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capitulo 39


Hacía ya una semana desde que Gabriel había partido misteriosamente, Elena ansiosa por noticias enviaba a Lorena a diario a averiguar si había novedades de su regreso, pero solo tuvo noticias el día de la reunión semanal cuando se enteró por casualidad de boca de uno de los ejecutivos que Gabriel había avisado que postergaría su llegada programada para ese mismo día.

—Estuve hablando con Gabriel hoy por teléfono —dijo el gerente a un administrador—. Me llamó para saber cómo estaba todo por aquí y me dijo que no podría llegar el día de hoy como había planificado.

—Entonces su viaje se complicó.

—¡O estaba tan bien que no quiere regresar! La verdad es que nadie sabe dónde está.

—Me extraña que yo no haya sido avisada de ese viaje —intervino Elena.

—Quizá el motivo es porque no era un viaje de trabajo —respondió el gerente.

—De todas maneras, debió avisar.

Para Elena era muy difícil seguir ocultando su decepción por la ausencia de Gabriel, perder las esperanzas de verlo en los próximos días la puso de mal humor, apenas terminó con sus compromisos salió de la empresa con destino a visitar a su padre.

—¿Qué te pasa, Elena? —preguntó Mariana al darse cuenta del semblante preocupado de su hijastra en un momento de intimidad entre mujeres—, estás muy callada.

—¿Yo, callada? —dijo evadiendo la pregunta a sabiendas de que Mariana seguiría insistiendo.

—Sí. ¿Qué es lo que te preocupa?

Elena hizo un gesto de obstinación levantando sus manos al aire como si pudiera algo al cielo.

—¡Uuhh! ¡Es que desde la enfermedad de papá todo ha sido tan confuso para mí!

—No sé por qué me huele a que todo esto tiene más que ver con Gabriel que con tu papá...

—Sí... —afirmó frunciendo el ceño.

—A ver, explícame —exhortó Mariana acercándose más a ella en el sofá.

—Solo sé que lo amo, Mariana —se sinceró—. Que es el único hombre con el que quiero estar. ¿Me explico ahora?

—Sí, eso está muy claro.

—El problema es que después de acercarnos cuando papá se enfermó, ¡simplemente desapareció!

—¿Cariño, escuchaste lo que dijiste? ¡Reconoces que lo quieres y que su ausencia te afecta! —comentó emocionada.

—Lo sé, Mariana, para que voy a seguir negándolo. Hice todo lo que estuvo en mis manos para arrancarlo de mi corazón, pero nada fue suficiente.

—Y entonces, ¿qué pasa? Por qué no se rinden a ese amor, yo sé que el siente lo mismo, Ele... ¡El pasado ya pasó!

—¡No es el pasado lo que me impide buscarlo, es que él se fue, desapareció!

—¿Cómo que desapareció?

—Parece que todos saben en donde está menos yo, se fue sin despedirse a ese viaje del que no termina de volver. Lo último que supe fue que terminó su relación con Priscila. Después de eso no volví a saber nada de él y de eso hace ya casi dos semanas.

—¡Pero eso es muy buena noticia! Terminó con la rubia platinada...

—¡Sí! —afirmó Elena riendo del comentario sobre Priscila.

—Por eso los vi más cercanos a ustedes dos, era evidente que algo había cambiado.

—Eso duró el tiempo que papá estuvo en el hospital.

—¿No se vieron fuera, no se citaron?

—No, nada.

Mariana suspiró buscando las palabras adecuadas para decir en una situación como esa.

—Tendrás que esperar su regreso, y luego lo buscas. Si él es tu amor debes luchar por tenerlo a tu lado. Ahora déjame despertar a tu papá. Es hora de su medicina.

Marina se fue dejando a Elena sola con sus pensamientos, —¿cómo hago para recuperarlo? —.

Pero los días seguían pasando y no había señales de Gabriel, Elena varias veces cogió el teléfono decidida a llamarlo para averiguar de una vez por todas su paradero y cuando regresaría, pero desistió todas las veces ante el temor de un rechazo.

Esa noche prefirió salir a dar una vuelta, la rutina diaria más la angustia por su situación con Gabriel la hacían sentir encerrada y pensó en que le haría bien despejarse un poco. Era la víspera de la fiesta de acción de gracias, las calles estaban repletas de personas celebrando con anticipación o simplemente comprando lo necesario para el día siguiente. Claudia la esperaba en un café de una calle muy colorida y concurrida.

Al llegar se saludaron con el cariño de siempre sumándole un abrazo solidario de parte de Claudia a su amiga con tantos conflictos nacidos del amor.

—¿No has sabido nada de Gabriel? —preguntó mientras esperaban su orden de comida.

—No. Nada —respondió con seriedad.

—¡Ele, llámalo!

—¡No! —explotó—, ¿y si no quiere saber de mí? Si quisiera ya me habría llamado él, ¿no crees?

—qué tonta eres, Elena, ¿no me dijiste que estaba muy cariñoso contigo?

—Si así era antes de desaparecer. Creo que fue solo por solidaridad conmigo, él sabe lo que significa mi papá para mí y quiso ayudarme en esa situación. Al final creo que malinterpreté la situación.

—Eres desesperante, Elena, ¡por solidaridad hubiera ido un rato al hospital y se hubiera ido, por solidaridad hubiera llamado por teléfono!

—Claudia, no quiero pensar más en eso, hacerme ilusiones solo me ha traído desespero. Tú sabes cuánto he sufrido por él...

—Es verdad, amiga, pero sigo pensando que para bien o para mal, debes tomar la iniciativa.

—Vamos a ver. Sí no llega en los próximos días lo haré.

—Ay, Ele, en unos días puede ser tarde.

—Lo sé. Pero yo prefiero que sea así.

—Está bien. Cambiemos de tema. ¿Qué vas a hacer mañana? Estarás con tu padre me imagino...

—Sí, en casa de Inés y Alberto. Ellos nos invitaron a los tres.

—¿Y no te importa que sea allí?

—No, estoy tan agradecida por la salud de mi padre que no me importa, además, ya no siento ningún recelo con esa casa. Al contrario, me gusta ir y pasar un rato con Inés de vez en cuando.

—Me alegro por ti. Eso quiere decir que estas sanando las viejas heridas.

Elena aceptó las palabras de Claudia como ciertas haciéndole sentir paz.

—¿Y tú, que harás mañana?

—Lo mismo que todos los años, ¡la gran reunión familiar en casa de la abuela!

Elena en compañía de su padre y de Mariana llegaron temprano a la casa de los Mendoza, Inés había pedido que llegaran antes del almuerzo para pasar todo el día juntos. Ese día decidió vestir cómoda e informal, usó un jean y un suéter blanco, zapatos bajos y su cabello suelto, casi no usó maquillaje, máscara de pestañas y un poco de brillo en los labios fueron sus accesorios considerando que no habría nadie con quien lucir especialmente atractiva; o por lo menos eso pensó ella sin considerar que todo el look le daba una belleza natural y fresca que seduciría a cualquier hombre.

Había perdido la esperanza de ver a Gabriel en los próximos días, por lo mismo la ansiedad había desaparecido dándole paso a un vacío que se reflejaba en una tristeza que decidió ocultar al resto de la familia. Sonreía, compartía el día de acción de gracias como si en su interior no sintiera el vacío que dejaba la ausencia de Gabriel. Solo permaneció en silencio a pesar de la conversación del grupo, en un momento en el que se dejó ganar por la nostalgia al recordar su breve época feliz, su boda con Gabriel y luego la de su padre, momentos importantes en su vida que se celebraron en esos espacios en el que ese día daba gracias, no se percató de que Alberto le hablaba.

—¿Elena, me escuchas?

—¿Cómo...? ¡Perdón, Alberto, no te escuché! —dijo avergonzada.

—Te preguntaba si tú tienes el teléfono del doctor que atendió a tu padre...

—Mariana lo tiene... ¿No? —inquirió Elena mirando a Mariana que estaba sentada junto a Iván.

—No, linda —reprendió la aludida—. Creo que se me borró de la lista de contactos porque no lo consigo.

—Pero para que lo necesitas, Alberto, ¿te sientes mal? —preguntó preocupada.

—No. Estoy muy bien, es que Inés insiste en que me haga un chequeo de rutina.

—Sí, le he dicho Alberto que mejor es curarse en salud —aseguró Inés.

—Sí, lo tengo —dijo Elena buscando en los bolsillos de su jean—. Pero mi teléfono se quedó en el coche.

—No importa, linda —comentó Alberto restándole importancia—. Después me lo pasas.

—No es nada, lo busco y vuelvo. Después se me puede olvidar. No te preocupes, regreso en un segundo.

Elena buscó su cartera que había dejado en el estudio de Alberto, allí tenía las llaves de su coche. Caminó todo el trecho que la separaba del garaje donde guardaban los autos de la familia y de los amigos de confianza como ella, fue hasta su coche, abrió la puerta y buscó su teléfono móvil que había dejado olvidado conectado al cargador de viaje; sin apuro se distrajo revisando mensajes que había recibido mientras compartía con la familia dentro de la casa. Unos minutos después se bajó cerciorándose de cerrar correctamente la puerta, a lo lejos pudo percibir el ruido característico del potente motor de una motocicleta que dedujo pasaba cerca de allí, restándole importancia decidió volver dentro con el corazón lleno de nostalgia y recuerdos de largos paseos junto a Gabriel, anheló esos momentos. No contó más de dos pasos cuando se percató que el ruido efectivamente era de una motocicleta y que se acercaba rápidamente a ella, fuera quien fuera estaba a punto de llegar; impresionada por la sorpresa no pudo quedarse más que petrificada al ver a Gabriel sobre su Ducati frente a ella quitándose el casco.

Elena no sabía si era un sueño o si de verdad él estaba allí, se veía algo diferente, su rostro más bronceado de costumbre y sus ojos chispeaban a la vez que sonreía dulcemente.

—Hola.

Elena deseaba abrazarlo y besarlo, pero logró contenerse para saludar con propiedad.

—Hola, Gabriel —saludó sorprendida—. Pensé que estabas fuera de la ciudad.

—Llegué hace un momento. Hoy tenía que estar aquí; contigo.

Elena lo miró a los ojos intrigada por lo que acababa de escuchar.

—¿Conmigo? ¿Acaso Inés te dijo que vendría?

—Yo no he hablado con mi madre. Era de esperarse que estuvieras aquí hoy.

Ambos se quedaron en silencio sin saber que decir, Elena pensó en que lo más seguro era que él quisiera entrar para saludar a sus padres, sin más lo dio por sentado.

—Entonces nos vemos dentro —aseguró Elena haciendo un ademan de retirarse.

—No —dijo cortante—. Preferiría que me acompañaras a dar un paseo.

Elena no supo sí en realidad era una invitación hasta cuando Gabriel le extendió una mano.

—Ven a dar una vuelta conmigo.

Estaba en la gloria, su sueño se estaba haciendo realidad, frente a ella estaba el hombre que amaba invitándola a ir con él. Iría, ¡claro que iría! Tomó su mano y pensó en tenía todo lo que necesitaba, el momento era perfecto.

—Sí. ¡Vamos!

—Tu casco sigue guardado en el mismo sitio.

Elena prácticamente corrió a tomar el casco que él mismo le regalara años atrás y que seguía guardado a pocos pasos allí, dentro del garaje. Se subió detrás de él abrazándolo más fuerte de lo que realmente necesitaba y se fueron sin percatarse de que desde la entrada principal eran observados por Mariana que iba en busca de Elena preocupada por su tardanza que después de ver su partida fue adentro de nuevo visiblemente emocionada.

—¡No saben lo que pasó! —expresó casi gritando.

—¿Qué?, ¿qué pasó? —preguntaron al unísono.

—¡Elena se acaba de ir con Gabriel!

—No puede ser, Mariana, Gabriel está de viaje en su barco... —alegó Inés.

—¿Mariana, como estás tan segura de que se fue con Gabriel? —interrogó Iván algo preocupado.

—Estoy segura porque cuando fui a buscar a Elena vi que estaba hablando con él, que me imagino acababa de llegar porque no se había bajado de la moto, sé que era él porque se había quitado el casco.

—¿Pero ellos te vieron? —preguntó Inés.

—No. Yo me quedé en la entrada de la casa. El asunto fue que cuando salí los vi cogidos de las manos y me quedé mirando desde lejos para no interrumpir, ¡luego ella entró casi corriendo al garaje, cogió un casco y se fueron!

Para todos fue una gran sorpresa, pero también una gran preocupación, nadie quería ver que se repitiera la historia de mentiras y peleas que hubo entre ellos y que amenazó incluso la sociedad y la amistad entre Iván y Alberto.

—¡Quizá debamos agradecer por esto también! —rompió el silencio Inés.

—No te adelantes, Inés —cortó Alberto—. Quizá lleguen peleando como siempre.

—No creo, Alberto —acotó Mariana sentándose de nuevo al lado de Iván—, esta vez la actitud de los dos era diferente, algo me dice que se estaban entendiendo.

—Mejor no pensemos en ellos, tarde o temprano sabremos lo que pasó, ellos son adultos y sabrán lo que hacen —aseguró Iván— por hoy sigamos disfrutando de este día en familia y seamos agradecidos por que tenemos salud y amor en nuestras vidas.

—Así es —reconoció Alberto tomando de la mano a su esposa—. Este día es para agradecer, y yo les agradezco de todo corazón por esta amistad que demostró ser fuerte y sincera a pesar de los problemas. Gracias por estar aquí hoy.


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