Capítulo 33: Obsesión III [ÚLTIMOS CAPÍTULOS]
—... Entonces, ¿Esto es todo, no?— Milo y Camus estaban frente a frente, observándose en silencio y gritando miles de palabras que decidían callar en su pecho. Porque para ninguno estaba bien, querían ignorarlo pero no era tan sencillo como parecía. Simplemente cada beso, cada suspiro robado por el otro iba a sellar el último encuentro.
El último encuentro que sus labios tendrían.
Camus asintió, otro ciclo estaba por cerrarse. Y el iba a asesorarse que así sería. No más sentimientos desbordados, no más pérdidas de control, no más calidez y sensibilidad que solo Milo podía provocarle.
—Perdón.
El francés no dijo nada. Podía entender casi a la perfección lo que estaba sintiendo en esos momentos, por esa razón era mejor dejarlo solo. Lo necesitaba, incluso él mismo también anhelaba un poco de descanso después de encontrar miles razones para negar un encuentro más entre ellos y solo una, para seguir adelante.
—No es tu culpa— respondió.
Y no lo era. Él fue utilizado por problemas que venían desde hace siglos atrás, no fue su culpa, no debía culparlo. Pero eso no significa que lo perdonaría fácilmente.
No por escuchar un perdón borraría todos las ocasiones en las que lo humilló, lo insultó, e incluso, golpeó.
Lo amaba, pero el amor tenía límites.
—Camus...
—Fue suficiente por hoy, Milo— respondió neutral.— Debes estar bastante cansado y con todo lo que ha pasado te sugiero que mejor descanses, yo también lo haré. Al fin volveré a mi templo y toda esta pesadilla acabará. ¿Acaso no estás contento? Fue lo que siempre deseaste.
No.
Las palabras quedaron atascadas en su garganta, y no pudo contradecirlo porque por mucho que deseara, no tenía una razón para explicarle que se quedara, que se había acostumbrado a su presencia. Que por favor no lo dejara.
No encontraba una frase, una palabra que pudiera resumir todo aquello, nada.
Y después de todo, no podía tener el descaro de decírselo cuando pasó años convenciéndole de lo contario.
—No me verás más, tendrás paz, lo que siempre quisiste después de repetirme que me odiabas— dio media vuelta para irse.
Sus piernas no reaccionaban, no podía, no quería dejarlo ir tan pronto, y desgraciadamente solo podía ver como se alejaba de él.
—No...— murmuró. Camus se giró un poco para observarlo— Yo... Ya no... No siento lo mismo por tí— confesó. Dio un paso, acercándose.
Lo único que deseaba era mandar todo al diablo y robarle sus suspiros, dejarlo sin aliento de los besos que quería darle. Quería besarlo, demandante, con ferocidad, deseo... Con amor.
Quería sentir nuevamente todos los sentimientos que provocaba en él. Quería sentirlo una vez más.
Quería.
Pero ahí quedaba, su deseo no podía romper esa barrera, ahora solo eran compañeros de armas que se veían y se tratarían como unos, ¿Pero como ocultarlo cuando había ese sentimiento mutuo? ¿Cómo fingir que todo había acabado bien para ambos, pero ya sus labios se habían encontrado?
¿Estaría bien para los demás de sus compañeros? ¿Lo aceptarían?
—No me odias porque ya quitaron la razón que tenías para hacerlo. Ahora solo somos compañeros, Milo. Ahora nos comportaremos como unos. Enhorabuena para Athena y los restantes. ¿No es cierto?
No le interesaban los demás. Lo único que deseaba era callarlo con un beso. ¿Pero ahora cuál sería su excusa? ¿Habría alguna para poder hacerlo?
No sabía en que momento había cambiado Camus para él. Y no exactamente en su actitud, sino ante sus ojos, ante su mirada, en sus sentimientos.
Podía notar su belleza más a fondo y sentirse increíblemente atraído por tal físico, sus palabras las escuchaba atentamente y ni hablar de sus labios. No quería resistirse, quería dejarse llevar por lo que sentía, pero la razón lo detenía.
—Camus... ¿Ahora qué harás?— una pregunta bastante tonta a su parecer. No se alejaría por completo pero... el no tenerlo cerca de él, sentir su leve respiración al dormir, se le haría difícil tratar de no secuestrarlo en una noche.
El de cabellos aguamarina se mostró pensativo por momentos. Ya todo había acabado, y la razón que siempre quiso saber por la cual era odiado, ya se la habían dado. ¿Estaba satisfecho?
—Seguir con nuestras vida, ¿Por qué habría de cambiar ahora?— respondió decidido.
—Porque es diferente para nosotros—se acercó. Camus aún admitía que si cercanía lo ponía nervioso— No puedes pretender que nada ha pasado después de...-
—Lo olvidé. Eso nunca pasó— interrumpió.
—¿Y qué tal si te lo recuerdo?
No se dejó esperar más, lo tomó del mentón y le plantó ese beso ansiado.
Lo besó con extremada dulzura, que hasta el acuariano se sorprendió en su manera de hacerlo. No había sido como los anteriores, llenos de deseo y fuerza. No.
Ese era diferente en todos los sentidos, era cálido, suave, dulce. Sus labios se movían sobre los suyos con ritmo y pequeño desespero por probarlos nuevamente, como si fuera la última oportunidad para hacerlo y eso sería la único que tenía para grabar sus besos en la memoria.
O al menos eso le hacía sentir. Pero no estaba de acuerdo, por más que deseaba seguirle, no lo haría. Ya no estaba dispuesto.
—¡Ay! ¿Por qué hiciste eso?— Milo se llevó uno de sus dedos a su labio lastimado. Quizá lo había mordido un poquito fuerte, pero tampoco era para tanto.
—Somos compañeros— recordó— Los compañeros de armas no se besan.
—¿Entonces cuál es la excusa que necesitas? ¿Que somos desconocidos?— Preguntó con sorna.
—No somos nada. Simples caballeros de Athena que luchan por la justicia. Es lo único que tenemos en común— terminó.
No quería aceptarlo. No así.
Milo no pudo decir nada más, y Camus tampoco esperó que lo hiciera, le dio una última mirada y salió a recoger sus pocas pertenencias que tenía en el templo de Escorpio. Y el dueño de este mismo no podía estar más frustrado que antes.
¿Por qué era tan difícil aclarar lo que sentía? Quería estar junto a Camus pero aseguraba que eso no era amor. Quería besarlo infinitamente, pero no era amor. Quería hacerlo suyo, ser el primero en su vida, pero adivinen.
Eso podía ser de todo menos amor.
O al menos eso era lo que se decía desde que Camus ya no estaba con él.
Los días pasaron en completo silencio y sin una sola presencia en su templo. Desde que él se había marchado se sentía incompleto y deshecho.
Quiso buscarlo para tratar de arreglar las cosas con él. ¿Que iba a explicar? Nada, pero quería una excusa para verlo quizá. En ese tiempo Camus se negó rotundamente a verlo, no quería. Lo evitó todo lo que pudo. Y no porque lo odiara o algo, si no porque sabía qué, cualquier cosa que se tratara de Milo, lo hacía vulnerable. Y hasta que no lo superara, no pensaba tener otro roce cercano con él.
Después de cinco días, el griego decidió por fin salir de su cueva e ir al entrenamiento matutino que tenían cada mañana. Increíblemente estaba nervioso, hacía bastante que no veía a Camus, y lo más probable es que lo encontraría ahí.
No duró mucho en alistarse cuando Ya se encontraba en el coliseo.
—Oh vaya, creí que te había perdido en ese cueva que tienes como templo— se burló Aioria al ver a Milo quién recién llegaba. Éste sólo rodó los ojos— ¿Que te trae por aquí hermano?— se acercó a él.
—Solo vine a entrenar un poco...— en parte era cierto y en parte era mentira, lo único que tenía en mente era ver nuevamente a Camus. Que por cierto, en ese preciso instante se encontraba en la arena luchando contra el santo de Capricornio.
Inconscientemente esbozó una sonrisa. Dejó de observar al santo de Leo para perderse en la figura de lo que alguna vez había sido su "enemigo".
—Pssst, hey, Milo— Aioria chasqueó los dedos enfrente suyo para sacarlo de su ensoñación, aún no entendía que tanto observaba.
Se giró donde la mirada del escorpión estaba perdida y notó que veía tontamente hacia Camus. Luego, volvió a mirarlo, sacando sus propias conclusiones.
Y cuando lo hizo....
—Noooo puede ser— exclamó, llevándose una mano a su boca— ¿Es como lo estoy pensando ahora mismo?
—¿El qué?— preguntó confundido.
—Tú...
—¿Aioria...?
—Estás...
—Oh vamos, no creerás que estoy...
—¡ENAMORADO DE CAMUS!
Tan discreto como siempre. Milo tapó su boca antes de que volviera a decir otra estupidez. Se avergonzó al notar como algunos guerreros que pasaban por ahí los miraban extrañados.
Solo rogaba que nadie hubiera escuchado.
—¡No lo grites así, gato pulgoso!— se avergonzó— Claro que no estoy enamorado de Camus, ¿Qué te pasa? ¿Quién lo estaría?— se hizo el desinteresado.
—Ah bueno, que dicha. Porque yo lo estoy.
—¡¿QUÉ?!
Aioria no aguantó más y se partió de la risa. Solo lo había dicho para molestarlo, era obvio que por más que tratara de negarlo no iba a conseguir que le creyeran. Al menos no con él, quien lo conocía de toda la vida, su mejor amigo.
—Tranquilo, solo bromeaba. Solo quería ver tu expresión. Y resultaste ser más celoso de lo que pensaba— lo miró burlón.
—Oh vamos...— desvió su mirada.
—Milo... Yo te lo dije
—¿Qué?
—No quería verte después rogándole para que te amara. Y mírate ahora, ¿En qué momento pasó todo? Estás enamorado de él. A mí no me lo puedes negar— expresó con seriedad.
—Hey, yo no le estoy rogando— aseguró.
—¿No? ¿Entonces por qué siempre te veo recorrer las doce casas hasta Piscis? ¿Me saldrás con que haces guardia las veinticuatro horas del día solo para ver en qué momento Camus se descuida y puedas hablar con él?
—¿Me estás espiando?
—Lo ves, tú solito de echaste al agua— rió.
—No... Yo... Camus me ha estado evitando estos días después de lo que pasó con Harmonía. Sé que hace tiempo nosotros éramos los únicos que discutían en el santuario, pero... Ciertamente siento como un vacío, necesito hablar con él.
—Milo... ¿Por qué no lo admites?
—No admitiré algo de lo que no estoy seguro.
—¿No te estás viendo? Siempre te dio hueva venir a los entrenamientos matutinos, y ahora después de días que Camus ni te pela, vienes con la posiblidad de verlo y a ver si te da la oportunidad de hablar con él, ¿No es cierto?
Cuánta razón tenía Aioria. Pero... ¿Eso era amor? ¿En verdad estaba...?
—Oh por Athena— al fin cayó en cuenta. Todos esos deseos, de verlo, de besarlo, de aclarar las cosas. El sentirse vacío y no poder llenarlo con comida.— Estoy enamorado de Camus— admitió sorprendido. Aioria sonrió.
—Ya era hora— palmeó su hombro—, No voy a preguntarte cómo pasó, porque después de todo siempre tuve una ligera sospecha de todo ese odio. Tanto así que sabía que en algún momento ibas a caer rendido ante sus pies. Y creo que no me equivoqué. Pero Milo, quiero que sepas que si te deja en la zona de amigos, yo estaré aquí para apoyarte.
El griego rodó los ojos.
—Sabes algo, no creo poder confesarlo— habló seriamente— Aunque me quisiera de igual forma, lo traté demasiado mal, no lo hará.
—Si te quedas con ese pensamiento, nunca lo sabrás.
—No tengo que saberlo porque lo presiento, y sé que es así— y aunque odiara admitirlo, debía de hacerlo. Debía hacerse la idea que nunca estaría con él.
Ambos se encaminaron hasta las gradas del coliseo, donde estaban las mayoría. Algunos se sorprendieron de verlo ahí, pues hacia mucho tiempo que no se le veía ni la coronilla, no obstante, lo saludaron como siempre mientras lo inundaban de muchas preguntas. Para ninguno era un secreto que ya aquel odio no habitaba en el corazón de Milo, algunos se emocionaron al saber que no habría más peleas, otros, solo estaban recelosos ante la relación que ahora había entre Camus y Milo, pues se les hacía muy raro que se empezaran a evitar. En especial el francés.
Había algo entre los dos que los demás desconocían.
Por otro lado, Camus estuvo por considerarse ganador ante el enfrentamiento con Shura, hasta que se desconcentró por un momento al escuchar la ligera risa de Milo quién estaba a metros de él.
Su mente se quedó en blanco por unos segundos si no fuese por Shura que le hizo recapacitar con un buen golpe en su antebrazo, uno que le hizo caer y perder.
—No te distraigas.
—Maldición— murmuró por lo bajo.
—Ven, vamos con los demás— se encaminó hacia donde estaban todos sus compañeros, pero Camus no se movió de ahí.— ¿Pasa algo?
—No quiero— se cruzó de brazos.
—¿Eh?
—No quiero estar a la par de él— comentó con cierta tristeza— Me hace perder el control y mi zona de confort.
—¿Pero qué demonios te dio Milo para estar así de atontado?— Preguntó asombrado.— Se suponía que ustedes ya habían hecho las paces, ¿Que no?
—Sí pero... Lo he estado evitando estos días por lo mismo.— dijo— No pienso caer en sus juegos, además no sé qué voy a decirle. Mira que está con los demás, no quiero estar un ambiente incómodo.
—Que nenaza que eres- rodó los ojos y se acercó a él, tomándolo a la fuerza— Cómportate como hombre y enfréntalo.
—Claro, porque eso te ha servido tan bien..— ¡No, no! ¡Espera, Shura!— forcejeó para evitar acercarse a los demás. Sin embargo, lo único que hizo fue llamar la atención de todos, incluso la de Milo, quién soltó una risa y lo miró indescifrable.
—¿Quién fue el ganador?— preguntó Kanon en una esquina.
—Por poco Camus, pero se distrajo por cierta person- ¡Ay!— Camus le mandó un codazo para que guardara silencio. Milo enarcó una ceja.
—Bueno, que lindo es ver que al fin podemos estar todos sin tener que separar a ciertas personas— comentó Aioros sonriente. Los demás sólo asintieron— Ahora que estamos todos, deberíamos subir a la sala principal. Creo que los santos de Bronce llegarán hoy.
—Ohh, ¿Tan rápido?— curiosó Mu.
—Eso fue lo que me comunicó el patriarca hace unas horas— contestó.
—Yo subiré después.
Las miradas se enfocaron en el santo de Acuario, quién tenía una expresión neutral. Siendo un hecho para Shura que su mejor amigo estaba ansioso, o nervioso. Y todo eso tenía un nombre.
Milo.
—¿Estás seguro? Nosotros...-
—Completamente— interrumpió. Cualquiera que le conociera perfectamente sabría que Camus intentaba de huir de algo. Temía tener una confrontación con Milo, o en este caso, hablarle.
Por otro lado, el griego lo miró directamente, tratando de descifrar la máscara de cobardía que se encontraba delante de él. No era tonto, sabía que no lo quería ver, pero, ¿Cuánto tendría que hacer para que lo perdonara? ¿Que esperaba realmente de él? Si seguía dándole muchas vueltas al asunto sabía que tarde o temprano se volvería loco.
—Camus— tuvo el valor de llamarlo. No respondió pero Milo sabía que lo había escuchado— ¿Puedo hablarte unos segundos?
Los restantes guardaron silencio, observando curiosos la actitud tan sospechosa de esos dos.
—Tienes dos segundos—. Se giró.
—Aquí no— se cruzó de brazos— ¿Qué no tenían que irse todos ustedes al recinto?— se refirió a sus amigos.
—Oh vamos, Milo. ¡No pueden dejarnos así!
—¿Así cómo?— enarcó una ceja.
—Ustedes parecieran que actúan como adolescentes pubertas que se la pasan huyendo cobardemente uno del otro. ¿Que demonios se traen? También somos sus amigos. Queremos y exigimos saber qué pasa entre ustedes dos.— contestó Afrodita.
Milo soltó una risa.
—No sé, ¿Por qué no escuchamos que tiene Camus para decirnos? También quisiera saberlo— lo miró.
—De acuerdo, fuera todos. Esto no les incumbe— el francés espantó a los demás con su respuesta, acompañada de una mirada totalmente fría.— ¿Que quieres?— preguntó una vez que la mayoría salió del coliseo. Unos refunfuñando y otros en desacuerdo.
—Esa indiferencia tuya duele, Camus.
—No debería doler. Todos están acostumbrados a ella, no veo porqué contigo sería diferente.
—Yo no soy uno más del montón— se acercó lentamente— Yo no soy ninguno de ellos a quien puedes tratar indiferente y no le va a importar.
—¿Ah no? ¿Qué te hace pensar que por ser tú, yo voy a tratarte de una manera especial?— respondió sincero. Aunque ambos muy en el fondo sabían que nada de eso era cierto. Pero al menos debía saber disimular.
Se acercó lo suficiente para ponerle los nervios de punta, esa maldita cercanía le jodía bastante.
—Tú lo sabes. Nunca fui tan indiferente para tí— lo tomó del mentón— No trates de negarlo porque lo sé, Camus. Lo sé cuando miro tus ojos, ellos me dicen la verdad.
El francés se quedó estático, sin saber que hacer.— Pfft, no saques conclusiones equivocadas por tu propia cuenta.
—¿No?— su voz se volvió mas profunda y seductora. Se acercó un poco más, provocándolo.
—No...— negó suspirando, un poco/bastante nervioso. ¿Pero para que mentir? Milo lo estaba arrinconando cada vez más. ¿Que pretendía? ¿Sacarle la verdad?
Podía sentir su respiración muy cerca de él, haciéndole cosquillas sobre su cuello.
No pensaba caer tan fácil.
—Milo...— cerró sus ojos y suspiró pesadamente, manteniendo todo el control que podía— Basta.
—¿Por qué parar? Dime una cosa, Camus— se alejó un poco para mirarlo a los ojos— ¿Por qué me has evitado todos estos días? ¿Acaso hay algo que yo debería saber y estoy ignorando?
No le pensaba decir la verdad si eso era lo que quería sacarle.
—Nada que te incumba. ¿Qué parte de "Somos compañeros", no entendiste?
—Uhm déjame ver, pues... Ninguna— aseguró—, Yo no veo que huyas de Shura, o de Aioria u otro.
—Yo no estoy huyendo de nadie.
—¿Entonces por qué de mí sí?
—No te creas tan importante.
No había cosa más difícil que intentar sacarle la verdad a Camus, y Milo lo comprobó. Aunque tampoco hacía falta, con solo observar sus movimientos físicos podía saber que su cercanía lo ponía nervioso, y que le mentía.
—No me mientas.
—No te estoy mintiendo— no era bueno para hacerlo realmente. Su respiración estaba irregular, y sus labios entreabiertos— Milo, si eso era todo, por favor déjame en paz.
—No quiero. No puedo— se sinceró.
—¿De qué hablas?
Milo solo necesitaba un poco de tiempo para saber lo que quería en este mundo. Solo un poco.
Y no necesitó mucho para saber que necesitaba y quería a Camus en su vida.
—Camus quizá esto te parezca absurdo y comprendo si quieres golpearme.— comenzó— Pero estos días fue suficiente para darme cuenta de algo.
—...¿Qué?
—Y es que tengo muchos sentimientos por tí— buscó las palabras correctas para decirle lo que realmente sentía— Y actúo como si no me importara, como si esos sentimientos no estuvieran ahí— Camus no pudo evitar que sus ojos se aguaran por las pequeñas lágrimas que aún no salían de él— Porque estoy jodidamente asustado.
Esperó un golpe, un insulto, una retahíla. Pero nada. Lo único que mataba sus esperanzas era el profundo silencio que reinó en ambos por breves segundos.
—Lo siento tanto, Milo— balbuceó aún guardando la pocas fuerzas que tenía— Pero ese ya no es mi problema.
Dio un último vistazo a lo que fue, y seguía siendo su gran amor, y lo dejó completamente solo.
A Milo no le sorprendía, pero sí le había dolido.
Y eso le quemaba.
F I N
AHHHH NO SE CREAN JAJAJA aún falta lo más importante, no me maten please xd solo fue una pequeña broma 🌚
Les dejó la canción perfecta para el capítulo, así pueden escucharla y saber a qué se refiere. Hasta ahora calza perfecto con lo que ha pasado
No es obligatoria escucharla, peroooo me harían muy feliz si lo hicieran <3
--------------------------------------------
Actualicé súper rápido porque me iré por un tiempo de Wattpad, no sé por cuánto, pero prometo que no será por mucho. Para diciembre estaré de vuelta con esta historia ❤️ (si no es que me comen la ansias por subir lo que resta de capítulos jaja) Los demás fics estarán en constante actualización así que no se lo pierdan 🙆
Muchísimas gracias por todo el apoyo que me llega en los comentarios, gracias por seguir esta loca historia que pronto llegará a su fin.
Ya Les dije que no me maten por el epílogo? Xd Terminará bien, lo juro(?
Nuevamente gracias por leer, los estaré leyendo aquí abajo en los comentarios 💓
-Moondust
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro