Si ella tenía fe en mí, el resto no importaba
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ALLEN
Sus ojos quedaron prendidos de mi alma desde el primer momento en que cruzamos miradas a través de aquel pasillo dentro del hospital, en donde su figura escuálida y fantasmal me había dejado pasmado.
Entre destellos de esmeralda me vi a mi mismo; un pobre diablo tras un deseo egoísta e infame, creyendo que luchaba por una causa noble cuando lo único que lograba era lastimar a quienes estaban a mi lado.
Ella me mostraba cualidades que nunca antes había visto en ninguna otra persona.
Una voluntad indestructible.
No tener miedo a ningún pronóstico por muy desalentador que fuera.
Y entender, que existe un lugar más allá del arcoiris.
Todo lo que la convertía en quien ella era.
Esas sonrisas que parecían un destello como cuando los rayos del sol chocan contra los cristales que se forman a causa del clima gélido, tan hermosa como esos amaneceres en invierno.
Definitivamente ahora era mi estación favorita del año.
La molestia que transitaba por sus orbes cada vez que buscaba fastidiarla solo para ser expectante de otra expresión como esa.
Pero ninguna de las anteriores dolía tanto como ahora.
Su mirada taladraba en mi cabeza exponiendome como la escoria que siempre había sido.
Indudablemente me sentía el ser más inmundo por ser el causante de lo que ella experimentaba, por hacer lo que a mi mismo me había prometido que —no— haría, porque aún bajo el estupor que presentaba... Aún así me suplicaba con cada músculo facial que le dijera que lo que estaba frente a sus ojos era una mentira.
—Edén —logré articular su nombre en un sonido quejoso, mis palabras temblaban a través de mi garganta.
—Los rumores eran ciertos —comentó una chica con la cual había quedado un par de veces y que realmente ni siquiera recordaba su nombre, pero sus ojos oscuros me veían con repudio —. Él siempre ha sido así, esa imagen es del viernes en la fiesta de Rider.
—Todos fuimos testigos de que Allen besó a Ámbar —fue Elena quien me comprometía con sus palabras falsas.
—Basta —proferí con un tono elevado callando los murmullos y risas de los presentes quienes seguían abarrotando el pasillo. Algunos a la expectativa, otros más atacando con mentiras.
Fue en ese momento que la chica pelirroja hizo acto de presencia doblando el pasillo con una sonrisa cínica.
Observé rápidamente a Edén, quien dio un par de pasos hacia atrás mientras nos veía a ambos alternadamente.
—Edén, eso es mentira —hablé intentando capturar sus ojos con los míos.
Extendí mi mano hacia ella, tratando de transmitirle confianza y ella dudó.
—¿Ahora vas a negarlo? —habló Ámbar ganándose la atención de todos —. ¿Vas a negar que me besaste aun sabiendo que yo salía con Rider? —elevó una ceja y se cruzó de brazos como si el hecho de que yo negara algo que jamás sucedió le causará indignación.
—Sabes que eso es mentira. Tú fuiste quien se acercó a mí con intención de que me acostara contigo — mi voz salió más grave.
Ámbar puso su mejor cara de inocencia antes de volver a hablar, al momento que una pequeña risa se filtraba a través de sus labios.
—Niña, ya deberías de saberlo, Allen necesita una mujer, no una pequeña como tú —sus ojos viajaron de arriba a abajo, recorriendo el cuerpo de Edén con una mirada de indiferencia —. Imagino que por esa razón se acercó a mí.
—Ámbar —mi voz fue amenazante, una advertencia a sus palabras. Volví a poner mi atención en Edén suavizando la mirada—. ¿Confías en mí? —le pregunté relajando mi postura y cambiando mi tono de voz —. Te lo prometí. Prometí que jamás te lastimaría —el resto de los presentes habían desaparecido para mí, no me importaba lo que pasaba alrededor, tampoco que me vieran rogarle a una chica.
Edén cerró sus ojos con fuerza y apretó ambas manos a sus costados, sus labios cerrados dibujaban una línea recta.
Ella me había demostrado la fortaleza de la que todos carecían. No me gustaba verla de esa manera, como una chica frágil.
—Ella no te perdonará —habló Ámbar manteniéndose a unos pasos de distancia de nosotros. Ante sus palabras, los ojos de Edén se abrieron. Por primera vez vi su ceño fruncido no como cuando me esmeraba en hacerla enojar, ahora ella estaba realmente cabreada.
Sin dirigirme ninguna mirada pasó frente a mí, con su postura rígida, y ante cualquier cosa que hayamos pensado estampó su mano en el rostro de Ámbar.
Todos quedamos asombrados cuando el rostro de la pelirroja giró con violencia y sus ojos color miel se abrieron con incredulidad.
Edén la había abofeteado en frente de todo el alumnado.
—Es suficiente —dijo Edén con molestia notable. Mi boca seguía abierta, jamás había imaginado que ella fuera capaz de poner a Ámbar en su lugar.
La mano de Ámbar rozó su rostro tocando la parte enrojecida que le había quedado a causa del impacto, su expresión llena de sorpresa se compuso en una mueca de irritación.
—Tú... Perra —bramó molesta apretando los dientes —. ¿¡Cómo te atreves!?
El silencio del resto de los espectadores persistía.
—Me he cansado de ti —comenzó Edén sin cambiar su expresión molesta —. No dije nada cuando me interpretaste en el jardín para molestarme con tus comentarios hirientes sobre Allen.
Estaba tan concentrado con la boca abierta observando a Edén darle frente a Ámbar que apenas reparaba en el hecho de que Evan y el resto de los chicos habían entrado al edificio sorprendidos también por lo que se desarrollaba frente a sus ojos.
—Tampoco me defendí cuando tiraste mis cosas en el pasillo hace un par de días —continuó revelando, algo de lo cual no estaba enterado —. Pero esto ha sido suficiente. No te permito que culpes a Allen por algo de lo cual estoy segura que fuiste tú quien lo obligó —mi boca seguía levemente abierta, una chica menor que yo me estaba defendiendo. No sabía si debería estar orgullo de mi chica o sentir mi ego por los suelos —. Me he dado cuenta de la forma en que lo miras y también soy consciente de la forma en que él te ignora; y eso es lo que te duele, que sus sonrisas son mías, y tú no puedes conseguir nada más que arrastrarte mendigando un poco de atención.
Un —Auch— comunitario se escuchó por todo el pasillo, seguido de frases como: «Eso ha de doler» «pobre zorra» «que patética», entre otras y risas burlonas sofocadas en las gargantas de los presentes.
El rostro de Ámbar se encendió casi al mismo color que su cabello, estaba seguro de que había escuchado sus dientes crujir.
Fue en ese momento que reaccioné, porque sus intenciones no pintaban bien.
—¡Eres una! —escupió elevando la mano con los músculos de su brazo contraídos y la palma bien abierta.
El momento llegó a mí como si fuera en cámara lenta. Mi pies se movieron por sí solos y antes de que su mano estampara en el rostro de mi novia me interpuse tomando la muñeca de Ámbar en con mi mano.
El sonido sordo del impacto de la palma de mi mano contra su piel fue lo único que se escuchó, porque el resto de los presentes estaban incluso aguantando la respiración con las pupilas dilatadas.
En ese momento quería romperle la muñeca a Ámbar; sin embargo, la solté lo más rápido que pude. No quería tener ningún contacto con ella.
Con mi cuerpo interpuesto con postura defensiva frente a Edén fijé mis ojos en Ámbar, tenía una expresión de terror.
—No te atrevas —siseé con voz grave sin cambiar mi expresión intimidante —. A ella no puedes tocarla.
Sus pupilas temblaron ante mis palabras al igual que sus labios.
—Allen —habló tropezando con las palabras mientras daba un par de pasos hacia atrás.
—Si vuelves a intentar acercarte a ella serás tú quien termine encerrada. De eso me encargo yo —vi su cabeza hacer un movimiento afirmativo de manera lenta, con mi mirada penetrante y mi mandíbula tensa finalicé—. Ahora, largo de aquí.
Ámbar se alejó.
El silencio permaneció siendo suprimido por leves cuchicheos, y fue hasta que mi postura se relajó cuando todos siguieron con su camino abandonando el lugar de la disputa.
Exhalé y cerré los ojos tratando de tranquilizarme, hasta que un par de delgados brazos me rodearon por la espalda y se cerraron a la altura de la boca de mi estómago. Su rostro entre mis omóplatos, necesitaba sentir esa calidez, todo lo que acababa de suceder había sido una locura. Y pensar que el día apenas comenzaba.
Coloqué una de mis manos sobre las suyas y así nos quedamos por un par de segundos, tratando de calmar nuestros corazones, sanandonos.
—Lamento todo esto —hablé sintiendo como su cabeza se frotaba en mi espalda en forma de negación.
—No es tu culpa —su aliento tibio y la vibración de su voz fue lo único que percibí en ese momento.
Una risa se ahogo en mi garganta.
Era increíble.
Realmente lo era.
No existía persona alguna que tuviera fe en mí, solo ella.
A ella no le importaba si era el mejor de la clase.
Tampoco le interesaba si estaba en los equipos deportivos ganando trofeos.
Para ella no era importante que todo el mundo hablara de mí.
Y era algo que no entendía.
Porque toda la vida había intentado agradar a mi padre, enorgullecerlo.
Estaba seguro de que mi familia era perfecta, hasta que la cruda realidad golpeó mi rostro.
Y fue hasta ese entonces que me dedique a arruinar todo, incluso mi vida.
Luego ella llegó.
Con sus sonrisas.
Con esa forma infantil de ser.
Con ese conejo rosado que la acompañaba a todas partes.
En donde su mundo no estaba hecho de colores monocromáticos y tristes.
Porque cada día ella me mostraba un nuevo color.
Como aquel fenómeno de la naturaleza en el cielo, con tantos matices diferentes.
Así era ella.
Alguien a quien no lograba entender, pero que me había mostrado que eso perdía sentido al igual que todo a nuestro alrededor cuando estábamos juntos.
Algunos pasos se hicieron presentes, y fue cuando vi a mis amigos. Aquellos a quienes había dejado a un lado por seguir a un grupo de idiotas.
Ellos seguían ahí para mí.
Mi rostro se elevó, Evan estaba frente a mí con una de esas sonrisas que producían tranquilidad, pasé mi vista a su lado y al ver al resto de los chicos me di cuenta de que ellos también me demostraban con su semblante el apoyo que podía recibir.
Pasando los ojos sobre mi hombro, mi mirada cambió al chocar contra aquellos destellos esmeraldinos que me hacían olvidar mis pecados.
—Vayan a clases —habló Evan —. Nosotros nos encargaremos de tirar todo esto a la basura —señaló las hojas impresas, solo pude asentir y dar las gracias al momento que relajaba mi postura.
Con delicadeza tomé la mano de Edén y la guíe hasta su salón de clases. Bajo miradas llenas de burla, bajo la presión de todos, pero eso quedaba en segundo lugar. Si ella tenía fe en mí, el resto no importaba.
Decir que el día había transcurrido de manera tranquila sería una mentira.
El espacio vacío de la cafetería en donde Rider y sus amigos se sentaban era demasiado notorio. Los rumores se comenzaron a extender, principalmente el de las drogas en su habitación. También, muchos de ellos hicieron sus conjeturas y pude escuchar entre tantas voces a quienes aseguraban que yo estaba metido en lo mismo.
Si no fuera por el apoyo de Evan y el resto de los chicos quienes fingían no escuchar los comentarios realmente hubiera huido del lugar.
Solo quería que todo esto terminará y regresar a mi vida tranquila, pero aun no contactaba a Nicolae. Seguían vagando en mis pensamientos porque estando dentro de esas paredes no podía investigar por mi cuenta lo que realmente había sucedido.
—¿Eso era lo que tenías que decirme? —cuestionó Edén.
Caminábamos en silencio después de concluir las clases, nuestros pasos sin rumbo alguno continuaron. El cielo había dejado de estar despejado dando lugar a nubes grisáceas aglomerandose una a una.
Era bastante obvio que esa era mi urgencia de hablar con ella; sin embargo, dejé que interpretará mi silencio, ella me conocía bastante bien.
—Mentiría si te dijera que no he dudado, o que mi corazón no ha dolido —mi andar se detuvo, lo que menos quería era que ella pasara por alguna clase de «dolor».
—Realmente lo lamento, en primer lugar no debí de haber ido a esa fiesta —admití apenado —. Creo que tampoco el hecho de haber bebido ayudó.
Edén soltó una risa.
—Eso lo explica todo, solamente ebrio pudiste haber besado a esa chica.
Aunque no era la intención el simple hecho de que mencionara que yo había besado a Ámbar me asqueaba.
—Y-yo no.
Traté de explicar la situación.
—Olvídalo. Sé que ella se las ingenió para molestarte —le restó importancia al asunto.
Reanudamos nuestro andar, sin darnos cuenta que estábamos por el lugar de aquella cafetería vintage donde yacían nuestros nombres escritos en la pared.
—Edén —la llamé apretando su mano con fuerza cuando mis pasos se detuvieron, su rostro se ladeo un poco expectante de lo que tuviera que decir y con los ojos bien abiertos se quedó un segundo esperando mis palabras —. Quiero que realmente lo creas.
—¿A qué te refieres? —me acerqué a ella pasando mis dedos por su cabello, como si con mi caricia ella fuera a desmoronarse.
—Que después de haberte besado no puedo siquiera pensar en estar con alguien más que no seas tú.
Una sonrisa boba se formó en sus labios.
—Realmente lo creo —aseguró con convicción en sus palabras. Mi postura se relajó al momento que me daba valor para hacer lo que había querido hacer durante todo el día.
Fue hasta que sentí sus labios fríos que mis miedos se alejaron, esos besos dulces que solo ella me daba y que alimentaban hasta mi alma.
—Soy el idiota más grande del mundo, de eso estoy seguro. Pero creo también, que si no hubiera cometidos tantos errores no me hubiera topado contigo —entrelacé su mano con una de las mías y la guíe a la altura de mis labios —. Agradezco haberte conocido, fue gracias a ti que ahora el odio no gobierna mi corazón —sus ojos parecían un par de joyas, y sus mejillas no se quedaban atrás con ese color carmín —. Ahora lo que más deseo es que mis días sean a tu lado.
Siendo un niño comenzaba a hablar como un adulto, jamás había hablado de amor. No era eso en lo que pensaba. Tenía metas claras, quizá ese fue el problema, mi dedicación y esmero en algo que creía, tanto que cuando me enteré de la verdad en lugar de hacer algo positivo por ayudar a mi madre me deje guiar por el odio sin fundamentos. Tal vez, si mis emociones no me hubieran dominado en ese momento todos los problemas por los que pasé se hubieran evitado
—Allen —la forma en que mi nombre salía de sus labios jamás podría compararse, era tan dulce que podría detestarla, sin embargo esa dulzura que la caracterizaba me tenía fascinado —. Sabes, me gusta estar en silencio observando. Durante el tiempo que he estado contigo he visto tal vez al Allen que pocos conocen, ese chico con miedo, cauteloso, que se esconde bajo una máscara de indiferencia.
—Gracias por todo —murmuré mostrando una pequeña sonrisa.
En un impulso, Edén enredó sus brazos en mi cuello pegando nuestros labios, ella sonreía y yo también estaba sonriendo mientras la sostenía de la cintura y pegaba más su cuerpo al mío.
Edén elevó su rostro con los ojos llenos de alegría cuando los pequeños copos de nieve comenzaron a descender sobre nosotros.
—¡Nieve! —señaló ansiosa separándose de mí.
Fue en ese momento que recordé aquella primera nevada, en donde ella jugaba con los copos de nieve elevando los brazos.
Ahora podía hacerlo.
Disfrutar de la nieve junto con ella.
La levanté por la cintura y le di un par de vueltas. Un chillido de emoción se escurrió de su boca pero en lugar de aferrarse a mí extendió los brazos dándole la bienvenida a los copos helados, su risa resonaba por la desértica ciudad mientras disfrutaba de aquel fenómeno que tanto amaba.
Las pocas personas que pasaban a nuestro lado ignoraban por completo lo que estábamos viviendo.
En ese momento me sentí como cuando era un pequeño niño, persiguiendo a Aaron, e intentando que mi padre jugara conmigo. Recibiendo los abrazos de mamá cerca de la chimenea, cuando todo se teñía de blanco.
La felicidad que no había experimentado desde hace mucho tiempo podía sentirla en ese momento.
Tenía el mejor panorama, a ella en mis brazos, sonriendo, recibiendo la nevada.
Con cuidado la devolví al suelo sin dejar de ver aquello brillante que había salido a luz.
—¿Aún no has puesto nada aquí? —pregunté, pues me di cuenta que aquel relicario se había salido y ahora colgaba sobre su ropa.
Lo tomé entre mis dedos y lo abrí sin pedirle permiso.
Esperaba encontrar quizá una fotografía de su madre, tal vez de su padre pero lo que encontré adentro me confundió.
—¿De donde sacaste esto? —cuestioné alzando una ceja, ella tenía una fotografía mía de hace un año aproximadamente.
Su risa traviesa se ahogó en su mano.
—Tu mamá me la regaló el día que fui a tu casa.
—¿Así que tú y mi madre ya son mejores amigas? —en mis palabras no había acusación, solo diversión.
—Eso espero, porque no creo que se deshaga de mí.
Sonreí.
—No lo hará.
Los copos de nieve comenzaron a caer con más fuerza, no era que la nieve me asustara, pero no quería que ella fuera a pescar un resfriado.
—Vamos, hay que llegar a tu casa antes de que empiece a nevar.
Asintió sin rechistar y dio un par de pasos.
Me quedé algunos minutos observándola, saqué mi móvil y vi la pantalla.
—Edén —le hablé al momento que intentaba enfocarla para tomarle una fotografía.
Ella giró, su cabello revoloteo un poco, y sin avisarle el sonido de la cámara la aturdió. Le había tomado una fotografía.
—Eres malo —realizó un puchero, acercándose a mí —. ¡No estaba lista!
Me reí un poco observando la fotografía que acababa de tomarle.
—Es lo justo, tú tienes una foto mía y ahora yo tengo una tuya.
—¡Pero la has tomado así nada más! —argumentó preocupada más que molesta.
—Has salido perfecta —y así era, tenía una hermosa fotografía de Edén en donde sus ojos de como joyas me enfocaban con curiosidad, sus mejillas sonrojadas y su hermoso cabello revoloteando un poco a causa de su movimiento brusco. Toda ella siendo acariciada por ligeros copos de nieve.
Después de despedirme de ella la vi alejarse en un taxi en dirección a su casa, y yo me dirigí a la mía.
Me sentía algo extraño, algunas cosas se habían arreglado, otras seguían perturbandome.
Estaba consciente que tenía mucho camino por recorrer antes de que todo estuviera bajo control, pero de algo estaba seguro.
Contaba los días para que todo terminara, para no tener que preocuparme por estar junto a Edén.
Hola personitas bellas que siguen la historia, estamos a dos capítulos de concluir el libro.
Me encuentro emocionada, si tengo tiempo subiré el siguiente capítulo más tarde.
Saludos y gracias por todo el apoyo.
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