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Capítulo 22: Alex/Antares

—Creo que ya empiezo a comprender...

Después de pasar unos largos minutos charlando y haciéndole entender al tibetano de la situación complicada que rodeaba a sus dos compañeros, éste no pronunciaba palabra alguna. No porque no le interesa la información, al contrario, era tan impactante que simplemente no podía emitir palabras coherentes.

Pero, a pesar de todo aquel embrollo, comprendía y entendía en su totalidad a su diosa, quizá era una forma drástica y cruel la que ella proponía tanto a Milo como a Camus, no obstante nada perdían con intentarlo. Después de todo, el ataque que había recibido el Acuario de su propio compañero no había sido directamente, para ser precisos, Milo nunca lo había atacado por su cuenta.

En parte, eso le hacía suspirar con tranquilidad. Porque estaba confirmado que no tenía que estar pendiente siempre del octavo templo, preocupado por cualquier cosa que incluyera golpes, discusiones, o incluso gritos.

Sin embargo, después de mucho, no se opuso a la idea de Athena. Qué Milo y Camus estuviesen juntos -contra su voluntad- ya había sido superado por la mayoría y no era precisamente un tabú para divulgarlo por cualquier rincón.

—¿Entonces, Mu?— preguntó esperanzada.

El mencionado se llevó una mano a su mentón, pensando otra vez y dándole una última vuelta a aquella solicitud.

Para ser sincero, él no poseía muchas salidas o alternativas de donde escoger, pues si no brindaba su ayuda para la, no tan, descabellada idea, una lucha de míl días se iba a librar al pasar por Capricornio. Y ni si quiera ganas le daban de pensar en que dirían los restantes.

No le beneficiaba a nadie, ni mucho menos a la chica.

—Supongo qué... ¿No puedo negarme, verdad?— la miró directo a los ojos, buscando quizá una pequeña posibilidad.

Athena solo amplió su sonrisa, y negó.

—Entonces... Sí, los ayudaré. Porque para serle sincero, no es como que anhele ver a mis compañeros entrando en guerra por algo tan simple que usted pudo haber evitado desde un principio. Pero bueno, ni modo.

—¡No sabes cuánto te lo agradezco, Mu!— lo abrazó repentinamente por la alegría.

—Athena, por cierto...— aclaró la garganta para llamar su atención— ¿Puedo saber la razón de la que usted quiere unirlos?

Saori retomó su postura con seriedad, cruzando un pierna sobre la otra con elegancia. Ya no importaba que los restantes caballeros de oro se enteraran de aquel "secreto" que mantenía unidas las constelaciones del agua y del escorpión desde tiempos mitológicos. Estaba conciente que tenía el deber de explicárselos en algún momento. Incluso se le hacía más fácil con la razón de qué, siendo conocido ese destino, sus guerreros la dejarían en paz y la apoyarían con todo ese asunto de Camus, y de Milo.

Aunque claro, por el momento a estos dos últimos había que aislarlos del conocimiento de sus constelaciones.

—Porque desde generaciones ha sido así, caballero de Aries— alzó su mirada— Mis primeros caballeros dorados aparecieron en el siglo diez, y desde entonces, Acuario y Escorpio siempre han tenido una relación amorosa, no importa sus diferencias, sus contradicciones, o sus personalidades. A pesar de todos esos obstáculos permanecieron juntos hasta el final.

—Pero...—

—Sé lo que piensas— interrumpió—. Por ese motivo es mi insistencia, Mu. Quizá no debí revelarte este secreto, ni tampoco el que estoy apunto de contarte, pero en algún momento tengo que hacerlo, no solo contigo, sino con los demás— suspira— Necesito de tu discreción.

El joven ariano comprendió al instante de lo que su diosa le estaba hablando, la verdad es que aún no estaba de todo conforme con la solución. Especialmente por...

—No se preocupe Athena, no diré nada—. entrelazó sus manos— Antes que nada déjeme decirle algo... ¿Está segura de que ellos quieran estar juntos? El sentimiento de odio es mutuo, y usted no ha hecho nada más que tratar de juntarlos por ese "peculiar" destino del cual me habla, solo porque ha sido una tradición entre generaciones. Precisamente por eso, ¿Para qué seguir con una tradición? ¿Por qué no deja que sus corazones decidan?

Quizá Mu no era uno de los santos más románticos del santuario, ni tampoco se las daba de Romeo, pero en algo tenía toda la razón. Y Athena lo sabía, en cierta parte era desagradable saber que el destino de ambos estuviese atado desde antes de nacer, sin la oportunidad de conocer y darles una oportunidad a otras personas de ganar el corazón de ambos jóvenes, sin ser precisamente por una costumbre de más de cuatrocientos años. Ser ellos mismos, darles el derecho de escoger su pareja.

Sin embargo, había algo en todo asunto que no solo abarcaba el destino. Sí bien era cierto que el amorío de Acuario y Escorpio se venía dando desde siglos, no todo era por sus constelaciones, ni por ser representados en aquellas piedras preciosas desde el siglo diez, se podía llamar como atracción, curiosidad o simple coincidencia. Pero no era exactamente de la manera tan fría como lo pintaba el santo de Aries, el amor surgía por ellos mismos, que su futuro estuviese marcado sólo era una prueba un poco impertinente de que terminarían juntos, pero así como era un futuro, no era seguro. Y Athena pudo comprobar como el presente era culpable de ello.

—Sí tienes razón, Mu. Pero aunque no lo creas, Camus ha estado perdidamente enamorado de Milo desde años. Quizá desde que lo conoció, no sé muy bien. Y no es por el motivo que piensas, él en verdad lo ama, claramente no pasa lo mismo con el maleducado de Escorpio.— habló con seriedad— Por consiguiente, significa que ese destino sí puede ser posible, incluso tengo la ligera sospecha que estaba por cumplirse, pero hay algo en todo esto que no me gusta.

—¿Pero cómo... Camus puede amar a Milo? ¿Acaso es masoquista?— preguntó con asombro.

—Lo qué pasa es que...— calló al ver al joven griego en la puerta. Supo que no había escuchado nada porque recién lo veía llegar—¿Se te ofrece algo, Milo?

—Quiero irme a mí templo.—exigió— Ahora.

—¿Cómo está Camus?— preguntó, desviando el tema. Mientras que, Mu, solo inspeccionaba sútilmente sus expresiones.

Después de hablar con Milo sobre la misión, estando Mu presente para que estuviese de testigo del relato del escorpión, Athena le ordenó y obligó, cuidar de Camus, otra vez, según ella así convencía al lemuriano de su decisión repentina.

Aunque bueno, todo eso era una fachada para el griego, pues en realidad Saori necesitaba hablar en privado de la verdadera situación que enredaba a sus dos guerreros.

—Es un malagradecido orgulloso. Y yo no estoy para aguantar los arrebatos de nadie— se cruzó de brazos— No sé, ahí quedó en su habitación.

—Mirá quién lo dice— Mu rió discretamente, eran tan iguales que chocaban y ni siquiera se daban cuenta.

—Pues lamento recordarte que debes cuidar de él, y eso incluye prepararle algo de comer. Así que creo que ya es hora de que regresen al templo de Escorpio.— se levantó— Mu, ¿Nos harías el honor?

—Sí...- confirmó.

El pelilila se acercó al guardián del octavo templo despacio, necesitaba pedirle una disculpa.

—¿Sucede algo?— preguntó confuso.

—Milo... Siento haberte culpado por lo que le pasó a Camus. Yo solo me guíe por las evidencias que ví físicamente, sin saber por todo lo que ustedes tuvieron que pasar. En serio, lo lamento mucho.

Se inclinó un poco en señal de reverencia, en verdad estaba apenado por todo lo sucedido, después de Kiki, no había nada que lo sacase de su casillas tan fácilmente al extremo de hacerlo gritar enfadado.

—No, déjalo así Mu. Después de todo en parte sigue siendo mi culpa.

—Bien, entonces... Vamos por Camus.

Athena los guío hasta donde estaba este último, mientras conversaban de algunas teorías sobre lo que pasaría si se llegaban a enterar sobre la verdadera estadía del Acuario, agregando que Saori apuntaba "notas mentales" en su cerebro para buscar una forma sútil de comentarles a sus santos dorados toda la verdad, sin necesidad de violencia y gritos.

Camus reposaba en las cómodas y suaves sábanas del aposento de la diosa de la guerra y sabiduría, aguardando y esperando por un destino que si lo pensaba con lujo y detalle, cada vez más se volvía en su contra. Sus ojos estaban cerrados, y la respiración regulada, pero eso no significaba que dormía plácidamente. Estaba pensando en todo aquello que le atormentaba anteriormente, y como se había vuelto neutral para él.
La chiquilla le había dado una nueva oportunidad para comenzar de nuevo, para olvidar todo aquello que le hacía daño y no podía olvidarlo. Aún no se sentía exactamente preparado, pero lo intentaría.

—Es hora de irnos, Camus.

Mu se acercó y le dedicó una sonrisa, la mejor que podía regalarle. Porque era conocedor de todo aquello por lo que tuvo que aguantar el francés.

Lo compadecía, porque estar enamorado de un idiota e impulsivo como lo era Milo, era el reto suicida.

Ser masoquista no era una de las mejores alternativas que se le presentaban y qué, torpemente trataba de escapar, convenciendo a su persona que no era necesario llamarle por ese «nombre» que lo hacía ver cómo la persona más boba de la tierra.

Camus lo observó y respondió.

—No creo estar una presentación pasable.— refiriéndose a su estado actual. Sus heridas no estaban curadas del todo, su torso estaba vendado y empapado de manchas de sangre. Aún así esbozó una diminuta sonrisa, con las pocas fuerzas que poseía.

—Como si fuera la gran cosa— comentó el griego.

—¿Podrías hacerme el favor de callarte por una vez en tu vida?

—¿Y qué pasa si no se me da la gana? ¿Me atacarás?— preguntó con sarcasmo y enojo. No se le había olvidado la actitud tan arrogante que lo envolvía desde que despertó, y no evitó desquitarse— Ja ¿Pero que estoy diciendo?, después de todos ni puedes levantarte de esa cama.

Si no fuese por la repentina punzada que sintió en su cabeza y la debilidad, Camus ya lo habría golpeado por ser un reverendo imbécil que merecería ser quemado vivo.

El imbécil del que se había enamorado, desgraciadamente.

Se llevó una mano a la sien con un gesto de dolor. Si esas palabras le provocaron ese efecto, no quería imaginar cómo sería conviviendo otra vez con él.

Sí, definitivamente Athena quería torturarlo. Porque con Milo, no podía esperar mucho.

—¡Milo!— la joven se giró a él con notable enfado y golpeó su antebrazo con fuerza.

—¡Auch! ¡¿Por qué me pegó?! ¡Eso dolió!— se quejó.

—Escúchame bien, pedazo de insolente, maleducado e impulsivo. Respetarás a Camus como se debe porque sino te juro que soy capaz de mandarte a trabajar en uno de los peores empleos que pueda existir en este mundo. ¿Entendiste?—amenazó.

El moreno solo se cruzó de brazos y chasqueó la lengua.

—Eso pensé —habló— Bien, creo que es hora de que se vayan.

Mu asintió y se acercó hasta donde estaba el aguamarina para tomarlo en brazos y llevarlo hasta Escorpio, mientras qué, el guardián de este templo iría caminando.

—Espera un momento.

—¿Ahora que desea, señorita?

La pelilila se acercó a pasos cortos pero demandante, lo suficiente para estar cara a cara, y hacer notar la diferencia de estatura que se llevaban.

—Tú no odias a Camus.

—¿Pero qué rayos dice? ¿Acaso no se da cuenta que...?— fue interrumpido.

—No te lo estoy preguntando. Lo estoy confirmando.

Milo pestañeó un par de veces confundido, procesando de la mejor manera el significado de lo que tal vez Saori le estaba tratando de decir.

—¿Disculpe?

—Tú no odias a Camus. Lo que llevas en tu corazón sí.

—Sigo sin comprender sus palabras, Saori. A eso se le llama odio.

—Milo, tú así lo sientes, pero lo único que tienes en tu corazón es a Antares lleno de maldad y odio evitando que puedas sentir amor por Camus, está encadenando tus verdaderos sentimientos. Culpa de un amor no correspondido.

—...¿Qué?— preguntó más que asombrado y confundido que antes.

—No es bueno que sepas mucho. Al menos no por ahora.

Saori tomó su báculo y lo posó en el pecho del chico con cuidado, apenas hizo contacto con Milo, cayó desplomado al suelo.

—Lo único que puedo hacer por tí, es sembrar la duda de lo que sientes por Camus. Mientras yo no sepa cuál es el obstáculo que no te permite amarlo, no puedo hacer que te enamores de él, pero si puedo hacer que cuestiones tus verdaderos sentimientos.

La adolescente miró con preocupación a Milo, porque él, no era dueño de sus propio corazón, había alguien detrás. Sus sentimientos estaban encerrados, pero no exactamente como el francés, pues la diferencia de ambos se basaba en una delgada línea.

Uno era voluntario y conocedor de sus sentimientos, más los ocultaba. Y el otro, lo habían privatizado de ese conmoción, siendo reemplazado por odio.

¿Pero quién era tan cruel en este mundo para hacer algo como eso?

La diosa Atenea lo sospechaba. Suspiró con paciencia y miró al techo.

Mientras que en algún lugar remoto de la tierra, una bella muchacha de labios finos pintados color carmín como la sangre, sonreía ampliamente mientras aplicaba un poco más de lápiz labial en sus labios.

—¡Oh mi hermoso Alexander! ¡Milo!  Después de tantos siglos separado de mí, esta será nuestra época, y nuestro momento.

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[C O R R E G I D O]

Hiiiii guys c: ❤️ Charlie, vengo inspirado.jpg
Espero que estén súper bien mis pollitos 🐥

Por otro lado... Se lo esperaban o no sé lo esperaban? e.e Están confundidos? O ya captaron?

Todos ustedes en estos últimos capítulos por no haber cercanía de Milo y Camus y solo relleno:( LES JURO QUE ESTA HISTORIA ES MILO X CAMUS.

O sea sí, sé que la trama hasta el momento es puro odio, y se estarán preguntando... Y EL AMOR PA' CUANDO?

Pero tenganme paciencia please, me gusta llevar mis historias al suave, y no a la carrera.

•Notas Adicionales:

•Cuando avisé que editaria mi historia, eso incluía el prólogo. Así que, si no entienden qué es Antares, ni quién es Alexander, pueden ir al prólogo y leerlo nuevamente, ya que es una parte clave para la historia n.n

•Afrodita no es culpable

Nos leeremos en la siguiente actualización de mi otra historia ¡Todos quieren con Milo!

Au revoir!♡

Y para despedirme, otro meme xD

Para mis lectores fantasmas xD que en realidad son la mayoría. Vamos, voten sin miedo, yo no muerdo e.e

Gracias por leer!✨

-Moondust

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