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Capítulo 29: Manzana

Incluso con todo el frío de la noche, Camus se negaba a devolverse al octavo templo. La amistad con Shura siempre había prevalecido intacta desde que fueron unos jóvenes santos de oro y no se iba a permitir que fuera quebrada por un simple malentendido.

¿Malentendido? ¿Qué tenía que explicarle? ¿Qué lo que vieron sus ojos, era lo correcto? ¡No! ¡Nunca lo sería!

Antes de entrar al templo de Capricornio soltó un suspiro con angustia. Conocía a la perfección la actitud de Shura, y él no era una persona que se dejara guiar mucho por sus sentimientos, quizá sí, pero los sabía controlar a la perfección. Y algo que fortaleció aquella amistad, fue la actitud tan parecida que compartían. No eran impulsivos como cierto escorpión, y a diferencia de éste, podrían dialogar y conversar lo sucedido sin necesidad de gritos.  

Shura no estaba enojado. Seguro era por su sexto sentido, pero podía asegurar que no era así.

O eso era lo que quería creer.

Llamó a la puerta con dos toques, esperando alguna señal de adentro que le confirmara que podía pasar.

Sin embargo, fue recibido por el mismísimo español.

—¿No es algo tarde ya?— Preguntó de costado.

—Shura por favor, déjame hablar contigo—expresó con seriedad.

—Camus en verdad no pasa nada, si no me dijiste desde un principio yo entiendo qué...—

—Deja de parlotear y escúchame. Porque te conozco muy bien, y puedes aparentar que todo te es indiferente pero yo sé que necesitas una razón. Y si mis instintos no fallan, no estás enojado— entrecerró sus ojos.

—Tienes razón. Estoy muy enfadado contigo, y el que no lo aparente no significa que no lo esté.

El francés le dedicó una mirada acusatoria, tratando de adivinar lo que estaba pensando en ese mismo instante. El Capricornio podía ser muy reservado con sus cosas, pero de lo que no se salvaba era de su amistad con Camus, que a pesar de haber iniciado con una extraña charla, que por cierto aún recordaba y atesoraba más que nada, era el único que podía leerlo y sacarle la verdad en unos segundos.

—... Bueno no. Pero no te confundas. No podré estar enojado, pero si estoy decepcionado Camus. Estoy muy decepcionado y como sabes leerme a la perfección, te darás cuenta que digo la verdad.

Había dado en el clavo.

No estaba enojado, pero si decepcionado, que si lo pensaba con detenimiento, era peor.

—Hablemos de esto adentro— sugirió.

El pelinegro verdoso dio una largo suspiro, pero no negó su entrada.

—¿Quieres un té o algo?— preguntó una vez que llegaron a la sala de estar.

Camus negó.

—Bien entonces... Soy todo oídos— se cruzó de brazos.

El francés jugó con sus manos unos segundos, nervioso por lo que le diría a continuación. Y no solo por cómo lo haría, sino que también habían muchos factores. Cómo empezaba, con qué, y a pesar de que la comunicación de los dos chicos era muy buena, le daba cierta vergüenza contarle lo que pasó con Milo.

Shura era más que conocedor del tormento de su mejor amigo, por ello no tenía problema cuando Camus quería contarle algo pero al final no podía, y como todo buen amigo, él mismo lo deducía.

Pero aquello, era imposible de suponer.

—Por muy increíble que parezca y mis heridas fueran más que obvias, quiero recordarte y dejarte claro que Milo no tuvo la culpa. Ese es el primer punto— le miró— Después de despertar, me llevé la grata sorpresa sobre la... Decisión de Saori. Una que hasta el momento solo Leo, Sagitario y Aries conocen. Ella no quiso comentarlo con los demás porque temía que sus reacciones fueran parecidas a la que tú tuviste, o incluso peor. Eso porque aún no aclaraban el malentendido con Milo— paró unos instantes, recordando cómo había pasado todo— Nos obligó a convivir juntos de nuevo, a espaldas de todos ustedes para evitar problemas, y más contigo porque me contaron que reaccionaste de muy mal carácter cuando te enteraste de lo sucedido— sonrió de lado.

Shura solo desvió la mirada incómodo.

Reconocía que se había precipitado demás cuando le habían dado esa terrible noticia.

Específicamente con el culpable.

—Es por eso que nadie sabe de mi estadía, Shura. No fue hasta que tú mismo te diste cuenta de ella.— articuló—No quiero que pienses que yo lo oculté porque quise, y desconfío de tí. Es que... simplemente no tenía otra opción. Perdóname.

El español lo miró por breves segundos, era más que verdad. Camus no le mentiría de aquella manera, ni si quiera tenía una razón para hacerlo.

Aunque...

—Aún no me explico cómo eso afectó para que terminaras debajo de Milo— le sonrió con picardía— Venga ya, Camus. Estás loco por Milo y no eres capaz de decírselo.

Aquello lo tomó por sorpresa, a lo que se giró avergonzado.

—No digas cosas de mal gusto, Shura. Si piensas que yo lo haré, vete olvidando de ese cuento—refunfuñó—. Aunque...—meditó un poco, preguntándose si era necesario contarle. Al demonio con todo ya no le importaba— Sí tengo algo que confesarte.

—Estoy listo para lo que sea.

—Es muy impactante, y vas a golpearme.

—Oh vamos, nada puede hacer qué...— fue interrumpido.

—Me besé con Milo.

Se hizo el silencio.

Si Shura hubiese estado bebiendo algo en ese momento habría escupido de la impresión que le había generado esa confesión. A cambio de eso, casi se atraganta con su propia saliva.

—¡¿QUÉ?!— exclamó una vez que pudo salir de su pequeño trance.

—¡Te juro que no sé qué me pasó! Por Athena, no sé qué rayos hice, solo me perdí en su labios cuando me llevaba la contraria y no pude controlarme— hablaba con rapidez, mientras ocultaba su rostro en ambas manos— Fue inevitable y él... Anteriormente fue el que me besó primero.

—¿Estás hablando en serio?— preguntó asombrado.

—Con toda la sinceridad. No sé porqué lo hizo. ¡Se supone que me odia! ¿Por qué demonios haría algo como eso?— se dejó caer en el respaldar del sofá sofocado. Estaba pensando seriamente irse a vivir a otro lado que no implicara verle más—. Solo me dio a entender que ya no me detestaba tanto como antes... ¿Cómo se supone que debería sentirme?

Shura lo miró con pena. Sabía a la perfección cómo debía sentirse Camus, él le había tocado pasar por algo un poco parecido, y no pudo dormir tranquilo por más de dos semanas. No obstante, lo de su mejor amigo era más complicado.

—¿Lo besaste de nuevo porque el te besó primero?—preguntó. Aunque no debía darle muchas vueltas al asunto.

Ya suponía la respuesta.

—¿Tonto verdad?— sonrió— Shura, yo sé que nunca voy a tener una oportunidad con Milo, pero por un momento me gustaría mandar todo al diablo y besarlo infinitas veces.— confesó.

El contrario le lanzó una mirada divertida.

—¿Cómo es que te enamoraste de ese idiota? Es un idiota, impulsivo y te trataba mal.— apoyó su rostro en una de sus manos, mientras le veía con aburrimiento. Definitivamente tenía que ser un masoquista de primera.

Nunca lo había entendido, pero todos aquellos momentos difíciles que pasó el acuariano en sus brazos, le hacía ver que el amor en verdad era ciego.

Eso era lo de menos, porque no importaba cuántas veces saliese lastimado de las caídas. Él siempre estaría ahí para ayudarle.

—Su actitud tan decidida, tan apasionado por lo que quería que yo... Le admiraba por eso y creo que estuvo mal porque... me vi vulnerable en su propio juego inconscientemente— bajó la mirada.

—Camus... Quiero decirte que no importa cuántas veces rompan tu corazón, porque yo siempre estaré aquí, como tu mejor amigo.

El mencionado le dedicó una sonrisa sincera. Se levantó del cómodo sofá en que se encontraba y se dirigió al español.

—Muchas gracias por entenderme, Shura.

Él también imitó su acción y se levantó, hasta quedar frente a su mejor amigo. Sin mucho que hacer sólo lo abrazó con fuerza.

Sellando la promesa, de que así sería por siempre.

—Ahora vete que tengo sueño. Muy bonitas las horas en las que llegaste— se cruzó de brazos.

—Nuevamente gracias por echarme— Camus rodó los ojos.— Nos veremos en la mañana.

Shura asintió y lo acompañó a las afueras del templo, dónde hacía un frío horrible.

El Acuario se despidió de él y salió en dirección al templo de Escorpio, no sin antes dar un ligero vistazo a su templo. Cuánto lo extrañaba... Extrañaba su paz, su privacidad, sus libros, todo. Y el recordar que cierta individua se albergaba en el, su sangre hervía de cólera.

—La detesto, la detesto tanto, maldita sea—murmuró.

Sus palabras se las llevó el viento, donde quizá en un mundo alterno, sus palabras serían susurradas especialmente en su oído, y le harían sentir su propio desprecio y repugnancia a ella.

¿Cómo era que le había tomado tanto desprecio a una sola mujer? Una pregunta que no era capaz de responder, pero qué tal vez en sus más profundos sueños le iluminarían la verdad.

Llegó a Escorpio con cansancio, y no esperó mucho para llegar a la recámara de éste.

Encontró al peliazul con una expresión de total relajación, la respiración que mantenía era tranquila, su cabello estaba esparcido sin preocupación por la cama, siendo un hecho que se encontraba dormido.

—Lo que tienes de tonto, lo tienes de imprudente.— dio una ligera risilla y tomó su espacio.

Y lentamente, se dejó caer en los brazos de Morfeo.

••  ••  ••

El delicioso aroma que brotaba de la cocina, fue la culpable de despertar el apetito de Milo, quién se había levantado bien de mañana por culpa de la discusión que había en Sagitario y llegaba hasta su templo. Curiosamente ese siempre solía ser uno de los más tranquilos, pero parecía ser el día opuesto.

Una discusión que lo más seguro había despertado a más de uno.

—Buenos días— saludó a su compañero una vez que llegó al comedor.

—Buenos días— respondió él.

—¿Qué pasa en Sagitario?— guardó silencio un momento y captó como aún se escuchaba una "conversación" sin mencionar que eran gritos, a lo lejos.— ¿Quiénes son?

—Es Saga y Aioros, y de una vez te aviso que el patriarca advirtió no intervenir en su pelea. Así que cada uno en su templo.

Milo solo asintió con una expresión aún confundida. Al parecer a esos dos aún le faltaban cosas que decirse. 

Ambos siguieron en lo suyo hasta que el desayuno estuvo listo, dónde se sentaron a la mesa en silencio. Camus no sabía si Milo lo estaba haciendo a propósito pero le molestaba ese silencio de por medio. Si bien era cierto que nunca habían sido de charlar mucho, él trataba de comentarle de algún tema en interés, sin embargo parecía que el griego no estaba entendiendo las señales y respondía normalmente, ni si quiera podía elevar la conversación.

Harto de ello estuvo por levantarse y dejar el desayuno votado pero, Milo fue el primero en levantarse y dirigirse a la cocina.

Regresó al instante con dos manzanas en sus manos y una sonrisa.

—Siempre acostumbro a comer una en el desayuno— comentó.

El francés solo le miró confundido.

—Pero tienes dos— respondió lo obvio.

—Ten—. Si dejar que reaccionara le lanzó una de las manzanas que tenía a su lado, con suerte Camus pudo atraparla.— No suelo compartir mis manzanas con nadie...—explicó.

El acuariano pestañeó varias veces confundido.

—¿Entonces por qué...?

—Cómela y no preguntes— respondió irritado. No quería dar una respuesta que ni el mismo sabía.

Eso gesto había sido muy lindo de su parte, y era uno que Camus no se imaginó nunca en su vida. Se sonrojó ligeramente y sonrió, a pesar de ser un pequeño detalle le había sacado una sonrisa, alegrándole el día.

—Gracias...—murmuró. 

Su desayuno fue silencioso pero a comparación del principio, esta vez fue más tranquilo, porque aunque no tuvieran mucho que decirse, ambos sabían que no era necesario.

El silencio era testigo de ello.

Por otro lado, lejos de aquellos muchachos, el patriarca se encontraba en la gran y espaciosa biblioteca que había en el recinto principal. Rodeado de papeles, y libros fue sorprendido por Athena, que con una expresión de confusión, le preguntó que demonios estaba haciendo.

Shion tenía grandes ojeras bajo sus ojos, consecuencia de haberse mantenido despierto toda la noche, su largo y verde cabello estaba recogido en una coleta, dejando ver su rostro de cansancio. Normalmente el casco del pontífice le ocultaba gran parte de su rostro prohibiéndole a cualquiera observar sus facciones, pero esa mañana no lo llevaba, cosa que le dio intriga a la muchacha.

—¿Shion pero que demonios...? ¿Te mantuviste despierto toda la noche?— preguntó con preocupación.

—Sí...— respondió a duras penas. Obligándose asimismo no caer rendido sobre alguno de los libros que tenía abiertos.

—¿Qué estás buscando?— se acercó a él.

—Respuestas— murmuró— Athena observe esto...— el anciano de doscientos cuarenta y tres años en un cuerpo joven de veinte, se levantó de todo aquel desorden de papeles y rebuscó en uno de los estantes que había a su derecha. Una vez que encontró lo que buscaba se acercó a Saori.— Mire y dígame qué sabe de esto— Shion abrió el libro en una página específica, ya marcada.

Era el dibujo de un collar con una forma abstracta en el centro. Nada extraño para la joven qué aún no se daba cuenta de la verdad.

—¿Es un collar?— respondió dudosa.

—No es solo eso, Athena— la miró con seriedad— ¿Ha escuchado usted del collar de la diosa Harmonía?

Saori abrió sus ojos sorprendida, mientras los recuerdos le llegaban a su mente con rápidez. Claro que sí, ya lo recordaba.

—Ese fue un regalo que yo le dí en eras mitológicas— respondió ella— ¿Pero eso que tiene que ver?

—He encontrado unos escritos antiguos sobre esa joya.— tomó asiento— Ese collar trae desgracias a quien lo posea.

—Sé directo de una vez por todas Shion
— respondió ella.

—¿Acaso no le ve?— respondió con incredulidad— ¡Milo tiene ese collar! Esa es la desgracia por la cual el destino de Acuario y Escorpio no se ha cumplido.— revolvió su cabello— ¿Cómo no me di cuenta antes? Siempre estuvo frente a mis narices.

—No te precipites Shion, aún no hay que confirmar absolutamente nada, hay que dar tiempo.

—Usted no lo entiende— se giró en su dirección— Esta Harmonía es hija de la verdadera diosa... Es la que siempre ha estado detrás del signo Escorpio, lo he leído en todos estos libros Athena... ¿Acaso no está viendo la verdad? Milo siempre ha estado hechizado por algo que no le deja amar.

—Entonces esto es... No Shion, espera.— habló Saori— Harmonía ha permanecido en los campos Elíseos desde siempre, eso es imposible... Además, ¿Con qué motivo le haría daño a Milo? No tiene sentido...

—Eso es lo que aún no estoy seguro y no puedo resolver. Tampoco estoy seguro que esta Harmonía sea la verdadera.

—Lo sé, ella no desprende un aire maligno.

—Pero hay muchos factores...— suspiró el peliverde— Hablaremos con Milo después de esto, mientras tanto hay que seguir buscando respuestas.

Shion estuvo por volver a su labor de leer nuevamente todos los libros que le quedaban pendientes, sin embargo fue detenido.

—Saori...—masculló.

—Ya hiciste suficiente, Shion, ahora me toca  a mí— sonrió— Gracias.

El actual patriarca le devolvió un sonrisa.

Quizá Saori encontraría el punto de toda aquella misteriosa situación.








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[ C O R R E G I D O ]

Espero que estén súper bien mis amores, solo quiero agradecerles por todo el apoyo que me dejan en los comentarios, todo siempre será bien recibido <3

Ahora sí, el final está más cerca. Me duele dejar la historia u.u 

Alguna teoría? Los estoy leyendo! 💞

Gracias por leer! 💞

Moondust

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