Capítulo 27: Costumbres
Con el propósito de conocerla un poco más, el caballero de Escorpio invitó a la nueva inquilina del santuario por un delicioso helado a rodorio. No había necesidad de aclarar que no era por coqueteo.
A pesar de reconocer la belleza femenina que portaba, no veía correcto iniciar una relación con la chica, primeramente porque para él, las mujeres eran un dolor de cabeza que no estaba en condiciones de aguantar, y aunque Harmonía fuese muy linda y tierna, no se le apetecía, no porque no la deseara, simplemente la empezaba a ver cómo una amiga más.
Y segundo, porque él era un santo de Athena, y su corazón le pertenecía a su diosa, aún no se veía capacitado para iniciar una relación fuera del santuario.
Obviamente que sí le llamaba la atención por tal apariencia, ella era una chica preciosa de blondos cabellos y piel nívea, casi sacada de revista, su cintura bien delíneada con caderas anchas que le pintaba la vista a cualquier persona un aire de mujer madura.
—¡Me encanta este sabor de helado!
Milo le devolvió una sonrisa amistosa mientras él también degustaba la nieve de su sabor favorito, el chocolate.
—Harmonía dime una cosa, ¿Por qué los pueblerinos te estaban abucheando aquel día?
Ambos pararon de golpe frente a una fuente, la mirada de Milo era curiosa pero para Harmonía era como si de repente estuviese en un confesionario.
Tragó saliva nerviosa, sintiendo como su boca se empezaba a secar. No quería hablar de eso, no porque se le hacía incómodo, sino porque eso implicaba revelar su identidad y eso era lo que estuvo evitando desde que había llegado al santuario.
—Defendí a una gitana estafadora para que huyera, y todos me tacharon de su cómplice— mintió.
—Oh vaya, pero esa no era una razón para golpearte... ¿Aún tienes las marcas?— inspeccionó.
—No, gracias por preocuparte.— sonrió.
El griego asintió con seguridad y con un gesto le indicó que siguieran disfrutando del paseo.
Ambos siguieron conversando sobre sus vidas. En especial él, ya que la chica se limitaba a hablar de su vida personal por obvias razones, éste aprovechaba para contarle anécdotas graciosas y hacerla reír.
En un minuto de silencio Harmonía miró con detenimiento su perfil. A decir verdad la contextura de los ojos, y las cejas se le hacían muy parecidas al Escorpio del siglo diez, a ese que la había tenido loca de amor por tanto tiempo, a ese culpable que le había rechazado y por eso se debía toda su obsesión.
Milo no solo poseía características similares al primer santo dorado que hubo en toda la tierra, su mandíbula era simétrica con las generaciones anteriores. Y ni hablar del gran parecido que tenía con el reciente caballero de escorpión, Kardia.
Uno que también la había rechazado por un joven de cabellos verduzcos y ojos violetas. ¿Y adivinen qué?
Era Acuario.
—Milo... ¿Tú haz escuchado del nombre «Alexander»?— preguntó fuera de conversación.
El mencionado la miró con desconcierto. Por supuesto que lo había escuchado, ese nombre lo tenía en su cabeza desde que comenzó a delirar con la fiebre.
—¿Por qué... Me preguntas eso? ¿Qué sabes de ese nombre?
Entonces si lo sabía...
—Si lo has escuchado, es porque yo sé quién es—. miró al suelo.
—¿De verdad? ¿Y quién es?— preguntó sorprendido.
Harmonía se colocó enfrente de Milo, interrumpiendo su andar y obligándolo a mirarla, como la primera vez.
—Alex... Yo sé que estás aquí. Solo quiero hablar contigo—la delgada mano de la joven se posó directamente en el corazón del Milo.
—... ¿Harmonía?— preguntó extrañado.
No tardó en formular su desconcierto, cuando su corazón comenzó a responder nuevamente con ligeras punzadas.
El sentimiento de miedo, uno que Milo carecía, le invadió. No quería pasar de nuevo por esa situación. ¡Y justamente en rodorio! Él conocía muy bien su capacidad, y sabía que esta vez no la aguantaría.
—Harmonía... Me empiezo a sentir mal creo qué es mejor regresar al santuario— arrugó la camisa entre sus manos, presionando su pecho.
La rubia lo llevó a unos asientos que habían cerca del parque por dónde justamente pasaban. Le obligó a calmarse y a mirarla.
«¿Qué demonios está pasándome?»
Sintió como el peso de su cuerpo iba en aumento, sus visión comenzó a fallarle, y lo último que su visita le permitió observar, fue la dulce sonrisa de la chica.
Después de qué Harmonía se asegurara que el que estaba delante de ella, no era el actual caballero de Escorpio, habló.
—Tanto tiempo sin vernos, mi amado Alexander...
Las pupilas del griego estaban dilatadas, tanto así que solo el iris era lo único que se mantenía en su mirada, una que estaba perdida, carecía de visión, similar cuando Shaka había privatizado al trío de traidores de la vista.
—Ni pasando diez siglos dejas de atormentar a los santos de Escorpio, ¿No es cierto?— su voz no era la misma, era un poco más grave. Ese no era Milo.
—No digas eso mi amado... Yo aún estoy esperando el siglo en el que al fin estemos juntos. Y será con este chico.
—Déjalo en paz. Él nunca va a corresponderte, como yo nunca lo hice.
—¡NO! Él me amará... ¡Él comenzará a amarme!
—No te amará nunca, Harmonía, por más que lo quieras. Él ama a otra persona.
Furiosa, la chica le dio una cachetada, testigo de la ira que sentía por dentro. La ente que estaba en el cuerpo de Milo, no le provocó ni el más mínimo efecto.
—¡Cállate! ¡Cállate! Estoy segura que es de nuevo por Acuario, pero de algo estoy segura y escúchame bien, Alexander. ¡Acuario no se saldrá con la suya!—apretó sus puños.
—Eres egoísta y avariciosa. ¿Ya entiendes por qué no te correspondí? Olvida tu odio, tu rencor. Ellos, nunca tuvieron la culpa de tu locura.
Harmonía estuvo por contestarle de vuelta con una grosería más recordó el estado actual en el que se encontraba Camus.
Y eso le hizo reír.
—No hables mucho querido Álex, Camus de Acuario es odiado, destestado, ésta vez será diferente—. Regocijó.
—No te creas, que el beso de esta mañana no confirmó que eso fuese cierto.
Silencio.
_... ¿Qué?
[• 🍍 • ]
Camus daba vueltas en un círculo desde hacía más de una hora, buscando una solución y un calmante que no fuese ir directamente a Capricornio y contarle lo que había pasado en la mañana con Milo.
Pero, ¿Cómo rayos lo iba a hacer? Estaba en una crisis existencial de una buena decisión. Una, podía mandar todo al diablo e ir hasta Shura, o dos, guardarse para sí el millón de pensamientos y emociones que tenía en ese momento.
Pero a como estaba la situación, estaba completamente consciente que Shura no quería ver a Milo ni en pintura y si le contaba del beso entre ellos, pues... Ya veía el escándalo que se hacía.
Tal vez el problema no era tanto por guardarse sus gritos internos, sino el saber que estaba conviviendo con Milo, en su templo, por lo que quedara de días sin poder salir de ahí.
No sabía con qué cara verle.
Y con recordarlo, su rostro se ruborizaba.
Flashback
—No eres más que un cobarde.
A pesar de ser un susurro, le alcanzó a entender, y dispuesto a reclamarle por tal llamado, o bien, golpearlo, fue detenido por un roce de labios que se convirtió en su sorpresa más grande.
No le dio tiempo de revelarse cuando Milo lo tomó por su mentón, y rápidamente juntó sus labios con los propios de él.
Su mente en blanco no le ayudó en nada, ni mucho menos en apartarlo, sus posición rígida y defensiva cambió por una relajada, pero no porque lo quisiera, podía jurar que hasta su cuerpo se había sorprendido.
Se estremeció cuando Milo lo pegó a su cintura en un solo movimiento, y le besó. Demandante, exigente, curioso y confundido. Como si toda aquella confusión se aclarara con el beso... Quizá no se resolvió y hasta más problemas le trajo.
Pero de algo estaba seguro...
No se había arrepentido de hacerlo. No cuando Camus le provocaba de aquella manera que solo él sabía, que solo él conocía.
¿En qué momento comenzó a pensar así? No caía en cuenta de cuándo, pero Athena tendría la solución antes de cometer otra locura.
Lo que sentía por Camus ya no estaba claro, dudaba. Y la culpabilidad cayó cuando interrumpió al francés solo para callarlo. Pero no de una forma violenta como lo hubiera hecho en el pasado, con golpes y manotazos, sino con algo más sencillo y sensual, un beso como se debía.
Le estaba comprobando quién mandaba, según él, porque la destreza de ambos se daba en quién era el mejor. Y hasta en eso quería ser dominante.
Eso, o simplemente muy en el fondo quería besarlo.
El movimiento de labios solo fue por su parte, ya que, Camus estaba tan ensimismado que no tenía las agallas para corresponderle, con esfuerzo podía mantenerse en pie y no caer.
Por falta de aire, Milo fue el primero en romper el contacto mirándolo directamente, mientras Camus jadeaba por recuperar el aliento.
¿Ya había pensado como excusarse de semejante azaña?
—Para ser un francés, no cumpliste mis expectativas— fue lo único que comentó antes de salir.
Dejando a Camus con la boca abierta, desconcertado, y un mar de emociones.
Fin Flashback
Ahora que lo pensaba con más claridad...
—¡Cómo se atrevió a decirme que no cumplió expectativas!— refunfuñó a la nada— ¡Ese idiota! Tras de que me besa desprevenido, ¿Qué se cree?
Estaba ofendido, avergonzado y enojado, las emociones se expresaban como un huracán en su interior. No sabía si ofenderse por decirle literalmente que no sabía besar, avergonzarse al sentir por primera vez un tacto de Milo que no incluyera golpes, un beso que muy en el fondo había deseado, pero conforme pasaba el tiempo lo descartó de un posible encuentro, o enojarse por interrumpir una conversación muy importante, una que le quería dejar en claro desde hacía bastantes años.
Para Camus, tener todo aquel mar de emociones era todo un desastre, porque no había pasado años de arduo entrenamiento, encerrando sus sentimientos, y ser el más inteligente y calculador en batalla para que cierto griego lo derribara con tan solo un beso.
—¿Qué has hecho conmigo, Milo?— llevó su dedo pulgar al labio inferior, delineándolo en el proceso.
Le costaba creer la situación en la que juraba, por la que nunca iba a pasar.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el rechinar de la puerta del templo.
Sabía que después de aquel beso se había ido con Harmonía a quien sabe a dónde, y la verdad es que ya ni le sorprendía.
—¿Qué haces aquí?
Camus se llevó la sorpresa de ver a la joven chica frente a él, Milo no venía con ella. Apretó sus puños con fuerza al recordar la gran mentira que había formado, haciéndose la víctima con él.
Ella no dijo nada, se acercó al aguamarina con calma a una distancia corta.
La mirada de Harmonía estaba fija en él, fría como un témpano de hielo, aunque la de Camus tampoco se hacía esperar.
—A ti no te sale, deja de intentar.— comentó con cierta burla.
—Te mereces todo lo que te ha pasado—.Un golpe en seco se escuchó por el templo de Escorpio.
¿Cómo se atrevía?
El francés se llevó una mano a la mejilla lastimada, girándose a ella con asombro.
—No pienses que porque Milo te besó, va a corresponderte. Él me ha declarado su amor esta mañana— le lanzó una mirada de superioridad— Hazle un favor al mundo, y deja de ser tan sobrado.
Sin dejar qué respondiera, dio media vuelta sobre sus talones y con el típico cantoneo de caderas de una mujer, se dirigió a la puerta, y antes de salir, soltó una risa.
—Eres patético.—y cerró de un portazo.
Si Camus nunca había experimentado los instintos asesinos a tal punto que querer desmembrar a una persona, pues Harmonía había logrado sacar ese lado. ¿Con qué derecho se atrevió a ponerle un dedo encima? ¿Quién se creía?
Si no hubiera sido por su instinto moralista, que le negaba rotundamente un movimiento violento hacia ella por ser mujer, ya la habría dejado en un ataúd de hielo por toda la eternidad y un golpe en la cara por perra.
—Me ha tocado con sus sucias manos...— habló a la nada, con la mirada perdida en la salida del templo— Que asco.
Reuniendo toda la paz en su interior, decidió caminar tranquilamente hasta la ducha para tomar un baño, y quitarse las «bacterias» que cierta joven le había dejado.
El ocaso llegó a tales horas de la tarde, y se ocultó rápidamente, dándole al cielo aquel hermoso color anaranjado que se le permitía ver a los humanos en las tardes cuando el día estaba por acabar. La noche cubrió en un manto a toda la ciudad de Atenas, Grecia, y el guardián del undécimo templo ya se encontraba dentro de las suaves sábanas de la cama ajena.
El dulce aroma a vainilla inundaba la habitación, mientras el francés se terminaba de leer una revista vieja que había encontrado en el rincón de la cama. Sabía que Milo no era de leer libros así que ni perdió el tiempo tratando de buscar uno.
Eran alrededor de las ocho cuando el griego al fin se dejó ver.
Camus alzó su vista para observarlo recostado en el marco de la puerta.
—¿Dónde estabas?—preguntó por inercia.
—Con Athena.
—¿Ahora así se le llama a tu amiga esa Harmonía?—se tranquilizó lo suficiente para evitar nombrarla por «zorra»
Le iba a demostrar que el no caería tan bajo, iniciando por sus principios como la desencia y los modales.
Milo enarcó una ceja confundido.
—¿Y ahora qué te pasa? ¿No me crees?— el mencionado entró a la habitación, y se dirigió a su armario, tomando su ropa de dormir y una toalla.
—La verdad es que no debería importarte si yo pienso que es así, ¿No?
—Tienes razón.
Sin decir media palabra más se adentró al baño para tomar una ducha, antes de acostarse y dormir plácidamente.
Mientras tanto, Camus estaba tan sumido en sus pensamientos, que ya hasta se había perdido en la lectura, trataba de leer la misma página una y otra vez sin entenderla, todo por su distracción.
«-Él me ha declarado su amor esta mañana»
Aún recordaba cuando la chica le había dicho tal cosa, no se sentía agobiado porque sabía que no era verdad. Era una tremenda mentira que el pudo notar a través de su faceta de chica mala, una que no logro y solo hizo que Camus sintiera lástima por ella.
Después de unos minutos el griego salió.
—El baño está a tu disposición—. Milo recién salía de la ducha, con una toalla en su cintura, mientras sacudía su rebelde cabello para deshacerse un poco de las gotas de agua.
—Antes de que llegaras, tomé una ducha— respondió con seriedad. Observándole.
Camus se reincorporó de la cama, acercándose con cautela.
—¿Sucede algo?
—Sí, sí sucede algo y voy a reclamarte en este instante.—frunció el ceño.
Milo sonrió burlón y se cruzó de brazos.
—¿Y ahora qué sucede, Acuario? ¿No te basta con lo sentimental que resultaste ser?
—Sucede que me besaste— omitió en todo su esplendor la última pregunta.
Milo volvió a su seriedad, inspeccionando de arriba abajo a su compañero.
El mencionado tenía una bata blanca de fina tela, supuso que la había tomado por ahí de su ropero.
—¿Y?— preguntó como si fuera lo más normal del mundo.
—¿Y? ¿Y?- repitió con sarcasmo—De verdad que descarado eres. Me dijiste que no sabía besar, cuando fuiste tú quien lo hizo, ¿Cómo podía reaccionar en un momento así?
—Un momento, yo nunca dije algo parecido— articuló— Dije que no cumplías con mis expectativas. Qué es algo totalmente diferente.
—Sí pero...—
—Además solo lo hice para comprobar que hasta besando, soy mejor que tú.— objetó con una sonrisa.
¡Pero que gran mentira!
—¿Así que eso crees?
—Por supuesto— se burló.
Al demonio con todo. No lo hizo por curioso, sino por orgullo, y quizá con la mediocre excusa de volver a probar sus labios.
Se acercó a Milo lo suficiente para robarle un beso con exigencia. Tomó una de sus mejillas y lo besó.
El griego abrió un tanto sus ojos con sorpresa porque para ser sincero nunca se esperó algo parecido por parte del acuariano.
Notó como Camus luchaba por ser el dominante, sus labios se movían despacio pero con sensualidad, y aunque fuese muy obvio que trataba de mantener su compostura, le hizo caer en cuenta de su inocencia.
Sonrió en medio del beso, una sonrisa sincera.
Correspondió al instante, moviendo sus labios con experiencia y topándose casi con el desconcierto de Camus, quién por la sorpresa frenó un poco, sus labios inexpertos se cruzaron con unos que le lideraban.
Milo se impulsó un poco hacia adelante, acorralándolo en lo más cercano que tenían, mientras tanto, el francés no sabía qué hacer.
El beso que había iniciado con lentitud y cargado de orgullo y autosuficiencia por parte de los dos, el moreno lo cambió por uno que apenas Camus podía seguirle el ritmo, lo hacía con torpeza.
Milo trazó su lengua contra la esquina de la boca que nunca creyó probar, sutilmente lamió el labio inferior para poder darse paso hacía la cavidad bucal ajena, deseando un contacto más allá de un simple roce de labios. Y aunque Camus se abofeteara mentalmente por caer en la tentación, le importó un rábano y le siguió el juego.
Abrió ligeramente los labios mientras le invadía la calidez ajena. Sintió un cosquilleo en su abdomen al percatarse como su lengua se enredaba con la contraria en una desesperación por tomar el control.
A quién demonios engañaban, los dos deseaban ese beso.
Camus se encontró con el filo de la cama en el camino, estorbando su paso. Cómo consecuencia, cayó sobre ésta, llevándose al Escorpio encima de él.
—¿Así que esto hacen los enemigos? ¿Se besan para ver quién es el mejor?— jadeó. Por falta de aire, se separaron.
Ambos se miran fijamente tratando de recuperar el aliento, el rastro de saliva en su comisura era el único testigo del reencuentro que sus bocas habían tenido.
—Incorrecto— Milo se reincorporó lo suficiente para mirar a Camus debajo suyo, dejando sus manos a cada lado de la cabeza de su, ahora, prisionero.— Se humilla para dar a relucir quién es el mejor.
—Tú crees...
Ambos fueron interrumpidos por una carraspeo en la entrada de la habitación.
—Esto fue suficiente para darme cuenta de la verdad— su voz era neutral, pero Camus la sintió como el peor tono de voz utilizado, más al darse cuenta del gran problema que se avecinaba.
—S-Shura...
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[ C O R R E G I D O ]
Ojalá que se encuentren súper bien mis amores, este capítulo lo sentí como que tiene de todo un poco xD
Espero que les haya gustado. Prometo actualizar las demás historias que he tenido un poco abandonadas como Hey Nerd Boy y Falling in love...
¡Bueno! Se armó la guerra, que creen que pasará? Shura los atacará? Los comprenderá? Se enojará con Camus por mentirle? Qué manera tan factible de ver quién es el mejor, no? 🌚
Quieren quemar a Harmonía? Yo también xD, bueno en realidad no, ella no es taan mala... Y respecto a lo otro ¡Alexander apareció en escena! Por fin veremos porque Milo tiene la enfermedad de Kardia y cuál fue su venganza.
Nuevamente muchas gracias por el apoyo que siempre recibo en los comentarios, no saben lo feliz que me hacen u.u 💞
Los estoy leyendo!
Gracias por leer! 💫
-Moondust
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