Capítulo 36: Amor sin devolución [FINAL]
Bien, lindas jovencitas me alegra haber compartido está historia con ustedes ❤️ oficialmente hemos llegado al final. Pero no se asusten, que aún faltan 3 capítulos extras, y el epílogo.
¿Quieren llorar antes de comenzar a leer capítulo? 👀 Pues están de suerte porque este capítulo se basa en la canción que les dejé en multimedia 🌚.
━━━━━━✧♛✧━━━━━━
Con un poco de paz en sus cuerpos, pudieron regular su respiración a los segundos de haberse entregado mutuamente. Finalmente ambos habían accedido a lo que muy en el fondo trataban de ocultar. Entonces, ¿Por qué aún la vergüenza en sus rostros? Si bien es cierto que no se arrepintieron de lo sucedido, les era bastante difícil mirarse a los ojos.
Ese silencio fue cortado hasta que Camus llamó su atención con una simple palabra. Para su alivio, este tenía una bata blanca completamente limpia en el baño, por lo que no dudó mucho en tomarla y cubrir su desnudez con esta. Por su parte, Milo nada más colocó nuevamente su pantalón.
Una vez que salieron de la ducha pasaron a la habitación, donde le tendió una toalla para que pudiera secar su cabello.
—Hay algo que debo decirte. Y no porque tenga la obligación de hacerlo o porque me importes, simplemente es un aviso que le daré a todos mañana por la mañana, pero por estar aquí contra mi voluntad por cierto, tú serás el primero en saberlo.
Milo lo miró confundido mientras seguía secando su cabello. Pasó la toalla por su cuello, y dejó reposar las hebras azuladas sobre este.
—¿Qué? ¿Tenía que pasar todo esto para que al final admitieras que me amas?— preguntó con sorna.
—Ja, si realmente supieras— rodó los ojos, con una sonrisa. Pero no una cualquiera, tristeza no era, pero felicidad tampoco.
Era una especial, una que daba a entender que no importaba cuánto tiempo pasara, ni cuánto intentara olvidar a Milo. Nunca lo haría, y sabía que lo seguiría amando como el primer día. Sin embargo, él no olvidaba todo lo que le hizo pasar, y su orgullo lo tenía bien puesto.
Esa sonrisa, podía significar muchas cosas para Milo, pero lo que estaba incluido en ella y él nunca iba a interpretar, era el te amo. Uno que Camus callaría para siempre. Algo que se guardaría para él no importaba en el lugar que estuviese.
Te amo más que nada, Milo. Pero eso nunca lo sabrás.
¿Cierto, verdad? Muchas palabras para que pudiera traspasar esa sonrisa. Y si lo haría, Milo no lo entendería, y si pasaba, no iba a aceptarlo.
— En realidad esto es más complicado de lo que parece. Aunque para mí no lo es tanto, no espero lo mismo de ti— se sentó en el borde de la cama— Todos necesitan un tiempo a solas— murmuró—, y es por esto que quiero que sepas que esto acabó aquí. Todo este juego del gato y el ratón acaba en este preciso instante.
—¿Así es como te sientes?— se refirió al famoso juego—. Por favor, si lo único que yo quiero y necesito es que me aceptes en tu vida de una buena vez, Camus. No te atrevas a mentirme una vez más diciendo que me equivoco porque ya lo sé, empezando porque nada de esto hubiera ocurrido si no sintieras nada por mí— frunció el ceño, acercándose.— Que me quieres como yo a ti, de eso no hay duda y aún así...— pausó— tienes las agallas de negarme.
—Si te sigo negando es porque en verdad no quiero que te acerques.
—Esa pared de hielo que tienes no va a funcionar conmigo una vez más. Pude soportarla en los principios, pero ya no.
—Pues que lástima porque no pienso dejar que la derritas— miró un punto fijo en la pared, sabiendo que aún lo observaba fijamente.— Es más, tranquilízate que ya no tienes que pensar en cómo derretirla. Voy a darte el honor en este instante de darte la noticia que no vas a tener que lidiar más conmigo, por muchísimo tiempo.
—¿De qué estás...-
—Me iré a Siberia.
No había escuchado bien. ¿Verdad? Milo lo observó sorprendido, esperando una señal que le indicara que solo había sido su imaginación. Pero el ver el rostro neutral de Camus, le hacía ver que en definitiva no estaba bromeando, y que esa idea por supuesto que era una locura.
Sintió su corazón detenerse.
—No escuché bien, ¿Qué?
—Sí, sí lo hiciste. Y es tal como lo dije. Pienso irme con Hyoga nuevamente a Siberia para vigilar un poco su entrenamiento y parte de su vida cotidiana.
—Tiene catorce años, no es como si no pudiera cuidarse solo, Camus. Él ya no es un niño—. Lo que desconocía, es que esa no era exactamente la razón por la que se iría.
—Yo no me voy a ir por él— lo miró a los ojos— Yo me voy para alejarme de tí y no verte más.
Bump.
Golpe bajo.
—Eres un maldito témpano de hielo insensible— murmuró rencoroso— ¿Dónde está tu corazón? ¿Si acaso tienes uno?
—Que infantil eres, por supuesto que tengo uno. Y si necesitas que te lo recuerde, el corazón no es más que un órgano que bombea sangre. No produce ni guarda sentimientos— mantuvo su compostura.— Eso es solo una idea errónea que han creído desde años.
—¡Eso no quita el hecho de que se acelere cuando te pienso o me diriges la mirada!— contestó en modo berrinche.
—Oh vaya...— eso lo tomó de sorpresa. Llevó una mano a su frente, avergonzado.— Milo te estoy diciendo la verdad, no es algo que yo haya inventado. Y me frustra ver qué no tienes el valor para aceptar que las cosas ya pasaron, ya fueron.
—¡Es que yo no quiero aceptar que ya fueron cuando sé que tú tampoco tienes las agallas para si quiera tratar de soltarlas!— replicó— Solamente crees que por irte del santuario vas a poder olvidarme y deshacerte de mí. ¿Sabes cómo se le a llama eso? ¿Lo sabes bien, verdad?— rechinó sus dientes, aún conteniendo la ira— ¡ESO ES COBARDÍA!
—¡Y SEGURO TÚ MUY VALIENTE!— se levantó de golpe, deteniendo el andar de Milo.
—¡PUES MÁS QUE TÚ SÍ LO SOY!— respondió de la misma forma— Puedes apostar, Camus, que yo en ningún momento he tratado de negar el amor que te tengo. A diferencia tuya que no dejas de decirme que me marche, que no me quieres cerca de mí, cosa que me parece ridículo cuando hace unos minutos atrás...-
—Eres insoportable.— lo cortó antes de que terminara— Lárgate de aquí antes de que te deje en un miserable ataúd de hielo. ¿Ya tuviste lo que querías, no?—habló claramente— No lo diré una vez más. VETE— señaló la puerta.
—No me iré de aquí hasta escuchar un, «Milo, siempre te he amado. Quiero estar contigo por siempre»— remedó con una vocecita chillona, a lo que Camus soltó una carcajada sarcástica.
—De verdad que estás falta de los sentidos porque ni en tus más recónditos sueños pienso decirte algo así— acomodó su cabello de medio lado, pasando sus dedos entre las hebras aguamarina mientras trataba de desenredarlo.— No es algo de importancia, es más, míralo como algo bueno, Milo. Si no estás a mi lado puedes revertir de nuevo esos sentimientos de amor que aseguras tenerme. Podrás vivir en paz sin preocuparte por mí— articuló burlón—, es más, búscate otro santo que cumpla con tus caprichos y necesidades. Que pueda amarte como tú quieres.
—Mi necesidad eres tú, yo solo quiero que seas el digno caballero que me ame—. No dudó en responder.
—No cuentes conmigo para eso.
—Tú, eres un masoquista— escupió resentido — Es como si yo fuera la única fuente que te da la vida y quisieras mandarme a la boca del lobo.
—Si con eso morimos los dos, no le veo el problema—. Quiso retractarse al instante porque supo que fue más allá del límite. Pero demasiado tarde cuando vio que Milo había dado un paso atrás, asombrado por el grado de crueldad que podía poseer cuando se lo proponía.
—Eso en verdad fue muy cruel, Camus.— murmuró dolido.
—Si no quieres escuchar lo doloroso que puede ser la verdad, entonces no aparezcas más por aquí porque solo eso tendrás.
Todos esos años en los que Milo le había tratado mal y él lograba herirlo a su forma, empezaban a salir a flote. Todos esos años en los que no pudo desquitarse como quería, lo estaba haciendo en ese preciso instante.
Pero nadie le advirtió que el precio por hacer sufrir a Milo, era su propia felicidad. Porque el mismo se la estaba arrebatando.
Camus estaba arrebatando la felicidad de ambos, la única oportunidad, el rayito de luz oculto en la oscuridad, solo por capricho propio y orgullo.
Si iban a sufrir, era porque así lo mandó el Acuario.
—¡No soporto que me hables de ese modo tan prepotente!— confesó exaltado— Como si todo tu alrededor te valiera lo mismo que traicionar o no a Athena.
—¡CÁLLATE!
—¡ENTONCES NO HAGAS QUE TENGA QUE HABLARTE DE ESA MANERA!— protestó cabreado— ¡Porque parece que solo de esa forma puedes entender!
—¡Y tú eres un animal sin jaula! ¿No puedes aprender si acaso a cerrar esa boca?— Milo apretó sus puños, volviendo sus nudillos blancos.—¿Entender?— rió—, si tú eres el que no quiere hacerlo de una vez por todas.
—¡ACÉPTALO DE UNA VEZ POR TODAS!— se acercó un poco— Orgulloso y resentido, ¿Estás feliz de ser así?
—¡PUES SÍ! Si eso me ayuda a que te alejes de mí, pues no sabes cuánto me regocijo.
Frunció el ceño.
—No entiendo el grado de masoquismo al que puedes llegar.
Eso era.
Era un masoquista.
Lo estaba mandando a los brazos de otro cuando se moría por tenerlo a su lado. Y si bien era cierto que lo decía por orgullo, no estaba dispuesto a soportar una escena como esas. ¿Ver a Milo con otro? Nunca. No lo toleraría ni en esta vida, ni en otra. Y se iba a encargar él mismo de atormentarlo por siempre si lo encontraba con otro santo.
En otras palabras, no quería estar con él pero tampoco quería verlo con otros. ¿Que tan miserable tenía que ser Milo para tener contento a Camus?
Ninguno de los dos lo sabían con exactitud.
—¿En cuántos idiomas tengo que decirte que te quiero lejos de mí? Aunque no te preocupes tanto, Escorpio. Porque el que se va, soy yo— recordó— ¿Quieres saber la verdad?
¿Y esa pregunta?
El griego lo miró neutral, esperando a que prosiguiera.
—“Parce que même si je continue à le nier, je ne peux pas vous dire la vérit锹
[ES: Porque aunque sigo negándolo, no puedo decir la verdad]¹
Milo frunció el ceño.
¿Qué demonios había dicho?
—Me estás jugando sucio. Uy, así en francés cualquiera— Milo se cruzó de brazos.
— “Vous savez pourquoi je vous parle en français? Parce que je n'ai pas le courage de te dire que je t'aime”
No pudo adivinar que le dijo exactamente, pero le molestaba que le hablara en francés, pues aunque él pudiera hablarle en otro idioma, Camus le entendería. No podía hacer lo mismo, y lo más seguro es que se estaba aprovechando de eso.
Nunca lo sabría, pero exactamente ese fue el diálogo que estaba esperando por mucho tiempo, y no lo supo.
—Déjalo así, alguien tan terco como tú, no va a entender si acaso. Te aconsejo que te marches si no quieres resfriarte. Ya tuviste lo que querías ahora vete.
—Ay, como si tú tampoco lo hubieras disfrutado.
—No pienso decirlo otra vez. Lárgate— mencionó desde un costado.
—Camus...— murmuró su nombre con tristeza— Ya no me rechaces más—. Y con esto, se dio por vencido. Sus ojos se pusieron brillosos, y unas inmensas ganas de abrazarlo, le entraron.— Te lo estoy suplicando, ya no más... No me rechaces.
¿Y cuál fue la respuesta de Camus al observar completamente el estado deplorable en el que estaba Milo? ¿En el que, casi literalmente, le estaba suplicando que se quedara?
Pues fue un...
—No.— lo negó— Tú ni si quiera sabes cuando un no es no, ¿Verdad? Olvídalo ya.
Milo podía jurar que en ese momento, su corazón se había detenido. Dejó escapar el aire en sus pulmones lentamente, mientras secaba unas lágrimas que amenazaron con salir.
—Sabes qué, tienes razón— sorbió su nariz— Perdóname, después de todo me equivoqué y nada de esto debió haber pasado. Nosotros no somos más que dos caballeros de Athena que se encontraron en el destino por mera casualidad— levantó su mirada— Definitivamente no nacimos para estar juntos, y si así hubiera sido, vaya broma de los dioses.— rió, con pesar. Porque con todo aquello, le estaba diciendo adiós a su amor por Camus— Tú y yo nunca debimos enrolarnos de este modo, ni siquiera me amas. ¿Cómo iba a pretender que después de todo lo que te hice yo podría estar contigo?
El francés lo miró expectante.
—Camus, yo realmente pensaba recompensar todo este tiempo perdido— lo interrumpió—, iba a tratar de borrar mis insultos con palabras dulces, los golpes con besos, los rasguños con caricias. ¿Que ingenuo, verdad? Para tí, que sabes muy bien controlar los sentimientos, debe parecerte bastante patético— confirmó—. Yo no soy como tú Camus, y no hay nadie mejor que mí para saber que nada de lo que yo hice o decía tenía un modo de arreglo— continuó, con su corazón en la mano—, En realidad mi intención no era que lo olvidaras porque sé del tiempo difícil que tuviste que soportar por mí culpa, por eso yo quería, y estaba dispuesto a reemplazar todos esos malos recuerdos por nuevos, y lo iba a hacer solo por ti. Porque siempre quise hacer todo en tu nombre.— confesó.
Camus estaba más que asombrado, y aún así, seguía sin creer que todo aquello era verdad.
—Al menos gracias por darme la oportunidad de escucharme, y por no amarme— se quitó la toalla que aún conservaba en el cuello, y la lanzó a la cama.— Gracias por prestármela.
—Milo, espera...-
—Ahora lo único que te pido es que te olvides de mí.— retrocedió lentamente sin apartar la mirada de los ojos violáceos que lo observaban intrigados— Ojalá que allá puedas olvidar que me conoces. Olvida lo que dije, de que te quiero, olvida que me tienes a tus pies, que yo soy el único en esta vida que está dispuesto a morir por tí, de cometer locuras solo por tí, solamente olvida eso.
Llegó a tientas a la puerta de la habitación y se apoyó en el marco, preparado para lo que estaba por decir.
—¿Y sabes por qué? Porque yo, desde este preciso instante acabo de hacerlo. Tampoco quiero verte más, no quiero ver como soy apartado por un ser tan vacío de alma y carisma. Adiós, Camus de Acuario, te deseo buen viaje.
—Espera un segundo— trató de acercarse, pero desde el primer paso, Milo lo detuvo.
—Lo que tengas que decir, házlo desde esta distancia.
—Bien, pues déjame decirte que te equivocas, porque yo mismo fui quién te regaló esas cosas, y tú solamente las desechaste.
Milo crujió los dientes.
—¡CLARO! Porque yo siempre fue un adivino que supuso desde un principio tus sentimientos y ahora mismo quedo como un estúpido monstruo sin sentimientos ante ti, que no hizo nada más que golpearte e insultarte. Pues déjame decirte que este monstruo sin sentimientos estaba dispuesto a dar la vida por tí, morir por tí, a mentir por tí si eso era posible, porque este monstruo no hizo nada más que dejarte en claro que te quería, y aún así me sigues lastimando con tus estupideces, huyendo del destino que nos une.— rió— Mejor vete al infierno, y de paso, me saludas a Hades de mi parte.
—¿Y si mejor nos vamos los dos? Imbécil.
—Ah no, Camus. Olvídate de ese cuento en el que yo soy tu juguete— frunció el ceño— Te rogué, te imploré, te supliqué, traté de que cambiaras de opinión, que vieras que yo realmente pude cambiar, que me amaras, pero yo no pienso hacerlo por siempre sabes. Hay algo que se llama orgullo y dignidad— lo miró—. Si tú piensas irte de nuevo, házlo, pero no esperes que te vaya a recibir con los brazos abiertos.
La peor arma con la que se puede atacar es el orgullo. Y desgraciadamente ambos eran reconocidos por tener el orgullo más alto del que cualquier otro tendría, y principalmente ese fue también el problema de Camus. Pues aunque sus palabras le habían dolido, prefirió darle paso a las palabras con el impulso y no a lo racional.
—Gracias. Ahora sí será más efectivo, ¿No crees? Al fin no voy a tenerte cerca de mí, no voy a tener que soportarte, ni si quiera verte. ¡Vaya, que alegría!— exclamó sarcástico— “Au revoir, ne me manque pas.”³
[ES: Adiós, no me extrañes]³
—Idiota.
Milo no aguantó más su arranque de cólera por ver hasta que tan bajo podía caer. Y con pasos firmes, se acercó hasta él y lo tomó de ambas mejillas.
—Egoísta.
Entonces, cortó la distancia y besó a Camus a la fuerza, uniendo sus labios con soberbia sobre los suyos, solo para recordarle que él podía manejarlo a su antojo y con un solo beso se lo confirmaba. Un beso forzado y lleno de ego.
Camus forcejeó entre sus brazos sin siquiera corresponderle, no quería, y no lo haría. Ya tenía suficiente con que Milo lo tratara como si fuese de su propiedad, como si pudiera hacerle cualquier cosa y, él por amarlo con locura, estuviera de acuerdo. Primero pasarían mil años antes de eso.
Con impotencia, lo apartó de un empujón para separarlo de él de una buena vez y lo miró con prepotencia, limpiando el rastro del beso.
—Ves, a esto mismo me refiero. No entiendes cuando es momento de parar.
Milo se mostró silencioso y cabizbajo por segundos, mientras que el flequillo se encargaba de ocultar su mirada ante el caballero de Acuario. Aunque, esto no duró mucho pues, el francés pudo notar como unas cuantas lágrimas caían al piso.
¿Había sido su imaginación?
—¡ERES UN MALDITO EGOÍSTA! ¡TE ESTOY DICIENDO QUE TE QUIERO!—. Gritó, sorprendiendo a Camus. Levantó su mirada y se dejó ver completamente derrumbado. Las mejillas de lo que era el santo más orgulloso e infantil, se empapaban de las saladas y gruesas lágrimas que dejaron un recorrido desde sus ojos azules hasta la punta de su mentón y caer.—¡Dime cuántas veces necesitas escucharlo de mis labios y yo lo diré todo lo que tú quieras con tal de que me creas!— sollozó aún con los puños apretados. Las lágrimas caían y caían. Nunca lo habían destruido tanto en batalla como el francés lo estaba haciendo en esos instantes— ¡DIME UN NÚMERO, CAMUS!
—¡YA BASTA!— gritó este, cerrando los ojos.— Esto no es justo...— murmuró— ¡No es justo que vengas aquí como si tuvieras todo el derecho de decirme que me quieres, que estás enamorado de mí y que pretendas que te corresponda como si nada hubiera pasado! Tú no sabes por cuántos años traté de asimilar que yo te quería, que no me estaba volviendo loco y que nada de eso estaba pasando. Y tú solo vienes y me dices esto, no lo tolero. No pase años creando un cristal de hielo a mí alrededor para que vengas y trates de derretirlo con dulces palabras, perdón y arrepentimiento.
—¡NO PUEDO ENTENDERTE NI UN POCO, CAMUS!— gritó, llorando de la desesperación— He intentado de todo para convencerte maldita sea. Dime qué demonios quieres. He ido más allá del límite del que mi orgullo me permite— cerró sus ojos con fuerza, mientras las lágrimas seguían cayendo— SÉ QUE NO SOY SUFICIENTE PARA TÍ, PERO JODER. Esto que me estás haciendo duele. Duele mucho, Camus. No es grato por lo que estoy pasando. Tú mismo estás haciendo añicos los únicos lazos que aún nos unen, ¿En serio quieres eso?
—¡YO TAMPOCO TE ENTIENDO!— respondió de igual forma—Más bien yo debería preguntarte lo mismo, ¿Por qué me estás haciendo esto? Todo hubiera estado perfecto si nunca nos hubiéramos conocido. Si yo nunca te hubiera conocido— frunció el ceño— ¡POR ESO ME VOY! ¡PARA OLVIDARME DE TI!
—¡BIEN! ¡LÁRGATE! ¡Nadie te está pidiendo que te quedes!— gritó encolerizado, limpiando sus lágrimas con furia— Por mí no hay ningún problema, sabes. Es más quédate todo el tiempo que se te dé la gana, no me importa si no vuelves más, vas a ver qué voy a olvidarte en menos de una semana. Y no regreses. Porque el día en que lo hagas yo no estaré aquí más para tí, al contrario de eso estaré muy feliz con la linda chica del pueblo que conocí el otro día. ¿Cómo era que se llamaba?— fingió no saberlo— ¡Ah, sí, Shoko! Y ni tú, ni nadie, van a poder cambiar eso.— lo señaló, antes de salir hecho una furia por la puerta— Si vas a querer culpar a alguien, házlo a tu estúpido orgullo.
Azotó la puerta.
—¡Como si tú no tuvieras el tuyo!— gritó con lágrimas en los ojos. Eso en verdad le había dolido, pero también había sido su culpa en provocarlo.—Imbécil, te amo.
¿Ya para qué? No tenía sentido decirlo si Milo no estaría ahí para escucharlo. Y desgraciadamente él se encargó de apartarlo por las malas.
A regañadientes, con dolor y enojo. Camus caminó hasta su armario, donde tenía toda la ropa necesaria para su cuido personal. Y sin pensar racionalmente, buscó una de las valijas que tenía especialmente para salir, una de las cuales el patriarca les había obsequiado con el fin de misiones o algo parecido. La tomó en sus brazos, y la abrió. Escogió toda la ropa que pudo, la dobló perfectamente y la echó dentro de ella.
—Espero que estés contento.
≻───── ⋆✩⋆ ─────≺
Ese día por la mañana, absolutamente todos fueron convocados al recinto principal por orden de Athena. La verdad estaba por ser descubierta, y del caos que se iba a venir, a penas para mencionarlo.
Como siempre, el único que faltaba era el santo de Leo, que por cuestiones de tiempo y sueño, le agarró tarde para hacerse presente en el sala. Aunque, hubiera seguido su camino normalmente si no hubiera sentido una presencia en el templo de Escorpio.
¿Milo aún estaba ahí?
Agradecía infinitamente no haber sido el único en atrasarse. Por lo que sin importarle mucho, entró a su templo como si fuese el suyo, y observó a los lados. Curiosamente no había indicios del Escorpio. No estaba ni el dulce olor a café o té que tenían algunos templos por ser esa la principal bebida mañanera.
—¿Milo?— preguntó al aire sin obtener respuesta. Tuvo la idea de subir hasta la habitación del griego, y entonces lo encontró. Enrollado en las cobijas. Abrió la boca, sorprendido— Por el amor a Athena. ¡¿Milo que estás esperando?!— exclamó— Levántate de una buena vez, Athena nos llamó hace más de treinta minutos, ¿Qué demonios estás esperando?
El peliazul se dio vuelta entre las sábanas y se acomodó del otro lado, mientras cubría sus oídos con una de las almohadas.
—No me interesa ir.
—¡¿Pero que estás diciendo?!— lo sacudió— Si no quieres quedar frito por la regañada que te va a pegar Shion, es mejor que te levantes de una buena vez.
—Me importa un rábano— dio otra vuelta hasta quedar boca abajo, abrazó una de las almohadas y siguió durmiendo. Sus cabellos estaban esparcidos por toda su cara, tampoco le interesaba.
—¿Pero que sucede contigo?— estuvo por tomarlo de las brazos para que se moviera y se apurara, pues Saori no iba a aguantar mucho.
—Se irá— mencionó desde el almohadón, deteniéndolo.
—¿Se irá?— repitió confundido.
—Camus se irá a Siberia.
—¿Qué?— pestañeó confundido— ¿Pero que no era que tú ibas a conquistarlo y hablar con él por las buenas? ¿Qué pasó al final?
—En realidad pasó más de lo que tenía planeado— sonrió al recordarlo, al saber que después de todo lo había hecho suyo— Todo iba voy bien hasta que me di cuenta que no me ama.— ni él podía mencionar eso sin reír.
—¿Estás bromeando verdad?— se sentó en el borde de la cama, mientras Milo se reincorporaba— Hasta yo que no le hablo mucho puedo saber que lo traes medio safado de la cabeza.
—Sí bueno— pensó— Eso no se la cree ni él, menos yo.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? ¿Vas a dejar que se vaya?
—No pienso detenerlo más, Aioria. Para él no soy más que una piedra en el zapato y está bien, si quiere marcharse no lo pienso detener.
—¿Ni si quiera un poco?
Él negó.
—Yo le rogué, Aioria. Lo que nunca pensé que iba a hacer por alguien, ni menos por Acuario. Le rogué, le imploré, le supliqué, traté de convencerlo. Pero es terco, y no quiere abrir los ojos ni para darse cuenta de lo que lo rodea, ese ya no es mi problema.
—Oh, entonces es por eso qué... Saori nos ha llamado— confirmó.
Milo asintió.
—Me lo ha dicho ayer, supongo que ya tiene todo listo para marcharse y por eso Athena quiere que todos estén para despedirse.
—¿Y tú?
—Yo ya me despedí.
—No es cierto, ustedes han quedado mal. ¿Verdad? Eso no es una despedida.
—Ya te lo dije Aioria. No pienso volver a suplicarle, mi orgullo ha quedado por el suelo y no puedo ir a rebajarme otra vez a ese nivel.— se cruzó de brazos— Y pues sí, él tiene su orgullo y yo el mío, somos totalmente diferentes tal vez por eso casi hacemos estallar el templo de Acuario.— calló por momentos para continuar— Creo que después de todo no fuimos hechos para estar juntos y solo yo fui el que me hice ideas equivocadas. Aunque tienes razón, después de pelearnos salí del templo hecho una furia, y le juré, que nunca más me vería en esas condiciones. No voy a irle a suplicar más.
—No he dicho que vayas a hacer algo parecido como eso. Dije que porqué no vas a despedirte. Al menos para que le duela verte una última vez
—Ja, por favor. Camus es un témpano de hielo sin sentimientos, me lo dejó muy claro.
—Jum, quizá pienses así Milo, pero creo que Camus utiliza eso para defenderse de algún modo de los sentimientos que lo amenazan, esos sentimientos que tiene por tí. Y piensa que si se encierra en un círculo de hielo va a poder con todo, pero no es como él lo planea.
—Ciertamente en eso sí tienes razón. Pero ayer se comportó como un tremendo imbécil, nunca pensé que fuere tan cruel.
—Tú lo lastimaste de esa misma manera— recordó.— Es por eso que él es así contigo.
—Sí, Aioria. Yo sé, y no sabes de lo mucho que me arrepiento. Pero dime algo. ¿Acaso si tú quieres a una persona te alejarías de ella?
—Depende de la situación. Si yo sé que es por mi bien, prefiero alejarme que seguir en la toxicidad.
—Bueno, pues ayer Camus me dejó muy en claro que se iba por mí.— articuló— Así que no creo que tenga algo que hacer ahora en el recinto. Estoy seguro que no quiere verme pero ni en pintura
—Ustedes si son complicados y tóxicos— rodó los ojos— Lo único que te digo es que después no te arrepientas de no haberte despedido.
—Y sigues con eso— frunció el ceño— Yo ya lo hice de la mejor forma, dejándole mi dignidad y mi orgullo.
—Aunque aún me parece extraño que no te corresponda. ¿En serio está tan resentido contigo?
—No lo sé, no quiero pensar en eso. Le dije que lo quería más de lo que creía, tanto así que me tenía a sus pies.
—Por el amor a Athena... Entonces sí te ha pegado fuerte esto del amor, eh.— sonrió burlón— Vaya vaya, quién lo diría. Milo de Escorpio enamorado locamente por el caballero dorado que juraba odiar.
—Oh vamos, no me recuerdes eso.
—¿Le dijiste que lo amas?
Silencio.
—Por supuesto que...— pensó un momento. Sí lo había hecho, ¿Verdad? Estuvo recordándole como loco que lo quería, que lo necesitaba. Entonces eso tenía que contar.— Bueno yo... sí, le dejé en claro que me traía loco, ¿Qué no es lo mismo?
—Por supuesto que no— rió.— Me refería a la palabra, te amo, i love you, j'te aime como quieras decírselo.
—En realidad... No exactamente.
—¡Milo tonto!— lo golpeó, recibiendo una queja al momento— Es bastante obvio. Hasta que no se lo digas no te va a creer. ¡¿Qué esperabas?!
—Pensé que era algo obvio.
—Claro que lo es, pero él necesita que tú se lo digas directamente. Así con las palabritas, literalmente.
—Oh...— fue lo único que pudo articular.
—Esa es tu última oportunidad Milo.
—Ni de coña, no pienso subir al recinto— se negó. A pesar de tener la última oportunidad, se estaba negando.
—¿Por qué no?— enarcó una ceja.
—Aún estoy enfadado con él. Y después de todo lo que le dije no creo poder observarlo a los ojos.
—Ay por el amor a...- Estúpido orgullo que se cargan los dos. Hasta para eso son el uno para el otro— dijo— Bueno, solo espero que nunca te arrepientas de eso, nos veremos después entonces. No quiero ver la cara de Athena cuando me vea llegar sin ti.
—Bah, tampoco será la gran cosa. Ya he llegado hasta cuarenta minutos tarde. Un poco más, un poco menos. ¿Qué más da?
—¿No vas a venir?
—Bueno yo...-
¸.*☆*.¸
Tanto como santos dorados, y los de bronce ya estaban listos en la sala principal. Algunos más aburridos e inquietos que otros, pero ahí estaban la orden de Athena más importante a su servicio.
—Entonces... ¿Ya todo está listo? ¿Están listos chicos?— preguntó Saori. Recibió la afirmación de la mayoría— ¿No falta nadie más?— se paró de puntillas para poder alcanzar ver a los que estaban un poco más atrás.
—Falta Aioria— Mu volteó a la entrada con la esperanza de ver a su compañero. Y en efecto, unos segundos pasaron y ya estaba dentro del recinto, saludando a todos como de costumbre.
Saori frunció el ceño al observarlo llegar. Porque para empezar, esas no eran horas en las que debía hacerse presente y segundo, pero no menos importante. Pensó que llegaría con el único santo dorado que importaba estar ahí para cuando Camus se marchara.
—¿Dónde está Milo?— preguntó recelosa.
El Leo tragó saliva nervioso por la reacción que tendría Athena, aunque no solo eso, sino que también maldecía una y otra vez al Escorpio, porque después de todo él sería el que se llevaría toda la retahíla de su diosa encima.
—Él no... Piensa venir— respondió. Los cuchicheos no se dejaron esperar por parte de los restantes, y pronto Saori exigió una explicación para esa actitud del santo— Me dijo que él no tenía nada que hacer aquí, porque después de todo si se trataba de la despedida de Camus, para eso él ya lo había hecho ayer por la noche—. Contestó a propósito, girándose en dirección al Acuario— ¿No es cierto?
Aioria lo veía como un buen caballero que luchaba por sus propios principios y en un límite hasta era bueno. Pero lo que aún lo tenía medio molesto, era la actitud de éste hacia su mejor amigo. Es decir, ¿Por qué era así? Por su culpa, Milo estaba sufriendo.
Camus no se dejó intimidar y respondió.
—En efecto, no tengo que porque ocultarlo, si eso era lo que pensabas.
—También dijo que pasó algo más de lo que en realidad había planeado— contestó con una pizca de sospecha, y eso hizo que Camus se alarmara, pues ya tenía una ligera sospecha a que se refería.
—Mira si solo vienes a hablar en su nombre, pues que pérdida de tiempo. Si no quiso venir ese es su problema y no el mío— respondió cortante. Aioria solo cerró los puños, mientras los demás sólo observaban curiosos.
—Claro, después de todo a ti que te debe estar importando si viene o no—se defendió— Eres tan narcisista, solo piensas en ti.
—Ya basta. ¿Qué pasa contigo, Aioria?— esta vez fue Shura quién detuvo la agresividad de su compañero. Pues si bien era cierto que Leo era reconocido por ser algo impulsivo, tampoco era muy común observarlo de esa forma.
—Tú mejor ni te atrevas a defenderlo, se supone que es tu mejor amigo, ¿No? Entonces dile que ya debería dejar esa faceta de hacerse el interesante porque no le va— se cruzó de brazos, estaba comenzando a enojarse.
—Aioria, por favor cálmate— sugirió su hermano— Camus solo dio una opinión del porqué Milo no se encuentra aquí, tampoco es para que te pongas de esa manera.
—Ja, ¿Es que tú también vas a defenderlo?— preguntó incrédulo— ¡Por tu culpa Milo está así!— esta vez se dirigió al guardián del undécimo templo, haciendo que todos le miraran asombrados.— Eres un egoísta, porque si al menos hubieras tenido la decencia de escucharlo, nada de esto hubiera pasado. ¡Es por eso que él no está aquí!
—¿Escucharlo? ¡Ya lo escuché lo suficiente! No sabes ni la cuarta parte de toda esa conversación. Mejor no te metas. Y es más, me alegra que no esté aquí, por fin paz interior.
—Imbécil, y después te haces la víctima diciendo que Milo es el culpable. Y yo me meto en donde quiera, Milo está derrumbado por ti, y a diferencia tuya, él sí tiene sentimientos. ¿Acaso no tienes un poco de remordimiento?
—¿Y qué?— Camus frunció el ceño— Mejor mantén tu boca cerrada si no sabes las dos versiones de la historia. No tienes ningún derecho en hablar de este tema cuando no conoces nada de lo que pasó.
—Sé lo suficiente para saber que también eres un masoquista— no se dejó fácilmente.
—¿A sí? Claro porque tú estás al pendiente de él, ¿No?
—A ver, a ver. Momento— Afrodita dio un paso al frente— ¡¿Nos pueden decir al menos que está pasando aquí?! ¡No estamos entendiendo absolutamente nada!
—Concuerdo con Afrodita— Saori habló— Tienes cinco minutos para ir por Milo a la fuerza, y si no aparece para cuando pasen esos minutos, ambos van a sufrir las consecuencias— se dirigió al león—, porque no me importa cuáles son las razones. Si yo los llamé es por algo, así que muévete y llámalo de una buena vez antes de que yo misma baje hasta Escorpio.
Aioria refunfuñó al mandato, más no se negó. Y antes de que pudiera darse la vuelta, fue sorprendido por la presencia de Milo en la pura entrada del recinto.
Quién sabe si ya había escuchado todo.
—Ya estoy aquí como lo ordenó.
—M-Milo— tartamudeó su mejor amigo, aún asombrado— Creí que no vendrías.
—Después de todo, tengo algo importante que hacer— respondió.
Su rostro estaba completamente neutral, tanto así que hasta al propio Camus le era difícil leer sus facciones. Caminó a paso lento pero largo, mientras solo el sonido de su armadura era expuesto en el ambiente.
—Perdón por la tardanza— dio una reverencia a la diosa de la guerra y sabiduría, y continuó—. Ahora sí, pueden empezar lo que sea que estén planeando.
Los demás se miraron entre ellos, como si fuese algo mágico, de un pronto a otro el ambiente se volvió pesado, tenso. Hasta ellos mismos podían sentirlo.
—Bueno...— comenzó la chica—, Ya que todos están aquí quiero mencionarles que el intercambio de regalo se adelanta para el veintiuno de diciembre, y además, el amigo secreto se dará después de este encuentro. Aunque no creo que esto sea lo más importante del comunicado— anunció— Por otro lado, veo que para nadie es un secreto que Camus se irá con Hyoga a Siberia esta misma tarde, por un tiempo indefinido. Así que los he llamado para una breve despedida de compañeros, además de los santos de bronce que tomarán un rumbo diferente.
—Me parece justo— comentó Aldebarán.
—Bien chicos, tomen estos minutos como despedida, tienen toda la libertad, mientras tanto, iré por Shion que se encuentra en su descanso y volveré— avisó, para después retirarse.
—¿Y bien?— Aioria tocó el hombro de Milo mientras este se volteaba. Algunos ya se habían acercado al acuariano para desearle el mayor de los éxitos y un buen viaje.— ¿No piensas ir allá?
El griego dejó escapar un suspiro.
—Debería, ¿Verdad?— miró exactamente a Camus desde lejos. Todo. Completamente todo se iría al caño después de que cruzara esa puerta, ¿Por qué tenían que ser tan orgullosos?— Estoy seguro que no me querrá escuchar si me acerco, y lo único que va a hacer es llamar la atención.
—Puede ser, pero más de lo que ya ha pasado aquí, no lo creo— se cruzó de brazos.
—Supongo que así es como se siente el rechazo.
El leo frunció el ceño al escuchar a Milo hablar de esa forma, tan apagado y vacío. Definitivamente estaba perdido por Camus, y aún así este no le daba una oportunidad que se merecía, y que sabía que él también estaba muriendo por dársela.
—Espérame tantito.
—¿Qué? ¡No, Aioria! ¡¿Que vas a hacer?!— no le dio tiempo de reclamarme cuando ya este se encontraba yendo en dirección a Camus.
Aioria se acercó entre sus compañeros hasta quedar en frente de él.
—¿No te parece suficiente lo que le estás haciendo a Milo?— los demás se hicieron a un lado.
—Y dale de nuevo con ese tema— rodó los ojos— ¿No te cansas? ¿Por qué no dejas que él de la cara, en vez de ser tú quien de la cara por él?
—Porque resulta que cuando la dio, a ti ni siquiera te importó. Y él quizá no te va decir las verdades en la cara, ni si quiera se atrevería soltarte un puñetazo por imbécil. Pero adivina qué, yo no soy él, y puedo hacerlo en este preciso instante— dio un paso adelante, y Camus ni se inmutó— Sin embargo, no lo haré por respeto y porque se se supone que te irás. Que mala suerte para ti que llegues con un ojo morado, ¿Verdad?
—¡Aioria, ya basta!— regañó el arquero.— No compliques más las cosas.
—¡No hermano, aquí todos van a tener que enterarse de la verdad tarde o temprano!— se giró a él con un mirada completamente encendida— ¡Es un cobarde! ¡Eso es lo que es!
Mientras todos estaban expectantes por tremendo drama. Los santos de bronce no podían procesar nada de lo que estaba pasando, excepto Cygnus, quién parecía ser el único que estaba al tanto de la situación.
—¿Por qué están tratando así a tu maestro?— preguntó Seiya, confundido.
—Porque aún ni él mismo puede abrirse con sus sentimientos— suspiró agobiado. Le dolía ver que nada del plan que había hecho con Athena, dio resultado.
—¡Dile la verdad a todos!— Aioria le tomó de la camisa.
—¡Oblígame!— respondió de vuelta.
Antes de que el león perdiera sus estribos, Shura se acercó y lo tomó de la muñeca, llevándolo consigo hacia atrás mientras forcejeaban.
—¡Suéltame!— trató de apartarse pero le fue casi imposible. Shura aún seguía siendo mayor que él.— ¡Si no lo hace él entonces yo lo haré!
Milo, quién se encontraba observando toda la escena con seriedad, no dijo nada para llamar la atención. Sin embargo, tampoco hizo falta, pues, se abrió paso para llegar hasta donde se encontraba Camus con una mirada ida.
Su armadura resonaba conforme caminaba, como si estuviese a punto de hacer algo completamente fuera de sus límites. Y no era para más.
—¿Milo, pero qué demo-
Aioria dejo de forcejear entre los brazos del español, y observó como su mejor amigo quedaba frente a frente ante el francés.
—¿Otra vez tú? Milo en verdad qué...-
Como si todo se tratara de un mal chiste. Milo tomó ambas manos sobre las suyas, y las llevó directamente hasta sus labios, donde se encargó de dar un ligero beso en ellas. Cerró sus ojos y se tragó todo aquel orgullo que aún lo atormentaba. Y como si fuese un sueño, Camus observó exactamente en el momento que se agachó lentamente hasta apoyar la rodilla derecha en el suelo, mientras que la otra quedaba flexionada para no perder el equilibrio. Como si se estuviera arrodillando frente al patriarca o algo parecido.
Todos, absolutamente todos, casi dejan caer la mandíbula al suelo por tal asombro. ¿Que demonios se suponía que iba a hacer? Pues a juzgar por la escena, parecía que le iba proponer matrimonio, pero no, era algo más sencillo que eso.
—Cuando salí completamente furioso del templo de Acuario, pude darme cuenta que te quería más de lo que mi orgullo me prohibía para suplicarte que te quedaras. Y no fue broma, pues mírate aquí, apunto de partir nuevamente— en ningún momento lo observó a los ojos, aún se mantenía cabizbajo— Nunca he sido una persona que sepa expresarse como se debe porque al final siempre termino actuando por mi propia cuenta. Ustedes me conocen muy bien.— se dirigió a sus compañeros, quienes aún no salían de su asombro— Yo no pido que me comprendan porque todos ustedes saben que esta vida da más vueltas de las que uno cree tener contadas con los dedos de las manos. Pero no podía, no podía dejarte ir sin si quiera decirte cuánto te amo. No sabes cómo lo estoy haciendo en estos momentos.
Ante tal confesión, ninguno evitó la sorpresa.
Mu llevó una de sus manos a su boca, tratado de ocultar su asombro. Aldebarán, Saga, Kanon y DeathMask se miraron entre ellos sin decir absolutamente nada, así como Shaka, quién permaneció en silencio pero no pudo ocultar su interés en el tema al enarcar una ceja, perdido un poco en el tema. Aioria y Shura dejaron de luchar al mismo tiempo que Milo terminaba con su confesión, intercambiaron miradas para después ver a sus mejores amigos. Por otro lado, Dohko sonrió enormemente, Aioros llevó una mano a su pecho, conmovido por la escena. Y por último pero no menos importante, Afrodita, quién chilló alegremente.
—Amo a Camus de Acuario más de lo que él piensa que lo hago, porque después de todo, no iba a poder ocultarlo más, porque lo siento y necesito demostrarlo— aún con las manos entrelazadas, continuó sin mirarlo— Porque sé que me merezco este rechazo en esta vida y en todas las siguientes por comportarme como un tremendo gilipollas. Y aún así, no puedo evitar que todo esto me duela y me pese más que mi propia culpa.
Para ese momento, las piernas del guardián de Acuario estaban que perdían la fuerza para mantenerse en pie. Demasiados sentimientos desbordados le iban a provocar una jaqueca, toda aquella escena lo iba a matar. Porque Milo no solo le estaba confesando que lo amaba, sino que además de eso, lo hizo en frente de todos, de sus compañeros, de los más chiquillos. Quienes por cierto, estaban en otro mundo.
—No puedo pedir que me ames porque es algo imposible para el pasado y para tu orgullo. Eso lo pude comprender ayer mismo— murmuró— Solo quiero pedirte que por favor olvides todas las cosas hirientes que dije en el momento, pues nada de eso fue cierto, y estoy seguro que tú pudiste ver claramente como te mentía— siguió— Estaba enojado, muy enojado y cabreado, porque no podía ni tenía la capacidad de hacer que me amaras, porque no podía hacer nada para que lo hicieras y eso me hacía sentirme impotente. Y lo más importante, porque todo ese tiempo tuve la oportunidad, y la desperdicie por años. Pero fuera de eso, solo quiero decirte que yo estaré aquí para ti. Estas cinco palabras te las juro.
Inevitablemente las lágrimas se acumularon en los ojos violáceos de Camus, no pudo ocurrir en un mejor momento. ¿No? Listo para marcharse y hacerle dudar.
—Lamento nunca decírtelo como tal, pues sinceramente soy un estúpido y creí que era algo bastante obvio.
Finalmente Milo alzó su mirada desde donde se encontraba, una cargada de dolor, tristeza, frustración, y por supuesto, amor. Milo estaba muriendo lentamente de amor al ver qué Camus no tenía ni las más mínimas ganas de aceptar que le quería.
—Pero nunca me detuve a pesar que esto era importante, muy importante para lo que sea que tuvimos este tiempo. Perdóname por esto, y por todo lo que pasó, nunca fue mi intención dañarte al decirte que realmente te quería. Por eso, escúchame Camus. Te amo, más de lo que se le está permitido a un ser humano. Te amo, Camus de Acuario. Tú, quién supiste como matarme lentamente sin necesidad de atacarme. Tú, quién se robó mi corazón. Tú, quién es ahora el que se va y yo no puedo hacer nada para detenerte.
Después de todo aquello, se levantó y lo miró a los ojos.
— Te amo.
¿Cómo mantenerse fuerte cuando era Milo ahora quién le decía amarlo? ¿Cómo borrar todo el pasado y darle paso al verdadero amor que sentía por Milo? ¿Cómo?
Suspiró fuertemente sin saber que decir.
—No pido una respuesta— continuó—, Solo quiero que lo recuerdes a donde sea que vayas.— sonrió débilmente.
Por casualidad, el Acuario observó al español desde un costado. Éste sólo se encogió de hombros y le dio un pulgar arriba, dándole apoyo.
Y para ese entonces todos estaban igualmente con el corazón en la mano, esperando la respuesta de Camus. ¿Cómo había cambiado toda aquella situación? Ninguno lo podía decir con exactitud pero de lo que si estaban seguros era que el destino era tan cambiante, que un día podías estar sentado en una banquillo, mientras al otro te casabas.
No, el destino no cambiaba, más bien era como el hilo rojo del destino, podía alejarse, enrollarse pero nunca cortarse.
—Siempre...— comenzó, después de un buen rato en silencio. El corazón de Milo se aceleró— Siempre le dije a Hyoga que se mantuviera neutral en el campo de batalla porque los sentimientos no servían absolutamente de nada, lo instruía con fervor para que nunca pasara por lo mismo que su maestro. Y aún así...— cerró los ojos—, aún así ni yo mismo puedo controlar mis emociones, porque todo esto sigue siendo tu culpa, ¿Sabes? Nada de esto hubiera pasado si tan solo yo no te hubiera conocido, o si nunca me hubieras empezado a molestar desde jóvenes, porque quizá, yo nunca te hubiera prestado la atención suficiente.
Listo, no tenía nada más que decir, ya Milo pudo intuir a que se refería, y la respuesta seguiría siendo el rechazo.
—A pesar de quejarme por todo lo que pasó en el pasado y de conocerte, puedo confestarte libremente, frente a todos ustedes, que no me arrepiento de haberlo hecho.— tomó al griego de una mejilla, y lo miró— ¿Y sabes por qué? Porque amarte tuvo muchas consecuencias, Milo. Muchas consecuencias de las cuales, a pesar de todo no me arrepiento. Porque después de todo me hiciste experimentar lo que era amar a una persona con locura, con pasión, con adrenalina, y saber que no era correspondido.—Milo hizo una mueca de desagrado y cerró los ojos culpable. No le agradaba para nada cuando se lo recordaban, pues le hacía ver todo lo que Camus tuvo que pasar por él. Sabía que tampoco era del todo su responsabilidad, pero no podía evitarlo— Pero no volveré a ser el mismo, y eso deberías empezar a entenderlo.
Milo volvió abrir lentamente sus ojos, con una mirada cargada de dolor, más no dijo nada.
—Te entiendo perfectamente, Camus. Y por eso no te voy a detener— dijo— Perdí la oportunidad hace tiempo.
Algunos veían la escena conmovidos, otros definitivamente con tristeza y pena por ellos. ¿Cómo era posible que el destino fuera así de cruel con ambos?
Pero uno de ellos no iba a aguantar esa escena y ver a su mejor amigo sufriendo, ese era Aioria, que en un descuido de Shura, pudo librarse de él.
—¡Cómo te atreves a decirle eso!— una vez más el español lo tomó del brazo, deteniéndolo a tiempo.
—¿Podrías guardar silencio? Aún no termino.— gruñó.
—¡Ja! ¡¿Y es qué todavía te faltaba más?!— exclamó— ¡¿Acaso no te basta con alimentarte de su sufrimiento?!
Aioros solamente negó, incrédulo por la actitud de su hermano menor.
—¡Aioria ya guarda silencio!— mandó el Sagitario.
—No soporto todo esto. ¡No lo tolero!
—¿Entonces qué haces aquí?— Camus enarcó una ceja. El leo lo observó furioso pero por primera vez en ese tiempo no dijo nada más.
—¿Eso es todo?— suspiró agobiado el guardián de Escorpio.
—Aún no— negó—. Me dije tantas veces a mi mismo que me cobraría cada una de las que me hiciste. Porque te amaba, pero las ramas de lo que era el dolor y el rencor nacían con ello, y no podía hacer nada para evitarlo, porque sabía que estaba mal, pero aún así seguía amándote en silencio.
—No sigas más, Camus— murmuró.
—Pero me di cuenta que no puedo hacer esto. Porque lo he pensado más de lo que debería, y llegué a la conclusión de que si hay algo que tengo que pensar mucho la respuesta es un no. Y por más que lo niegue no puedo buscar una salida huyendo de las cosas, de toda esa situación. Ni si quiera lo estoy arreglando, solo me atrevo a ignorarlo una vez más porque no tengo las agallas de repararlo— tomó las manos de Milo sobre las suyas— No sería feliz por el resto de mi vida solo por no poder afrontar las cosas, me lo dijiste tantas veces que me enojaba porque sabía que tenías razón y yo no podía hacer nada a mi alcance.
El griego lo observó.
—Por más que quiera engañarme mi felicidad no está en Siberia, no quiero vivir como un infeliz lo que resta solo por culpa de mi orgullo— dio un diminuta sonrisa que no pasó desapercibida por Milo—, y lo más importante. Milo, en verdad me duele verte así, como yo también comparto ese dolor. Y ya no quiero vivir de ese modo cuando un rayo de luz se presenta en una bandeja de plata. Tampoco estoy dispuesto a permitir que busques la felicidad en otra persona. Lo entendí cuando saliste de Acuario furioso.
—Ni me lo recuerdes— rió un poco.
—Y además, porque mi corazón te ha pertenecido desde siempre. No hay forma de negarlo, y ya no quiero hacerlo— respiró profundamente, acercándose—, porque yo, también quisiera decirte cuánto te amo.
No estuvieron mucho mirándose a los ojos, pero ambos lo sintieron como una eternidad. La eternidad de haber pasado doscientos siglos sin el calor reconfortante que podía producir su alma gemela. Mirarse a los ojos solo era una simple forma utilizada desde siglos para rellenar aquel sentimiento de poder observar el alma entera.
—¡Ya bésense!— se escuchó desde el fondo. Ese definitivamente había sido Kanon. Los demás voltearon a él— ¿Qué? ¿Acaso no es lo que todos están esperando aquí? Bola de chismosos.
—Mirá quién lo dice— comentó DeathMask.
Milo y Camus dieron una risilla. Se acercaron lentamente hasta sentir la cálida respiración del otro, y justo cuando la punta de sus narices estuvieron por chocar levemente al igual que sus labios, fueron separados por el grito de Athena quién veía la escena casi muriendo de ternura.
—¡AHHHH! ¡Por el amor al grandísimo Zeus!— chilló— ¡Al fin, POR FIN! ¡¿ESTÁS VIENDO ESTO, SHION?!— el patriarca estaba junto a ella con una enorme sonrisa.
—¡¿Qué están esperando?!— exclamó Piscis.
Milo sonrió.
—¿Qué dices? ¿Les damos ese privilegio?
—No sé, tú dime— sonrió un poco.
—Yo digo qué...— sin perder mucho tiempo, lo tomó de la cintura hasta acercarlo completamente a él y le plantó ese beso aclamado por todos.
Los aplausos y los gritos eufóricos no se dejaron esperar por parte de sus compañeros, quienes veían alegremente como al final las cosas si se habían podido arreglar a tiempo.
—¡Al fin!— gritó Afrodita— No saben por cuánto tiempo hemos esperado que ustedes al final pudieran aceptar que se aman.
—¿Qué?— hablaron al unísono, confundidos.
—¿A poco creían que ese secreto lo tenían guardado solo para ustedes, eh?— colocó sus manos en la cintura.
—¿En serio éramos tan obvios...?— habló el griego, intercambiando miradas con Camus.
—Al principio no, pero después de que tu alumno hablara con Athena sobre su grandísimo plan en juntarlos en un solo templo, pues Saori nos puso al tanto de la situación y ya ven— terminó con una sonrisa.
—Oh por...— murmuró abochornado.— ¿O sea que desde ese momento ya sabían todo?
—Correcto, ya lo sabíamos pero con ustedes solo lo fingimos.
—Esperen un momento, ¿Cómo qué plan?— comentó Camus, girándose a Hyoga— ¿Hyoga? ¿Tú hiciste todo esto?
—Pues...— todas las miradas se enfocaron en él. Se puso nervioso— Sí, yo lo hice maestro. Y todo esto del viaje también fue parte de mi plan, en realidad desde que llegamos aquí todo fue eso... Un plan.
—¡¿Qué?! ¡¿Y por qué hiciste algo cómo eso?!
—¡Porque yo ya conocía de ese destino y de su amor por Milo! Yo solo... Quería que usted fuera feliz. Me ha dado tantas lecciones de vida que yo... De algún modo quería recompensar todo ese cariño y cuidado que me dio cuando niño... ¿Estuvo mal?— preguntó con tristeza.
Camus llevó sus dedos al puente de su nariz, pensativo. ¿Todo eso al fin al cabo había sido un plan? Le enternecía que Hyoga se hubiera preocupado por él, pero había hecho mal y no podía decírselo porque después de todo nunca lo hizo con mala intención.
Solo quería verlo feliz.
—Ay, Hyoga...
—¿Está molesto?
—No, pero sí me dejaste sin palabras. Sé que no lo hiciste con malas intenciones pero... Vaya— aún seguía asombrado.
—Después de todo, lo que importa es que funcionó, ¿No crees?— comentó Milo con una sonrisa.— Agradezco esto, pero, ¿Y si Camus en verdad se hubiera ido?
—Bueno... Eso sí iba a convertirse en un problema. Pero yo sabía que mi maestro no lo haría así que no me preocupó del todo.
—¿Cómo lo sabes?
—Intuición.
—Bueno entonces qué— Interrumpió Aioria— ¿Es oficial?
Milo observó a Camus con cierta incertidumbre, como si todo aquello aún fuera una mentira y que pronto le dirían que había caído en la broma.
A cambio de eso, Camus lo miró, lo miró con tanta ternura que era imposible no quedarse hipnotizado con aquellos orbes lilas, unos que le miraban con miedo e incertidumbre pero muy seguro de si mismo. De cerca lo miraba, cada vez más de cerca, mezclando sus respiraciones en un ligero torbellino, y sus ojos, sus pupilas se agrandaban.
Ya no importaba nada más, y si le preocupaba lo ignoraría, y si era parte del juego de la vida, lo jugaría con gusto, porque ahora su felicidad era la que reinaba por sobre su orgullo.
Se acercan entre sí, se superponen respirando confundidos. Las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un aroma viejo que podían recordar desde la niñez, exactamente el olor al recuerdo dónde se encuentran por primera vez.
Entonces, las manos de Camus buscan hundirse en el cabello tan sedoso y largo de Milo; acariciaba lentamente la profundidad de su pelo mientras se besaban como si tuvieran la boca llena de flores, de cosas lindas y bellas, de movimientos vivos, de una fragancia nostálgica.
Algunos desvían la mirada un poco incómodos, mientras que otros, al contrario se maravillan por la escena, de ver el cariño, el amor que se desborda.
El beso continuó, fue dulce, lento. Y si se llegaban a morder, el dolor era dulce, y si se ahogaban en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte era bella.
—¿Sigues dudando?— lo tomó de ambas mejillas y este negó.— Me daré una oportunidad para ser feliz, Milo. Esto no implica que seremos felices por siempre, o qué no se presentarán adversidades en el camino. Pasaremos buenos y malos momentos, y solamente si estás conmigo en esto, va a valer la pena cada minuto, y te juro que nunca me voy a arrepentir de ello.
El guardián del octavo templo agachó la mirada y tomó las manos del aguamarina entre las suyas, alzándolas hasta la altura del pecho.
—No puedo prometerte la felicidad entera, ni tampoco que esto durará para siempre. Pero quiero que sepas que trataré a sol y sombra que esto valga la pena, y sea el tiempo que sea, te querré por todo lo que dure.
Finalmente ambos se abrazaron. Milo rodeó la cintura de Camus con sus brazos, mientras que este colocaba los suyos alrededor de su cuello, conteniendo toda la felicidad que sentía en ese momento.
Saori volvió a chillar con alegría, porque después de todo, ocurrió lo que todos habían estado esperando desde hacia bastante tiempo, solo que por orgullo, nunca se atrevieron a ir más allá.
—Ya era hora de que ambos lo aceptaran— Aioria se acercó— En realidad, no sé porqué, pero les confieso que antes de que se presentara todo este rollo entre ustedes, siempre creí que hacían bonita pareja. No sé si les pasó lo mismo— se refirió a los restantes—, al menos en mi caso veía esa escena de odio como más amor en el interior que odio en sí— se encogió de hombros.
—Concuerdo con Aioria— respondió Mu— Esa tensión entre ustedes me hizo cuestionarme la famosa frase de... del odio al amor solo hay un paso.
—Yo diría que primero unos golpes, insultos y un poco de drama, y listo— comentó el Leo.— Camus, lamento haber tenido que hablarte de ese modo, pero en verdad estaba molesto. Milo es uno de mis mejores amigos y verlo así también me afectaba, pero ahora que todo se arregló entre ustedes, quiero pedirte disculpas, sé que no estuvo bien.
—Descuida, Aioria. En realidad creo que yo igual hubiera hecho lo mismo. Estamos a mano.— respondió.
—No saben cuánto me alegra que estén juntos, chicos— Athena llamó la atención— Al final pudimos encontrar una solución al problema y lo más importante de todo esto es que ustedes son libres, felices, y están juntos.
—Debo agradecerles a todos por lo que hicieron, creo que si no hubiera sido ese pequeño empujón, nunca me habría dado cuenta por mi mismo de lo mucho que amo a Camus— sonrió.— Gracias a ti, Hyoga, porque creo que gran parte de esta situación está gracias a ti.
—Eh... ¿De nada?— respondió confuso.
—Eres un buen chico— dijo. El rubio solamente sonrió para sí, su cometido terminaba ahí.
—Sí sí sí, muy bonito el amor y todo. ¿Podemos seguir con la conversación de antes? ¿Quiénes irán al coliseo?
—¿No crees que te estás precipitando, DeathMask?— regañó el Piscis.— acabamos de salir de una escena casi de telenovela.
—Bah, es lo mismo.
Este rodó los ojos.
—Bueno, ya que tenemos una nueva pareja en el santuario, ¿Qué les parece si vamos al coliseo?
—Me parece bien, así seguiré con las apuestas— comentó Kanon.
—Andando entonces— la mayoría salió del recinto mientras quedaba solo una sonriente Athena, junto con el patriarca y el viejo maestro.
—¿Vienes?— preguntó Milo al ver que el francés no seguía sus pasos— ¿Qué tienes?
—Ah... No es nada, estaba pensando— salió de sus pensamientos.— Vamos— se encaminó.
Antes de que lo dejara atrás, Milo siguió sus pasos, no sin antes tomarlo del brazo y robarle un beso.
—¿Y eso?— preguntó confuso, después de separarse.
—¿Ahora sí me dejarás que te robe besos?
— Jum, no sé déjame pensarlo... No.
—¡¿Qué?!— lo miró intrigado, a lo que Camus rió, y le devolvió otra beso.
—Para tí son gratis.
Milo se sorprendió por instantes, para luego sonreír enormemente. Pasó su brazo alrededor de su cuello, y lo acercó a su cuerpo.
Vaya que tenían que recuperar tiempo perdido.
----------------------------------------------
Valió la pena todo ese drama, mis amores? 🌚 Espero que sí porque me entristece decirles que ya llegó a su fin :'v. Peroooo tranquilos que aún faltan los capítulos extras así que esta no es una despedida hasta que suba el epílogo y los agradecimientos.
Espero que les haya gustado mis amores, lo estoy leyendo 👀❤️ El final sí será triste, pero es porque ya se terminó la historia (?
En fin, pronto subiré «Pecado Venial» como dije anteriormente, básicamente se trata de la religión y una relación prohibida, por si quieren un poco de spoiler también 👁️
Bueno, espero que hayan escuchado la canción de arriba, porque a mí me encantó:'v ❤️
Pronto nos estaremos leyendo de nuevo, gracias por leer✨
—LuzDeUrano
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro