mí, tampoco quería detalles— dio un rostro horrorizado.

Milo soltó una carcajada.

—Andando, gato. Aún queda entrenamiento pendiente— colocó de nuevo su camisa y salió acompañado de su mejor amigo.

Después de todo, había sido un buen regalo de navidad.



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¡Feliz navidad mis amores! 🎁🎄❤️ Espero que la estén pasando super con sus personas queridas, nos leemos en el siguiente capítulo extra, «la cita» si quieren lemon díganme aquí en los comentarios, estoy leyendo sugerencias 🌚❤️🙌

Capítulo dedicado a Pouss_III lamento la tardanza nena, en serio te lo debíaaaa❤️😭

Feliz navidad, los amo. 🌛

—Luz de Urano.

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