Capítulo 20: ¡Despierta, Camus!
—Camus...
Una voz sumamente suave y femenina le llamó con dulzura. La reconoció al instante, era Athena, la diosa que a pesar de todas las cosas que habían pasado en la guerra santa contra Hades, lo perdonó, aquella diosa humilde y gentil que quería y apreciaba a cada uno de sus caballeros por igual, aquella que él había tratado de asesinar con sus compañeros.
¿Por qué lo llamaba? ¿Para qué?
¿Acaso no era suficiente por todo el sufrimiento que estaba pasando? No. Sus pensamientos le atacaban como si fuera un enemigo, y para ser sincero consigo mismo ya no quería absolutamente nada. Ni luchar por Athena, ni seguir en el santuario, nada.
Un alma rota divagando miserablemente no tenía ni la cuarta parte de una oportunidad que Athena estaba dispuesta darle a él.
Lamentaba ser un cobarde, según los demás estándares de sus compañeros, sin embargo ya no soportaba todas aquellas situaciones en las que fingía ser indiferente, ¿Pero por cuánto tiempo le duró? Bueno, quince años era bastante. Era como ser un recipiente que almacenaba poco a poco un líquido que no tenía salida, en algún momento iba a explotar.
Pero no... Ya no más.
—Camus.
Su voz fue firme mas no agresiva, Athena no era tonta, sabía de todo aquello que al Acuario le lastimaba, porque ella misma estaba viendo a su alrededor la mente desbordada, rota, y triste de su caballero. Y eso le partía el corazón en miles de pedazos porque no era justo, porque no lo merecía.
—Soy un cobarde.
—No eres un cobarde.
Tenía su rostro escondido entre las piernas, con sus brazos a cada lado.
Como si el dolor fuera ocultado en aquella posición.
Athena lo miró con tristeza, negando y contradiciendo el comentario anterior. Porque ella entendía a la perfección su condición tan deplorable, no solo por ver el futuro con Afrodita, sino la energía negativa que emanaba su guardián.
—Athena, perdóneme. Perdón por todo, por no ser digno portador del signo y la armadura de Acuario, por tratar de asesinarla, por estar en su contra. Por ser un cobarde—. su voz se mantuvo firme, pero eso no evitaba que estuviese llena de tristeza.
La joven sintió como se formaba un nudo en su garganta, porque a pesar de ser la diosa de la sabiduría, el ánimo de sus guardianes también le afectaba a ella. ¡Y como no! Camus estaba pasando por el efecto negativo de esa misteriosa flecha, el cual carcomía y destruía todo pequeño sentimiento de felicidad que tuvo y lo reemplazaba por más dolor.
—Camus, tú mereces ser el guardián de la constelación de Acuario porque esas estrellas marcaron tu futuro y el destino, desde que naciste está escrito. No debes culparte por ello.
—Las estrellas pueden irse al centro de la galaxia y encontrar a un agujero negro que se las trague.
La diosa rió por tal comentario.
—Camus... Tienes que creerme, soy tu Diosa, eres mi guardián. Tú no estás en ésta vida porque sí. Todos tenemos un propósito, y el tuyo claramente no es morir por una estúpida flecha. ¡Vamos, Camus! ¡Levántate y demuestra quién eres!
Saori le miró con dulzura. Pero Camus estaba ido, su mirada estaba perdida.
—No seas egoísta contigo mismo.
—¿Querer ser amado... Es ser egoísta?— su vista se cristalizó— Tiene razón, soy un egoísta.
—Camus, el dolor es parte de la vida, simplemente no lo puedes esquivar. Sé que puedes aprender a vivir con él, pero solo si esa es tu decisión y la única alternativa que hallas. ¿Sabes por qué? Porque el dolor no es más que un constante recordatorio de lo que crees que has hecho mal. Tú decides, o lo eliminas por completo, o convives con él.
—¿Cómo voy a convivir con el? Ha sido mucho tiempo Athena, yo ya no quiero más de lo mismo.
—¿Sabes por qué convivió contigo todos estos quince años? Porque tú lo permitiste. Se volvió parte de tí por tu voluntad.
—¡Eso no es cierto! ¡Usted no sabe por todo lo que he tenido que pasar! ¡Se volvió parte de mí!— exclamó con enfado— No me venga con esa sarta de estupideces.
—Quizá para tí todo esto es malo, todo es sufrimiento, y por esta misma razón estás dispuesto a que tus propios miedos acaben contigo. ¿Pero no te has puesto a pensar de lo felices que están tus compañeros con esta nueva vida? Están felices porque es un reinicio. Eso es lo que es, reiniciar desde cero.
Camus la miró.
—Todos han tenido problemas Camus. Y los eliminaron desde que volvieron a la vida. Mira a tu alrededor, sórprendete a ti mismo.— le sonrió- Shura y Aioros hicieron las paces, así como Saga se disculpó de corazón por todo lo ocurrido en mi ausencia, DeathMask a pesar de ser un inmaduro, ya no es tan sádico como antes, Aioria perdonó al asesino de su hermano... ¿Y tú?— extendió su brazo para ayudar a levantarse— ¿Quieres comprobarlo? Tus compañeros te esperan.
Él miró con recelo y confundido el brazo extendido en su dirección.
—Todo es un ciclo, nacer, vivir y morir. Pero puedes añadir intermedios entre ellos. Y decidir que deseas en tu vida.
—No estoy seguro...—susurró—. Yo ya no sé si en verdad quiero estar más acá, Athena. Tengo miedo de morir otra vez. Sé que es parte del ciclo de la vida pero no lo quiero así...— su voz se volvió temblorosa y unas cuantas lágrimas se asomaron— Yo no...
—¿Cuál es tu decisión, caballero de Acuario?
Saori le regaló una sonrisa, sabía que por mucho que Camus estuviese sufriendo, algo muy en el fondo no le permitía rendirse tan fácilmente.
—Yo...
[ • 🍎•]
El joven guardián del templo de Escorpio seguía en la recámara personal de Athena. Hacía exactamente media hora que la señorita Saori viajó hasta donde estaba Camus, por así decirlo, el cuerpo de la joven aún permanecía en la habitación, así como el francés. Si Athena no se lo hubiese exigido, probablemente no estaría allí.
Pero, alguien necesitaba cuidar de ambos jóvenes y más si uno de ellos era la diosa de la sabiduría, era su obligación como caballero protegerla en cualquier momento.
Con aburrimiento empezó a tararear la letra de una canción que apenas recordaba y por mera curiosidad empezó a investigar la habitación de Saori, los colores, y el orden del cuarto le daba intriga, porque por lo general un cuarto bastante ordenado tenía muchas cosas que esconder.
Indagó los cajones con lentitud observando con exactitud lo que había en ellos, no tenían cosas importantes, solo productos estéticos, perfumes, maquillaje y todas esas cosas femeninas que él no lograba comprender muy bien. El armario estaba repleto de vestidos de todos los colores posibles y existentes, también habían diversos libros y diarios en el estante que tenía cerca de la puerta.
Se encaminó ahí y echó una ojeada a los libros, hasta que se topó con uno que captó completamente su atención. Ese era el extraño libro que había tenido Athena en sus manos antes de ir a salvar al guardián del onceavo templo.
Él le había preguntado qué era, y por supuesto, si el libro era seguro, pero la chiquilla solo lo ignoró, buscó su báculo y desapareció. Lo único que quedó de ella, fue el cuerpo/recipiente en un estado durmiente.
El diario decía: "Sasha; año 1813"
Eso significaba una sola cosa. Le pertenecía a la antigua Athena del siglo dieciocho. Ni lento ni perezoso, abrió una página cualquiera y comenzó a leer.
Pasó las páginas mientras se encontraba de título unos nombres muy raros como Sísifo, Albafica, Dégel, Manigoldo. Cada uno de esos títulos tenía una descripción.
Y supo que eran los caballeros dorados del siglo pasado, por leer el nombre de dos ancianos que reconocía a la perfección.
Shion y Dohko.
Esa lectura describía como era su comportamiento, sus actitudes, todo, hasta sus relaciones más íntimas.
—¿Qué haces?
Una voz lo sobresaltó, inmediatamente se giró y escondió el libro detrás de su espalda.
—¡Athena! V-Veo que pudo realizar la misión con éxito— rió con notables nervios— ¿Qué ha pasado?
Preguntó, volviendo a su seriedad, después de todo él estaba ahí por su propia culpa, y no podía dejar el tema en el aire mientras lo esquivaba por siempre.
—Uhm nada importante—ocultó toda la verdad.
—¿Y Camus?— se acercó.
—¿Acaso te interesa?— preguntó con cierta diversión.
—Por algo estoy aquí.
Athena abrió un poco más de lo normal sus ojos con asombro. Ella solo lo había preguntado casi por inercia, por diversión, pero ni por la mente se le cruzó esa repentina respuesta.
—Me ha tenido aquí por casi una hora, también porque sé que fue mi culpa— explicó.
—Ya veo.
No dijo nada más y tomó su báculo entre sus manos y llevó la parte superior cerca del rostro de Camus.
Milo miró con confusión esa rara acción por parte de Athena.
—¿Qué está...?— sus palabras quedaron sembradas en el aire. El resplandor proveniente de ese mismo objeto, que solo Athena tenía derecho a poseer, lo cegó por unos segundos.
Tapó su vista con su antebrazo, y conforme la luz desapareció, enfocó su vista.
—Sabe Saori, creo que así se ve mejor— sonrió.
Las pequeñas y cortas hebras color viridián de Camus, cambiaron a unas más largas, volviendo con su aspecto antiguo, largo, liso y suave, de color azul cerceta.
—Lo sé, es un lindo cabello— la chica se acercó y tomó uno de los mechones ya largos, como antes, entre sus manos.— No hacía falta preguntarle si lo quería de vuelta, aunque conociéndole, se iba a negar.
—Fue mi culpa yo... Me negué a cortar mi cabello y él... Solo lo hizo en un santiamén. El verlo así solo hacía que mi culpabilidad aumentara.
—Sí, lo sé...—suspiró— Es un recuerdo vago que tiene de su madre, simplemente no lo puede olvidar.
—¿Irónico no?
—¿Qué cosa?
—Como Hyoga se negaba a olvidar a su madre y Camus por ese mismo motivo lo encerró en el ataúd de hielo. Le negaba a su alumno que se apegara a sus recuerdos, cuando él, no pudo cumplirlo.
—Oh bueno... Yo... No lo sé, creo qué... No sé qué decirte, Milo. Camus ha pasado por mucho, no le obligues a ser un témpano de hielo, el que él trate de mostrar esa faceta, no significa que lo sea.
—Es lo que le rescato. Camus a veces puede ser tan lleno de secretos...— Athena le miró confundida por sus palabras.
—Él dice que no le importa, pero sé que no era así así.— habló la chica— Puedo sentir la esencia de su madre impregnada en él.
Saori soltó un largo suspiro con cansancio, después de todo ese día había estado lleno de locura y demás sentimientos.
—Espérame aquí. Iré por unos paños con agua para bajar la temperatura de Camus. Mientras tanto, cuida de él.
Milo solo asintió sin muchas ganas, el cansancio también estaba apareciendo en él, ya había tomado una larga ducha para deshacerse del polvo, los raspones y las heridas, pero después de eso Athena le había mandado a llamar y bueno, no pudo tomar ese merecido descanso que su cuerpo anhelaba.
Milo tomó asiento en el borde de la cama al ver como Camus comenzaba a removerse entre las sábanas y no bruscamente como lo hizo anteriormente, al parecer ya estaba despertando.
El francés abrió sus ojos lentamente, estaba conciente de toda la conversación que había tenido con Athena y sí, su corazón no le permitía marcharse y la muerte no era una opción. A pesar de todo, había comprendido las palabras de Saori, sabía a donde quería llegar.
Empezar de cero, eso era lo que haría primero, y para ello, empezaría por quitar a Milo de su corazón.
Si iba a cambiar, sería un cambio completamente nuevo.
—Al fin despertaste.
Claro, quería borrarlo de su mente y lo primero que veía era a él.
—Maldita sea— maldijo en un susurro.
Milo frunció el ceño.
—Tras de que me preocupo por tí para no perder mi dignidad como caballero, ¿Me hablas así?
Camus se reincorporó de la cama con cuidado para responderle.
_Eso ni siquiera debería...- ¿Qué?—
—¿Ahora qué?— preguntó con fastidio al ver su rostro confundido.
Éste último se llevó sus manos a su cabello, jalándolo con suavidad y asombro. No se había percatado de ese increíble detalle.
—¿Cómo...?
—Athena— Milo mencionó.
Camus, inconscientemente esbozó una pequeña y diminuta sonrisa. Eso era la primera buena noticia que recibía.
El griego lo miró fijamente por breves segundos, se acercó para tomar asiento cerca de él y tomó su rostro entre sus manos en un ágil movimiento.
—¿Qué haces?— preguntó nervioso. A pesar de haber dicho que alejaría al Escorpio de su corazón, no pudo evitar que la cercanía de éste lo pusiera con los nervios a flor de piel. Su respiración se entrecortó, mientras las mejillas optaban un color rosado tenue.
—Necesito comprobar algo— habló con seriedad.
Lo acercó a su rostro y...
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[C O R R E G I D O]
Hice mi mayor esfuerzo para corregir el capítulo amorcitos, como ven, ya me voy acercando a los últimos capítulos n.n
Saludos y gracias por leer.
—Moondust
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