Capítulo 21: Vacío
Por cada segundo que pasaba los nervios de Camus seguían en aumento, permaneciendo como estatua sin una reacción o algo que le confirmara que todo eso seguía siendo parte de un sueño, y que ese no era el verdadero Milo que conocía.
Tan solo la presencia del griego lo hacía distraerse en varias ocasiones, reconociendo que era vergonzoso para un caballero dorado ser distraído de esa forma. Y, como si fuera poco, la cercanía que guardaba era aún peor para su corazón, uno que latía con fuerza y rapidez como si fuese una adolescente enamorado.
Milo tomó el rostro de Camus entre sus manos, llevándolas a cada lado de sus mejillas. Lo acercó a él a una distancia bastante corta, cerró sus ojos y juntó su frente con la contraria.
Camus al sentir la respiración ajena tan cerca de él, inmediatamente trató de apartarlo poniendo las palmas de las manos sobre su pecho, sin embargo, eso a Milo no le importó mucho y siguió con la cercanía por unos cuantos segundos más.
—Parece que ya te bajó la fiebre—. comentó, separándose de él.
Ah, así que había sido solamente eso, solo estaba comprobando su temperatura.
—Eres un estúpido, me asustaste.
Desvió la mirada a su derecha avergonzado. Si bien eso le había tomado por sorpresa, no podía imaginarse un roce más allá de eso.
—¿Asustarte? ¿Por qué?— preguntó con extrañeza.
—No es algo que te incumbe. Tú eres impredecible, me golpeas y después te disculpas conmigo, no puedo saber si tienes la intención de golpearme con esos repentinos actos.
El griego frunció el ceño con cierta molestia, porque aunque muy en el fondo sabía que todo eso era cierto, no quería aceptarlo tan libremente. Suficiente tenía con que su compañero de armas le hiciera sentir culpabilidad y remordimientos de conciencia.
—¿Estás conciente de qué es la primera vez que me preocupo por tí verdad? Te salvé la vida, agradeceme.
—¿Qué me salvaste? Claro, supongo que traerme hasta aquí fue un gran peso para tí, Escorpio.— habló con sarcasmo.— No necesitaba de tu ayuda.
Y por más que quisiera morderse la lengua, no lo haría, el borrón y cuenta nueva debía de empezar desde cero, pero antes de eso iba a dejar unos puntos en claro con Milo.
—Eres un maldito malagradecido— respondió el peliazul.— Me preocupé por tí todo éste tiempo, con tu estado tan deplorable al borde de la muerte. ¿Y dices que no me incumbe?
—Sigo sin hallar una razón necesario para considerarlo, ¿Sabes?
Milo soltó una carcajada en seco y tiró de su propio cabello con ¿Exasperación? ¿Enojo por las palabras que Camus le estaba diciendo?
—Entonces si tanto querías morir me hubieras dicho con anticipación, así no hubiera perdido mi valioso tiempo contigo.
—Idiota.
Fue la que Camus contestó de vuelta sin mirarlo. Porque a pesar de todo, esos sentimientos no desaparecerían de la noche a la mañana, siendo un problema para él.
Sin volver a prestarle la más mínima atención al griego, trató de levantarse por su propia cuenta de la cama ajena con el propósito de ir a su templo y curarse él mismo sus heridas. Cómo anteriormente lo había dicho, no necesitaba de nadie, ni si quiera de Athena.
La chiquilla ya había hecho mucho por él, ni si quiera tenía la más mínima idea de cómo agradecerle por todo aquello, se dio cuenta que no quería simplemente morir y dejar lo que había conseguido en años. No era tan fácil como lo creía.
Sin pensar en cómo estaba su cuerpo de debilitado por el bajo cosmos que poseía y por no haber ingerido alimentos por un día completo, se pudo apoyar en el suelo por unos segundos, tambaleándose. Sin embargo, eso no duró mucho y cayó.
Sus piernas le habían jugado una mala pasada.
Milo soltó una risa burlona.
—¿Seguirás de orgulloso, o pedirás ayuda?— siguió riendo al observar los intentos fallidos de Camus para poder levantarse del piso, pero en realidad era inútil.
Sus brazos y piernas estaban débiles por el cansancio, y por todo lo que había pasado en aquella misión, sumándole que ni si quiera tenía las vitaminas necesarias.
Tampoco tenía fuerzas para estar en pie, mucho menos levantarse.
—Ni lo sueñes.
Milo solo rió con más fuerzas y se cruzó de brazos, mientras Camus trataba de levantarse por su propia cuenta, apoyándose en el borde de la cama, sin tener éxito.
—Para ya—. comentó el griego— Tus músculos están débiles, vas a lastimarte.
Sin embargo eso a Camus no le importaba, si se lastimaba o no, era su problema.
—¿Te importa?
—Eres un necio para lograr algo que tú mismo sabes que es imposible, entonces... me voy— se encaminó a la puerta— Suerte con ello Acuario.
El aguamarina bajó su mirada. ¿Por qué demonios todo lo que le pasaba tenía un nombre? Sí, exactamente el del guardián del octavo templo.
—Lárgate, al cabo que ni te necesito.
Milo, por su parte no pude evitar soltar un suspiro de derrota.
—De verdad que logras sacarme de quicio.
Camus no dijo nada pero supuso el significado en sus palabras.
Milo se acercó y se agachó a su altura; colocó un brazo alrededor de su espalda y el otro alrededor de la flexión de sus rodillas. Después de eso ascendió con la ayuda de la fuerza en sus piernas, Camus para no perder el equilibrio posicionó sus brazos alrededor de los hombros y el cuello del contrario.
—Pensé que pesaría más— murmuró, en una curiosa observación.
—¿Es eso un problema?— respondió agrio.
—Joder. ¿Tienes que estar siempre a la defensiva?— preguntó con molestia.
—Solo cuando estoy contigo— respondió sin verle.— Es algo que aprendí hace tiempo por tu culpa.
—Deja de sacar los trapos sucios. Estoy tratando de ser amable contigo.
—Lo haces por lástima. Y las cosas a la fuerza no funcionan. Sépalo— el griego dejó con cuidado a Camus en la cama sin responderle de vuelta.
En cierta parte tenía razón, porque él lo estaba haciendo todo por culpabilidad ¿Verdad? Siendo eso cierto no tenía que seguir estando ahí pues ya se aseguró que el acuariano estaba bien y que no moriría.
¿Entonces porque no se iba?
Cambió de parecer a lo último y frunció el entrecejo.
—Tienes razón, ni si quiera sé porqué siento lástima por tí.
Mentira, él mismo se estaba engañando, pero una parte de sus subconsciente no le permitía ser y decir lo que realmente deseaba, ya fuese para bien o para mal.
—Sigues en este cuarto, Escorpio.— habló Camus con gracia, notando que aún no se iba.
Milo tensó su mandíbula a punto de decirle un par de comentarios groseros como era de costumbre, pero a cambio de eso la voz de la señorita Athena se hizo presente en la habitación.
—¡Camus, al fin despiertas!— exclamó con alegría mientras dejaba el recipiente con agua en una mesita.
—Espero no ser una molestia más, por eso le pido poder irme a mí templo— dió aquella petición sin broma alguna en sus palabras.
Saori lo miró con seriedad, sabía que Camus deseaba estar en su templo y descansar por lo muy menos tres días seguidos, pero aún no se recuperaba de todo, y no podía tentar su suerte dejándolo solo, arriesgando que quizá le pasara algo.
—Me gustaría confirmar esa sugerencia pero me temo que no será así. Aún estás muy débil para poder hacer las cosas por tu propia cuenta.
Camus evitó un quejido por esas palabras, ya podía imaginarse de que se trataría.
—Por eso te llamé aquí, Milo— se dirigió al griego— Tú cuidarás de Camus en estos días, para mejor movilidad se quedarán en el templo de Escorpio.
Ambos santos presentes en la habitación intercambiaron miradas confusas.
—Pero Athena... Creí qué...—el Escorpio retomó la palabra.
—Sí lo sé, yo me dejé llevar por lo primero que vieron mis ojos, y nunca me puse a razonar un porqué. Pero ahora puedo comprender que tú dices la verdad, Milo, y como no eres una amenaza para Camus, ambos seguirán conviviendo juntos.
—¿Y si mejor lo cuida Shura? Ellos son mejores amigos.
—¡No!—gritó— E-Es decir, no, mis órdenes aún no han cambiado, y ustedes todavía tienen una misión que completar mientras convivan juntos.
—¡Pero Athena...!
—Mis órdenes no han cambiado Camus.— repitió.
Milo con escuchar eso soltó una risa y se dirigió al Acuario.
—Ahora jugarás bajo mis reglas.
El aguamarina dió un largo suspiro.
—De todas formas no tengo escapatoria, así que no cantes victoria.
Athena los miró con una sonrisa, no quería ilusionarse, pero ya su imaginación andaba por la nubes.
—Bien, Athena. ¿Cuál es su plan?— preguntó el moreno.
—¿Plan? ¿De que o qué?
—Todos en estos momentos me están odiando, ninguno estará de acuerdo con que Camus esté cerca de mí, por si no lo recuerda. Si se enteran, usted saldrá perjudicada.
Saori mordió su labio inferior, ese era un muy buen detalle. Los santos dorados, no todos, habían perdido las esperanzas en el escorpión.
Y ni hablar de la necedad de Athena para que permanecieran juntos. Eso podía desatar un problema para ella, porque aunque Milo no tuvo la culpa, los demás aún no creían en él.
Después de tanto meditar, respondió.
—Bien, Camus no saldrá del templo de Escorpio, primero por seguridad y segundo porque su condición no se lo permite. Ya está.
—Ajá, ¿Y no cree usted que tarde o temprano lo buscarán?
—Solo diré que está en mi recámara personal y que aún no está preparado para recibir visitas— Saori respondió.
—¿Quién se va a tragar ese cuento?— se cruzó de brazos.
—Todos ustedes. Así como le creyeron a Saga durante trece años que yo siempre había estado en el santuario.
Buen punto.
—No puedo argumentar nada ante esa lógica— dijo— Muy bien jugado.
—Por eso sugiero que mientras más rápido se lleven mejor, se resolverán los problemas de cada uno.
—Supongamos que todos lo creen y de casualidad no llegan a visitar mi templo. ¿Cómo se supone que voy a llegar a Escorpio sin tener que pasar los templos anteriores? Shura va a iniciar una guerra de mil días si me ve con Camus.
Athena lo pensó, después de ellos tres, debía haber una persona que les ayudara con ese pequeño detalle y que mantuviera el secreto.
—Mu...—confirmó— Mu les ayudara a llegar a Escorpio sin necesidad de pasar por Piscis, Capricornio y Sagitario. Pero, a cambio de eso tendrá que saber toda la verdad.
—Athena, esto es desastre. ¿Por qué insiste tanto? Yo puedo cuidarme solo, no se preocupe. Así evitamos guerras de mil días, peleas, conflictos y confusiones.
—Camus... Eso es porque...—
—No no—interrumpió el griego— Deje que el señorito orgulloso se quede sólo, a ver si así aprende la lección.
—Milo.— lo regañó Saori— Nada cambiará. Por el momento toma un descanso— se dirigió al francés— Y tú, joven insolente, ven, tenemos que hablar sobre la misión, así Mu entenderá la situación y les ayudará.
El Escorpio asintió desganado. Se estaban ganando un conflicto más grande solo por la terquedad de Saori.
¿Pero qué era lo que realmente valía la pena para hacer que Saori rompiera todas las reglas?
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[C O R R E G I D O]
Hola mis amores, espero que estén súper bien♡
Debo agradecerles por todos esos comentarios que me dejan, leo cada uno de ellos y me dan la inspiración para seguir y saber que la historia es de su agrado– Muchísimas gracias ✨❤️
Gracias por leer! ✨
—Moondust
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