Capítulo 07
Declaraciones
Keith la vio sentada en el sillón, solitaria como siempre solía estar todos los días dentro de la inmensa casa.
—Estás aquí, por un momento te perdí de vista.
—Hay tanta gente que creí que no me ibas a ver entre la multitud.
—Con ese vestido llamas demasiado la atención.
—Me pierdo con el decorado.
—Si eso fue una indirecta, te aseguro que no me agradó, Cassandra.
—Deberían de agradarte, estás acostumbrado a tratarme así.
Él se quedó mudo del asombro, por ser tan directa a él, pasaron varios segundos para que él vuelva a hablarle, ésta vez de una manera poco habitual en él. Al parecer quería representar el papel del hombre casado, pero preguntándole cosas en tercera persona.
—¿Es feliz en su matrimonio, señora Astrof? —le preguntó y a ella de inmediato se le pusieron los vellos de los brazos de punta.
—Supongo que sí, ¿por qué?
—Su rostro dice todo lo contrario, no creo que sea feliz en él.
—Entonces no, no lo soy, no soy feliz en mi matrimonio.
—¿Por qué no?
—Porque mi marido no me presta atención.
—Quizá le presta atención y usted no se da cuenta, que es diferente.
—Jamás me prestó atención, para mi marido solamente soy un adorno más en su adquisición de materiales.
—No creo que sea tan así.
—No soy rica, él sí, y no acepta que sea de clase media, y sobretodo de clase trabajadora, muy diferente a la suya.
—Su marido también era de clase media trabajadora, con los años se fue haciendo una fortuna, pero siempre ha trabajado también él.
—La cuestión es que él es un gran empresario y yo solía ser una empleada de McDonald's, y terminé siendo una esposa rica, riqueza que me vino de arriba sin esforzarme en nada que se le parezca, y eso no es justo.
—¿Y qué piensa hacer al respecto?
—Le he pedido el divorcio.
—¿Y cómo se lo tomó él?
—Creo que está de acuerdo en divorciarse de mí.
—¿Eso cree usted?
—Sí, eso creo yo, por lo menos creo o supongo que volverá con su ex novia.
—¿Quién es ella?
—No lo sé, solo sé que se llama Margot Mellian, la he visto tres veces con ésta noche.
—¿Tres veces? —le preguntó y ella se ruborizó de la vergüenza.
—Bueno, sí, la primera vez en un restaurante con mi marido al mediodía.
—¿Cómo descubrió eso?
—No haga que se lo diga.
—¿Acaso ha estado husmeando las cosas de su marido?
—Sí, un poco.
—Eso está muy mal señora Astrof —le dijo tocando la punta de su nariz con su dedo índice.
—Sí, lo sé, sé que está muy mal lo que he hecho pero sospechaba de mi marido.
—¿Le ha dado motivos para que sospeche de él?
—Supongo que no, no lo sé en verdad. Jamás quiso salir conmigo, las veces que le preguntaba si quería salir, me decía que no. La mayoría de los mediodías venía a almorzar a la casa, y cuando no lo hacía, lo comenzaba a sospechar, es decir, comenzaba a sospechar que me estaba engañando con otra mujer.
—¿Y al ver su encuentro con aquella mujer confirmó lo que estaba sospechando?
—Eso creo, tenía un trato muy diferente al que a mí me daba, daba la sensación de dos enamorados y yo era la intrusa espiándolos a escondidas, jamás fue caballero conmigo, y fue como si me hubiera caído un balde de agua helada cuando vi con mis propios ojos la manera en cómo le corría él, la silla a ella para que se sentara cómodamente frente a él, lo único que quería de éste matrimonio era ser tratada bien por mi marido, más nada.
—Keith, es hora del pastel —le dijo su madre rompiendo el momento en mil pedazos.
—Ahí vamos, mamá —le dijo—. No hemos terminado aún —le respondió a Cassie, mirándola penetrantemente a los ojos.
Alrededor de las doce de la noche, todos se quitaron los antifaces. Hubo más baile, el cual duró hasta casi las tres de la madrugada. Y luego, cada invitado se fue yendo a su casa.
Los padres y hermanos de Cassandra, y sus padres y su hermana se fueron luego. Dejándolos solos a los dos, los del servicio de catering, se habían ido desde hacía una hora y pico atrás.
—Supuse que te encontraría aquí, iré a dormir.
—¿Por qué tan temprano?
—Son las tres de la mañana.
—Quédate un rato más aquí conmigo —le dijo palmeando el lado vacío del sillón.
—¿Qué quieres?
—Estás muy linda, eres hermosa Cassandra, qué tarde me he dado cuenta de lo preciosa que eres.
—Keith, estás borracho.
—Solo un poquito —le contestó riéndose traviesamente.
—Vamos a dormir —le dijo, intentando persuadirlo.
—No tengo sueño, me gustaría que sigamos con la conversación que dejamos.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, estoy ebrio pero no tanto como para no saber que tenemos algo pendiente —le respondió acercándose a su rostro.
—Es mejor que vayamos a dormir, tú lo necesitas.
—No nos iremos a dormir hasta que hablemos —le expresó y ella tragó saliva.
—Sé que no fue correcto hacer lo que hice, te pido perdón, no volverá a ocurrir. Sé que no te gusta que te revise las cosas, no fue a propósito.
—Pero lo hiciste.
—No puedes culparme de nada, sospechaba de ti, tú hubieras hecho lo mismo.
—No, porque no te amo —le respondió con seriedad.
Cassandra, sin decirle absolutamente más nada, se levantó del sillón y caminó hacia el interior de la sala. Su marido, se levanta, la toma de la muñeca y la gira para darle un beso en los labios.
—Me gustas cuando te enojas conmigo —le confesó, estando a milímetros de su rostro.
—No voy a esperar que me quieras, no mendigaré más por tu amor. Solo quiero que me des el divorcio.
Keith, quedó desconcertado, y sin palabras al escuchar aquella declaración por su esposa. La vio alejarse rumbo a las escaleras, apretó los puños de la impotencia que sentía en aquel momento, porque con unas simples palabras, Cassandra lo había amedrentado, y echado la verdad en la cara.
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