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Capítulo 34

Problemas resueltos


Dos semanas después, en la casa, las cosas estaban yendo de maravillas, aunque Keith, aún se mantenía algo distante con Corina.

Su marido, había aceptado que Corina estuviera con ellos compartiendo las cuatros comidas de cada día y Cassie le había dado el visto bueno en esa decisión.

Estaban cenando, cuando Keith tocó el tema de los padres de su esposa.

—¿Qué harás con tus padres?

—Iré en estos días a hablar con mi madre, estoy bien segura que querrá divorciarse de él, sería lo más lógico.

—Sería lo lógico, pero ella... ¿quiere? —le preguntó Keith.

—No lo sé, espero que sí quiera y pueda rearmar su vida como más le plazca.

—Yo pienso que tienes que hablar con ella y hacerla recapacitar si no piensa divorciarse de su esposo —comentó Corina.

—Estoy de acuerdo con eso yo también —acotó Keith.

—Lo mismo pienso, pero veremos luego —dijo Cassie.

Terminaron de cenar, y las dos mujeres levantaron la mesa mientras que Keith se tiraba en el largo sillón para mirar un poco de televisión.

Una vez que terminaron de acomodar todo, Corina salió de la cocina para retirarse a su habitación.

—Buenas noches, Keith.

—¿No me darás un abrazo? —le preguntó él.

—¿Quieres un abrazo de mí?

—Es lo más lógico y normal, ¿no?

—Si tú lo dices.

Él se levantó del sillón, y caminó hacia ella, se puso frente a la mediana mujer y la abrazó por sus hombros, abrazando al hombre por su cintura.

—Buenas noches, mamá —le dijo él, al fin.

—¿Me llamaste mamá? —le preguntó ella muy sorprendida.

—¿Acaso no lo eres?

—Sí, pero no creí que me lo dijeras tan rápido.

—Para mí no es tan rápido, si quieres saberlo, desde siempre te he conocido, nunca has sido una mujer mala, y aunque era un mal hombre contigo, tú supiste llevarme con mis malos humores y feas contestaciones. Te admiro por todo eso, y admiro a Cassie también, lo que ustedes me aguantaron, no tiene nombre. Sobre todo, mi esposa, me ha soportado todo, desde mis horribles contestaciones y feos modales hasta ser un déspota con ella y aún así, estuvo siempre a mi lado.

—Eso es el amor verdadero, Keith. Y no lo puedes esquivar, cuando toca a la puerta, hay que dejarlo entrar —le respondió su madre con una amplia sonrisa.

—Lo sé, lo bueno de todo es que Cassie, siguió aceptándome.

—Ella te ama con locura, esa es la razón por la cuál te soportó todo, buenas noches, cariño —le dijo ella, acariciando su áspera mejilla.

—Buenas noches, mamá —le contestó él, besando la mejilla de su madre.

Cassandra, salió rato después de la cocina, apagando la luz principal de la misma. El joven matrimonio quedó a solas, y él la invitó a ir a dormir, algo que Cassie estaba más que encantada por aceptarlo.

Una semana más había pasado en donde la misma Cassandra planteó el tema del divorcio a la madre de ésta, en la casa de la familia Albright.

—¿No crees que tienes que pedirle el divorcio? Te ha estado engañando por años.

—Tengo noción de todo, Cassandra. Pero no puedo divorciarme de él. Lo quiero.

—Entiendo que lo quieres, pero ten un poco de amor propio. No fue una aventura y volvió contigo, tuvo una mujer y un hijo dentro del matrimonio.

—Tú no eres la indicada para decirme que le pida el divorcio, no cuando le pediste el divorcio a Keith, y terminaste quedándote con él.

—Mamá, lo tuyo es muy diferente a lo mío, él no me engañó, él no tiene un hijo por ahí.

—¿Y si lo tuviera? ¿Qué harías? —le preguntó su madre, y ella quedó completamente callada.

Para aquellas preguntas, no había respuestas, o sí. Y eran las mismas de su madre, no abandonarlo porque lo quería y estaba enamorada de él. Terminó por irse de la casa, llegando muchos minutos luego en taxi a la casa de Beverly Hills.

Keith era el único que se encontraba en la casa, ya que Corina había salido con Allison a merendar.

—¿Y bien? ¿Qué te ha dicho?

—No se divorciará.

—¿Por qué?

—Porque lo quiere y está enamorada de él, y no la puedo culpar. Me dio vuelta la conversación, poniéndote a ti en el lugar de su marido, y yo me quedé muda.

—¿Por qué te quedaste callada?

—Porque haría exactamente lo mismo que ella, te perdonaría, por la simple razón de amarte. Y creo no tener mucho amor propio por mí, porque a pesar de lo que me harías, seguiría contigo.

—Nunca te engañé y lo sabes, y mucho menos tengo un hijo escondido por ahí.

—Lo sé bien todo eso, Keith. Es solo una suposición, que si llegaras a hacérmelo, te perdonaría.

—O sea que, ¿piensa volver con él, si vuelve a la casa?

—Así es.

—Creo que ya no tienes más nada que hacer con tus padres.

—Diría que no. De ahora en más, que arreglen las cosas entre ellos, yo me metí demasiado como para intentar arreglar la familia, a partir de ahora, si ambos quieren volver, que vuelvan, yo no seré la que se los impida, y dudo muchísimo que mi hermana se meta en algo. Solo espero que mi hermano, no sufra con la familia.

—No lo hará. Y si ves que las cosas se complican mucho entre ellos, cuando intenten volver, si vuelven, puedes traer a tu hermano aquí con nosotros.

—¿Estás seguro? No quiero que mi hermano sea un inconveniente para ti.

—Tu hermano, es mi cuñado, demasiado pequeño para serlo, pero lo es al fin de cuentas, y no, no será ningún inconveniente para mí, al contrario. Creo que te alegrará los días verlo aquí.

—Puede que tengas razón, pero primero tengo que ver cómo van las cosas entre ellos dos.

—Y me parece lo más justo.

Los días posteriores, en la casa de los Albright, los padres de Cassie, se habían reconciliado, y reinaba la armonía en aquella casa que había comenzado de manera muy desastrosa.

Uno de los días de la semana laboral, Keith había citado a su suegro en su despacho, para comentarle ciertas cosas referidas a él y a su hija.

—Siéntese, señor Albright.

—Tú dirás, Astrof. No sé para lo que me has llamado.

—Solo quiero aclararte varios puntos que veo entre tu hija y tú. Primero que nada: a partir de ahora, no le tocarás un solo pelo a Cassandra, a menos que sea un buen trato y un cariño, si veo que intentas golpearla o insultarla, lo que yo haré será romperte todos los huesos, ¿está claro?

—Clarísimo.

—Perfecto, continúo, segundo: creo que ésta suma de dinero cubrirá todas tus deudas, ¿o me equivoco? —le dijo, entregándole un cheque con una gran suma de dinero.

—Es mucho más de lo que adeudo.

—Para que sepas que tienes un yerno muy comprensible —le contestó él con sarcasmo—, si es por mí, te dejaría con esas deudas de juegos que tienes, pero solamente lo hago por Cassie, se hace demasiados problemas con tus estúpidas deudas, para la edad que tiene. Y no me gusta ver preocupada a mi mujer y si realmente quieres a tu hija, intenta tratarla como se merece, yo era un estúpido como tú, en tratarla mal, me di cuenta casi demasiado tarde cuando supe la clase de mujer que tenía a mi lado, vale oro, y espero que tú, con el tiempo, la veas de esa manera también. ¿Alguna duda?

—No, ninguna. Solo agradecerte todo lo que has hecho por mí —le respondió sumamente agradecido y avergonzado a la misma vez, mientras miraba con atención aquel cheque con cinco ceros.

—No me agradezcas nada, solo quiero que respetes a mi esposa. Por otra parte, eres un gran empleado, y nunca has estado en problemas, espero que te mantengas así, Albright.

—No lo tienes ni que dudar.

—Perfecto entonces, eso fue todo. Puedes retirarte.

—De acuerdo, y muchas gracias nuevamente —le contestó el padre de Cassie, y se retiró de la oficina de su yerno.

—Una última cosa.

—Dime —le dijo él, girándose para mirarlo.

—No volveré a pagarte una deuda más de juego, así que, piensa perfectamente lo que harás a partir de ahora.

—Lo he entendido a la perfección.

—Me parece perfecto que lo hayas comprendido. Buenas tardes, suegro —le expresó con total sinceridad y volvió a bajar la vista en el proyecto de un nuevo y bonito yate.

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