Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

EXTRAS +1 »¡Lucha!«

Cómo recuerdan, la misión en la que Milo y Camus fueron juntos yo no relate exactamente qué sucedió ni quién era el enemigo, pero acá ya lo sabrán ✨👀

No olviden que en esta línea de tiempo Milo aún 'odia'  a Camus. Además, el personaje y las técnicas que coloque yo misma las inventé, así que no se extrañen (? Weno no, la verdad es que tomé referencias xd

•❅──────✧✦✧──────❅

Ambos ya se encontraban cansados luego de un largo recorrido dentro del bosque sin obtener respuestas. Siguieron el rastro del débil cosmos por unos cuantos minutos más, pero justamente cuando lograban tener una pista importante, volvía a desaparecer.

Camus fue el primero en detenerse, seguido del griego.

—¿Ahora qué? ¿No me digas que ya estás cansado?— sonrió burlón.

Chasqueó la lengua, molesto.

—Idiota, no hables mucho que tú también— replicó.

—Si seguimos haciendo paradas nunca vamos a llegar a nuestro destino, ¿Lo sabes, verdad? Andando.

—Nos están tendiendo una trampa, detente.— Milo se giró a él, esperando una respuesta— Están jugando con nosotros.

Guardaron silencio, esperando un sonido, una presencia, algo. Tratando de verificar en qué momento se les presentaba el tipo detrás de todo eso, porque no eran tan tontos para no saber qué ya debían estar siendo vigilados por algo, o alguien.

—Me parece estúpido qué...-

—¡Milo, cuidado!

Demasiado tarde, en un abrir y cerrar de ojos aquel tipo que se había mantenido oculto y muy ocupado jugando con los dos, se hizo presente. No esperó mucho para lanzar el primer ataque al que se le presentara primero. Y desgraciadamente ese fue Milo, quién, al tomarlo completamente por sorpresa no pudo reaccionar a tiempo, y para su desgracia su espalda impactó sobre una filosa roca tras él.

Camus inmediatamente se colocó en posición de combate, girándose a la entidad. Lo curioso de todo es que no estaba por ningún lado.

—¿Quién eres? ¡Muéstrate de una vez miserable!— gruñó enfadado, mirando a ambos lados.

Aún un poco aturdido por tremendo golpe, Milo se puso en pie, apoyándose sobre el suelo un instante.

—¿Atacar al enemigo mientras está distraído? Qué patético— sonrió, como siempre. Porque no le importaba en lo absoluto que segundos atrás estuviese en desventaja, aún así no dejaba ese lado prepotente, y más cuando se trataba de su presa.

—No lo provoques, Milo— anunció— Es mejor estar alerta.

Camus quedó un poco más adelante, observando cuidadosamente los pasos de su contrincante. No entendía exactamente quién era, y porqué estaba ahí.

—Vaya, qué lindo eres—. Una voz le hizo virar casi de inmediato a la dirección del Escorpio. Entonces, finalmente se dejó ver.

Un chico que no aparentaba más de veintiún años estaba frente a Milo, observándolo como si éste fuese la octava maravilla del mundo. Por su parte, Camus no podía mirarle el rostro porque estaba de espaldas, pero a juzgar por su figura era bastante bello, para no decir que tenía una figura bastante femenina. Su cabello era de un ligero tono plateado cobrizo, largo y ondulado, portaba una especie de túnica negra que cubría completamente su cuerpo, y justo en la cintura, un cinturón café que podía recalcar perfectamente su escultural cuerpo.

¿Realmente era un chico?

—Si hubiera sabido que eras así de hermoso no te hubiera golpeado tan fuerte— murmuró apenado— Lamento golpearte,  debió haberte dolido— sin previo aviso tomó entre sus dos manos ambas mejillas del griego. Acariciándolas levemente con apenas las yemas de los dedos, rosando la piel morena con delicadeza.

Tanto como Camus y Milo, estaban sorprendidos, confundidos. Especialmente el escorpio, quién aún no caía en cuenta de lo cerca que estaba de su rostro.

—¿Qué estás haciendo? ¿Quién demonios eres?— preguntó finalmente.

El joven sonrió, y se alejó un poco, aunque esa maldita distancia estaba jodiendo de sobremanera a Camus.

—Perdona mi descortesía, tienes razón. Me presento, mi nombre es Arael de Violín, y soy un guerrero de mi dios Ares. Debo decirte que tu belleza me tiene cautivado— se dirigió al peliazul, levantando su mentón con un dedo— Me encantan que sean así.

Milo pestañeó confundido.

—¿Qué es lo que buscas?— reclamó Camus, con los puños apretados.

—Yo, nada— alzó los hombros— Solo una debilidad de su ridícula e inservible diosa Athena.

—Ah, entonces no eres más que una marioneta de tu dios para contraatacar cobardemente.— respondió sarcástico— Que pérdida de mi tiempo. ¡Acaba con él de una vez, Milo!

Pero éste seguía mudo, quizá porque la belleza del joven lo tenía en la luna.

No. Porque aún no entendía del todo la situación, y aún así Camus comenzaba a cabrearse por pensar que era por la primera opción que no se atrevía a atacarlo.

—¿Acaso piensas hacerlo lindura?— comentó con una mirada que reflejaba pena, toda una mentira por cierto.

—¡Milo!— lo llamó, tratando de que recapacitara.

—Jo, ¡Hasta el nombre es lindo!— exclamó maravillado.

—Yo...— y ocurrió lo inesperado.

Fue interrumpido abruptamente de una manera un poco extraña para ambos muchachos que estaban expectantes. Camus abrió su boca sorprendido observando justamente el momento en el que Arael se acercó lo suficiente para tomar ambas mejillas de Milo y besarlo apasionadamente. Juntó sus labios en un solo impulso, mientras degustaba descaradamente la suavidad de los labios del escorpión.

Milo abrió completamente sus ojos, sorprendido por tal acto. Y, aunque sentía la frialdad de la boca del guerrero moviéndose sobre la suya, no correspondió. ¿Cómo iba a hacerlo? Ni si quiera podía entender que estaba pasando.

—Hace tanto que no pruebo unos labios así— relamió los suyos una vez que se separó del beso, pasando sus dedos sobre sus propios labios.

—¿Pero qué demonios...?— el griego limpió el rastro de aquel encuentro, sin saber que decir o qué hacer.

—Tú... Maldito, ¡No puedo tolerar esto! ¡YA BASTA!— completamente fuera de sus pensamientos racionales, Camus se puso en posición de ataque, y lanzó su primera técnica a este, importándole poco si el griego estuviese con él— ¡Diamond Dust!

Y así fue como el golpe de cosmos estalló en un aire congelado que brotó de sus puños, volviéndolo en pequeños fragmentos de cristales. Arael, como se hacía llamar el chico, sonrió de medio lado, y cómo si fuese solamente una ventisca helada de los climas más templados, apartó su técnica con un solo movimiento de manos. Disipando los cristales.

—¿Pensabas que me ibas a derrotar con algo tan bajo? Qué triste—. De su túnica, sacó un pequeño violín y lo colocó sobre sus hombros para comenzar a tocar una melodía mortal—. ¡Infernal Notes!— contraatacó el «polvo de diamantes» con sus «notas infernales». Técnica que se encargaba de hacer sufrir a su enemigo con tan solo recitar una melodía nostálgica de acorde a la persona, haciéndole recordar el peor sufrimiento que ha tenido que pasar en su vida. 

Camus no comprendió su ataque al no sentir dolor, al menos no físicamente. Pues sin que lo tuviera previsto, sus ojos acumularon un gran peso de lágrimas que empaparon sus mejillas al instante.

¿Por qué... Estaba llorando? Las lágrimas dejaron un recorrido, como si el río que iniciaba desde sus ojos, podía acabar en el suelo, donde la tierra se alimentaba de ellas.

Cayó de rodillas, notando como sus lágrimas no querían detenerse. No era un llanto común de dolor sentimental, sino era algo más vacío, más existencial. Y sabía que estaba llorando solamente porque las lágrimas bajan de su rostro, sino ni al caso.

—Esta es un sencilla pero hermosa técnica, que hace recordarle al subconsciente del enemigo su mayor sufrimiento en la vida. Quizá tu no recuerdas porque estás llorando. Sin embargo, tu subconsciente sí lo está haciendo en estos momentos— rió.— Es una muerte lenta llena de dolor interior.

El francés no creía en sus palabras, o al menos no iba a dejar que se regocijara tan rápido, por lo que quiso levantarse y atacarlo. No obstante, su cuerpo no reaccionaba, y por alguna razón no podía dejar de pensar en porqué se encontraba llorando sin dolor aparente.

—Poco a poco caerás en un profundo sueño— anunció.

—Espera un momento— Milo lo tomó del brazo, mientras salía del trance. Ya era suficiente— No voy a dejar que acabes con mi compañero. Solo yo tengo el derecho de hacerle la vida imposible.

El de hebras cenizas enarcó una ceja, divertido.

—Entonces ven y demuéstralo— provocó.

¡Scarlet Neddle!

No dudó en atacar a ese hermoso joven que decía ser guerrero de Ares, hermano de Athena y dios de la guerra. Cuatro agujas se dirigieron a su cuerpo con rapidez, aunque parecían perder su dirección cuando ya estaban por alcanzarlo.

—Nada mal, eh— alabó. Pero no, eso era lo que Milo más detestaba de sus enemigos, que le aplaudieran sus técnicas, como si fuera parte de una broma.

—Guarda silencio, imbécil. Voy a segurarme que no salgas con vida de este lugar— Gruñó.

—Que violento eres— negó varias veces.— ¿Por qué mejor no te preocupas por el estado de tu compañero?— Milo viró hasta donde estaba Camus, y su estado estaba completamente deplorable, las lágrimas seguían cayendo en efecto, pero su mirada estaba ida en el cielo, como si estuviera pensativo.

—Su propio dolor acabará con él. Qué triste, pero así es la vida— se encogió de hombros, despreocupado.

Milo frunció el ceño.

—¡Devuélvelo a su estado normal!— exigió.

—Yo no tengo nada que ver en eso. Solamente él puede hacerlo— rió.

Más frustrado que antes, Milo se encaminó hasta donde estaba él, se colocó de cuclillas, a su altura, y lo tomó de los hombros para hacerlo recapacitar.

—¡Camus! Vamos Camus, maldita sea, despierta— Lo sacudió por los hombros pero el chico seguía sin responder.— Desgraciado, ¿Por qué cosa está pasando Camus en este momento?— preguntó cortante.

—Por todo el sufrimiento que ha tenido guardado desde siempre, y eso ya no es de tu incumbencia.

—Bah, ¿Qué puede hacer sufrir a Acuario? Si ni siquiera tiene sentimientos.

—Créeme, no te gustaría saberlo. Porque en realidad tú eres el culpable, solo yo puedo ver qué le atormenta.

—¿Entonces que esperas? ¡Déjalo libre!

—¿Y qué gano yo con eso?

Milo apretó sus puños, harto de aquel sujeto. Pero no podía acabar con él solo, para ello necesitaba a Camus con él, necesitaba una distracción para poder atacarlo.

Pero no, cada vez la salida era más corta.

—¡Por favor Camus, despierta!— insistió nuevamente. El francés pestañeó un poco y observó a Milo, pero seguía sin comprender, su memoria a penas lo recordaba, ya hasta se le había olvidado que estaban haciendo ahí. ¿Por qué se veía tan desesperado? ¿Por qué él estaba llorando? ¿Qué hacían ahí?

¿Por qué... Lo trataba así?

—Es inútil, un poco más y no va a poder reconocerte— sonrió— Vamos Milo, ¿Por qué mejor no te quedas aquí? Yo puedo convencer a mi señor Ares y tú puedes ser parte de nuestro ejército. ¿Qué dices? Pronto, la paz de la que tanto gozan se acabará, y este planeta no solo quedará en llamas y destrucción, sino que será el espectáculo de Ares.

—¿Unirme a tu dios, dices?— cerró lo ojos, riendo un poco— Pero que ingenuo eres, yo en mi vida, nunca traicionaría a Athena porque le soy fiel, y lo seré hasta el final. Qué patético, mas bien me da lástima que te rebajes a ese nivel, al fin y al cabo no eres más que una marioneta que es controlada a su antojo.

—Ja, que irritante eres— si quería molestarlo un poco, Milo lo había logrado— Hermoso pero irritante. ¡Blood Violin!

Lo atacó con otra técnica diferente a la que utilizó con Camus. Esta más bien era dolorosa, pues múltiples cuerdas transparentes del violín traspasaban cualquier cosa como cuchillos filosos.

Las cuerdas estuvieron por alcanzar a Milo si no fuera que en ese mismo instante fue empujado por un débil Camus. Aunque no estuviese bien del todo, este último luchó contra su propio subconsciente para escapar de aquella técnica mortal, estaba agotado, cansado, quizá porque todas sus energías fueron casi drenadas, pero aún así pudo llegar a tiempo antes de que Milo estuviera por ser herido.

—¡Camus!— exclamó al verlo. No pudo responderle si quiera porque cayó al suelo, agitado.

Se le estaba haciendo más difícil de lo que pensaba.

—Tú... Cómo pudiste. Nadie escapa de las infernal notes.— frunció el ceño.

—Realmente eres un estúpido si pensabas que una técnica como esa podía acabar conmigo— murmuró a duras penas.

¡Scarlet Neddle!— Arael se descuidó en el peor momento, el guardián de Escorpio lo tomó de sorpresa y pudo clavarle siete agujas en su cuerpo, en las piernas, en el abdomen, por todos lados.

El chico se agarró del pecho, sintiendo como un dolor ardiente recorrió parte de este. Inundándolo de una sofocante sensación.

—Eres un idiota.

Y antes de jugar su carta secreta, hizo que todo el lugar se cubriera de un espesa neblina que no permitía ver más allá de cinco metros. Camus, quién estaba a su lado, desapareció, así como Arael.

Todo quedó en un completo silencio, no se escuchaba ni el más mínimo ruido de los pájaros, nada.

—¡Camus!— exclamó.

Solo obtuvo más silencio.

—Vaya vaya, ahora quién está desesperado— esa voz, aún seguía ahí.

—¡Deja de ser tan cobarde, muéstrate y lucha como hombre!— alzó su cosmos.

Caminó unos cuantos metros, tratando de encontrarlo, y no fue hasta después de un rato, que pudo divisir una sombra de cabello largo frente a él.

—No vas a poder escapar, desgraciado— mostró la uña de su dedo índice, listo para atacar.

—Quiero ver qué lo intentes— respondió.

No esperó más y lanzó Antares de un sola vez. Aguardando que tomara la vida de su enemigo. No obstante, parte del juego sucio del chico era ese, pues había tomado a Camus indefenso para su propio juego.

Le haría creer que él era el dueño perteneciente a esa figura. Sin embargo, justamente cuando lanzó Antares fue demasiado tarde, pues él desapareció y lo que quedaba de la entidad era Camus recibiendo las quince agujas de un solo golpe. 

—Que mala onda que ataques a tu compañero— le susurró cerca del oído, a lo que Milo se colocó en defensa.

Escuchó un quejido de dolor y se dio cuenta del gran problema que había cometido. Corrió hasta donde yacía Camus con las quince agujas en su cuerpo mientras la sangre era drenada.

—¡No no no, esto no está pasando! ¡Camus!— se acercó a su altura mientras lo ayudaba a levantarse un poco— Yo... Yo voy a detener esta hemorragia.

El francés comenzó a toser sangre por lo mismo.

—Ah, pero qué linda escena de amor... Qué asco— Milo escuchó el desprecio en su voz y rodó los ojos.

Más bien se dedicó a detener la hemorragia causada accidentalmente por su culpa. Camus aún seguía débil, su vista estaba borrosa y no entendía exactamente que estaba pasando, aún estaba aturdido, lo único que divisó fue a Milo cerca de él mientras le hablaba, pero sinceramente no podía escuchar nada, o bueno, solo algunas cosas.

—¡Juro que voy a derrotarte aunque me cueste la vida!— El griego se levantó de donde estaba, mientras que Arael aparecía frente a él.

—Dame lo mejor que tengas— sonrió de medio lado.

—Bien, si tú lo pediste— se preparó— ¡Estalla, cosmos! ¡Scarlet Neddle!

Ja, ¿Eso es lo único que tienes?

Milo sonrió, al final tuvo un as bajo la manga.

—Tan lindo, pero que pérdida de belleza si te falta inteligencia para el campo de batalla— rió— ¡Es tu turno, Camus!

¡Execution Aurora!

Arael estaba confiado de poder detener una técnica, pero dos al mismo tiempo debía de reconocer que era imposible. Y sabía que se había confiado demás, por lo que se encargó de maldecirlos antes de recibir Antares, y la ejecución de Aurora por parte de Camus.

El Acuario estaba cansado, todo su cosmos y energía se fueron en esa técnica.

—¡Esto no es el final! ¡Una nueva era está por renacer!— fueron las últimas palabras de aquel joven, aunque no solo fueron sus últimas palabras, sino que además iban acompañadas de un ataque que solo Camus se percató.

Ese ataque iba para Milo, puesto que calculó perfectamente la distancia en la que ambos se encontraban. Pero si se era sincero, él no iba a permitir que le pasara nada malo, ni esa vez ni lo que restaba, mientras el pudiera ayudarle.

Camus se interpuso entre la última flecha que lanzó Arael antes de desaparecer, tomó a Milo por la espalda y lo abrazó contra su pecho, mientras lo protegía del último ataque. Esa flecha provocaría que cada sentimiento de arrepentimiento, fuera sellando su alma.

Él mismo se iba a destruir.

Pero eso a Camus no le importó recibirla. Ya estaba acostumbrado al dolor. 

—Milo...— murmuró antes de caer al suelo.

El guardián del octavo templo quedó petrificado.

—Camus... ¿P-Por qué hiciste algo cómo eso?— esa fue lo último que el francés pudo escuchar de sus labios, sonrió y cerró los ojos.

Hasta ahí había llegado.

Lo sabía.

Pero no, esa no fue la voluntad de Athena. Qué después de tremenda misión, le dio una nueva oportunidad y quiso recuperarlo de nuevo.

La vida daba muchas vueltas, de eso estaba seguro, porque después de todo aquello, acabó más enamorado de Milo.





---------------------------------------------
Primer capítulo extra que les debía mis amorcitos, espero que les haya gustado, nos leemos en los siguientes. El 24 hay actualización especial 👁️💓

—Moondust

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro