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Lo único que deseo es no hundirla a ella conmigo

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ALLEN

—¿Edén se fue a su casa?

Preguntó mamá tratando de sentarse con dificultad en la camilla. Los aparatos ya habían sido removidos y solo un poco de suero era lo que descendía por una fina manguera que culminaba en una aguja insertada en la parte dorsal de su mano.

—¿Estás bien? —me acerqué a ella para servirle de apoyo, cuando la escuché emitir un gemido de fatiga —. Todavía no estás en condiciones para hacer esfuerzos.

La reprendí un poco, mi hermano no se encontraba en ese momento. Había quedado de arreglar asuntos con nuestro padre sobre lo que ahora se avecinaba y por orden de él me mantuve alejado. Mi intención era la misma, y Aaron estaba seguro que si yo volvía a ver a Anthony era un hecho que esta vez no me contendría.

—No te preocupes por mí, hijo. Estaré bien —recompuso una sonrisa. Las bolsas violáceas bajo sus ojos indicaban las noches sin sueño, su piel carecía del brillo que normalmente podía observar día a día. Mi madre, no se vería radiante, no ahora.

Regresé a mi asiento, aún con la mueca de inconformidad en mi rostro.

—Sí —respondí a la pregunta que había quedado sin respuesta, y añadí ——: Me pareció un poco imprudente de mi parte dejar que se quedara aquí, el hospital no es un lugar muy acogedor para dormir.

Las camillas de los hospitales no siempre son cómodas, y cuando un acompañante se quedaba para cuidar a su paciente no dormía ni siquiera en una camilla; teníamos suerte de que la habitación de mi madre contaba con un sofá más amplio que las sillas individuales que permanecían en las habitaciones. Simples, nada ergonómicas, justo como en la que me había sentado para cuidar de mi madre ese día.

Regresé mi peso al respaldo, mi madre, de igual forma se recargó echando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos. Se veía débil a simple vista, pero una sonrisa adornaba su rostro.

—Ella, ¿está enferma? —preguntó con cautela. Con miedo de saber la verdad.

Enferma.

Edén tenía una enfermedad congénita, una extraña enfermedad que le impedía hacer las actividades que cualquier chica de su edad quisiera hacer. Aunque no era algo en lo que pensaba últimamente.

La veía caminar y sonreír por cada rincón, no parecía como si tuviera algo malo, la vitalidad de sus movimientos lograban que olvidara lo frágil que era.

—Tiene una enfermedad extraña —hablé desviando la mirada de los ojos oscuros de mi madre. Me observaba con seriedad, bastante atenta a mi respuesta —. Pero nada le pasará, sé que mientras yo esté con ella podré mantenerla a salvo.

Elevé la vista y fue cuando mamá sonrió con ternura y dijo:

—Sé que lo harás.

Un par de segundos pasaron, la vista de mi madre se clavaba en sus manos sobre su regazo, esos dedos largos y huesudos envueltos en la blanca piel, decorados de uñas lagras y pulcras. Aquellos que en su juventud habían acariciado las teclas de un piano, de su sueño materializado en un instrumento tan bello, aquellas que curaban mis heridas. Sus pupilas temblaba, sus labios estaba un poco secos.

—Sabes —fue ella quien volvió a hablar, con la voz llena de pesar —. Lamento lo que hice, de verdad.

Mi postura estaba rígida, no quería hablar sobre el cómo me sentí cuando la vi en su habitación inconsciente.

—No... —mi madre me silenció colocando el dedo índice sobre sus labios.

—Deja que termine —asentí lentamente —. Quizá creerás que no pensé en lo que ustedes sentirían al momento de que mi vida se extinguiera. Era esa la misma duda que me asaltaba día a día, porque no podía dejarlos sabiendo el dolor que podría causarles. Por eso guarde silencio tanto tiempo, por esa razón soporté tantos años el desprecio de Anthony.

—Jamás debiste de soportar.

Mamá me dirigió una sonrisa débil. Llena de sentimientos que yo no era capaz de comprender.

—Cuando amas a alguien, cierras los ojos y confías aunque esa persona logre que caigas por un precipicio —dijo sin apartar su mirada de mí, logrando que mi pecho sintiera opresión —. Mis ojos estaban vendados. La primera vez que supe que Anthony me había fallado me negué a creerlo, a perdonar su traición. Pensaba que yo era la única culpable de que él estuviera aburrido de mí.

—Por esa razón te esforzabas en ser perfecta —aseguré entendiendo como mi madre siempre era excepcional en todas las cosas que hacía.

Sus puños se cerraron sobre la sábana sobre sus muslos y asintió con los ojos cristalizados.

—No me di cuenta, de que entre más tiempo pasaba más daño me hacía a mi misma. Tanto que entré a un mundo de medicamentos controlados que sólo me mantenían dentro de un sueño en el cual quería vivir por siempre. En donde él era el mismo hombre con quien me casé —sus palabras estaban tan mal en todo lo que ella relataba. Su vida estaba atada a sus sueños, a un mundo que jamás existió —. Por eso quería escapar.

—¿Por qué a pesar de todo lo amas?  —cuestioné apretando los dientes, levantándome de manera brusca de mi lugar —. ¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes amar a alguien que solo te ha hecho daño?

Era imposible, amar a alguien que solo representaba problemas, que se veía involucrado en fraudes, con prostitutas y la escoria más vil del mundo.

Muchas veces las peores personas no son aquellas que su exterior es diferente. Los más peligrosos siempre visten una sonrisa, un traje pulcro; los más crueles son aquellos que intentan ser caritativos pero terminan lastimando a las personas que más los aman.

—Debí de amarme primero a mí.

—¿De verdad no te importó? —mis puños seguían a mis costados, mi mirada baja. El nudo de mi garganta era suprimido para no permitir que las lágrimas resbalaran por mi rostro —. ¿No pensaste en mí?

Su acción había sido egoísta, mi madre fue cegada por un sueño, por un amor no correspondido y se dejó llevar por una enfermedad. Pero de igual manera me dolía pensar que no había pensando en lo que sería de mi vida sin ella.

—Cada noche —sus palabras fueron directas —. Cada noche, pensaba en ti. Tu hermano, él tiene la vida resuelta. Pero tú, Allen. Tú, cada día me daba cuenta de que me necesitabas. De que no podía dejarte porque estabas siendo irresponsable con tu vida.

Me sentía culpable, había sido un completo estorbo. Pero también un ancla que obligaba a mi madre a mantenerse atada a la realidad.

—Entonces, ¿por qué? ¿Por qué lo hiciste?

—Porque me di cuenta de que habías encontrado tu salvación —reveló con una sonrisa —. De que estarías bien sin mí.

La observé con resentimiento y confusión.

—No entiendo.

Una risa suave salió de los labios de mamá.

—La hija de Carter.

Edén.

Mi expresión confusa había tomado forma a una sorprendida. El rojo de la vergüenza se abría paso a través de mis mejillas, revelando que lo que acababa de decir mi madre era completamente cierto.

—Edén —susurré haciendo real su suposición. Recordando toda la felicidad que me daba tener a esa niña acompañando mis pasos —. Te diste cuenta —dije con pena.

—Desde el instante en que cruzaste la puerta y tus ojos brillaron al observar de a ratos a esa chica.

Era un tanto vergonzoso que mi madre se diera cuenta de algo como eso. Así que en un intento de evitar una plática embarazosa con ella desvíe el tema.

—De igual manera, no tienes idea del daño que nos causarías a Aaron y a mí si te vas. Espero dejes de pensar en hacerlo.

Quería que mi voz pareciera dura, pero en lugar de eso era una que intentaba ocultar la vergüenza.

—Ahora lo entiendo Allen.

Me senté nuevamente en la silla, dejando que el silencio ocupará el espacio por un par de minutos.

—¿Qué pasará ahora? —pregunté cambiando de tema de manera drástica, lo que menos quería era que mi madre se volviera a topar con Anthony.

—Creo que lo mejor será que nos alejemos de tu padre —habló casi en un susurro arrastrando las palabras como sí entre más rápido lo dijera pudiera escapar de su decisión, la vi removerse de manera incómoda —. De verdad lamento haber guardado silencio, pero pensé que sería lo mejor por el bien de ustedes dos. Que así podría protegerlos.

—Yo lo sabía —mis palabras fueron arrebatadas y frías, el rostro de mamá reflejaba sorpresa. Ella no estaba enterada de la información que yo tenía.

—¿Qué?

Solté un suspiro resignado, era un hecho que en cualquier momento debería de decirle la verdad. Pero, también quería decirle a mi madre la razón de mi comportamiento, porque en parte me sentía culpable por todos los malos momentos que la hice pasar.

—Lo encontré afuera de un hotel —no iba a dar detalles, era bastante obvio a que me refería —. Esa es la razón por la cual cambié tanto, porque lo único que quería era arruinar a Anthony con mi comportamiento así como él estaba arruinando tu vida.

Mamá sonrió de manera triste y sus ojos reflejaron dolor y culpa.

—No tenías por qué cargar con todo tú solo.

—Pero tú también lo hiciste —respondí sin cambiar mi rostro inexpresivo.

—Pero ahora, tenemos una nueva oportunidad para hacer las cosas bien.

Asentí, ella tenía razón. Mi vida cambió por caminar por un sendero equivocado, por querer hacer justicia por mi propia mano, pero, había aprendido tanto de mis errores en las últimas semanas. Tenía a mi madre, a mi hermano. Pero, sobretodo, tenía a Edén.

Eso era lo que me llenaba.

Iba a decirle algo a mi madre cuando sentí mi móvil vibrar en el interior de la bolsa de mi chaqueta.

Voy a estar bien, si tienes cosas que hacer quedate tranquilo, esperaré a tu hermano.

No me encontraba satisfecho con las palabras de mi madre, pero aquel mensaje me hizo alejarme del hospital sin dudarlo.

¿Cómo demonios esa víbora había conseguido mi número de móvil?

Lo más probable era que Rider se lo hubiera proporcionado, y sabiendo, que él seguía enojado por lo que había sucedido en su casa con su novia era de esperarse que no me fuera buscar.

—¿Tienes el dinero? Soy Nicolae.

Eso decía, de una manera tan simple pero que también me había ocasionado escalofríos.

Avancé a través de las calles de la ciudad, observando la ubicación que me había dado Matt. Su voz extrañada ante mi petición seguía en mi cabeza.

Las calles estaban tranquilas, las personas caminaban abstraídas, con la tranquilidad de sus vidas de personas que no tienen preocupaciones tan grandes como las que yo tenía.

El móvil me avisó que había llegado a mi destino, una casa de clase media con las los muros de madera gruesa, con un pórtico que rechinaba conforme mis pies subían aquellos viejos escalones de tablas sin estética.

Me detuve frente a la puerta y sin dudar golpee anunciando mi llegada, ocasionado un sonido bastante ahogado.

Los pasos acelerados, acompañados de un tenue «vome señalaron que la persona que buscaba iba en camino a abrirme.

Los pasadores fueron arrastrados, y la puerta se abrió en un instante dejándome ver el interior oscuro.

—¿Allen Anthore? —cuestionó con la incredulidad de ver un fantasma frente a puerta de su hogar. A un completo extraño.

—¿Tienes un minuto? —pregunté con la voz más suave de lo normal —. Necesito hablar contigo.

Chester Giger, el cerebrito del colegio asintió con los labios un poco separados, sus ojos no eran capaces de parpadear.

—Claro —su manzana de adán realizó un movimiento vertical, dándome a entender que acababa de pasar saliva con dificultad —, pasa.

Chester se hizo a un lado y me dejó entrar a su hogar.

Mis botas volvieron a producir ruido en la madera, la puerta fue cerrada produciendo un rechinido, arrastrando todo lo que mis ojos habían divisado a la penumbra del encierro.

El interior de la casa de Chester era bastante lóbrego, una vez mis pupilas se dilataron y me adapté a la escasez de la luz pude ver con más claridad mi alrededor. Los sillones viejos cubiertos por toallas de estambre tejidas, como esos que suelen usar las abuelas para decorar cualquier mueble, casi hasta la taza de baño.

Un viejo televisor estaba al fondo, de esos que se utilizaban antes de que las pantallas planas hicieran su aparición. El lugar olía a hierbabuena y anís.

—¿Quién tocaba Chester? —se escuchó una voz pastosa desde otra habitación.

—¡Es un amigo abuela! —exclamó Chester sin apartar la mirada aún confundida de mí.

El sonido de pasos arrastrándose con pesadez atrajo mi atención, giré mi rostro para enfocar la puerta de donde provenía aquel ruido y vi a una anciana salir.

—¿Un amigo? —preguntó extrañada, cuando me vio sus ojos se abrieron paso detrás de los párpados caídos —. Vaya, pensé que no iba a vivir lo suficiente para ver a un amigo tuyo visitarte.

Dijo con sorna, mostrando su dentadura con espacios.

—Abuela —Chester rechisto.

Me acerqué a la mujer y extendí mi mano hacia ella de manera cortés, había irrumpido en la tranquilidad de su hogar, lo mínimo que podía hacer era ser educado.

—Allen Anthore —me presenté.

—Y es todo un macho —comenzó a reír sin poder evitar que su risa se convirtiera en una tos seca —. Lo lamento hijo, tantos años de cigarrillos me están cobrando factura.

Aceptó mi mano y me proporcionó un fuerte apretón dejándome sentir la aspereza de su tacto.

—Prepararé chocolate caliente para que coman con pan dulce mientras charlan —la señora se dio la vuelta para regresar por donde vino y antes de desaparecer añadió  —: No le vayas a enseñar tu colección de muñecas Chester, tu amigo va a pensar que tienes otros gustos.

—¡No son muñecas! —exclamó Chester con el rostro rojo. Pasaron unos segundos antes de que pudiera volver a respirar con normalidad, y después de dar una tremenda exhalación y cerrar los ojos me dijo —: Disculpa a mi abuela, es un poco entrometida.

—No te preocupes. ¿Vives con ella?

Chester asintió.

—Digamos que mi madre no aceptó la responsabilidad de tener un hijo y me dejó a cargo de mi abuela mientras ella iba en búsqueda de su sueño de ser una cantante famosa —se encogió de hombros restándole importancia —. Un show de medianoche en las vegas fue lo que consiguió.

Me había quedado sin nada que decir, sorprendido de saber un poco sobre la vida del nerd de la escuela.

—Aunque no creo que estés aquí para hablar sobre mi vida Anthore —se cruzó de brazos no sin antes acomodar los lentes de pasta gruesa sobre su aguileña nariz.

—Eres bastante perspicaz — admití.

—Y tú nada idiota como lo es Nathan o Rider — dos contrastes de mi vida.

Sonreír ligeramente, sintiendo como una comisura de mis labios se jalaba hacia arriba.

—Entonces, ¿qué te ha traído a mí humilde hogar? — cuestionó con Ironía.

Sabía que Chester era bastante brillante, yo solía tener notas altas, pero las de él eran perfectas.

—Necesito de tu ayuda —dije sin darle vuelta al asunto, estaba desesperado y solo pude pensar en él como opción —. ¿Cómo puedo hackear una cuenta bancaria?

Sus ojos se abrieron de manera inconmensurable al igual que su boca; su postura había decaído. De todas las cosas para que lo estuviera buscando era evidente que el robar no era una de ellas.

—¿Qué? —cuestionó aturdido.

—Necesito vaciar —en un segundo su mano ya estaba sobre mi boca evitando que siguiera hablando.

—¡Shhhh! Te escuché Anthore —el sonido de un tarareo en la cocina lo hizo virar los ojos hacia el otro extremo de la estancia con el nerviosismo atravesando por su expresión—. Vayamos a mi habitación, mi abuela no debe de escuchar sobre esto.

Me quedé ahí, sin moverme, su mano tenía aroma a frituras de queso. Mi estómago se revolvió de inmediato pero no actúe de manera impulsiva.

Estaba en ese lugar con un solo propósito, y golpear a Chester no me ayudaría en nada.

Agradecí a todos los dioses cuando su mano pegajosa se alejó de mi boca.

—Sígueme —exhalé desesperado por conseguir oxígeno y lo seguí.

Me moví con cuidado, tratando de no tirar alguna de esas figuras de porcelana que estaba sobre cada uno de los muebles de la sala, en su mayoría búhos y perros de grandes ojos.

Chester subió por las escaleras, que de igual manera rechinaban con cada paso que dábamos.

Una vez arriba abrió la puerta de la cual supuse era su habitación y me dio el pase logrando que me sintiera un tanto incómodo al tener enfrente de mi el panorama del interior.

Evidentemente.

Tenía repisas por todos lados llenas de figuras japonesas de «anime», y unos cuantos posters gigantes tapizaban sus paredes. Muchas de esas figuras tenían proporciones nada reales.

Como si fuera lo más normal ignoré las figuras y me introduje escuchando la puerta cerrarse detrás de mí.

Chester pasó por mi lado y se sentó en una silla frente a un escritorio en donde se encontraba un ordenador encendido, sin poder evitarlo enfoqué mi vista en la pantalla dándome cuenta de que una de esas caricaturas estaba reproduciéndose. Pero de igual forma él no cerró la ventanilla.

—¿Así que quieres hacer un robo? —cuestionó colocando los codos sobre las rodillas manteniendo una expresión llena de seriedad.

—Necesito transferir dinero de la cuenta de mi padre —no había duda en mis palabras.

Chester elevó una ceja con confusión.

—¿Vas a robarle a tu padre? —había soltado haciendo la voz más aguda y nasal de lo normal.

Me senté al borde de su cama descargando mi peso. No tenía opción, debía contarle un poco de la verdad, eso si esperaba que me ayudara.

Pasé la mano por mi cabello de manera impulsiva y me troné el cuello intentando disminuir la tensión que sentía sobre los hombros.

—Creo que me metí en un problema bastante grueso —dije siendo observado por aquel chico escuálido de pecas escandalosas y cabello naranja algo tieso —. Hace unas semanas accedí a ayudar a Rider a cambio de que me hiciera un favor. Pero no pensé que me metería en la mira de un grupo de distribuidores de drogas.

—¿Rider vende drogas? —preguntó con incredulidad, irguiéndose sobre su lugar y ladeando un poco su cabeza.

Asentí, moje mis labios para seguir hablando.

—Pero el problema es que mi padre tiene una deuda con su jefe, no tenía idea de eso. Necesito pagar ese dinero para que me dejen en paz, y la única manera de hacerlo es esta.

Tampoco iba a entrar en detalles con aquel chico, era un completo desconocido para mí. No podía decirle que yo también distribuía por fuera, tampoco tenía la confianza de hablarle sobre mi madre y su último incidente.

Así que me limité a darle una información a medias, algo con lo que él quisiera ayudarme.

—Vaya, jamás pensé que tú acudirías a mí buscando ayuda —su postura se había relajado y una sonrisa tonta se plasmó en su rostro.

—Como sabrás, estoy comenzando a desesperarme. Necesito cubrir esa deuda.

Chester observó durante un par de segundos el piso, como si estuviera meditando mi propuesta.

El sonido de la serie que seguía transmitiendose en su ordenador se escuchaba de fondo.

—Podría ayudarte —dijo aún sin voltear a verme —. Pero no quiero meterme en problemas también yo.

Apreté los dientes con fuerza, y me levanté de manera brusca.

—No lo entiendes —dije con un poco de fiereza —. Si no entrego ese maldito dinero no van a devolverme mi vida.

Me escuchaba patético.

Quería salir de un problema en el cual yo mismo me había metido.

Era estúpido pensar que alguien iba a dar su vida por sacarme a mí de mi problema. Respiré profundo y volví a intentarlo ahora intentando parecer más sereno y directo.

—Chester, de verdad, necesito tu ayuda —dije casi rogando. Nuevamente la imagen de Edén estaba en mis pensamientos.

Un sonido gutural salió de la garganta de Chester mientras jalaba su cabello.

—¿Por qué tendría que arriesgar mi vida por alguien que ni siquiera es mi amigo? —refutó. Era cierto, solo éramos un par de extraños.

No podía pedirle a alguien que llevaba una vida normal que arriesgara tanto por mí.

Solo tenía una buena razón para darle, solo existía una persona que no se merecía ser arrastrada junto conmigo.

—Porque, lo único que deseo es no hundirla a ella conmigo —dije con determinación sabiendo que él recordaba a la pequeña niña que me acompañaba día a día en la escuela.

Una exhalación cansina  salió de su boca y antes de que dijera algo más habló:

—Bien, veré que puedo hacer.

Con premura se giró en su silla y cerró la imagen de fondo para poder teclear algo en su ordenador.

Sonreí aliviado, agradecido porque había accedido.

Las horas pasaron, el tiempo se escurría y mi desesperación se notaba en como mi pie golpeaba rítmicamente el viejo piso de madera mientras mis ojos no dejaban de ver la pantalla de Chester.

Sus cejas se juntaba, el reflejo de la luz del monitor en sus lentes evitaba que viera sus ojos, pero denotaba la extrema concentración en su mandíbula tensa.

—¿Crees que de verdad podrás lograrlo? —cuestioné ya bastante hastiado.

—No creas que esto es tan fácil, necesito hacer varios procedimientos para poder robar la información de tu padre —dijo con la voz gangosa, ni siquiera nos habíamos tomado tiempo para tomar agua.

—¿Qué se supone que estas haciendo?  —pregunté porque no entendía absolutamente nada.

—Es como si suplantara una identidad. Tengo que crear un dominio en donde me haré pasar por alguien del banco de tu padre y así podremos conseguir la contraseña para tener acceso a su cuenta de banco.

—No tengo idea de lo que hablas.

—Se le conoce como pishing. Solo que es ilegal y si me descubren es muy probable que me metan a la cárcel —contestó con ironía.

Me recargué en el respaldo de la silla que estaba a un lado de él y crucé los brazos pensando en todo el alboroto que había causado a causa de mis malas decisiones.

Ahora tantas personas estaban involucradas por mi culpa, tantos a quienes lentamente arrastré a mis problemas y muchos de ellos sin merecerlo.

—Sabes qué —dije entendiendo que solo estábamos perdiendo el tiempo, él no era lo suficiente habilidoso como para hacer un robo de tal magnitud y era muy probable que tuviera problemas por hacer el intento.

Me alejé un poco del escritorio y di un par de pasos hacia la mitad de la habitación. Mi vista se clavó en la ventana, el cielo estaba despejado, no había indicios de nieve. No ese día.

—Olvida—

—Bingo —habló empujándose hacia atrás, una enorme sonrisa enmarcaba su rostro.

—¿Lo lograste? —me acerqué hasta él con premura, curioso por su hazaña.

—Algo así, solo es cuestión de que envíe este correo, después tenemos que esperar a que tu padre responda.

No podía creerlo, después de haber pasado todo el día encerrados en esa habitación por fin terminaríamos con la pesadilla que se repetía una y otra vez en mi cabeza.

De un momento a otro me sentí como si un gran peso se fuera de mi cuerpo. Mis papilas gustativas estaban saboreando la libertad.

Chester tecleo con habilidad cuando el móvil comenzó a vibrar en el interior del bolsillo de mi chaqueta.

Lo tomé de inmediato abriendo los ojos sorprendido cuando observé al remitente.

Nicolae.

El hombre que estaba presionandome para que les entregara el dinero me estaba llamando.

Mi mano se sentía pesada, como si tuviera mal pulso ya que la extremidad me temblaba.

Había tenido la prudencia de guardar el número de Nicolae desde la mañana cuando su mensaje me llegó, por esa razón estaba seguro de que era él.

Niño Anthore —escuché por la bocina del teléfono la voz pasiva de aquel hombre del puente.

—Soy yo —aseguré

Vaya, eso sí que ha sido rápido —observé a Chester con confusión, él de igual manera estaba al tanto de mi expresión. Había dejado de hacer aquello, de teclear con habilidad—. No pensé que tan pronto tendría el dinero de la deuda de tu padre en mis manos.

Le hice una seña a Chester, preguntando si ya tenía la información, él me observó extrañado y negó.

—¿Ah sí? —cuestioné con duda.

Has resultado bastante útil.

De un momento a otro el sonido de la línea suspendida atravesó por mis oídos. Nicolae acababa de colgar dejándome con bastantes preguntas.

—¿Qué pasó? —preguntó Chester sacándome de mis pensamientos.

—¿Cómo lo hiciste tan rápido? —pregunté creyendo que de verdad él había logrado obtener la información en cuestión de segundos.

—Yo no he hecho nada aún —había arrugado la nariz mientras negaba igual de confundido que yo.

Me quedé unos segundos observando la pantalla de mi móvil.

¿Qué demonios había sido eso ?

¿Cómo era posible que la deuda de Anthony estuviera pagada?

Definitivamente no entendía ni una mierda de lo que acababa de suceder.


Una exhalación salió de mis labios cuando me pare frente a las puertas de cristal del hospital, no podía dejar de preguntarme cómo era posible que ahora estaba absuelto de culpa. Era demasiado imposible.

Fácil, e imposible para que fuera cierto.

Algo no cuadraba, no podía dejar de desconfiar.

Iba a dar un paso al interior cuando una dulce voz detuvo mi andar.

—¡Allen! —escuché detrás de mí, dejando que mi campo de visión se llenará de la imagen de Edén.

Una sonrisa enorme adornaba su rostro sus mejillas arreboladas de carmín, y el revoloteo incesante de su cabello conforme sus pasos avanzaban.

Llevaba lo que parecía una manta hecha cilindro debajo de uno de sus brazos, no hacía tanto frío esa tarde, pero aun así el viento helado soplaba levemente.

—¿Vas llegando? —me preguntó curiosa.

Mis ojos se posaron en la manta bajo su brazo.

—Sí. Tuve que ir a casa a hacer unos pendientes —mentí y para evitar que preguntara de más cambié de tema  —: ¿Y esa manta?

—Oh, le pedí permiso a mi padre para que me dejara quedarme en la habitación de tu madre en caso de que fuera necesario —había cambiando su expresión a una un poco nerviosa.

La tarde pronto iba a culminar. No había pensado en eso, en que quizá esa noche también me tendría que quedar a cuidar de mamá.

—Gracias por tu preocupación —dije sonriendo de manera tranquila a Edén, ella me regresó una amplia sonrisa.

—No es nada Allen, me alegra poder ayudarte.

Tomé la manta con una de mis manos arrebatandola de su brazo, ella no rechistó. La coloqué bajo mi brazo y con mi mano libre tomé la suya. Mis pasos me dirigían al hospital, a la entrada de aquel lugar. Pero, sin saber por qué me detuve cambiando la dirección.

Logrando que Edén diera un traspié a causa de mi acción repentina.

—Allen —habló con sorpresa —, ¿a dónde vamos?

Ahora nuestros pasos iba en dirección contraria, lejos del edificio de paredes blancas.

—Quiero alejarme por un momento de todo esto —tal vez ella creía que me refería a lo anteriormente sucedido con mi madre, pero realmente hablaba de todos los problemas que mantenían mi cabeza llena de porquería.

Edén no dijo nada, su agarre en mi mano se volvió más firme y como un pequeño niño que es guiado por la confianza que le tiene a su madre así mismo me siguió.

Como si yo no representará un mal para su vida.

Necesitaba solamente un momento, necesitaba escapar, alejarme como aquellos pájaros azules de su canto. Detrás de un arcoíris, lejos de la realidad. Muy arriba en el cielo en donde nadie me pudiera encontrar.


Hola, hola.

Me reporto después de un buen tiempo. Nos quedan pocos capítulos y he estado arreglado lo del libro 2, entonces estoy en un punto en que no quiero que el tiempo me gane porque en cuanto esté libro termine comenzaré a subir el otro.

Ahora sí.

¿Qué rayos fue lo que pasó haya arriba?

¿Cómo es posible que la cuenta esté pagada?

Bueno, eso fue sospechoso a mi parecer.

Gracias por seguir aquí, por leer mi libro. Ojalá los últimos capítulos los disfruten tanto como yo.

Saluditos

Cambio y fuera

Luutulip

🌷

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