Capítulo 28: Sentimientos excavados
—S-Shura...
El pelinegro verdoso estaba con su típico rostro neutral, sin embargo, había un instinto demás en Camus que le indicaba que todo aquello era una maldita broma, y que pronto comenzaría a gritarle y a mofarle de la gran mentira que al parecer, ante sus ojos, estaba tratando de cubrir.
Lo podía predecir.
—No es lo que parece...— su cerebro en blanco, le traicionó y fue lo único que pudo articular.
—¿Qué no es lo que parece? ¿Acaso me quieres ver la cara de estúpido?— señaló la posición un tanto... Incómoda en la que su actual "rival" y él se encontraban. Si eso no era lo que su gran imaginación estaba pensando, entonces no sabía de qué se trataba— No, yo creo que no.
—Shura esto solo es un malentendido— habló Camus.— Te juro que yo nunca...
—Camus mejor guarda silencio, y por favor no trates de excusarte cuando estás debajo del caballero dorado del que siempre te quejaste.
Sin decir media palabra, dio media vuelta, dispuesto a salir del templo. Antes de hacerlo se volvió a Milo con seriedad y le miró por breves instantes.
—Vine a disculparme como se debía porque literalmente, Aioros me obligó— pronunció—, Lo siento, espero que eso sea suficiente.
Y sin más, salió del templo.
Por otro lado, Camus se maldecía una y otra vez por haber caído en los estúpidos juegos y provocaciones de Milo, y quizá, culpablemente admitía que su subconsciente quería repetir aquel beso, que aunque fue muy lento, no le había dado tiempo para reaccionar como se debía.
E ahí, una parte justificable para explicar el segundo beso que compartió con Milo. Pero, ¿Por qué demonios lo había hecho? Eso había complicado más las cosas, y sin contar del gran problema que había con Shura porque ahora éste lo vería como un mentiroso o peor aún, supondría que la confianza entre su amistad no había sido la suficiente para contarle el grado de la situación.
—¡Shura, espera!— estiró su brazo en dirección a la puerta. Cómo si aquel acto hiciera a su mejor amigo volver— Esto no puede estar pasando— comentó acongojado.— Salte de encima.
Le dedicó una mirada a Milo, quién aún se encontraba arriba de él, con frialdad. Debía de cortar con todo aquel rollo si no quería llevarlo a un punto más alto, uno que después no podría detener y se le saldría de las manos.
—Ja, ¿Qué vas a aclarar, Camus? No tienes absolutamente nada que aclarar— no obstante, le cumplió su petición, y se levantó.
El acuariano ignoró el comentario y al instante de verse libre, se encaminó rápidamente en dirección a la salida del templo, con la esperanza de alcanzar a su mejor amigo, sin embargo fue detenido por el agarre del griego.
Camus viró a su dirección, exigiéndole con la mirada una respuesta rápida.
—Deberías dejar las cosas como están. No por tratar de convencerlo él cambiará de opinión con lo que acaba de ver— forzó más el agarre.
—¿Te importa acaso?
—Más de lo que tú crees— respondió ejerciendo presión.
El aguamarina apretó su mandíbula con enojo. Ese comentario lo había cabreado.
—Suéltame que me estás lastimando. ¿Qué no ves del gran problema en que me metí por tu culpa? Sé que me quieres arruinar la vida, pero te exijo que no te metas en mi amistad con Shura— forcejeó con el peliazul unos segundos, sin éxito alguno.
Al parecer el escorpión no estaba dispuesto a dejarlo libre.
—¿Que yo tuve la culpa? Ah claro, ya cayó la verdad. Solo respóndeme quién fue el que me besó por segunda vez, Acuario. Házlo y te dejaré libre.
Camus desvió la mirada con desinterés.
—No hables de más cuando tu propio juego está en riesgo.
Milo lo miró con seriedad, meditando exactamente lo que estaba apunto de pedirle.
Pero ni en sus peores sueños lo imaginó.
—Quédate— más como una exigencia, habló apenas audible.
Camus parpadeó varias veces con confusión.
—¿Qué?— repitió.
—Ya es muy tarde para que hables con él, lo más seguro es que en este preciso momento no te quiera ver. Además ¿Qué tienes que aclarar?
El guardián del undécimo templo lo miró con desconcierto.
—¿Y tú crees que sabiendo que él me debe estar odiando me quedaré sin hacer nada?— alzó su voz. —Esto es lo que tengo que explicarle, esto no estuvo bien. Empezando por el primer beso que me diste. ¿Por qué le hiciste?
Por más que Milo le insistiera sobre la 'verdadera' justificación, se le hacía completamente ridículo, pues sabía de sobra que meses atrás no habría soportado un mínimo roce de su persona, y un beso ya era mucho para explicar.
—Ya te dije que...
—Eso no es una buena razón Milo, no me salgas con eso. Ambos sabemos que ni tú, ni yo, habríamos compartido un simple roce de casualidad días atrás, porque perfectamente tú me habrías golpeado por ello. ¿Ahora pretendes que te crea que ese beso fue para comprobar quién es mejor besando?— preguntó con sarcasmo, y enojo— No soy un idiota.
Milo frunció el ceño.
—¿Y que hay de tí? ¿Por qué me besaste por segunda vez? ¿O me vas a salir con que "estar a mano"?— preguntó incrédulo— No me taches de culpable cuando tú también tienes gran parte de culpabilidad.
—Pues... No. No realmente— confirmó— Pero admito que fue un error, un error que no debió pasar.
Finalmente se soltó del agarre bruscamente y le miró desafiante.
Ya no importaba absolutamente nada, en ese mismo instante estaba dispuesto a desobedecer las órdenes de Athena, le importaba poco que sus compañeros se enteraran de su verdadero paradero. Ya no le importaba desafiar a su gran amor oculto.
Era un santo de Athena, ganó la armadura de oro a una corta edad, le había enseñado sus principios de adolescente al rubio cuando éste apenas era un niño, lo entrenó con el propósito de que el chico se volviera un santo de bronce. Siempre le había enseñado que la sensibilidad era la peor enemiga en batalla, que no tenía sentido ser piadoso con su contrincante, y que nunca se dejara guiar por sus instintos. ¿Entonces qué demonios estaba haciendo en ese momento?
—¿Entonces cuál es tu excusa, Camus? Y no trates de buscarla en alguno de tus malditos libros.
—Yo no necesito buscar una respuesta en ningún libro cuando ya la tengo, Escorpio. Mis impulsos salieron al aire una vez, pero te aseguro que otra segunda vez no volverá a pasar.— respondió con dureza— Fue un error como cualquier otro. Así que olvídate de todo lo que pasó, del beso, del simple hecho que correspondí. Solo olvídalo maldita sea.
—No Camus, esto no es simplemente de olvidarlo. ¿Por qué? ¿Por qué eres así?
—¿Por qué soy, cómo?— Camus relajó sus facciones, observando como la seriedad de Milo iba por otro rumbo, muy raro viniendo de él.
—Esto no es reciente, y lo sabes.—continuó— Siempre te he odiado.
Camus frunció el ceño, entonces no había cambiado. No. Ni si quiera se había tomado la molestia de decir algo que él no supiera.
Estuvo por contestarle pero sus palabras la robaron el aliento ajeno, quién proseguía en querer hacerle sentír lo que hacía poco descubrió en su corazón, o quizá, mucho tiempo albergaba pero por incitación y mano de dioses, le habían privatizado de conocerlo el mismo.
—Siempre has provocado este efecto en mi, pero ahora solo es más... Confuso— terminó con la cabeza gacha, y un sin fin de emociones.
—¿A qué te refieres?
Por mucho que el francés se encontrara en sus más altos cinco sentidos, no entendía las palabras de Milo, no era el simple hecho de ser confusas, a parte de eso, había un mensaje que no se descifraría tan fácilmente.
Al menos no hasta que sus labios y su corazón estuvieran por sentir y pronunciar tales palabras.
—Te agradezco mucho cuando bajaste mi fiebre. Me hizo darme cuenta de muchas cosas.
—¿De qué estás hablando, Milo?
—Entre ellas... Qué tú no me odias— le devolvió una mirada, mirada que el mismo francés tuvo la dicha de perderse en aquellos ojos por breves segundos, no pudo traducir.
—¿Milo, te encuentras bien?— preguntó, al ver como el peliazul no reaccionaba con su típica actitud egocéntrica y valeverguista.
—¿Por qué no lo haces?
—¿Él que?
—Odiarme.
Eso le tomó por sorpresa, pero sin titubear o dudar de sus palabras, le respondió.
—Porque no lo mereces.
Milo soltó una carcajada.
—No te hagas, tú sabes mejor que nadie que merezco más que eso.
—Porque no es algo que mi corazón sienta.— se sinceró— Ciertamente mereces que te pase de todo, por ser un idiota lengua larga que habla de más, pero Milo... Yo nunca te odié, y sinceramente es algo que nunca podré hacer por más que quiera.
Esta vez fue turno del Escorpio de sorprenderse. Sus palabras como tales le habían caído con gran peso en su orgullo y subconsciente.
Camus tenía otra faceta, no era el odioso malhumorado y mal cogido que él creía que era, al contrario de eso, pudo mirar a través de su alma, de los labios que se atrevieron a decir la verdad, de la mirada profunda pero sincera que le daba.
De su actitud.
—Sé que tú me has odiado desde siempre Milo, y por tu bien, y por mí bien, te recomiendo que no volvamos a dar ese tipo de "luchas" para ver quién es el mejor— explicó— El beso significó autosuficiencia y quizá un logro para ti, pero para mí...— No. No era correcto decirle lo que siempre había sentido por él, no era apto darle a conocer que le gustaba, que lo quería.— Solo no quiero que se vuelva a repetir, si quieres demostrar tu desprecio hacía mí, házlo con un puño cerrado pero no con un beso. Un golpe dolería menos que un beso que se da con rígidez sin valor alguno.
—Yo ya no...—comenzó Milo, buscando las palabras exactas para el momento— No puedo decir que ya no te odio porque eso ha de ser ridículo pero... Estoy seguro de algo. Y ni tú, ni nadie podrá confundir.
—Entonces dime qué es.
—¿Crees que yo besaría a alguien que odio? No me respondas, y cuestiónalo solo.
Pareció pensarlo unos instantes hasta que se atrevió a preguntarle.
—¿Entonces por qué...?
Milo robó sutilmente la pregunta de Camus con un agarre en la muñeca de este último. Lo tomó del brazo y lo acercó hasta donde estaba él. A más cercanía, a más roces que compartían indirectamente, a más compatibilidad escondida.
El guardián del octavo templo lo tomó por el mentón, obligándole a que le mirara.
Ambos guardaron un minuto de silencio, el único ruido que había era el de sus respiraciones tranquilas. Camus temía que los latidos de su corazón pudiesen ser escuchados al exterior por su nerviosismo. Sin embargo, eso no dependía de él, Milo lo tenía prisionero en su propio espacio personal.
No hizo nada más que observarle, mientras era inspeccionado por el griego.
Milo se halló perdido en su rostro, en sus largas pestañas que inconcientemente se atrevían a chocar con sus párpados, en sus extrañas pero únicas cejas, detalle curioso de ellas, en sus finos labios, en todo. Había algo, algo más allá de todo eso que le indicaba reconocimiento, y un deja vu molesto que se incrustaba en su mente.
Estaba tan perdido en los ojos violáceos de Camus, preguntándose cómo era posible odiarlo.
Él ya no tenía la respuesta.
—Milo, te dije qué...— cerró sus ojos con fuerza al notar las intenciones del escorpión.
El mencionado se acercó lentamente a él, uniendo cada vez más sus respiraciones.
Esperó por un sonido, un latido... Algo...
Pero.
—A pesar de que me pediste no volver hacerlo, tu debilidad se reluce con el último aliento, Acuario— sonrió con burla— El último aliento de un beso esperado.
El aguamarina abrió lentamente sus ojos para encontrarse con unos que le miraban divertidos pero con un deje diferente al que siempre habían tenido.
Unos que le miraban fijamente pero sin rencor alguno.
—Milo... Esto tiene que ser una maldita broma— rió con amargura— ¿Desde cuándo? ¿Desde cuándo cambias tu actitud que ya estaba acostumbrado a percibir, por una indescifrable? No te estoy entendiendo en lo absoluto.
—Yo tampoco lo hago— suspiró.
Ambos chicos guardaron silencio por un segundo, tratando de meditar exactamente qué demonios había pasado entre los dos... Pero se les hacía imposible.
—Yo... Debo ir con Shura, no puedo esperar hasta mañana, lo siento pero no— Camus jaló su cabello con un poco de sofocación por el ambiente, para después dirigirle una mirada a Milo— A sido lindo charlar sin gritos...
Después de aquello, tomó algunas prendas que le servirían para cubrirse del frío de la noche, hasta subir a Capricornio, con quién tenía una charla pendiente.
El griego aún con recelo le dedicó una última mirada, y sin pensarlo mucho, se dirigió hasta su cama, tratando de recuperar el sueño que anteriormente le había dado en plena ducha.
-----------------------------------------------------
[• C O R R E G I D O•]
Disculpen si el capítulo tiene errores gramaticales, ortográficos o que simplemente está del asco.
Muchas gracias por el apoyo que siempre recibo mis amores ❤️
Todo comentario es bien recibido así que no teman por dejar uno, créanme que hay varios que me sacan una carcajada 😂
Sin más, gracias por leer 💞
—Moondust
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro