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Capítulo 34: Todo lo que hago, lo hago por tí

Antes que nada, quiero avisar que me esforcé muchísimo en este capítulo. Tanto así que me llevo más de 3000 palabras ;-; Espero que les guste, tiene mucho drama, amor, y... Salseo 🌚

¡Espero y lo disfruten! Abajo les dejo mis notas de autor completas. No olviden votar y comentar, me ayuda muchísimo para mejorar. Au revoir 🎩

[• 🎄 •]


Las extensas gradas que habían desde el coliseo hasta Piscis, Camus tuvo que recorrerlas en completo silencio. Solamente el latido de su corazón y su respiración agitada eran las breves interrupciones que le indicaban que aún vivía, después de tremenda declaración que le había dado Milo todo eso tenía que ser un mal sueño, en el cual, muy pronto despertaría. Estaba nervioso, ansioso, y sus expresiones podían ser leídas a metros de distancia.

¿Qué quería darle a entender exactamente con ese «Tengo muchos sentimientos por tí»? ¿Odio nuevamente?

Entendía de sobra que todo aquel odio irracional era porque habían intervenido en su destino. Pero no solo Milo se vio afectado por eso. Camus también sufrió mucho por su trato y demás recuerdos amargos que tenía.
Fuese racional o no, no le quitaba el hecho de tener que pasar muchas noches en vela tratando de entender algo que no tenía explicación, trató de entender porqué no lo quería, porqué era así con él, y eso nadie lo borraría. No podía, no podía simplemente olvidar todo de un día para otro. Y si bien era cierto que Milo había despertado sentimientos amorosos por él, no pensaba corresponderle.

No.

Ni si quiera le haría saber que también sentía lo mismo.

—Hey, ¿Estás bien?— una voz cercana lo hizo salir de sus pensamientos.

—No... Shura, ¿Por qué? Todo estaba tan bien si nunca hubiéramos ido a esa estúpida misión— respiró estresado.

—Eh... ¿A qué te refieres? ¿Qué pasa?— preguntó confuso.

La persona a la que tanto amaba, era exactamente la misma que le había hecho mucho daño. ¿Cómo cegarse por amor? Nunca lo entendió en las personas comunes.

Podía ser terco, y todo lo que Shura, su mejor amigo, le dijera, pero nunca se cegaría por amor. Oh bueno... Eso era lo que creía. Porque la realidad, era completamente diferente.

—Milo es lo que pasa. No lo entiendo en lo absoluto. Hace meses que no me quería cerca y ahora no para de buscarme— Shura estuvo por interrumpirlo y decirle que no lo tomara tan a pecho, pues después de todo no lo estaba haciendo conscientemente. Camus se le adelantó—. Sé que en cierta parte no fue su culpa, pero lo siento. Yo tengo mis límites.

Amaba a Milo más que cualquier cosa, lo quería. No le interesaba que fuese un egocéntrico, impulsivo, y muchas veces, infantil.

Curiosamente eso era todo lo que odiaba en un persona, y el karma fue tan perra que se lo devolvió en alguien contrario (en todos los sentidos) a él, que le volvía loco, que simples roces podía sacarlo de la zona de confort, que tenía todo el dominio sobre él.

Y se asustó porque nunca imaginó querer tanto a una persona. Pero Milo, era solamente su única excepción.

—... ¿Se te confesó, no es verdad?— preguntó, aunque ya estaba más que seguro de la respuesta.

—…

—Ya lo suponía— sonrió de medio lado—. Camus, eres mi mejor amigo, y como uno de los mejores te digo esto para que lo tomes en cuenta. Tú lo quieres, él te quiere. ¿Cuál es el problema?

—Muchos— respondió al instante— Puedo dejar pasar las cosas, pero nunca las olvido y eso deberías empezar a recordarlo. No voy a caer en lo que sea que esté tramando, mis esperanzas quedaron enterradas hace mucho tiempo y no pienso sacarlas de donde están.

—¿Acaso te estás escuchando? Tienes la oportunidad de estar con él en estos momentos, y la estás rechazando.

—Lo hago por el propio bien de ambos. Es lo mejor para los dos.

Lo que desconocía, era que el Escorpio estaba pasando por la misma travesía.

Como se dijo anteriormente, Milo temía estar a los pies de Camus, estar tan locamente enamorado que podía cometer cualquier cosa que le pidiera. Fueran cosas buenas o malas, todo lo que haría, lo haría por él.

Aunque le agarró demasiado tarde para querer retractarse pues, después de todo, Milo sabía que estaba completamente enamorado de Camus, le costó admitirlo y ahora que lo hizo, Camus le pedía distancia.

Tal vez nunca le diría que ya lo tenía cegado de amor solo para mantener intacto su orgullo como caballero y como hombre. Solo bastaba el sabor de sus labios sobre los suyos para convencerlo de que hiciera una locura, su respiración entremezclada, sus ojos quietos llenos de amor y dulzura.

—Tú, eres un masoquista, Camus. No estás con él porque no quieres, porque Milo ya aceptó que te quería, y te digo una cosa. Está bien que no olvides las cosas, y que tengas un límite— empezó—, Pero hay algo que se llama felicidad, y dicen que siempre llega cuando dejas atrás todo lo malo, el sufrimiento y malos recuerdos.

—Shura no creo qué-

—No te estoy diciendo que lo perdones. Pero creo que es momento que empieces a darte una oportunidad de felicidad para tí mismo, mi querido amigo.

Cuanta razón tenía.

Entonces, ¿Por qué si se querían ambos se la pasaban huyendo a experimentar por primera vez lo que era querer a una persona? ¿Por qué no querían dejarse llevar por los aires del amor? ¿Por qué no aceptaban que se amaban con locura, que olvidaran el pasado, que se enfocaran en un futuro donde solo existían ellos dos?

Por más que querían enterrar aquellos sentimientos que le daban malos estragos, ya se habían probado, sus labios ya habían chocado, la respiración ya había sido robada por uno de ellos, sus almas estaban más unificadas que antes. A pesar de todo esto, Camus se negaba a admitir su amor por Milo.

Y probablemente nunca lo haría.

Dieron el último paso fuera de los doce templos zodiacales y fueron directamente a la sala principal, donde se encontraban todos excepto el guardián del octavo templo.

Todos los chicos de bronce se encontraban allí, incluido su alumno, quien no perdió tiempo para saludarlo.

—¡Maestro Camus!— exclamó alegre. Este último aún no entendía porque después de años de entrenamiento, Hyoga seguía dejándose llevar por las emoción. Sin embargo no dijo nada, y se cruzó de brazos— ¿Cómo está? Le he extrañado bastante.

—También yo, Hyoga. Después de todo lo que ha pasado no hemos tenido la oportunidad de charlar un poco— dijo—. ¿Todo bien?

—Bueno... En realidad sí, pero... Le tengo una propuesta que sé que le gustará—. Camus enarcó una ceja, curioso— Pero se la diré delante de la señorita Athena, ya que ella también tiene mucho que ver en todo esto.

Confuso por las palabras, decidió no indagar más en el tema. Después de todo tarde o temprano se lo dirían.

—¿Ya están todos, no?— Shion llamó la atención tanto como los dorados, como los de bronce.

—En realidad no— el rubio tomó la palabra—, ¿Dónde está Milo?— miró a ambos lados.

Los restantes se miraron entre sí, el único que se suponía que debía tener la respuesta era...

—¿Qué no estaba contigo?— Aioria se dirigió a Camus. Éste se tensó por unos momentos pero negó— ¿Y después de que nos fuimos no te dijo nada importante?

El francés lo miró extrañado, ¿Algo importante como qué? O es que se refería a...

—Pero Camus, ¿Cómo es que no lo sabes? ¿Acaso no venía contigo?— Mu preguntó curioso.

—Concuerdo con ellos, prácticamente ustedes dos fueron los que nos echaron del coliseo— Afrodita se cruzó de brazos.

—Maldita sea, que no. No sé dónde está. Y si lo supiera, no me interesaría en lo absoluto— respondió agresivo. Se retractó al instante de ver las caras confusas de sus amigos— La última vez que lo ví quedó en el coliseo— confirmó calmo.

—Bueno pues...

—De todas formas no es obligatorio estar aquí—interrumpió Cáncer— No creo que haya la necesidad de hacerlo perder tiempo.

Kanon asintió.

—Él sabía que los santos de bronce se encontrarían aquí en unas horas. Si quiere venir o no, es su problema— terminó.

Algunos se miraron entre sí más no dijeron nada.

—Volviendo al tema anterior— Saori retomó la palabra—, ¿Qué les parece si hacemos un intercambio de regalo para navidad? ¡Ya casi se acercan esas fechas!

—¿Intercambio...— comenzó Shaka.

—De regalo…?—Aioria terminó la frase.

—Ya saben chicos, un amigo secreto. Cada uno escogerá un papel donde vendrá el nombre de alguno de sus compañeros, y quién sea, les tocará darle un obsequio a esa persona— dijo con una enorme sonrisa—. Sé que muchos de ustedes no celebran la navidad o no creen en eso, pero, este año es especial para todos. Entonces dije, ¿Por qué no? Será una pequeña y última despedida para los santos de bronce, pues ellos volverán a su tierra natal. Se van mañana y regresan el veinticuatro, después de esa fecha, no los volveremos a ver en un largo tiempo— suspiro tristemente.

Ya las guerras santas y los enemigos habían acabado, dudaba que se presentara una amenaza pronto, por lo que decidió darles ese beneficio a sus santos de Bronce.

—A mí no me suena tan mal…— comentó el Tauro.

—Concuerdo con Aldebarán.

—Conmigo no cuenten— DeathMask se cruzó de brazos— Demasiada cursilería y aplayada para mí.

—¡Angelo!— regañó el Piscis.— Pues a mí sí me agrada la idea.

—De todas maneras no es como que tengan otra elección— Athena rió— Bien, entonces está hecho, pueden volver a sus templos. Y ustedes— señaló a los más jóvenes— Necesito hablarles de un tema especial.

Ellos asintieron mientras la sala principal era deshabilitada por los demás.

—¿Te acompaño?— Camus afirmó— ¿En mi templo o en el tuyo?

—La verdad es que no tengo las más mínimas ganas de bajar a Capricornio, así que será en el mío— respondió.

Por otro lado, Aioria como fue el primero en salir de la sala principal ya se encontraba gradas abajo de Sagitario, casi llegando a Escorpio. Necesitaba una respuesta, y no una como la que Camus le había dado. Necesitaba la respuesta de su mejor amigo, exigía una explicación y sabía que Milo se la daría.

A penas llegó no se molestó en tocar ni avisarle al dueño del templo. Importándole poco lo que estaba haciendo, si estaba ocupado o no.

No fue difícil encontrarlo, ya que estaba en el sofá leyendo una vieja revista que había encontrado.

—¿Nunca te enseñaron de niño a tocar la puerta antes de entrar? Que falta de respeto— Milo siguió leyendo la revista sin dirigirse directamente a su mejor amigo.

Este ignoró el comentario.

—No te vi en el recinto— comenzó.

—No quise ir.

Leo no dijo nada en unos segundos, para volver a preguntar lo que en verdad le interesaba.

—¿Y…?— indagó.

—¿"Y", qué?

—No te hagas.

—No me estoy haciendo— habló neutral. ¿Qué demonios le había picado ahora?— ¿A qué te refieres con "¿Y...?"

—Qué pasó con Camus— exigió.— No me hagas esperar más que la ansiedad me come.

—Pues que te siga comiendo— miró de reojo la expresión ofendida de Aioria y esta vez no pudo controlar la risa— Solo bromeaba.

—Dime, dime.

—Me.

—Jaja, que chistosito eres— rodó los ojos fastidiado— Esto es serio, Milo. En verdad me estoy preocupando por ti, quiero saber.

El griego lo observó en silencio por breves segundos y suspiró.

—Yo no esperaba que me correspondiera— cerró la revista, acomodando su postura un poco—, porque como te dije en el coliseo, yo lo herí tantas veces con distintas y muchas formas, realmente no me iba a sorprender cuando rechazara mis sentimientos. Creí haber estado preparado para ello, porque aunque me avergüenza admitirlo, tenía una pequeña esperanza que quizá, me diera un sí. Sin embargo, pasó lo contrario como era de suponerse, y aunque no me sorprendió, me dolió en puta, Aioria. Nunca me había sentido tan fracasado en mi vida. 

—Era de suponerse, después de todo es de Camus de quién se trata— respondió pensativo— Te dije que si nunca lo intentabas, nunca ibas a descubrir la verdad, ¿Verdad?— recordó.

—¿Qué con eso?

—¿Y qué estás esperando para ir a Acuario?

—¿Estás loco? No me quiere ver pero ni en pintura. ¿Que voy a ir hacer a su templo? Yo desperdicié tantos años haciéndole la vida imposible y ahora es tan difícil... Hasta para mí es raro decir todo los sentimientos que oculto y siento. Ahora imagina que eres él, ¿Cómo te sentirías?

—Milo, la verdad es que yo no puedo hablar de estos temas porque me enamoré de la persona menos indicada y tú lo sabes. Pero sin duda alguna, si yo tuviera la oportunidad que tiene Camus en estos momentos, no la desaprovecharía por mi orgullo, además, tendría que ser demasiado tonto para hacerlo— rió—. A lo que voy con esto, es que Camus siente lo mismo, eso puedo asegurarlo. Que no lo quiera aceptar es otra cosa, pero comparte el mismo sentimiento que el tuyo. Si no hubiera sido así, ¿Tú crees que te hubiera rechazado un solo beso? Exacto, fue lo contrario, correspondió. Lo que significa que en verdad quiere decirte que sí pero las sombras del pasado hacen eco en su presente, y al parecer aún no está dispuesto a dar un paso adelante. Tú deberías intentarlo nuevamente.

—No lo sé, Aioria— pasó sus manos por su rostro, frustrado. Estaba resultando más difícil de lo que  pensaba— No pude mirarlo a los ojos. Solo Athena y él saben cuántas lágrimas causé que salieran de esos ojos.

—¿Acaso eres tonto o qué?— el griego frunció el ceño—Milo, ¿Es que no lo ves? Él es tan obvio cuando se trata de ti. Claramente está huyendo porque sabe que aún no está lo suficientemente capacitado para negarte desde lo más profundo, y lo hace porque si tú estás cerca puede cometer alguna locura a tu lado. Tanto como tú y yo, sabemos muy bien lo neutral que es Camus, y que una persona como tú lo haga perder el equilibrio es como deshonra para él.

—¿Debería sentirme halagado?

—No lo dije para ofenderte. Así que sí— afirmó— Camus va a corresponderte, solo es cuestión de tiempo.

—No sé... Aún no lo creo pero, creo que no pierdo nada intentándolo.

—Así se habla.

Y con ese último diálogo, Aioria lo dejó solo, mientras trataba de desenredar todo los pensamientos que tenía. Le gustaba Camus, se había enamorado, lo quería. Siempre fue así y nunca se dio cuenta.

Desgraciadamente no podía regresar el tiempo atrás.

Solo hay una cosa en este mundo que es probablemente imposible, y esa era viajar en el tiempo. Quizá se podría ir al futuro, pero nunca al pasado. El pasado es lo único que nunca más se vuelve a recuperar.

No tomó en cuenta la hora. Por lo que no se sorprendió cuando vio que ya habían pasado bastantes minutos desde que Aioria había salido de su templo, y él, estaba ahí. Sin el valor de dirigirse a Acuario. Antes de ir, prefirió tomar una ducha y comer algún bocadillo que guardó en la nevera.

—Vamos, Milo tú puedes— se dijo asimismo, terminó por lavar sus dientes. Y con ese positivismo subió los dos templos que habían de diferencia entre el suyo y el de Camus.

Cuando llegó, su nerviosismo quedó a flote de nuevo. No podía ni si quiera dar un paso cuando infinitas escenas de lo que podía suceder llegaban a su mente, en verdad se sentía mal. Sus labios resecos, dolor de cabeza, de todo.

—En fin, creo que iré a…-

La voz del santo de Capricornio quedó en el aire al ver en la salida a Milo, quién por alguna razón parecía una estatua.

—¿Qué pasa, Shura?— fue cuando Camus se acercó para observar exactamente quién era—… Milo, ¿Qué haces tú aquí?

—Vengo a hablar contigo.

—Bueno creo que... Mi presencia está demás entre ustedes dos. Te veré mañana, Camus— el Capricornio se despidió y bajó hasta su templo.

—Yo no tengo nada de que hablar contigo. ¿Qué tan difícil es de comprender eso?

—Déjame entrar.

—Ni de chiste— se cruzó de brazos.

—Me resulta gracioso que lo niegues cuando tus ojos hablan, y sobran las palabras necesarias para saber que mientes.

—Solo un segundo, Escorpio. Y luego te vas— accedió finalmente antes de que Milo comenzara con su juego— Que sea rápido— habló una vez que ambos estaban dentro, a una distancia considerable para cualquier humano pero incómodo para el acuariano. Milo se acercó un paso y Camus retrocedió otro. Al parecer iba muy en serio.

—¿Por qué te alejas?— alzó una ceja, confundido. Eso había sido muy obvio.

—¿Cuántas veces tengo que decirte que te quiero lejos de mí? Sigo sin entender cuál es tu necedad de perseguirme.

—Si no me quisieras probablemente yo no estaría aquí. ¿Crees que te rogaría sabiendo que no me quieres? No soy un imbécil para hacerlo. Camus, yo sé que sientes lo mismo, de otro modo no insistiría tanto.

—¿Que te hace creer que lo hago?— Milo rió ante sus palabras.

—No hay peor ciego que el que no quiere ver. Que terco que eres, ¿Qué afición tienes de negarlo todo cuando ya lo sé?

—No supongas cosas estúpidas cuando no lo has escuchado de mis labios. Y si eso era todo, pido que no me molestes más.

Sin pensarlo dos veces se dirigió a su habitación, importándole poco dejar a Milo ahí solitario.

—Espérame un momento— sin previo aviso lo tomó del brazo— Al menos escúchame lo que tengo que decirte.

—De ti, ya escuché mucho. No me interesa— forcejeó, tratando de soltarse.

—Camus... Por favor, pido que me escuches.

—No quiero.

Milo comenzaba a perder la paciencia. Y si no pensaba escucharlo por las buenas, lo haría por las malas, quisiera o no.

—Sé que no soy uno de los mejores caballeros que pueda haber aquí, soy algo impulsivo e inquieto…— comenzó— Sé que muchos otros pueden ofrecerte un mejor amor del que yo estoy dispuesto a darte, puede ser que alguno de ellos te haga creer que te quiere más que yo, pero déjame decirte que nada de esto es una mentira. Me enamoré de tí. Me enamoré mucho antes de que realmente yo pudiera saberlo. Yo en verdad…-

—Cállate, basta. No quiero saber nada más de ti, déjame en paz.

—Que cobarde eres— musitó Milo, observándolo dolido.

Camus cerró sus ojos con fuerza, impaciente, cansado por las palabras que surgían efecto en él. Aún hacían eco en su interior, se le aceleraba el corazón, y no era capaz de negarlo por completo, al contrario de ello sabía que si seguían con esa conversación, pronto acabaría cediendo.

—Perdóname— volvió a musitar.

—¿Por qué?

—Por necesitarte de esta manera.

Un golpe bajo para su orgullo.

Camus contuvo la respiración brevemente, definitivamente no estaba preparado para tantas emociones ese día.

—Es demasiado rápido para que lo aceptes.

—Cuando en verdad lo sientes, no hay porqué negarlo tanto— tiró la indirecta— No soy como tú.

—Ese es el problema— respondió tajante.

—¿Por qué no dejas de hacerte el interesante?— harto de su palabrería, Milo se acercó a pasos lentos, limitando la cercanía. Camus retrocedió hasta chocar con la pared más cercana. Lo acorraló, sin importarle las quejas que recibió del dueño del templo. 

—Si no quieres quedar en un ataúd de hielo, vete por donde viniste y déjame— quiso escapar.

—Maldita sea contigo Camus, ¡Escúchame por favor!— exclamó frustrado, cerrando todos los posibles escapes.— Dime qué me estás mintiendo. Mírame a los ojos y dime qué no sientes nada por mí.

Camus lo observó con cierta incertidumbre. Quería dejarle claro que él no era nadie para su vida, que no se creyera tan importante.

Claramente podía decírselo, pero no prometía que su corazón sintiera lo mismo.

—Dime que esos besos solo fueron un simple roce de labios, dime qué no significaron nada para tí— recordó la maravillosa sensación, suspirando, rogando porque le dijera la verdad— Dime qué yo no soy nadie en tu vida, que no me quieres. Dímelo— lo agarró de ambas mejillas, tomándolo por la fuerza— Si tienes el valor de hacerlo, grítalo.

Camus tomó sus manos para alejarlo pero fue casi imposible. Desvió la mirada, tenerlo ahí tan cerca le hacía querer regresar el tiempo, regresar a un universo donde todo solo había sido un sueño, y que él, no lo amaba.

—Hazlo y te dejaré en paz.

—No siento nada— lo miró— Tu presencia no me afecta.

¿Que estás diciendo?

—Tu mirada no logra intimidarme.

Basta, Camus.

—No te quiero.

Mentira.

Su corazón se derretía por él.

Por más que trato de sonar convincente no lo logró. Y si lo hizo, Milo sabía que le estaba mintiendo de sobra.

—Para ser el caballero más inexpresivo de los doce, eres muy malo mintiendo— se acercó un poco más a su rostro— ¿Por qué no lo admites? Admítelo, Acuario.

—¿Y qué ganarías tú con eso?

—A tí.

Trató de alejarlo poniendo las manos sobre su pecho, sin embargo, los planes de Milo eran otros. Lo tomó por el mentón, obligándolo a que lo mirara.

—Siempre tan calculador y frío...—dio un suspiro calmado, ligero, uno enamorado, uno lleno de cariño y  frustración— Debe ser una lástima para ti que esa faceta no funcione conmigo.

—Estás en mi templo, te prohíbo que vuelvas a acercarte así a mí.

—Entonces anda, házlo.— provocó enojado— Niégalo, pero calcula mirarme a los ojos cuando lo hagas.

Camus chasqueó la lengua molesto. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? Lo quería, lo quería tanto maldición. Y aún así, seguía siendo vulnerable a sus encantos.

—No te quiero— expresó—, Te detesto, te quiero largo de mi vista ¿No lo entiendes?

—Mientes— alzó en alto— Mientes tan bien que cualquier podría creerte con ese rostro angelical. Pero no funcionará conmigo. ¿Y sabes por qué?— sonrió de medio lado mientras se acercaba a su oído, susurrándole, provocándolo.— Porque sé que te gusto, sé que me quieres, me deseas tanto como yo a ti— Mordió el lóbulo izquierdo de su oreja.

El francés cayó en cuenta del truco barato que Milo estaba utilizando para atentar contra su estabilidad.

—Eres insoportable.— Lo empujó lejos, lo suficiente para tener un poco de espacio personal.

El peliazul solo rió, entendía porque lo estaba alejando, sabía que un segundo más y él se dejaría llevar. Importando poco sí admitía abiertamente que también lo quería o al contrario, lo negaba por completo.

—¿Sabes por qué soy insoportable para tí? Porque hago que estés fuera de tu zona de confort, inseguro, con temor de cometer una locura a mi lado— adivinó.

—Eso no…-

—Trata de negarlo una vez más, y yo propiamente me encargaré de cerrar esos labios con métodos más efectivos— Habló profundamente.

Camus se echó para atrás, apenado por la forma tan sensual y profunda en decirlo.

No estaba bromeando.

—Me estás jugando sucio— retomó la palabra— ¿Qué? ¿Acaso tienes que amenazarme para que admita algo que no siento?— se defendió, como siempre ocultándose en la máscara de cobardía.

—Eso ya lo veremos.

Lo tomó de la cintura, acercándolo a él.

—Puedes negarlo, puedes decirle a todos que me odias, que me detestas, que no soportas mi presencia. Pero no hay nada más cierto que lo que tú sientes por mí. Porque lo sé. Porque yo también siento lo mismo.

—Te equivocas.

No caería en sus brazos. En su seducción. No se dejaría desplomar en el cariño que él decía tenerle.

—Dilo las veces que quieras. Pero tu corazón no dice lo mismo— sus dedos acariciaron sus mejillas con suavidad.

No...

Sus labios no lo negaron, al contrario de eso, llamó su nombre en un tono de voz aterciopelado que le erizó la piel.

—Milo...—murmuró apacible. Cerró sus ojos. Su cuerpo se estaba dejando llevar por los instintos más bajos y recónditos que nunca habitaron en él, y que solo Milo, al parecer, sabía cómo despertar.

Basta de charlas ridículas. Lo único que hacían era verse como un par de tontos que no aceptaban que se amaban.

Basta de niñerías, era hora de sucumbir a los deseos más profundos de ambos. Al fin y al cabo no había solamente un deseo de amor, sino de pasión, de calentura, de fogosidad.

—Lindos labios— murmuró cerca de ellos. Los delineó con su dedo pulgar de un lado a otro. Quería besarlo, tomarlo ahí mismo. Su necesidad por él siempre estuvo presente y nunca supo despertarla. Hasta ahora que Camus lo sabía provocar, solo él podía, solo él sabía cómo—¿Sabes algo? Hubo un momento en el que logré darme cuenta de tu belleza— susurró cerca de su labios— Eres precioso, Camus— Este último dejó escapar un suspiro, mientras el imponente santo de Escorpio bajaba lentamente hasta su cuello. Respiró pesadamente sobre él y dio una mordida que lo sobresaltó—. Y me di cuenta que este deseo lo llevó acá dentro desde hace mucho.

—¿De qué hablas?— su respiración estaba descontrolada. Probablemente por el nerviosismo de tener a Milo tan cerca de él, seduciéndolo.

—Te deseo Camus, te deseo tanto que podría tomarte aquí mismo y no me importaría que los demás escucharan como te hago mío en estas cuatro paredes.— Entonces, tomó los largos cabellos entre sus manos y los jaló.

Camus jadeó por el calor del momento. Sintió sus mejillas arder, su boca reseca y una gran calidez por sobre su abdomen. ¿Qué tan lejos le iba a permitir que llegara?

Milo introdujo una mano sin permiso dentro de su camiseta. Las yemas de los dedos trazaron círculos por su espalda, tocando la piel de porcelana que tenía a su deleite y tanteando la suavidad. Camus reprimió un segundo jadeo; dándose cuenta de lo bajo que podía caer.

—Milo, basta. Esto está mal— rogó. con todo el autocontrol que guardaba.

—Es gracioso ver como el caballero más correcto, frío y reservado entre los doce es dominado por el más impulsivo e infantil.— Al imaginarse a Camus bajo sus dominios, solo para él, mientras tomaba sus caderas con fuerza y éste arañaba su espalda en un intento de contener su excitación, era un dulce veneno que estaba dispuesto a probar con tal de llenar su deseo de poseerlo—Creo que empiezo a comprender porqué no me quieres cerca— continuó.

—Eso es... Obvio— con costo y podía hablar. Milo perdió una de sus manos por sus jeans— Déjate de bromas y suéltame.

—Eso no quita el hecho de lo mucho que disfrutas esto ¿No es cierto? Tu cuerpo exige atención— jugó pacientemente, posicionando sus dedos sobre la tela— Y no cualquiera, sino la mía.

El francés quedó sin habla. ¿Acaso lo estaba tomando como de su propiedad? Pues le dejaría claro que no era así.

—Mi cuerpo podría ser tomado por cualquiera y créeme que tú serías el último en hacerlo— retó. Vaya forma de decirlo, si su objetivo había sido cabrearlo, lo logró. Se arrepintió al instante al ver su mirada más afilada.

—Tú me perteneces y no necesito de tu aprobación para saberlo. Después de todo soy el único que tiene la potestad de complacerte como hace años lo has querido. ¿No lo crees?— apretó sus labios— Anda Camus, puedes ir y acostarte con todos los que se te la gana y comprobar lo que te estoy diciendo. Pero te advierto, y espero que no cambies de opinión cuando estés debajo de mí pidiendo por más— amenazó, sorprendiendo a Camus.— ¿Qué te hace pensar que por ser compañeros yo no te deseo?

Lo cierto era que la rudeza en sus palabras no iba más allá del límite de soportarlo. Le estaba dando el pase libre sí, pero no podía imaginarse a Camus estando con otros.

Definitivamente era algo que no estaba dispuesto a tolerar.

Milo podía adaptarse a las diferentes situaciones que se le presentaban, podía ser cariñoso o muy dulce en varios casos. Pero en este, era lujurioso, deseoso, rudo.

—Imagínate, ¿Qué dirían los demás si te vieran en ese estado?— provocó— Siendo dominado por mí, mientras tratas de no gritar mi nombre y muerdas el labio inferior para retener los gemidos que no vas a poder controlar.

Su mente le traicionó. Camus se imaginó asimismo siendo tomado por Milo, mientras los jadeos y suspiros era lo único que llenaban la habitación.

Jadeó.

—Te equivocas— transpiró, orgulloso.

—Puedo sentir tu calor y el temblor que tienes bajo mis brazos, ¿Interesante no? Soy dueño de tu propia estabilidad y aún así te atreves a negarlo todo. Que obstinado eres— su voz varonil se volvió mas ronca y profunda.

Sin evitarlo, Camus soltó un inaudible gemido de placer al sentir las manos que recorrían su cuerpo con descaro. Se sentía cómplice del manoseo de Milo, y lo peor de todo, es que no podía negarse. La sensación que le dejaba era tan impregnante que en un momento de locura podría pedirle que tocara su cuerpo todo lo que quisiera y no se opondría. Después de todo, sí lo necesitaba, le pertenecía, necesitaba sentirlo debajo de todas esas ropas que aún los cubrían. Milo era el único que lo podía satisfacer al cien por ciento y dejarlo con ganas.

Sorprendido de si mismo, abrió sus ojos y tapó sus labios con una de sus manos. ¿Ese era él?

Milo lo miró con intensidad, deseando corromperlo. En su mente llena de tensión sexual por probar a Camus y tomarlo como suyo, ya lo había desnudado infinitas veces, y eso que solo eran las tres de la tarde.

—¿Por qué te detienes? ¿No ves como me pones?— besó su mentón—Déjame hacerte mío por una vez, Camus— rogó de la nada casi al borde de la desesperación. Lo acercó a él tomándolo por las caderas, uniendo sus cuerpos para que supiera a lo que se refería.— No es necesario que los demás te vean para comprobar la verdad en mis palabras.— dijo— Porque yo quiero ver cómo pierdes el control por mí, déjame hacértelo, déjame marcarte como de mí propiedad— a punto de besarlo, decidió cambiar de recorrido hasta su oído.

Camus se sonrojó inevitablemente. ¿Que le hacía pensar que llegaría tan lejos? Solo le estaba provocando. Definitivamente tenía que estar loco para hacer algo como eso.

Milo pudo tener experiencias fuera del santuario, pero nunca hubo una que lo provocara más que Camus. El francés era como avivar una llama en su interior y eso que aún no lo tocaba por completo.

Fuera de cualquier pensamiento racional, y fuera de juegos, Milo le pidió que abriera su boca, y así, el guardián del undécimo templo se vio perdido en su seducción. Le cedió ese capricho sin quejas ni objeciones, porque a quien quería engañar, también lo deseaba. Abrió ligeramente sus labios, mientras éstos fueron acariciados por el pulgar del Escorpión, sus dedos se posaron sobre su mejilla por segundos, y al instante la calidez de la saliva ajena invadió su cavidad bucal. La lengua del griego jugó sobre la suya en un movimiento casi danzante. Se exploraron internamente mientras se hundían en la excitación y la lujuria que provocaban los sonidos que llamaban la atención de cualquiera que los escuchara.

Milo lo besaba con desespero tomándolo de ambas mejillas, mientras Camus se apoyaba en sus brazos. Pronto, la saliva comenzó a sobresalir entre la comisura de sus labios, siendo testigo de la ganas que se llevaban, pero que por orgullo nunca fueron más allá de algo.

—Me encanta que seas obediente— rompió el beso con un jadeo.— Dime qué quieres que te haga, Camus. Dime que deseas.

Aún, un poco aturdido por el beso, el francés lo miró con los ojos achinados. Perdido en sus brazos, en su fragancia, en su cabello y sus labios que lo volvían loco.

—Dime...— susurró cerca de sus mejillas.

Camus ya se había dado por vencido. Lo deseaba, ya no había vuelta atrás.

Y lleno de coraje, para dejarse llevar por sus bajos instintos y mandar todo al demonio, le diría que sí. Lo aceptaría, le diría que lo hiciera suyo, que lo marcara, que le daba el derecho de hacerlo, que si era sincero consigo mismo, no aguantaba más.

—Milo…— gimoteó— Yo quiero...-

Antes de pedirle y rogarle que tenía el derecho de tomarlo, el ligero toque de la puerta, los sobresaltó. Ambos se separaron instintivamente.

Milo se giró en dirección a la puerta, maldiciendo a quién sea que haya interrumpido su preciado momento. Camus por su parte, asustado por ser casi descubiertos acomodó sus cabellos enredados y su ropa lo más rápido que pudo. Estaba hecho completamente un desastre pero no dejaría que lo vieran en mal aspecto.

—¿Quién es?— preguntó nervioso.

Milo seguía maldiciendo. ¿Cuál iba a hacer la respuesta de Camus? Quién sea que está detrás de esa puerta, había ayudado a nunca saberlo.

—Soy yo, maestro Camus. Hyoga.

¡Maldito mocoso!

—Te quiero como si fueses mi alumno, Hyoga. Pero maldita sea en la hora en la que apareciste— gruñó Milo.

El francés lo miró de mala gana. Lo había alcanzado a escuchar.

—Tú mejor ve a bajarte eso— se enfatizó en la palabra— con una ducha de agua fría o lo que sea.

—¿Y si mejor lo hago pensando en ti?— sonrió. Camus evitó avergonzarse.

—Vete de una vez, y trata de que no te vea. ¿Oíste?

Por más que odiara la situación, no tuvo de otra que obedecer. Gruñó enojado.

—Tsk. Pero que sepas, que esto no ha terminado— se encaminó por el lado de atrás del templo para que el cisne no lo viera.

El aguamarina suspiró. Eso había estado cerca, agradecía infinitamente que no haya entrado de sorpresa.

—¿Que sucede, Hyoga?— le preguntó al rubio una vez que abrió la puerta.

—Espero no haberlo interrumpido, maestro.— sonrió inocente— Vine a hablar con usted de un asunto importante, y una propuesta.

—¿A sí? ¿De qué?

—De irnos nuevamente a Siberia.

Continuará…












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Charlie, vengo inspirada.jpg xdxd Hellooooo guys!! A qué no se esperaban una actualización antes de diciembre, eh? Bueno, lo que pasa es que me cambiaron la fecha de los exámenes finales, por lo que tengo más tiempo 😌 Además, quería subir este penúltimo capítulo en noviembre para que el último quedara en fechas navideñas 🎄

Me inspiré mucho para hacer este capítulo, tanto así que ni pude recortar el capítulo en dos partes porque quedaría horrible. Además, que mejor capítulo que uno que lleve amor, drama, y un poco de salseo? Exacto, por eso me esmeré.

Otra cosa es... Necesitaba unir de alguna forma el fandom xd... Estoy observando que muchos comenzaron a generar controversia por el tema de los shipps CaMilo y MilShoko, personalmente me agradan ambas shipps, pero no lo veo sentido que el fandom se separe, al contrario de ello ya casi llega el estreno de Saintia Sho, y hay que estar unidos en esto c:  

Y para acabar, un meme xD

NO SE PREOCUPEN QUE ASÍ SERÁ ASDFGHJKL 

Please voten, comenten, hagan sus teorías que los estoy leyendo. Quieren un lemon completo para el próximo capítulo?

🌚Sí

😪No

...

Los estoy leyendo cariños, espero que este capítulo haya sido de su agrado. Si aún no escuchan la canción del principio, ¡¿Qué están esperando?! Ok no xD

Bueno, eso sería. Nos leemos amores, pasen linda noche, día o tarde, para quienes lo están leyendo❤️

—Moondust

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