No quiero perderte a ti también
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ALLEN
—Espero todos los alumnos se encuentren reunidos aquí —habló el director del instituto observándonos. Todos se encontraba en silencio atentos a lo que aquel hombre de rasgos recios y edad avanzada tenía que decir —, esto no es un simulacro. Al parecer la tormenta de nieve se adelantó y estaremos recluidos en este lugar durante unas horas. Si no es que hasta el día de mañana.
Los murmullos inconformes y otros espantados de los alumnos se escucharon por todas partes alterando a quienes había permanecido quietos y relajados ante la situación.
—Silencio por favor —ordenó una de las profesoras tomando posesión del micrófono, su nombre era Sarah; siempre llevaba el cabello recogido y unos enormes lentes de pasta, era bonita, a pesar de ser de una edad madura pero demasiado ingenua —. No tenemos opción, así que lo mejor va a ser que nos adaptemos a la situación y cooperemos.
Nuevamente el silencio reinó, podía ver en el rostro de varias chicas el miedo plantado.
La luz del instituto se había ido y en el gimnasio habían tenido que hacer uso de un generador que era abastecido por un pequeño depósito de combustible, realmente no teníamos idea de cuánto tiempo duraría ya que parte de la calefacción era solventada por electricidad del mismo generador.
Algunos se abrazaban mientras otros intentaban parecer serenos, a mi lado izquierdo Evan tenía envuelta en sus brazos a Abigail mientras Matt tomaba la mano de Gabrielle con fuerza. Observé a Edén quien estaba a mi lado derecho, su rostro tranquilo me ayudó a no perder los estribos; temía por ella no por mí.
—Vamos a entregar algunas mantas, y no se preocupen por la comida tenemos todo bajo control —dijo la profesora Sarah regresando el micrófono al director quien de inmediato dirigió unas palabras de aliento para tranquilizar a los alumnos.
—Les pido que se agrupen y traten de estar tranquilos, tenemos este tipo de situaciones previstas.
El estrado fue abandonado mientras los profesores hablaban entre ellos cosas que no podíamos escuchar pero por sus rostros era evidente que estaban preocupados por la situación.
—Esto debe de ser una broma —habló Gabrielle llamando nuestra atención —. No es posible que no podamos ir a casa. —Matt pasó un brazo sobre su hombro y le dio un abrazo para tranquilizarla.
—Sería peligroso, la magnitud de la tormenta podría ocasionar algún accidente. Lo mejor será que aguardemos mientras todo esto pasa.—Chester un chico de otro salón que era conocido de Gabrielle se había acercado a nosotros, era uno de esos cerebritos que siempre tenían razón en todo.
—Pero, ¿realmente el generador eléctrico podrá mantener la luz y el lugar a buena temperatura? —preguntó Abigail asustada mientras se acurrucaba más con Evan. Él puso su barbilla sobre la cabeza de su novia, su semblante era serio a pesar de lo inmaduro que podía llegar a ser Evan, era evidente que estaba asustado.
—Eso es algo que averiguaremos más tarde linda. —Rider apareció detrás de nosotros con su sonrisa socarrona. En el otro extremo los chicos que solían juntarse con él nos observaban, entre ellos Ámbar —. Lo más probable es que nos congelemos antes de que nos saquen de aquí.
—No digas tonterías —espetó Evan, vi a Abigail acurrucarse aún más mientras su rostro estaba inundado de pánico; por otro lado Gabrielle se había pegado más a Matt y aunque ella era un poco más ruda que la pequeña Abi su rostro también reflejaba temor.
—No hagan caso, sólo quiere asustarnos —habló Gabrielle tratando de lucir firme.
—Me temo que este chico puede tener razón. Se necesita una gran cantidad de combustible para poder solventar el funcionamiento del generador y no sabemos cuánto pueda durar ese combustible —soltó Chester lanzando un suspiro y rascando su nuca con nerviosismo.
—Al parecer no somos los únicos que sabemos eso —hablé y todos dirigieron la vista a donde el profesor de biología y otros maestros charlaban con la misma expresión preocupada de la mayoría de los alumnos.
—En vista de que moriremos congelados les propongo una pequeña solución. —Volvió a hablar Rider llamando la atención de todos sin dejar esa sonrisa cínica de lado —. Digamos que tengo algo aquí que podría ayudarlos a entrar en calor.
Mi mandíbula se tensó, sabía a lo que iba y que él solo estaba esperando la oportunidad perfecta para sacarle provecho.
—¿A qué te refieres? —preguntó Gabrielle con curiosidad.
—Es solamente para los que estén seguros de aceptar mi propuesta y prometan que guardarán el secreto.
Las miradas confundidas de mis amigos se habían fijado en Rider. El pánico que se sembró en ellos podría ser bastante grande como para que aceptarán aquello que ese chico tenía que ofrecerles. Así que sin más decidí que lo mejor era actuar.
—Rider —hablé con voz firme mientras el aludido me veía de manera retadora, con ese par de ojos afilados y la barbilla elevada.
No me importaba que mi vida girara en torno al maldito trato que habíamos hecho. Mis amigos no estaban dentro del plan.
—Solo era una sugerencia hermano —sonrió ampliamente antes de despedirse haciendo un ademán con la mano.
Todos se quedaron viendo hacia donde Rider caminaba, de manera despreocupada como si aquella situación no le afectará.
—Pero que tipo tan extraño —habló la novia de Matt.
—Ni que lo digas —dijo Abigail —. Aunque tiene razón con lo del generador... Es posible que nos congelemos si se nos termina el combustible.
Un silencio sepulcral se plantó entre nosotros, todos estábamos demasiado ensimismados buscando una posible solución. Afuera la ventisca era densa, no era una nevada normal, era una tormenta. Las chicas eran las que más preocupación demostraban, tanto las de nuestro grupo al igual que el resto de las estudiantes.
Edén hasta ese momento se había mantenido en silencio, no se veía asustada; de ser sincero tenía que admitir que por la situación mi atención no había sido para ella. Fue hasta que se alejó a paso firme de mi lado, vi su cabellera ondearse y rápidamente fijé mis ojos en ella.
—¿A dónde vas? —cuestioné llegando a su par.
Los alumnos eran bastantes y podrían empujarla por error.
Sus ojos de tonos esmeraldas me enfocaron y sin miedo fijó su vista al lugar al que se dirigía. La profesora Sarah junto con otros maestros repartían mantas a los alumnos.
—Quieres una manta —afirmé —, quédate aquí yo te la traigo.
Emprendí mi paso pero su pequeña mano tomó la mía obligándome a detenerme.
—No voy por una manta —refutó con voz firme —. Quiero ayudar.
Volví a ver bien, era evidente que los profesores no se daban abasto, el pánico implantado en los alumnos era tan grande que no podían pensar bien.
—Hay que hacer lo que esté dentro de nuestras manos para ayudar —dijo Edén y volvió a caminar en dirección a aquel lugar.
—Niña terca —mascullé, aunque no era tanto porque me causará molestia, la verdad me había dejado impresionado.
La vi llegar y entablar algunas palabras con la profesora a lo que rápidamente sonrió a Edén en forma de agradecimiento y le pasó algunas mantas para que ayudara a repartir a los alumnos que estaban aglomerados.
Caminé hasta el tumulto de chicos, esa chica era tan extraña.
Estaba enferma pero aun así se veía más fuerte que la mayoría de los que estaban ahí, por lo menos mentalmente más fuerte.
—¿Qué hay que hacer? —pregunté con expresión seria colocándome al lado de Edén.
Una sonrisa iluminó su rostro cuando me vio.
—¡Gracias Allen! —dijo con alegría —. Hay que repartir las mantas, son algo grandes y solo podremos abastecer a la mitad de los alumnos así que la maestra Sarah me pidió que les dijera que buscarán una pareja para que puedan compartirla.
Asentí y empecé a repartir las mantas, la expresión de los alumnos denotaba miedo. Yo era de los mayores al igual que Evan y los demás pero los de menor año se veían más afectados.
Poco a poco comenzaron a empujarse ansiosos por tomar una manta, tanto que la mesa que nos divida de los alumnos se tambaleó y casi golpeó a Edén, de no ser porque la alcancé a poner detrás de mí y recibí el impacto ella hubiera terminado lastimada.
—¡Traten de calmarse! —Exclamé con voz grave y firme, Edén estaba ahora algo nerviosa —. Todos van a alcanzar, pero necesitamos que busquen una pareja para entregarles la manta. —Los alumnos me veían expectantes, preocupados pero atentos a mi llamado —. Vamos, hagan una fila doble.
Poco a poco se acomodaron en parejas y formaron una fila y de esa manera repartimos todo más rápido. Como estaba previsto, las mantas fueron suficientes.
Casi terminábamos y durante todo este tiempo Edén tarareaba una canción que la había escuchado de igual manera de ella en otras ocasiones.
—Esa canción... ¿Cuál es su nombre? —pregunté con curiosidad fijando mis ojos en el perfil de Edén.
—Somewhere over the rainbow —dijo sin mirarme.
—Creo que la he escuchado antes.
—Es algo vieja, mamá la cantaba para mí.
En un segundo sus labios se abrieron.
—"Somewhere over the rainbow,
Way up high,
In a dream that you dream of,
Once in a lullaby,
somewhere over the rainbow,
Bluebirds fly,
And the dreams that you dream of
Dreams really do come true
(En algún lugar sobre el arco iris,
Muy alto,
En los sueños que has soñado,
Alguna vez en una canción de cuna,
En algún lugar sobre el arco iris,
Pájaros azules vuelan,
Y los sueños que soñaste
Los sueños se vuelven realidad)
Someday I'll wish upon a star,
Wake up where the clouds are far behind me,
Where troubles melt like lemon drops,
High above the chiminey tops,
That's where you'll find me.
(algún día desearé estar sobre una estrella,
Despertar donde las nubes están muy debajo de mí,
Donde los problemas de derriten como gotas de limón,
Arriba, muy arriba de las chimeneas,
Allí es donde me encontrarás) "
La había escuchado tararear la canción, pero jamás pensé que la voz de Edén fuera tan hermosa. Terminó de cantar aquella pequeña estrofa y yo seguí observándola con los ojos muy abiertos perdido en lo que acababa de escuchar. En ella, en su voz.
—Cantas —musité, un carraspeo salió de mi garganta. No podía hablar bien ante la impresión de haberla escuchado cantar, de inmediato regresé a mi labor —. Muy bien.
—Gracias. Mamá solía cantarla para mi antes de dormir —dijo. Vi su semblante decaer un poco —. Ahora sé que ella está allá. En algún lugar sobre el arcoíris.
Mi corazón se estrujó ante sus palabras, me quedé pasmado y seguí con nuestro trabajo en silencio, no sabía qué decir realmente.
—Aquí tienes —dijo la profesora entregando una manta a Edén, ella me observó de soslayo y no pude evitar sonrojarme y desviar la mirada.
Sabía que ella sería mi pareja durante este tiempo de encierro.
—No puede ser, el abastecimiento de combustible está a menos de la mitad.
Escuché tras de mí al profesor de álgebra, su voz salía con preocupación.
—Si seguimos así es probable que para la media noche no tengamos suficiente combustible para mantener la calefacción encendida, el frío podría ser intenso —afirmó el profesor de biología, Charles.
—Debe de haber una manera.
—Podríamos vaciar los tanques de combustible de algunos autos y con eso bastaría para llenar el depósito del generador.
—Pero es arriesgado salir con esta tormenta, nosotros ya estamos viejos no podríamos hacer algo así —comentó el director.
—Yo lo haré, pero necesito por lo menos otros cuantos para hacer el trabajo más rápido. — dijo el profesor Charles.
—Cuenta conmigo —secundó el profesor de álgebra —. Aunque aun así necesitaríamos a más personas.
—Yo voy —dije decidido metiéndome en la plática de los adultos, y rápidamente los ojos de los profesores se posaron en mí.
—Anthore. No podemos ponerte en riesgo.
—Usted lo acaba de decir, no todos son tan jóvenes y de los alumnos soy de último año y por lo tanto tengo mayor resistencia —encaré al director recordándole sus propias palabras para que no tuviera opción.
Todos estaban serios con la mirada puesta en mí. Observe a Edén y sus orbes, me veía fijamente de manera serena transmitiéndome tranquilidad.
—Nosotros también iremos.
Detrás de mí apareció Evan seguido de Matt y Chester el chico del otro salón amigo de Gabrielle.
—Mi auto tiene el tanque lleno de combustible, podemos drenar lo —dijo Matt con tranquilidad.
—También el mío se encuentra lleno—había sido esta vez Chester ofreciendo su mano.
—Y como yo no puedo permitir que hagan estupideces sin mí, también me uniré. —Una gran sonrisa apareció en el rostro de Evan.
—Está bien. Pero vamos a hacer esto rápido. —El profesor Charles puso su mirada en nosotros, él era un hombre joven, de unos treinta y cinco años de edad, bastante atractivo según algunas chicas. Todos nos acercamos para escuchar el plan —. Vamos a ir en equipos. Allen y Evan traerán el combustible del auto de Matt— nuestro amigo nos dio las llaves de su auto sin rechistar —; Matt y Chester vayan por el combustible de tu auto —Señaló al prodigio del equipo —. Y el profesor Erick y yo iremos al estacionamientos de maestros por el de mi auto.
Todos asentimos con la expresión seria, bastante concentrados en lo que teníamos que hacer.
—Esto no es un juego —sentenció el profesor de biología —, abríguense bien porque no quiero tener que entregar a sus padres sus cuerpos como los de neandertales congelados. —El hombre solía tener un humor bastante sarcástico la mayor parte del tiempo —. Tenemos unos garrafones de agua vacíos que nos pueden ayudar.
Los chicos se ajustaron las chamarras y se cubrieron lo más que pudieron. Cerré mi chaqueta y me envolví la bufanda bien alrededor del cuello cubriendo mi boca y nariz. Estaba por salir cuando sentí un ligero peso sobre mi cabeza. Levanté las manos y toqué un gorro de lana. De inmediato me giré para encontrarme con la sonrisa de Edén.
—Confío en ti —dijo, le regalé una sonrisa casi imperceptible y ella se acercó a mí, se levantó sobre las puntas de sus pies y depositó un beso en mi mejilla. No pude evitar cerrar los ojos y disfrutar del contacto de sus labios contra mi piel.
Caminamos por el pasillo que llevaba a la salida. En ese lugar el frío era más notorio, los chicos se veían decididos y sin miedo alguno.
—Traten de hacerlo lo más rápido posible, no pierdan tiempo.
Asentimos ante las palabras del profesor. Colocó su mano en la manija de la gran puerta y empujó con fuerza.
El viento helado nos golpeó rápidamente, era demasiado intenso; no pude evitar cubrirme con el dorso de la mano. Me había quedado cegado por un momento.
Ajusté mi bufanda y salimos, la nieve nos llegaba arriba de los tobillos, aún no era demasiada la que se había juntado.
—El auto está por acá —señaló Evan.
—Vaya, sí que tienes bien vigilada a Abigail —dije para disminuir la tensión. Ambos llegaban juntos a la escuela y Evan siempre la esperaba cerca del estacionamiento.
Soltó una risa, era imposible para mí hacerlo enojar.
Por otro lado, el simple hecho de respirar nos costaba. El viento helado calaba en mis pulmones logrando que mi pecho se sintiera oprimido.
La visibilidad era muy poca, solo podíamos ver a un metro delante de nosotros. Todo lo demás era blanco.
—Aquí está —dijo Evan después de unos minutos, rápidamente abrió el compartimiento del depósito de combustible y comenzamos a drenarlo. El combustible bajaba poco a poco.
—¡Mierda! —exclamó abrazándose a sí mismo —. Creo que moriré aquí congelado.
—No digas estupideces, no falta mucho para que regresemos.
Pasaron unos minutos pero aún no se llenaba ni la mitad, sentía que en cualquier momento caería congelado.
—Vamos —dije mientras me encontraba acuclillado observando el combustible bajar lentamente.
Vi a Evan caer de rodillas y fue cuando me asusté.
—¿Qué sucede? —cuestioné algo exaltado levantándome de prisa.
Me acerqué y pasé mi mano sobre su hombro. Se veía demasiado afectado por la temperatura.
Sin pensarlo, abrí el auto para que él pudiera entrar y el viento no lo golpeara con tanta fuerza mientras yo regresaba a mi labor de vigilar el combustible.
—Estoy bien —dijo tosiendo.
—Ya casi se termina de llenar.
Dirigí mi vista nuevamente al depósito improvisado y efectivamente faltaba muy poco para que se llenara.
Le coloqué la tapa para asegurarlo.
—Regresemos —ordené, Evan asintió y se puso de pie ya más tranquilo.
Caminamos cargando entre los dos el garrafón llegando por fin a la puerta de entrada, los demás ya se encontraban ahí también cubiertos de nieve.
—Me tenían preocupado estaba por ir a buscarlos —dijo el profesor Charles —. Creo con esto bastará—aseguró complacido con el resultado.
Entramos y las miradas de todos se clavaron en nosotros, pero la mía solamente se fijó en alguien.
Edén estaba casi junto a la puerta y por primera vez en el día mostraba una mirada preocupada. Le sonreí para emitirle tranquilidad y ella poco a poco relajó su expresión. Caminó hasta mí y sin pensarlo me envolvió con sus brazos halándome del cuello. Su aroma era una especie de tranquilizante para mis sentidos, coloqué mi mano en su espalda y cerré los ojos, el calor que emanaba su cuerpo se adhirió a mi piel.
Empezó a temblar en mis brazos de un segundo a otro. Me asusté porque pensé que tal vez el hielo que permanecía sobre mí le había afectado.
—Estás temblando. —Mi voz salió en un susurro cerca de su oído.
Me despegue ligeramente de ella, aun manteniendo la cercanía con su rostro, sintiendo su suave respirar en mis mejillas entumecidas. Edén tenía los ojos cristalizados y sus labios realizaban un pequeño puchero bastante infantil que me pareció adorable.
—Es tu culpa —espetó con la voz entre cortada —. Por un momento pensé que no regresarías. No quiero perderte a ti también —dijo entre sollozos.
Me quedé en silencio, los demás ya se había dispersado y en ese momento estábamos sólo Edén y yo. Me enterneció su sinceridad, estaba seguro de que para ella yo era tan importante como ella lo era para mí.
—No llores, jamás te dejaré sola.
Promesas quizá sin significado en ese momento.
Me acerqué y la envolví con mis brazos acariciando su cabello para tranquilizarla como quien consuela a una pequeña niña. Perdiéndome en la calidez de su pequeño cuerpo, olvidando todo. Siendo participe de la dicha que un ser humano común puede llegar a experimentar, dejándome envolver por aquel amor silencioso.
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