Capítulo 30: Ruina [NUEVO]
Después del extraño desayuno que habían compartido, Camus se dispuso a lavar los cubiertos y la vajilla. Porque sí, nunca estuvo en los planes de ninguno de los dos tener un desayuno tan tranquilo como aquel, podía sonar apático y fuera de lo común pero la tensión que había anteriormente, disminuyó conforme compartían los días; y ni hablar del simple roce de labios que aún era testigo del secreto.
«Debería ir a mí templo para corroborar que todo marcha bien» Pensó.
Y es que con solo recordar que aquella jovencita se encontraba en su templo le daba coraje, porque con todo el trato inexplicable que había recibido de su parte, ella no merecía tener un pie en el santuario.
—Esa... Mujer— recordó con desagrado.
Apretó con fuerza un de los platos que aún lavaba.— Es aberrante observar sus acciones contra mí...— susurraba para sí mismo. Se le hacía difícil asimilar lo poco que había logrado en esos días. Ni Milo, ni Hyoga o Issac, le habían sacado de quicio tan rápido como ella.— Creer que yo le voy a escuchar su palabrería, JA—. justamente recordó cuando proclamaba a Milo como de su propiedad, como si fuese un objeto o algo, y lo peor, es que le trataba como si el acuariano fuese un estorbo en su camino de conquista— Se merece el trato del pueblo. Y de paso, veinte azotes por ridícula.
El plato terminó por quebrarse de tanta presión que Camus ejercía sobre el. Igual ni le importó y desechó los pedazos en la basura.
Echó su cabello para atrás y lo recogió en una coleta mientras se dirigía a la sala de estar donde se encontraba Milo.
—Esta vez sí rompí uno de tus platos, lo siento— se quedó de pie, observándolo— Te pagaré ese, y todos los platos rotos que "rompí" cuando Harmonía te visitó.
Milo estaba con unos cables en sus manos mientras se concentraba en un artefacto muy extraño ante los ojos de su compañero.
Camus esperó una respuesta pero no la obtuvo.
—Los traeré apenas pueda—terminó por avisar.
—Bah, los platos no me interesan— le restó importancia a la situación y siguió concentrado unos segundos más. Terminó por conectar uno de los cables en el televisor, y sonrió— ¿Una partida?
El chico le mostró un inusual control cerca suyo, incitando a que lo tomara, pero en realidad nunca había visto uno parecido.
—¿Una qué?
—¿Juegas?—preguntó.
—No. Tengo veinte años.
Milo lo miró confundido por unos instantes hasta que entendió que, al parecer, Camus había tomado su pregunta tan literal.
Soltó una sonora carcajada, ganándose una mirada molesta por el contrario.
—¿Qué es tan gracioso?
Milo paró de reír y tapó sus labios con una de sus manos, lanzando una mirada divertida.
—Es una consola, Acuario. Cuando te pregunté si jugabas, no lo dije literalmente, me refería a que sí querías darle una partida conmigo.
Comprendió en segundos de lo que se trataba aquel artefacto. Era una simple diversión tecnológica para los jóvenes, una que él nunca había visto, pero que por alguna razón Hyoga siempre le había pedido.
—Ah...— respondió avergonzado.— No, la verdad es que no, deserto la idea, gracias— respondió.
—¿Tienes miedo que te gane?— sonrió ladino.
Camus frunció el ceño.
—No es eso. Yo... Conocía la existencia de esas cosas pero nunca había visto una.
—¿Y eso qué?
—Si eres lo suficientemente listo, se supone que debiste haber captado mi respuesta— se cruzó de brazos— No sé jugar, por lo tanto, no, gracias. Ahora iré por unas...—
—Eso es lo de menos— lo interrumpió.
Sin dejar que reaccionara como debía, lo tomó por la muñeca y lo jaló hacía él, obligándole a sentarse en el sofá. Dejó uno de los controles sobre sus piernas y tomó el suyo.
—¡Milo!— reprochó— Ya te dije que no sé jugar. Ni si qué se para qué sirven todos estos botones. Olvídalo, lo único que haré es el ridículo frente a ti al no saber cómo se maneja esta cosa. ¿Eso es lo que quieres, no?— le dedicó una mirada de reproche, adivinando sus intensiones.
El escorpión rodó los ojos.
—Ay por el amor a Athena, no seas llorón y cállate, solo quiero divertirme un rato. Tú deberías hacer lo mismo.— le miró— Además... ¿Qué no ves que ésta es la única competencia que ahora hay entre nosotros? Ándale, cómo en los viejos tiempos. ¿O acaso eres un inútil?— preguntó lo último con gracia.
Por más que quiso negarse, el brillo especial en los ojos de su contrario, le hizo reír internamente y sentirse enternecido por su actitud tan infantil, que a pesar de sus veinte años y ser un muchacho, parecía no querer abandonarle.
—Ja, estás hablando con Camus de Acuario. ¿Qué esperabas? No soy como tú— sonrió altanero.
Milo sonrió para sí, era bonito ver que todas esas tradiciones aún quedaban vivas.
—Entonces cierra la boca, y empecemos.
Escorpio le explicó las bases esenciales del control y para qué servía cada botón del mando. Aún con muchas dudas en su cabeza, Camus se atrevió a intentarlo y siguió las instrucciones que le había dado.
Pasaron varios minutos en silencio pero tensos por el resultado en la pantalla. A pesar de saber perfectamente que no sabía jugar del todo bien, considerando que era su primera vez, se negaba a perder frente a Milo, pero era casi imposible, su compañero solía jugar muchos videojuegos, aveces hasta con Aioria, era obvio que le ganara.
Y no lo quería aceptar.
—Ya ríndete Acuario— lo miró de costado con burla, al ver como el chico en verdad se estaba esforzando.
—¿Rendirme? ¿Qué es eso?— preguntó sarcástico.
Pasaron los últimos minutos con empujones en el propio sofá, y comentarios que hacían sacar de casillas al Acuario. Aunque después de todo, ambos la estaban pasando bien.
—Gané— sonrió victorioso.
—Hiciste trampa o algún truco que yo no sé porque soy muy ingenuo en estas cosas. Sea como sea yo no sé jugar y el resultado que obtuve no estuvo tan mal para considerar que fue la primera vez que lo hice. Ya disfrutaste así que me voy.
Milo rió con gracia porque se notaba que se había cabreado.
—Venga ya, no seas gallina— le dijo.
Camus se levantó sin decir nada y se dispuso a ir a la cocina, sin embargo fue detenido nuevamente por una mano.
—¿En verdad te enojaste?— bajó su mirada hasta los ojos azules que le miraban con curiosidad y pizca de asombro.
En realidad no. Ni siquiera él sabía.
—No. Solo me molestó perder.
—Es lo mismo.
—Exacto.
Milo pareció pensarlo por segundos hasta que una idea iluminó su mente. Quizá sería buena, quizá no, pero no perdía nada con preguntarle.
—Veamos una película.
Mas que una pregunta, sonó a mandato. No obstante, Camus le dio una mirada de confusión por la repentina idea, que aunque no sonase mal, le había extrañado que saliera de la nada.
—¿A qué viene eso?
—No lo sé, ¿Quieres o no? De igual forma no hay mucho que hacer en el templo.
El francés observó a su alrededor, odiaba admitirlo pero era cierto. Todo estaba en orden, contrario a lo que su mente se imaginó.
Podía ser un templo lleno de basura y ropa tirada por todos lados, quién sabe que otras cosas se le habían pasado por la mente que ahora no recordaba. Pero le había juzgado mal, porque nada de eso era cierto.
La cocina, antes de utilizarla, toda estaba en su lugar, perfectamente limpia y con variedad de alimentos en la nevera, nada comparada a la comida chatarra que pensó que tendría, su cuarto no tenía nada más que las cosas normales que cualquier otro, con la ropa bien doblada y la sucia tirada en el canasto, la sala de estar estaba limpia.
Increíblemente no tenía ninguna queja.
—¿Qué no tienes que ver a tu amiga Harmonía?— escupió con desagrado.
—No. Ella viene más tarde.
«Maldito insensible» una vena de enojo recalcó en su sien.
Igual no iba a perder una oportunidad como esa solo por orgullo. Tampoco iba a dejar que aquella muchacha le apartara por voluntad propia.
Después de todo no puso resistencia y se dignó a observar la película. Preguntó de que se trataba pero Milo solo le dijo que era sorpresa, a lo que no supo reaccionar con curiosidad o miedo, porque la verdad es que no sabía qué tipo de cosas le gustaba ver al Escorpio.
Podía haber tanta variedad en una persona, que se le hacía imposible calcularlo todo. Desde lo más cliché como películas románticas, a lo salvaje como de terror o violencia. Personalmente le gustaban más las de drama, pero no se iba a oponer a la película que fuese.
—¿Alien versus depredador?—preguntó al ver el título que aparecía en la pantalla.
—Me gustan este tipo de películas. Y si a ti no te gusta, me vale— respondió. Ganándose una mirada fría— Solo bromeo.
La película siguió su rumbo y ambos se encontraban a una distancia más lejana de lo usual, siendo una película de acción debería haber comentarios pausados, y los habían, pero no era lo mismo, cada uno estaba en el final de cada esquina del sofá que compartían, como si el centro de éste estuviese ocupado por personas fantasmas o algo parecido.
Mientras Camus veía atentamente la cinta e inconscientemente su rostro expresaba lo que le hacía sentir la película, ya fuese asombro, o asco en ciertas escenas, Milo lo veía a él, observándolo con incógnita.
Camus podía ser la persona más fría e inexpresiva ante los demás, pero cuando se daba a conocer mejor, era una persona totalmente diferente. Y no sabía si ya le había afectado ese lado sensible de él, pero ya no le veía con el mismo odio de antes. Lo único que podía asegurar era que le gustaba ver sus expresiones cuando se enojaba, pelear verbalmente con él, pero por estupideces y no como antes. Su definición de odio había cambiado desde que sintió como su corazón se rompía, y no románticamente sino era algo más... Cercano a ello, como sensación que no podía describir.
Quería molestarle hasta hacerlo enojar, pero también quería saber qué significaba aquél malestar. Aveces el deseo de besarlo le entraba, pero era eliminado rápidamente por una sensación de dolor en su pecho, por lo que se retractaba al instante y volvía a su sentimiento de desagrado.
No sabía que sentía por Camus, y todo se le hacía confuso.
Sonrió inconscientemente al notar que había dado un pequeño salto con la escena que se le presentó a continuación.
—Ugh que asco— murmuró el aguamarina.—¿Milo por qué él...? ¿Qué tienes?
Preguntó con preocupación al ver que su compañero tenía su mano enterrada en el pecho, como si estuviera sintiendo los latidos de su corazón.
—¿Tienes un dolor? ¿Necesitas ayuda?— se acercó a él.
Colocó una de sus manos sobre su frente, verificando la temperatura y que no estuviese pasando por los dolores que le dieron días atrás.
—Camus... ¿Por qué?—preguntó.
—¿Por que, qué?— repitió más confundido.
—Siempre estuve consciente de que te odiaba, o eso creía hasta qué... Haces que me sienta así. Es extraño porque desde que conocí a Harmonía las cosas han cambiado. Mis sentimientos hacia ti se volvieron confusos, y cuando miro a ella es como... Un deja vù... ¿Qué me está pasando? ¿Me estoy volviendo loco?
Dirigió sus mirada a sus manos, si es que estaba bajo el efecto de una droga, o todo era un simple sueño, pero no, negativo.
—Milo...
Su voz salió con tristeza, porque todo aquello no podía ser real. Le exigía a los dioses que todo fuese un sueño, y que para su propio bien, las cosas volviesen a como estaban antes. Porque ahora, su corazón latía más fuerte que los días pasados, y eso no era bueno, para sus sentimientos no lo eran.
—Camus, en verdad esto es desesperante.
—Ni que lo digas.
Intercambiaron miradas por unos segundos, perdiéndose en los contrarios del otro, mientras el mundo desaparecía a su alrededor, no había nada que fingir entre ambos. Sabían que esa tensión se debía a algo que les unía pero, ¿Qué era exactamente? Podían simplemente tratarse de la mierda como les era normal antes y seguir sus vidas. Pero cuando se miraban a los ojos, era como volver al pasado, era cómo ir a un mundo alterno donde los dos habían permanecido juntos sin interrupciones, y eso se les hacía imposible. Pero a la vez tan... Interesante de comprobar.
Ante la mirada de Milo, podía ver a un joven de cabellos rubios que le miraban con dulzura, pero cuando pestañeaba una vez más, veía el rostro de Camus, mirarle con confusión y desconcierto.
No dijeron nada, no necesitaban nada para decir lo que querían, o lo que sus mentes estaban dispuestas a aceptar. Sus respiraciones se entremezclaron al acercarse un poco más, sintieron un leve cosquilleo al chocar la punta de la nariz sobre la contraria, podían rozar un poco más sus labios y seguir siendo una acción que ansiaban por completar.
Milo observó a Camus con los labios entreabiertos, mirando sus labios y nuevamente sus ojos, repitiéndose que estaba haciendo por su vida.
No se necesitó nada más, encajaron sus labios uno sobre el otro, uniéndose como si estuviesen hechos el uno para el otro, la suave sensación les hacía querer seguir. Porque aunque Milo ya hubiese besado un par de labios perdidos, no había nada mejor que notar como encajaban sobre unos que el decía odiar.
Camus cerró sus ojos y se dejó llevar por el beso, uno que estaba totalmente consciente que le había prohibido a Milo. Pero qué sin embargo, ahí estaba nuevamente.
—Milo... Hay algo que debo confesarte—. Susurró, aún muy cerca de él. Miró los ojos que le espiaban cansinos y devolvía su mirada a sus labios.— Yo hace tiempo que te...—
El leve golpe de la puerta le hizo separarse bruscamente, como si el que los encontraran en esa posición, más cerca de lo usual, fuese malo.
—Adelante— gritó para que le escucharan.
Por otro lado Camus volvió a la esquina del sofá, reprochándose así mismo lo que estaba apunto de confesarle a Milo. ¿En serio lo iba a hacer?
—Hey, que tal, Harmonía— saludó el escorpión con su típica alegría.
«Maldito ingenuo»
Pensamientos ajenos.
—Me alegra verte Milo— la chica hizo una reverencia— Y... Camus.
«Maldita hipócrita»
El Acuario se levantó sin decir media palabra y se dirigió a la cocina. Necesitaba aire, agua, todo lo que podía hacer que su mente se distrajera y se tranquilizara.
La joven sonrió discretamente y tomó asiento cerca del guardián del templo.
—Hay algo que he querido hacer y llegó la hora...— murmuró con una sonrisa.
Por otro lado, Camus agarró un vaso de agua y lo bebió casi al instante, tratando de tranquilizarse y pensar en cosas que no fuesen desenmascarar a Harmonía.
Pensó en el beso reciente, y llevó una de sus manos a sus labios, delineándolos. Todo el poder que podía ejercer un simple beso. ¿En serio le iba a confesar que le quería?
¿Y después qué? ¿Qué iba a pasar?
Soltó un largo suspiro y se dirigió nuevamente a la sala, sin percatarse del escenario que vería a continuación.
Paró su andar y sus brazos cayeron a cada lado de su cintura. No obstante su rostro expresaba neutralidad.
La chica se abalanzó sobre Milo y lo besó, como había querido hacer desde siglos.
Camus miraba con neutralidad la escena, aunque por dentro sus peores enemigos le estuviesen recalcando la palabra idiota como una canción.
Bajó su mirada al suelo y dejó que su flequillo le tapara, sonriendo con tristeza se encaminó a la pared más cercana y se recostó sobre ésta.
¿Por qué... Le dolía tanto, si se suponía que todo era una farsa? Ah sí, porque aquella persona, y sus labios, no le pertenecían.
Y probablemente nunca lo harían.
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[ C O R R E G I D O ]
Hola bebés, quiero confesarles que sentí que ya había perdido el toque de la escritura por tantos días sin actualizar, lamento si el capítulo se ve o se lee raro, pero en verdad me costó mucho escribirlo, empezando porque no tenía inspiración y los exámenes me extraen todo:[
Nuevamente debo agradecerle a cada lector que se toma la molestia de leer el capítulo, es más, para los que siempre me comentan y dejan su Review:
¿Qué van a querer para navidad? ❤️
Recuerden que todo ese cariño es bien recibido, y a lo último de la historia habrá un gran agradecimiento para cada uno de ustedes, ya anoté quienes son beibis jajaja.
También quiero mencionar a una persona que se hizo muy especial en mi vida, que me brinda su apoyo incondicional no importa qué, y que no sé si estará por ahí, pero la menciono porque lo merece: roargulus
Vales mil nena, no sabes de todo el aprecio que te tengo ❤️ anuma pero espera que habrá amor para más adelante.;)
Mil gracias por sus votos y los lectores que han llegado hasta acá, los aprecio muchísimo. Cómo de costumbre, los estoy leyendo!
Gracias por leer! ✨
—Moondust
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