Todos estamos condenados
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ALLEN
—Va a arder un poco.
El uso que yo le daba al alcohol no tenía nada que ver con el uso que le estaba dando la enfermera en ese momento.
Disfrutar de la sensación del líquido descendiendo por la garganta, de lo refrescante que era y al mismo tiempo entrar en un estado de trance, en donde la simpleza de la situación me producía gracia. No, no quemaba como en ese momento.
Apreté los ojos y produje un quejido cuando el contacto del algodón humedecido llegó a mi labio. De inmediato el objeto blanco tomó los tonos rojizos de la sangre que ya se encontraba seca casi en su totalidad.
—Mierda —mascullé inconscientemente.
La mujer, aquella enfermera con quien había tenido tantas riñas, la anciana que me gustaba molestar ahora era quien curaba mis heridas.
Su expresión no cambió en absoluto, una línea recta en su boca perdiéndose entre los pliegues de sus arrugas, confundiéndose con una más de ellas.
—No será necesario que te suturen —comentó al momento que depositaba el algodón ahora enrojecido en la basura —. Fue una suerte que esos asaltantes no se llevarán tus cosas, que los oficiales llegarán a tiempo.
Era una completa mentira. Aquellos, quienes me habían proporcionado tremenda golpiza no estaban ahí por mis cosas, no iban por mis pertenencias.
Lo que ellos querían era darme una lección por ser parte del círculo de Rider.
Pero era algo que no iba a revelar en ese lugar y mucho menos en un interrogatorio. Ya que todos pensaban que solamente era un niño rico a quien habían querido asaltar.
—¿Vendrán tus padres por ti? —cuestionó.
—No lo creo, no me gustaría preocupar a mi madre —dije pensando en cómo se pondría si se llegara a enterar —. Y mi padre... A él realmente no creo que le importe.
Era la realidad. Aaron ya estaba en clases, tampoco podía molestarlo por algo tan estúpido. Además, ya me sentía bien, el dolor en mi abdomen había disminuido y según los estudios rápidos que me hicieron no tenía ni un solo hueso fracturado, solamente la inflamación de los golpes que no tardarían en sanar.
Podía andar por mi propio pie.
—¿No piensas irte solo a casa?
Me pregunto aquella mujer elevando una ceja.
—Creo que podré hacerlo solo —bajé de la camilla y tomé mis cosas.
Mi ropa estaba llena de polvo y con algunas salpicaduras de sangre, definitivamente había perdido las clases ese día.
—Gracias por lo que hizo por mí.
—No es nada muchacho, pero creo que deberías de hacer una denuncia. ¿No recuerdas los rostros de quienes te asaltaron?
Bajé el rostro, mis manos se encontraban contraídas en puños.
Claro que los recordaba, inclusive sabía la manera en que nombraban a dos de ellos. Pero no podía hacer una denuncia, no podía admitir que ellos me habían golpeado por pertenecer a otro bando de distribuidores de drogas. Si lo hacía terminaría en la cárcel.
—No recuerdo.
Mentí sobre ello, era la única manera.
La expresión de la mujer estaba llena de preocupación, y bajo su atenta mirada salí de la habitación cerrando detrás de mí la puerta.
El pasillo estaba atestado de personas, pacientes, doctores, enfermeras y visitantes. Todos comenzando un día normal dentro de un hospital. Quienes iban solamente a consultar o los pacientes internos.
Pasé de ellos, jamás había estado tantas veces en un hospital. Últimamente ese lugar parecía mi segundo hogar. Si no era por Edén, era por cualquier estupidez mía.
A pesar de que me habían dado un par de analgésicos todavía tenía dolor en algunas partes del cuerpo, y hasta ese momento no había pensado en una excusa razonable para no preocupar a mi madre cuando llegara a mi casa.
—Sí eres ese chico —escuché a alguien asegurar.
Levanté el rostro encontrándome con ese par de ojos azules, de aquel médico practicante. El mismo que había visto la noche anterior mientras salía de la habitación de Edén.
Se había acercado a mí con una sonrisa, pero conforme quedamos cerca su expresión cambió a una de sorpresa.
—Wow, ¿Qué te sucedió? —preguntó analizando quizá la línea que había quedado en mi labio, tal vez mi ropa empolvada.
—Me asaltaron mientras iba a la escuela.
Hasta yo quería creer que había sido así.
—No te ves muy bien, ¿ya te atendieron? —preguntó con tranquilidad.
Asentí.
—Me dieron un par de analgésicos y me dejaron en observación por unas horas. Pero tengo que regresar a mi hogar —mi voz se fue perdiendo entre murmullos —. Aunque mi madre me va a matar cuando me vea en el estado que llegaré.
El chico realizó una mueca de entender sobre lo que hablaba.
Pasaron un par de segundos, bastante incómodos. Me encontraba hablando con un completo extraño, con alguien que solamente había visto dos veces en mi vida, sin embargo aquel chico me producía confianza.
—Puedo llevarte a tu hogar —soltó repentinamente.
Lo mire extrañado.
—No puedo aceptar algo así. Además no deberías de dejar tu puesto en el hospital —intenté persuadirlo de que desistiera.
—No te preocupes, salí hace rato. Solo que necesitaba ir por unos documentos, por eso regresé.
Y ahora caía en cuenta de que no llevaba puesto el uniforme quirúrgico o bata encima. Su vestimenta era de civil.
Lo dudé por un par de segundos, pero el dolor que persistía me dijo que aceptar la propuesta de aquel chico era lo más sensato.
Exhalé, no podía hacer nada más.
—Bien, dejaré que me lleves —dije rendido, él comenzó a caminar con tranquilidad.
Afuera seguía el clima de invierno, pero no se veía como si ese día fuera a nevar.
Me dolía un poco al caminar. Pensaba seriamente en que lo único que quería era llegar a mi hogar y dormir.
El chico me guió hasta su auto, subió por el lado del conductor y yo por el del copiloto. Normalmente no subía a autos extraños, mucho menos después de lo que me acababa de suceder, pero tampoco estaba en condiciones de llegar a mi casa.
Me acomodé en el asiento y cerré los ojos un segundo. Se suponía que ese día había quedado en buscar a Edén en la escuela, pero necesitaba descansar. No sabía siquiera el número de su teléfono móvil, era tan diferente al resto de las chicas quienes se encontraban siempre al tanto de sus redes sociales.
—Por aquí puedes ir derecho —dije guiando al chico, él solo afirmaba y conducía.
—Deberías de tener más cuidado, sé que no fue tu culpa que te asaltaran pero ahora toma precauciones.
—Lo tomaré en cuenta, da vuelta a la izquierda.
—¿Y cómo sigue tu novia? —preguntó cómo una plática casual de amigos.
Pensé un par de segundos, era porque no había desmentido su afirmación la primera vez que nos topamos.
—Edén realmente no es mi novia —observé por la ventana del auto.
Veía a las personas transitar siguiendo sus vidas normales. Sin preocupaciones como las que a mí me inundaban. Sin miedo, con sonrisas, mientras yo me sentía hecho mierda.
La enemistad que había entre mi padre y yo.
La depresión de mi madre.
La enfermedad de Edén.
Mis problemas con otros distribuidores de drogas.
Todo era un caos.
—¿Qué? Pero si realmente parecen una pareja de jóvenes novios.
Dijo con sorpresa ante mi revelación.
—Es... Un poco complicado.
El chico guardó silencio un momento, analizaba mis palabras, de eso estaba seguro por la expresión pensativa que había puesto.
—¿A qué le temes? —preguntó
Él no sabía en todos los líos en los cuales me encontraba metido, casi nadie lo sabía o entendía.
Tenía miedo.
Eso era bastante claro.
Fingía ser alguien a quien no le importaba nada, desinteresado.
Pero jamás había sido así. Siempre fui alguien que seguía las reglas. Con principios y prioridades, era alguien que tenía sueños viéndome arrastrado por una venganza a causa de una verdad nefasta.
Tenía miedo al ver como cada día que pasaba mi madre se veía más ausente. Miedo de la Enfermedad de Edén, de ser yo quien pudiera lastimarla. De tener que guardar silencio para que ella no sufriera por mí.
Pero aun así, con todos los miedos y dudas que se aglomeraban en mis pensamientos, aun sabiendo todo eso, no podía simplemente ignorar lo que llenaba mi corazón.
Las risas dulces.
Los tarareos incesantes.
Un par de ojos inocentes.
De sueños inalcanzables.
Toda una vida de fragilidad, de agujas y sonrisas.
Porque era su fortaleza, los sueños de grandeza que esa niña tenía. Aquellas palabras llenas de ánimo que me ayudaban a seguir. Porque con su presencia, con toda su esencia, Edén lograba que mis miedos desaparecieran, que tuviera una nueva expectativa.
—Tal vez a lastimarla.
—Gracias por traerme —dije una vez llegamos a mi hogar.
—No es nada —sonrió.
Bajé del auto, aún no pasaba del medio día. Era muy probable que mi madre se encontrara en casa. El chico se despidió haciendo un asentimiento con la cabeza, poniendo en marcha su auto.
Hice un ademán con la mano, una despedida muy suelta. Estaba tan aturdido aún por lo lastimado que se encontraba mi cuerpo, que ni siquiera había puesto mucha atención en ese viaje.
El auto arrancó mientras yo me quedaba de pie en la acera, observando al extraño marcharse, y ahora caía en cuenta de que había olvidado preguntarle su nombre.
Quizá otro día me lo volvería a topar en el hospital.
Entré a mi hogar, cada rincón sumido en silencio, las cortinas cerradas, las luces apagadas.
Sí, podría ser medio día. Pero dentro no parecía lo mismo.
Cerré con cuidado, hasta cierto punto era bueno el saber que no había nadie en la casa, de esa manera podría quitarme la ropa sucia e intentar descansar.
Subí a mi habitación, dando pisadas con dificultad, como si llevara un gran peso en mis hombros.
Pasé por el pasillo, por fuera de cada una de las habitaciones. La puerta de la habitación de mi madre se encontraba cerrada. Últimamente había agarrado la costumbre de abrirla un poco, solo para saber si se encontraba bien y la imagen siempre era la misma.
Mi madre recostada en su cama, cubierta por sábanas. Solamente su cuerpo contrayéndose a causa de las respiraciones tranquilas me permitía darme cuenta de que ella seguía con vida.
Solía ver algunas pastillas para dormir en su mesa de noche, y un vaso con agua.
Era lo que ella utilizaba para poder dormir tranquila.
Cerré con cuidado una vez me di cuenta de que ella estaba bien, y arrastrando los pies continúe el camino hasta mi habitación.
Solté mis pertenencias en el suelo una vez cerré con seguro detrás de mí, y sin dudarlo entré en el baño de mi habitación.
Necesitaba que el agua caliente relajar a mis músculos, que se llevará todos los rastros de miedos. Mi ropa había quedado en el piso del baño, por fin podía ver mi cuerpo en un espejo. Algunos hematomas resaltaban en mis brazos, mi rostro con aquella herida que había dejado una sombra violácea, una línea rojiza. Me veía patético.
Observaba mi expresión en el cristal de un ser inmundo, un niño estúpido que no sabía en qué diablos se había metido.
Intenté olvidarme por un segundo de eso, dejar que el agua arrastrará todos esos pensamientos absurdos. Que por un segundo dejara de buscar una salida, porque era seguro de que en cualquier momento terminaría muerto.
Me había puesto ropa bastante cómoda para estar en mi habitación, ese día no saldría, necesitaba dormir un poco y como nunca, en cuanto mi cabeza tocó la almohada me quedé completamente dormido.
—¿Estás aquí?
Bastantes horas había pasado, me había despertado un par de veces solamente para ver el reloj en mi habitación.
Una vez para ver mi teléfono móvil y contestar un mensaje de Evan en dónde preguntaba que si qué había pasado conmigo.
—Tuve un inconveniente, estoy en mi casa.
Fue lo que le contesté antes de quedarme dormido nuevamente.
Me puse de pie, aún con un poco de pesadez, al abrir la puerta la expresión tranquila de Evan cambio al ver quizá mi cara de muerto viviente.
—Te ves horrible —dijo con sorpresa —. ¿Qué fue lo que te pasó?
Me hice a un lado y le di el pase, él entró como de costumbre, y se sentó en la silla de mi escritorio mientras yo cerraba la puerta y regresaba a la cama.
—Unos chicos, enemigos de Rider me interceptaron en la mañana — revelé con tranquilidad.
Evan casi se cae de la silla, sus ojos se abrieron de gran manera con incredulidad.
—¿¡Hablas en serio!? —exclamó.
—No grites idiota, me crepita la cabeza.
Masajee mi frente, su voz chillona algunas veces era irritante, mucho más cuando no aguantaba mi cabeza.
—Es el momento en el que debería de restregarte en la cara «te lo dije», pero verte hecho mierda me quita toda la intención —bromeó.
—No estoy para tus chistes.
Pasaron unos segundos, él seguía analizando, lanzó una exhalación profunda.
—Espero que con esto te alejes por fin de Rider, te lo dije en un principio. Ese chico solo te va a meter en problemas.
No era el único que me lo había dicho.
También Matt se había opuesto cuando se dio cuenta de que cada día me acercaba más y más al círculo al que pertenecía Rider.
—Primero el accidente en motocicleta, ¿y ahora esto? —odiaba cuando él y Matt se metían en mi vida como si supieran algo.
—No es tan fácil como crees —refuté cortando su sermón.
Jamás había tenido una discusión con Evan, él era mi mejor amigo.
—¡Claro que sí! Solo aléjate de esos chicos y ya.
Una risa sin ningún tipo de diversión salió de mis labios.
—No tienes idea.
Porque él no lo entendía, no sabía en lo que me había metido por estúpido. Que ahora estaba condenado y no había vuelta atrás.
Que era un maldito encargado de matar a otros con sustancias ilegales. Evan no sabía que Rider me había dicho que si intentaba salir de esto terminarían exterminándome.
No podía simplemente huir por cobarde, porque las cosas ya habían tomado un curso y en medio de todo eso me encontraba yo, esperando quizá sobrevivir.
—Quizá sea mejor para ti que también te alejes de mí.
Mi voz se había perdido en el silencio de la habitación, entre la discusión sostenida.
—Tal vez eso sea lo mejor para todos—recalqué.
—Estúpido. ¿Qué hay de ella? —cuestionó con la voz bastante firme, levantándose repentinamente de la silla —. ¿Qué hay de Edén? ¿Pretendes simplemente alejarla?
Sus palabras dolieron en mi pecho, realmente pensar en ella era difícil. No podía simplemente olvidar su existencia, alejarme o intentar no sentir todo aquello que ella provocaba en mí.
—Me preguntó por ti en la mañana —la voz de Evan se había vuelto suave. —. Le prometí que te buscaría, que mañana podría verte.
—No hagas promesas por mí.
—Tal vez, si no hubiera visto aquella mirada. Su expresión preocupada. O esa sonrisa al hacer mi promesa no estaría aquí. Pero de verdad le importas a ella.
Escuché los pasos de Evan, iba a salir de mi habitación, la puerta se abrió.
—Y ella me importa a mí —dije con convicción.
—Lo sé —observé a mi amigo, tenía esa sonrisa que transmitía confianza —. Te veo mañana.
Solo asentí cuando se perdió por el umbral de la puerta.
—No puedo creer que nuevamente te hayas metido en una pelea estúpida Allen —Aaron estaba furioso.
Mamá no me había visto ya que ni siquiera se había presentado a desayunar y cuando bajé mi padre ya se había ido a trabajar. Era un alivio no haberme topado con él.
No dije nada ante el sermón de Aaron, estaba bastante molesto por mi aspecto.
Esa mañana observaba la nada a través de la ventana del auto, sin ánimos de ponerme altivo y contestar sus reprimendas.
Exhalé profundo una vez pude ver el inicio de las paredes de instituto, a la expectativa de lo que sucedería.
Aaron detuvo el auto, pero no abrió los seguros al instante.
—Te lo pido —su voz estaba cargada de preocupación —. No te metas en problemas.
—Gracias por traerme —abrí el auto de manera manual, botando el seguro y salí sintiendo remordimiento por la petición de mi hermano.
Esperando a que el sonido del motor se alejara.
—¡Allen!
Mis pasos se quedaron suspendidos.
Mi corazón pareció detenerse al escuchar la dulce voz de Edén detrás de mí. No quería que me viera. No me creía merecedor de su atención, de sus palabras dulces, mucho menos de su preocupación.
Agaché el rostro cuando supe que había llegado a mi lado.
—¿Allen? —sus pasos se detuvieron, no era capaz de verla a la cara —. Dios mío. ¿Qué te pasó?
Terminó de romper la distancia entre nosotros, sus pequeñas manos palparon mi rostro. Mis ojos se encontraban cerrados para no perderme dentro de su mirada expresiva.
Su dedo índice tocó aquella línea rojiza, no pude evitar dar un respingo por la presión.
—¿Quién te hizo esto? —preguntó asustada.
Abrí los ojos. Entonces vi aquello que no merecía, que esa mirada llena de miedo se reflejará en sus ojos.
—Me asaltaron ayer —nuevamente mentí.
Su tacto frio seguía en mi rostro, como un analgésico en mis heridas.
—Por eso no llegaste ayer a clases —aseguró creyendo en mis palabras.
Asentí para no seguir mintiendo.
—No te preocupes, estoy bien.
Esta vez mis palabras no eran tan convincentes, quizá porque mis ojos reflejaban lo contrario.
Sus brazos se enredaron en mi tronco, me rodeó enterrando su rostro en mi pecho.
Edén estaba asustada, preocupada y eso lo veía en cada milímetro de su pequeño cuerpo, de sus expresiones llenas de miedo. En sus ojos que no podían ocultar nada.
—Me alegra que estés bien, que estés aquí. No sé qué haría si tú... —se detuvo —. No sé qué haría sin ti.
Acaricié su cabello, y besé su frente, también la había estrechado fuertemente sin llegar a lastimarla.
No entendía cómo después de todo aquel mal momento que había pasado, de los regaños de todos diciéndome que dejara de hacer estupideces, Edén era quien me producía una paz inexplicable, me sentía completo cuando estaba con ella.
Y eso me asustaba.
Porque los sentimientos que se comenzaban a formar dentro de mí no eran algo que quería, no quería amarla. No quería que ella se viera afectada por mis decisiones.
Pero era demasiado tarde.
Edén, era a quien más amaba. Aquella niña se había convertido en mi todo. Por quien daría mi vida de ser necesario.
Amaba a Edén. Y eso jamás lo sabría, no mientras mi vida estuviera dependiendo de un frágil hilo.
—Allen —escuchamos.
Edén se separó ligeramente de mí, ambos observamos a Rider quien acababa de llegar.
Una sonrisa socarrona se formaba en sus labios.
—Necesitamos hablar.
Solté el aire y me dirigí a Edén.
—Ve a clases, te buscaré más tarde —ella con duda asintió.
Se levantó sobre las puntas de sus pies y depositó un beso en mi mejilla antes de perderse en dirección al interior de edificio.
Caminé detrás de Rider al lugar en el cual solía reunirse con sus amigos.
Detrás del edificio había una pequeña bodega en donde guardaban algunas cosas de limpieza, sabía que se veían en ese lugar para hacer entregas de mercancía a alumnos, bastante escondidos para que nadie los viera.
—¿Qué es lo que necesitas? —cuestioné cuando detuvo sus pasos.
Una sonrisa torcida apareció en sus labios.
—Siempre tan hostil y huraño, Allen.
Rodé los ojos con fastidio, no estaba de humor para nada, aún me sentía un poco adolorido.
—El día de ayer, hablé con quien se encuentra encargado del negocio —relató —. Normalmente es una persona muy cerrada pero me dijo que Nicolae le había hablado muy bien de ti.
—Me hubieras dicho antes sobre ellos—le corté su relato.
—Era solo una prueba hermano, no te enojes conmigo —Rider aventó la colilla de su cigarrillo para pisarla con la punta de su pie.
—Ya no importa.
—¿No era ésto lo que querías? — Comentó con sorna —. Es decir, fastidiar a tu padre, ¿no?
—Por supuesto, ese es mi principal propósito —aclaré.
—Pues te estás saliendo del tema, Allen —comentó de manera irónica—. Todos nos hemos dado cuenta como esa chica se te ha metido por los ojos.
Apreté mis puños, Edén era un tema aparte. No iba a permitir que nadie cuestionara el «porqué» me daba a la tarea de cuidar de ella.
—Ella no tiene nada que ver con esto—dije de manera firme.
Ella era alguien que estaba fuera del odio que sentía, era la única que podía sacar algo bueno de mí.
—Tranquilo hermano, no es para eso por lo que te mandé llamar.
—Habla entonces.
—Te había dicho que me ayudarías durante un tiempo —asentí —. Bien, hablé con el jefe, sabes, él... Es alguien un poco «especial», saber que el menor de los Anthore se ha metido en esto le ha gustado en gran manera —se encogió de hombros —. En fin, me ha dicho que te ayudará —encarné una ceja —, al parecer tu padre no es alguien muy querido en los barrios bajos, y eso tiene que ver con esa prostituta que se ha enredado con él.
Mi mirada se afiló ante aquella mención, cosa que no pasó de largo frente a Rider ya que sonrió con mofa.
—Déjate de palabrerías, dime qué es lo que quieres de una maldita vez.
—Verás, Rebeca era la mujerzuela favorita de nuestro jefe, y ahora que tu padre la ha poseído se ha alejado de sus labores —la voz de Rider se volvió más firme —. Él la quiere de vuelta aunque eso signifique acabar con tu padre.
Me quedé sorprendido ante aquella pequeña confesión de Rider, no tenía idea de que aquella mujer tuviera algo que ver con esto.
—¿Quiere exterminar a Anthony? —pregunté y aunque no lo quería creer sentí algo extraño en mi pecho.
—En teoría, sí. Pero no de esa manera —continuó al momento que sonreía mostrando ampliamente su blanca dentadura —. ¿Crees que no me he fijado? —comentó caminado rodeándome de manera acechante, como un felino a punto de saltar sobre su presa. Rider se detuvo y susurró en mi oído —. Anhelas tu vida pasada. Quieres regresar a hace un año en donde no estabas pasando por todo esto —verme en el estado que había llegado ese día me hacía creer en sus palabras —. Y quieres a esa chica. Quieres estar con ella.
Me había quedado en silencio, inmóvil. Escuchando cada palabra. Sabiendo que lo que Rider me decía era verdad.
Quería mi vida.
Quería recuperar lo que había vendido.
—Estamos dispuestos a regresarte eso si cooperas con nosotros —puntualizó.
Sabía que me había metido en la boca del lobo. Estaba distribuyendo diferentes tipos de drogas por fuera y desde el momento que accedí a ello me había condenado. Era verdad, añoraba poder salir de esto sin las consecuencias de mis actos, porque sabía que me iban a exterminar en cuanto dejara la organización.
—¿Qué tengo que hacer?
—Es fácil —Rider sonrió —. Él solo quiere lo que le pertenece. De regreso a Rebeca y que tu padre pague lo que le debe —me dio la espalda —, tendrás que vaciar sus cuentas bancarias, entonces nosotros entregaremos un informe haciéndole saber a la policía sobre los negocios turbios de tu padre. Porque por si no sabías Anthony Anthore es una maldita alimaña —la forma en que sus palabras eran arrastradas estaba llena de odio —. Tú tendrás tu libertad y él terminará en la cárcel.
—¿Quieres que le robe a mi padre y eche a la borda todo el patrimonio de mi madre? —contesté azorado.
Mi padre era un bastado que merecía pudrirse en la cárcel pero no podía dejar desprotegida a mamá.
—Tienes nuestra palabra de que el dinero de tu madre quedará intacto. Tienen muy bien vigilado a tu padre como para no saber que la mitad de sus riquezas les pertenecen a tu madre y a ustedes, sus hijos —se detuvo un segundo y me miró fijamente —, es solo para darle un escarmiento a Anthony y recuperar el dinero que debe.
Algo en todo aquello no cuadraba, ¿por qué si ellos podían eliminarlo simplemente no lo hacían?
—¿Por qué necesitas que lo haga yo? Estoy seguro de que tu jefe tiene el poder de terminar con Anthony —externé mi duda.
—Entonces, ¿en dónde quedará tu venganza, Allen? —soltó una risa irónica —. Realmente le agradas al jefe —recalcó —. Es una oferta que no puedes rechazar
Estaba analizando sus palabras, demasiado perdido en mis pensamientos. En mis dudas, cuando un sonido como de hojas me hizo girarme Rider.
En sus manos Rider tenía un par de archivos, los cuales me dio sin dejar de ver mi expresión. Con premura los tomé quedando con los ojos ensanchados cuando una fotografía de Edén se coló al inicio de los papeles apresada entre un clip. Bajé mi vista a la hoja impresa, era toda su información personal, tanto la muerte de su madre como los detalles de su enfermedad estaban plasmados en esas líneas.
—¿Qué dices? —habló logrando que mi vista se desviara de las hojas —. Tu libertad por la de tu padre.
Todas las dudas que tenía se habían disipado al entender que ellos sabían todo sobre mí, que mi vida no era un secreto y mi información pertenecía a aquellas personas.
Pero no fue eso lo que me hizo elegir, fue la fotografía de Edén, el cómo sus ojos me veían fijamente desde un pedazo de papel como si pudiera purificar toda la miseria de mi existencia. Como si me rogara desde la imagen que no fuera a fallarle.
—Hecho.
Sellamos el pacto con un apretón de manos bastante fuerte.
Rider sonrío.
—A fin de cuentas, todos estamos condenados. Y no hay vuelta atrás.
Wow, creo que ha sido el capitulo más largo que he publicado.
Bueno, creo que ya vamos entrando a la parte buena de la historia.
Ese Allen se metió en un gran lio que le ha costado mucho, creo que ahora ve una luz al final del túnel.
¿Alguien tiene algún comentario sobre aquella propuesta que le han dado a nuestro protagonista?
Bueno si quieren saber como podrá librarse de este gran problema no dejen de seguir la historia.
Me alegra mucho que cada día descubro más lecturas, aunque muchos son lectores fantasma.
No se si eso es bueno o malo porque igual veo que siguen la historia, pero en fin, ojalá algún día se animen a votar y comentar, no muerdo C:
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