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Capítulo 5: "Porque si de amor se habla..."

Athena ya se encontraba en el espacioso y muy ordenado templo de Acuario con sus santos de bronce. Para su sorpresa, Camus definitivamente era un adicto a la limpieza, o al menos eso era lo que podía observar a simple vista, ya que no había rastro alguno de polvo, suciedad, platos sucios o basura por doquier, como podía asegurar de otros templos.

—Chicos de verdad que lamento todo este desastre causado. No estaba en mis planes —se llevó una mano a su cabeza, tratando de relajarse.

Siguió lamentándose mientras se disculpaba nuevamente por la horrible bienvenida que les había dado. Ella deseaba algo sencillo pero con clase, que sus caballeros siendo los más jóvenes a la orden, se sintieran impresionados por el santuario, pues eran la primera vez que venían en modo visita y no en batalla. Más sus mayores esfuerzos no fueron los suficientes para mantener todo en calma.

¿Pero como cumplirlo cuando tenía caballeros como Milo y Camus? Claro que no eran malos, pero cuando estaban juntos, era como convocar al mismísimo Hades.

—No recuerdo que los caballeros dorados se llevaran tan mal...

—No es eso Shiryu— la pelilila levantó su mirada— Yo mandé de compras a catorce hombres que han estado privados y aislados de una vida cotidiana común, como si lo hubiesen hecho un montón de veces. No tomé en cuenta que en realidad no estaban acostumbrados a ello. En parte, es mi culpa —suspiró desganada.

—Ay Saori eso no importa. Lo que en verdad es importante aquí es que... ¡Al fin estamos en Grecia! ¿No es fantástico? No recordaba al santuario tan lleno de vida— el moreno saltó de alegría.

Ciertamente al estar siempre en una constante lucha con cualquier ejército que tratara de desaparecer a Saori del mapa, era bastante cansado, y hasta en cierta parte monótono. Muertes, golpes, técnicas, inclusive traiciones era el pan de cada día para los santos.

Unas merecidas vacaciones no le hacían mal a nadie.

—Por cierto Athena... Hace tiempo, bueno en realidad lo poco que he visto, quiero preguntarle algo.

La seriedad con la que habló el rubio, le confirmó a Kido que era algo de suma importancia. Así que se giró hacia él con interés y asintió para darle a entender que podía continuar.

—¿La relación de mi maestro y Milo, cómo va?— preguntó.

Saori abrió sus ojos un tanto sorprendida por la pregunta inesperada por parte de Hyoga. Al parecer era el primer santo de bronce que realmente veía un gran problema con ellos. Porque si hablamos de Seiya, era un despreocupado con esta situación, y Shun y Shiryu si les preocupaba un poco pero no tanto como Hyoga. Aunque bueno, después de todo, Camus seguía siendo su maestro y Milo un gran caballero que podía catalogar como parte de su vida.

Saori pensó un poco la respuesta antes de comenzar a decirle la verdad. ¿Qué le diría? O más bien la verdadera pregunta era... ¿Cómo se lo diría? Como hombres y caballeros por supuesto que se mantenían impecables, eran honorables y orgullosos, y de verdad se tomaban muy en serio el bienestar de la gran diosa de la sabiduría. Pero, como compañeros eran terribles, maleducados, irrespetuosos y sufrían de un odio mutuo, que si seguía así, ella y sus restantes santos se volverían locos.

Suspiró de la congoja al recordar lo que había pasado.

—¿De verdad quieres saber la respuesta?— frunció el ceño. El cisne solo asintió, preparado para la respuesta.— Son unos irrespetuosos e intolerantes maleducados. ¿Una relación? No hay, no existe, solo un odio mutuo que me va a volver loca.

Hyoga lo imaginaba, desde que había estado entrenando con su maestro en Siberia, nunca mencionó el nombre de Milo después de un pequeño desliz por culpa de él. Podía hablar de sus otros compinches, pero nunca del santo de Escorpio, y las pocas veces que lo hacía, lo llamaba por su constelación, y siempre daba un respingo involuntario que daba a entender su incomodidad y tal vez odio hacía el peliazul.

Aunque claramente no habló mal de él en ningún momento, porque tenía dignidad e integridad, además no quería transmitirle el mismo disgusto al pequeño e inocente Hyoga.

—¿Por qué se llevan tan mal? —preguntó curioso, Shun.

—Eso es lo mejor de toda esta situación —bostezó—. No sé, nadie lo sabe. Y estoy segura que ni ellos mismos.

—Tal vez es porque nunca se han tratado, si lo hicieran pueden incluso llevarse mejor y romper esas diferencias —sugirió.

—No lo entiendes Shun, ellos simplemente no se soportan, se odian sin un motivo aparente. Créeme que ya lo he intentado.

—En generaciones pasadas nunca fue así, ¿No es cierto, Athena? Y no hablo precisamente de "amistad" —hizo comillas.

—Hyoga... ¿Cómo lo...?— preguntó asombrada.

Los únicos que conocían ese secreto, aparte de Shion y Dohko, era ella. Los demás no tenían ni la más mínima idea, y para ella, era mejor así. Pues si Camus y Milo se enteraban de que sus constelaciones estaban destinadas para estar juntas desde eras mitológicas, podían hasta matarse o algo por el estilo, no estaba segura de lo que esos dos podían llegar a hacer.

—Eso no importa. Pero creo que... Tengo una idea.

El ruso conforme le explicaba a la jovencilla, su reacción no fue la mejor de todas, asombro y desaprobación se notaban a kilómetros, pero al terminar su magnífico plan, Saori terminó por entender el verdadero propósito, y asintió con rapidez, alegre de encontrar una pequeña esperanza. ¿Cómo no se le ocurrió antes? Aunque hubiera sido terrible al principio, después de todo sabía que daría buenos resultados.

Shiryu y Shun intercambiaron miradas de preocupación, en completo desacuerdo con lo horrible y aterrador que se escuchaba el supuesto plan del rubio, en realidad estaban seguros que eso acabaría más mal de lo que ya no era posible. Por otro lado, Seiya solo miraba sus uñas, sin prestar atención, para él, no era un tema de importancia, más bien creía que todos le estaban dando mucha vuelta al asunto.

—¡Por supuesto que sí! Solo déjame arreglar algunas cosas y está hecho —sonrió. Quizá al final ese problema tendría una solución.

No pasó mucho tiempo después para que los culpables de dicho desastre empezaran a entrar al templo de Acuario, a la reunión tan esperaba por parte de Athena.

Los primeros fueron Aioros y Mu, sonriendo amistosamente, luego Shaka y Shura, el silencio siempre había sido parte de sus personalidades, Aldebarán, Saga y Kanon entraron conversando agradablemente, mientras una pequeña pelea entre Afrodita y DeathMask se podía escuchar a simple oído. Finalmente los últimos en llegar fueron Milo, y Aioria.

Lo primero que notaron los dorados al entrar, fueron los santos de bronce que se encontraban a cada lado de Athena. Y Milo al reconocer al Cisne decidió acercarse a saludar con alegría.

—¡Hyoga, pero como has crecido!

Dejando a un lado su desagrado por encontrarse en un templo que le generaba repulsión (gracias a su estupidez) Milo saludó al susodicho con un enorme abrazo y una cálida sonrisa, siendo correspondido al instante. Era sorprendente el cariño que le había tomado a Hyoga, increíblemente era lo único de Camus que no odiaba, generalmente odiaba todo lo proveniente de él, pero Hyoga era lo único que mantenían en común que no detestaba.

—¿Cómo has estado? Hace rato no te veía —se cruzó de brazos.

—Eso es porque estuve lejos del santuario. No quería verlo ni en pintura después de tantas guerras.

Milo se carcajeó.

—Es cierto, en eso te compadezco.

—Milo, dígame una cosa... Usted... ¿Cómo ha visto a mi maestro los últimos meses?

El escorpión paró de reír y optó una expresión seria. ¿Debería decirle a Hyoga del verdadero resentimiento que se traía con su maestro o dejarlo pasar? Bueno, ciertamente preferiría que el rubio todavía tuviera una buena imagen tanto suya, como de Camus.

—Es un caballero honorable como cualquier otro —dijo neutral, tratando de restarle la importancia que según él no tenía.

—Vaya vaya, así que después de todo te parezco honorable, ¿No? —una voz se escuchó en la entrada y todos se dieron media vuelta para observar.

Shura venía junto a Camus, este último con una mano en su cintura mientras se acercaba con pasos lentos y una expresión burlista.

—No me digas que ahora te vas a hacer el desentendido. ¿Cómo podría YO, dejarte por debajo de otros caballeros? No no, que mal —desvió su mirada, riendo sarcásticamente.

Un tic de molestia se notó en la ceja de Camus.

—¿Por qué mejor no me lo decís a la cara? O mejor aún, ¿Por qué no le dices a Hyoga la verdad y todo lo que piensas de mí? Me recriminas a mí de ser un mal maestro, pero le andás mintiendo para que no piense mal de ti. Muy bien, Milo, ya me dejaste en claro tu nivel de hipocresía —escupió con veneno.

Hyoga miró a su maestro por instantes, para devolver la mirada al griego. 

—Ya ya, Camus. ¿Ahora sí te querés defender cuando Hyoga está presente? ¿Qué quieres pretender con eso? ¿Quedar como un héroe frente a él? —se acercó a pasos lentos.

Camus mantenía sus puños cerrados, enojado. No había santo dorado que le hiciera perder la paciencia tan rápido como Milo lo hacía. Una total falta de respeto a su persona cuando era el escorpión que estaba pisando su morada y hogar. No tenía ningún derecho.

—Bueno, ¿Y se puede saber por qué tanto interés por Hyoga? Yo soy su maestro, no tú. Porque já, pobre de él si le hubiera tocado un maestro como vos. Hipócrita, desordenado, maleducado, y mal hablado.

—¿Y tú muy perfectito verdad? —ambos quedaron frente a frente, la tensión entre ambos se podía cortar con un cuchillo. 

—Más que tú, por supuesto —Camus levantó su mentón, sin dejarse intimidar—. Y si padeces de mala memoria, quiero recordarte que sigues pisando, mi casa, mi piso, y mi templo. Así que si no quieres que te congele y te deje colgando como un adorno decorativo, tienes dos opciones, o te callas, o te largas de mi templo.

Milo lo miró con desprecio.

—¿Por qué tan altanero y orgulloso? ¿Acaso crees que yo en verdad quiero estar en este igloo? Por favor. Además, quisiera saber porqué estamos aún aquí— el griego miró con desprecio el lugar.

Todos guardaron silencio, asombro y miedo por parte de los presentes se podían sentir. No era posible que Milo no pudiera mantener su boca cerrada por unos segundos, si repasaban todas las veces que los dos peleaban, eran por las provocaciones del escorpión, y Camus con toda su paciencia las soportaba, pero en los últimos años eso cambió, ya no soportaba lo mínimo.

Athena con una expresión seria se acercó a ambos, era tan neutral que los demás no podían percibir sus pensamientos en ese instante.

—Antes que nada, ya expliqué la razón por cuál estamos aquí. No quiero escuchar tus provocaciones, Milo. Ahora, Camus perdón la intromisión en tu templo pero después puedo explicártelo —se giró—. Todos aquí están de testigos y esto va para ambos, para mañana habrá unas actividades con los santos de bronce —los señaló—, y si alguno de ustedes empiezan la más mínima discusión que sea, no querrán saber el castigo. Quedan advertidos.

Aunque internamente anhelaba que rompieran las reglas, pues así tendría la excusa perfecta para poner en marcha el plan que Hyoga sugerió. No era uno de los mejores pero si era sincera consigo misma, era mejor que cualquier otra cosa. Inclusive ya hasta podía ver los rostros sorprendidos por parte del Escorpio y del Acuario, sería toda una obra de arte. Al demonio con sus buenas intenciones para que ambos se pudiesen llevar bien, con todo lo que el ruso le había dicho, la había convencido, ahora solo quería ver arder troya.

—Bueno, como nos hemos quedado sin la sala principal diré lo siguiente acá a los presentes— estos se acercaron para poder escuchar mejor— Como sabrán, los santos de bronce se quedaran algunas semanas en el santuario, el problema es que no hay habitaciones suficientes para todos, así que como una orden, les aconsejo que los reciban en sus templos. Sé que algunos son sus alumnos, así que no le veo problema —se dirigió a los dorados —¿Alguna duda?

—¿Puede ser en cualquier templo?

—Sí Seiya —suspiró— ¿Alguna otra duda?

Todos negaron, en realidad no se sentían invadidos por los menores, pero les era algo incómodo tener que compartir sus casas con alguien más, no estaban acostumbrados para hacerlo.

—Muy bien chicos, ¿Dónde se quedarán?

—Creo que yo me quedaré en el templo de mi maestro. Y es una ventaja porque a veces se encuentra vacío —habló Shiryu.

—Bueno yo... Mi entrenamiento con Shaka ya empezó así que me quedaré con él —Shun comentó.

—Pues a mi la verdad me da igual —Seiya cruzó sus brazos por detrás de su cuello, algo despreocupado.

—¿Y tú, Hyoga? —se escuchó en unísono.

Tanto como Milo, y Camus, hablaron al mismo tiempo, se miraron con desprecio unos breves segundos para después exigirle con la mirada al cisne una respuesta.

¿Y ahora? Hyoga miró a los dos con asombro. ¿No lo iban a poner a escoger a uno, verdad?

—Yo no puedo escoger a uno en específico.

—¡JA! Esto si vale la pena ver, depende a quien escoja, el otro se enojará, y por fin quedará en claro quién es más importante para Hyoga —Kanon sonrió divertido, observando el rostro aterrorizado del rubio.

—Pero yo no...— intentó hablar, nervioso.

—¡Házlo! —exigieron al unísono.

No podía, simplemente no iba a escoger a uno de ellos. Ambos eran importantes para su vida, Camus era su maestro, lo estimaba demasiado y por supuesto que lo quería como a un padre, pero por otro lado, estaba Milo, Milo era como su maestro de igual forma, le había enseñado muchas cosas, le había hecho crecer espiritualmente, por muy raro que sonara.

Los quería por igual, y ahora ambos le exigían que diera una respuesta, una respuesta que estaba apunto de cambiar el rumbo de todo.

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¿Y ahora?

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M

uchísimas gracias si siguen esta historia, sus leídas, votos y comentarios me animan mucho.

Este capítulo y probablemente los otros tengan un poco de voseo, porque si les soy sincera, me derrite imaginarme a Milo y Camus peleando así ♥️

¡Gracias por leer! ✨

-Moondust

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