Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

capitulo 36


Con los días todo volvió a la normalidad, la frialdad, la soledad. Esa noche Elena se arreglaba para salir con William, estaba decidida a dejar definitivamente atrás el episodio con Gabriel, tenía planes muy concretos para esa noche, quería solidificar una relación con él de una vez por todas, —se merece más de mí, ha sido todo un caballero y de verdad quiero hacerlo...—, se convencía a sí misma dándose razones para entregarse a su enamorado inglés.

Bajo su ropa decidió usar uno de los conjuntos de lencería que compró en Londres cuando se preparaba para su regreso, compró aquel conjunto tan sexy pensando en una reconciliación con Gabriel así que el usarlo para William le daba una especie de tonalidad vengativa a la cita que no sabía sí disfrutaba o lamentaba. Escogió un minivestido color champán con un aire retro que la hacía lucir más atractiva y sensual de lo que nunca se había visto en una cita con William, «esto tiene que funcionar», pensó al mirarse en el espejo de cuerpo entero.

—¡Es hoy o no es nunca, Elena! —se dijo mientras salía de su cuarto rumbo a encontrarse con su cita.

Esa noche William no la llevó a cenar como era su costumbre cada vez que la invitaba a salir, la llevó a un club que le habían recomendado por estar de moda y tener según le dijeron el mejor ambiente en la ciudad. Al llegar y dar su nombre los dejaron pasar sin hacer cola puesto que él había reservado una pequeña mesa en el área vip, un salón reservado para las personas que querían atención de privilegiada.

La mesa a la que los llevaron era de verdad de primera, pequeña, pero cerca de la pista de baile donde se veían a todas las personas que disfrutaban del sitio y donde todos los podrían ver a ellos. La música y el alcohol comenzaron a hacer estragos rápidamente en la mente de Elena que con cada trago se entregaba más y más al consuelo que le ofrecía el aturdimiento que el tequila causaba en ella, bebía como nunca antes lo había hecho, con el correr de la noche dejó de importarle lo que las personas a su alrededor dirían de su comportamiento, llevaba a William una y otra vez a la pista de baile hasta agotarlo para volver a la mesa y seguir bebiendo. William vio su oportunidad en el desenfreno de Elena y la dejó que consumiera todo el alcohol que quiso mientras él se mantenía lo suficientemente sobrio como para aprovechar la oportunidad de tenerla para él borrándole la voluntad de negarse a lo que tenía planeado para ellos esa noche.

En medio de la euforia etílica Elena bailaba sin control mientras que William no desperdiciaba ninguna oportunidad de pegar lascivamente su cuerpo al de ella y con cada nueva canción atreverse a tocarla con más descaro donde ella no lo hubiera permitido buena y sana, sus manos atrevidas recorrían el contorno de sus caderas para luego acariciarle el trasero. Elena no daba señas de disgusto ante aquella situación, realmente ni siquiera se percataba de lo que estaba ocurriendo, para ella su mente había construido un mundo paralelo en el que no sentía nada ni pensaba en nada, solo era consciente de las mil vueltas por segundo que daba su cabeza, lo que ocurría fuera, a su alrededor estaba definitivamente bloqueado, no quería oír nada más que la música y no quería sentir nada más que a su propio cuerpo llevándolo al extremo del cansancio al bailar.

William la llevó a la mesa después de bailar por un buen rato.

—¿Estás bien? —preguntó levantando la voz para que Elena pudiera escucharlo debido a la música.

—¡Claro! —respondió eufórica completamente—. ¡Estoy mejor que nunca!

Elena no sabía lo que decía, su embriaguez era más que evidente, William se sentó a su lado y comenzó a besarla, Elena respondió a sus besos con pasión haciendo entender a su cita que lo deseaba con la misma fuerza y deseo que él, los besos se salieron de control pasando a las caricias, caricias no aptas para compartir en sitios públicos.

—Elena, quiero hacerte el amor.... —dijo William frenando un poco sus impulsos—, ¿vamos a mi hotel?

—Sí... El hotel.

Elena asintió sin pensar en la pregunta, una vez dada la respuesta se puso de pie a duras penas tratando de caminar a la salida lo más derecha posible considerando su estado hasta que tropezó con unas personas a las que casi hace que sus copas cayeran sobre la ropa. William se tomó la molestia de pedir disculpas por ella evitando que se metiera en problemas visto que la primera reacción de Elena fue reclamar sin justificación el que esas personas estuvieran atravesadas en su camino. En lo siguiente él se aseguró de sostenerla por la cintura y guiarla hasta salir del local

Afuera el aparcacoches le trajo el coche que William había alquilado desde su llegada a la ciudad.

—¡Vamos, cariño, será maravilloso!

Decía William mientras conducía aprovechando cada luz roja para acariciar y besar a Elena manteniéndola alerta igual de como parecía estarlo en el club, Elena le seguía la corriente al tiempo que bailaba al ritmo de la música de la radio.

—¡Sí...! Maravilloso, me siento de maravilla, ¡nunca había estado tan maravillada!

—Así es, linda... Lo vamos a pasar excelente, tendremos por fin la noche que tanto he deseado.

—Pero quiero seguir bebiendo... —dijo mientras buscaba en el asiento trasero.

—Nena, aquí no tengo nada para beber, pero en cuanto lleguemos al hotel te prometo que seguimos bebiendo, te prometo eso y todo lo que quieras...

—¿Lo que quiera?

—¡Sí, lo que sea!

—¡Entonces dame de beber!

La entrada al hotel no fue precisamente la más romántica, Elena apenas podía poner un pie delante del otro, a pesar de que había ido muchas veces a ese hotel durante la estadía de William esa vez ni siquiera reconocía el lugar, todo era muy diferente para ella esa noche. Apenas se subieron al ascensor William se volcó sobre Elena besándola de nuevo con hambre y pasión, acarició su cuerpo sin ningún pudor esta vez logrando deslizar sus manos bajo la corta falda acariciando su entrepierna hasta llegar a su sexo sin que el ascensor le diera tiempo suficiente para apartar el pequeño trozo de tela que lo mantenía apartado del tan deseado tesoro.

Ya en la habitación William dio casi por cumplido su sueño de hacer suya a Elena, a medida que la llevaba a la cama iba despojándose de su ropa impaciente de sentir su piel junto a la de ella. Arrancó el vestido de Elena sacándoselo por su cabeza con la misma prisa con la que se desvistió, ella lo dejaba hacer, para Elena era todo muy confuso, las vueltas en su cabeza eran cada vez más fuertes, no lograba comprender los que estaba pasando, solo sentía que su cuerpo era acariciado con pasión y deseo, no sabía en dónde ni con quien estaba, o si todo aquello era sólo un sueño.

De pronto se vio de nuevo en la oficina de Gabriel, otra vez estaba en sus brazos casi sentada sobre su escritorio besándolo, acariciándolo, dejándose tocar y deseando ser poseída por él, sintió de nuevo el fuego abrasador que solo él podía hacerle sentir, lo deseaba, lo necesitaba dentro de ella, en lo más profundo de su ser bañándola de la tibieza de su simiente, sintió de nuevo la grandeza de su miembro entre sus manos y ya no pudo contener más la entrega, la lujuria tomó posesión de su cuerpo haciéndola responder como él la había enseñado.

—Eres la más hermosa de las mujeres, Elena... —susurró a su oído mientras la acostaba sobre la cama haciéndola sentir el peso de su cuerpo—, te deseo tanto.

—Yo también —logró responder Elena entre besos.

—Quiero que me lo des todo esta noche...

—¡Sí, tómame, hazme el amor!

—¡Te amo, Elena!

Una vez acostada él continuó con los besos, ya casi por último se tomó la tarea de quitarse la última prenda que le quedaba puesta con la intención de hacer lo mismo con la ropa interior de Elena.

—Yo te amo... Eres mi vida, mi único amor, Gabriel... ¡No me dejes nunca más!

Estas palabras fueron como agua fría para el deseo de William, en el acto todo el ambiente cambió y su potencia se desapareció.

—Elena... —le llamó buscando que ella lo reconociera.

—¡No me dejes, Gabriel!

Elena hablaba con los ojos cerrados inmersa en su propia versión de lo que estaba ocurriendo en ese momento.

—¡Te amo tanto!

En su ensoñación Elena buscaba de nuevo la boca que creía que era de su exesposo, una boca que de pronto se volvió esquiva, —ella cree que esta con él, lo desea a él, no a mí—, pensó decepcionado.

—Elena, soy William —dijo esquivando de nuevo la boca hambrienta de besos.

—No, Gabriel, no te arrepientas... ¡otra vez no! —repetía en su delirio.

William pensó unos segundos lo que debía hacer.

—Sshh... —expresó resignado—, ven, linda.

Ya perdida toda posibilidad de avance íntimo, William se tomó el trabajo de esperar a que se calmara, la acomodó bajo las sábanas cerciorándose de que estuviera lo más cómoda posible, arregló varias almohadas bajo su cabeza y la cubrió con las sábanas, tarea que se vio dificultada por los intentos de Elena en seguir su idilio romántico con Gabriel producto de su imaginación.

—Gabriel... —llamaba Elena insistentemente.

—Aquí estoy, linda... —contestó usurpando piadosamente al hombre con quien ella creía que estaba...

—No me dejes...

—No lo haré... —mintió buscando calmarla por completo.

Rato después cuando Elena ya había conciliado el sueño William se sentó frente a ella cuidando de su bienestar, —hubiera podido hacerle el amor, que importaba que ella creyera que yo era otro—, pensaba arrepentido de su arranque lealtad. Sí, lealtad; sentía que la amaba profundamente y hacerla suya en ese estado hubiera sido traicionar ese amor. La veía dormir y pensaba en ese hombre que para él era más que un idiota, ¿cómo pudo ser capaz de hacerle tanto daño a una mujer tan maravillosa y que lo amaba con todo su ser? Si tan solo ella lo quisiera a él la mitad de lo que quería a Gabriel estaría dispuesto a dejarlo todo para estar a su lado; no había mujer que se le comparara, y más aún con ese pequeño ejemplo de su comportamiento de esa noche mientras creía que estaba con Gabriel y que sin ser acreedor de ello pudo probar, afianzó más todavía su creencia de que ella era la mujer que todo hombre querría mantener a su lado. El cansancio y la decepción de la noche comenzaron a hacerse sentir en su cuerpo llevándolo al sofá que se encontraba en la pequeña sala recibidor de la suite con una decisión tomada que debía organizar, pero eso sería después de descansar...

Elena abrió los ojos lentamente, un intenso dolor de cabeza se apoderó de ella cuando intentó moverse para levantarse, a ese malestar se le unió el peor mareo que había sentido en su vida; llevó sus manos a la cabeza en un intento de detener aquella sensación tan desagradable, pero fue en vano, tuvo que recostarse de nuevo. No podía pensar, no tenía claro lo que había sucedido, recordaba a William y el club donde estuvieron junto en la noche, hizo un nuevo intento de levantarse lográndolo con dificultad, por instinto buscó a su alrededor para ubicarse y tratar de reconocer su entorno, —¿en dónde estoy?—, la oscuridad y el mareo no le permitían ubicarse, la única luz que entraba a la habitación se colaba por los márgenes de las cortinas cerradas, se puso de pie trabajosamente y se acercó a ellas, las apartó un poco dejando entrar algo de luz, al aclarar tuvo que cerrar los ojos al sentir como sí se los punzaran con agujas.

Tardó varios segundos en acostumbrarse a la luz, miró a su alrededor y por fin pudo reconocer la habitación de William, en ese momento tomó conciencia del frío que hacía en la habitación y de que su cuerpo estaba apenas cubierto con su ropa interior, por reflejo cruzó sus brazos sobre su pecho en busca de calor, para empeorar la situación su estómago se revolvió peligrosamente haciéndola correr al baño agradecida de que estuviera a solo unos pasos.

De sus entrañas salió casi todo el licor que había consumido la noche anterior dejándola con una sensación de vacío que le daba algo de alivio, mojó su rostro con agua fría y al levantarlo vio su imagen en el espejo; estaba pálida y ojerosa pero su malestar había disminuido.

Se quitó la poca ropa que tenía puesta, se metió en la ducha dejando caer sobre ella agua tibia a la que su cuerpo respondía agradecido relajándose y con una agradable sensación de bienestar que le permitía pensar con más claridad.

—¿Qué pasó? —se preguntaba a sí misma—, ¿cómo llegué aquí?, por dios, ¿qué fue lo que hice?

En su mente había una sola respuesta para esas preguntas, —pasé la noche con William...—, a ese pensamiento sobrevino un sentimiento de tristeza y resignación que la tomó por sorpresa, —tonta—, se decía en su mente, —¿no era eso lo que querías? —.

Elena salió de la habitación al recibidor envuelta en una bata de baño, seguía pálida y ojerosa, pero se sentía considerablemente mejor. Encontró a William sentado frente a una pequeña mesa redonda para dos donde se podían ver distintas opciones para el desayuno, el café fue lo único que llamó la atención de la recién levantada.

—Buenos días, bella durmiente —saludó cariñosamente William.

Elena pudo ver que en su semblante también había señales de una mala noche, sus ojos se veían diferentes, hasta tristes.

—Buenos días...

—Siéntate. Un café caliente te hará bien.

Elena se sentó frente a él sin decir nada, su atención era solo para la taza que William le ofrecía; el aroma del café era revitalizante, el primer sorbo a pesar de que le supo a medicina le cayó bastante bien asentando su estómago todavía revuelto.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor, ¡hace rato pensé que moriría!

—Nadie ha muerto de resaca... —bromeó William tratando de aligerar el ambiente que se había vuelto algo tenso.

—¿Qué pasó anoche?

—¿No recuerdas nada? —preguntó el inglés disimulando mal la decepción en sus palabras.

—Solo que estábamos en el club, que bailamos, que nos divertíamos... Pero no sé cómo llegué aquí. Ni que pasó después —terminó diciendo con evidente vergüenza de haber llegado a ese estado de embriaguez tan profundo que no recordaba nada de lo que había hecho.

—Sí. Lo pasamos bien, luego se te subieron las copas a la cabeza y te traje aquí.

—Perdóname, William, pero no recuerdo nada...

El tono de voz de Elena dejaba entender sin mucho esfuerzo la pregunta velada.

—No hay nada que recordar.

William en ese punto ya no pudo disimular sus sentimientos, su semblante cambió transformándose en la viva imagen de la seriedad.

—¿No pasó nada? —preguntó incrédula.

—¿Te imaginas que triste comienzo para una relación si hubiéramos hecho el amor y tú no lo recordaras?

Elena se sumergió más aun en la vergüenza, no sabía cómo excusarse por su comportamiento de la noche anterior, turbada solo pudo pedir perdón.

—Discúlpame, no sé qué me pasó anoche, yo jamás había bebido tanto. Yo...

—No pidas perdón —interrumpió—. No hiciste nada malo. Es solo que lo que no ha de pasar, no pasa por mucho que uno se empeñe.

—Pero es que quedé muy mal contigo, ¡no quiero que pienses mal de mí!

—Nunca pensaría mal de ti, Elena. Son cosas que pasan, nada más.

—Podríamos intentar otro día, saldremos de nuevo y...

—No va a haber otro día —dijo tomando una taza de café que tenía frente a él.

—¿De qué hablas?

—Me vuelvo a Londres pasado mañana.

Elena se quedó muda, no comprendía el porqué de una decisión tan precipitada.

—¿Pero por qué? Solo fue una noche en la que me porte como boba, ¡William, no es para tanto!

—Te voy a contar el porqué de mi decisión tan precipitada como tú dices.

—¡Por favor, explícame!

William se preparó con un profundo suspiro, en su mente el resumen estaba hecho, diría lo que pasó y dejaría que Elena asumiera su propia realidad.

—Anoche, Elena, bebimos, bailamos, nos divertimos. Las cosas pasaron a un plano más romántico y nos besamos, luego nos acariciamos.

—Yo recuerdo hasta los besos, perdona, pero las caricias no —interrumpió Elena como si le contaran una película.

—Claro, es natural. A ese punto ya estabas altamente intoxicada por el alcohol. Confieso que me aproveché un poco de tu estado, te traje aquí con la intención de seducirte aprovechando que parecías muy dispuesta.

A Elena no le gustaba del todo lo que estaba escuchando, de alguna manera le molestó oír que William se aprovechó de su estado para llevarla hasta su hotel y seducirla, pero prefirió no interrumpir y escuchar el final del relato.

—Cuando llegamos aquí —continuó— nos pusimos más intensos, hubo más de lo que había habido entre nosotros anteriormente, pero antes de hacerte mía te confesé que te amo. Tú respondiste de una manera que acabó con toda la pasión del momento. Y por esa respuesta es que me voy.

—¿Qué pude haber dicho tan grave como para que tomes la decisión de irte?

—Dijiste: "te amo, Gabriel, no me dejes".

Elena no podía creer lo que escuchaba, abrió los ojos como platos incrédula a lo que ella misma había hecho.

—¿Qué, que yo dije qué?

—De allí en adelante comprendí que no estabas conmigo, estabas a punto de hacer el amor con Gabriel y que era a él y no a mí a quien deseabas. Pude tener sexo contigo haciéndome pasar por él, pero de verdad te amo, y no podría hacerte eso, no quería sexo contigo, quería demostrarte cuanto te amo.

Elena no salía de su impresión, no podía creer que su mente le había jugado tan sucio con un hombre tan bueno y paciente como William.

—Perdóname —dijo bajando la mirada y tapándose el rostro con las manos.

William se inclinó en su asiento acercándose a ella, agarró sus muñecas bajando sus manos liberando su rostro sonrojado por la resaca y la vergüenza, colocó suavemente una mano bajo su mentón subiéndolo, haciendo que lo viera a los ojos.

—No te disculpes por amar tanto a un hombre. Creo que él no te merece, creo que no es digno de ti, pero así es el corazón, no se puede mandar en él.

Elena sintió que su corazón se derretía en agradecimiento y ternura, jamás se hubiera imaginado cuán grande era el sentimiento de William hacia ella, levantó sus brazos para rodearlo dándole un abrazo casi fraternal, las lágrimas corrieron por sus mejillas en un llanto promovido por la vergüenza que sentía con él, el dolor por su sufrido amor por Gabriel que no le permitía amar de nuevo y hasta por el alivio que sentía al no verse obligada por sí misma a amar a un hombre por el que realmente no sentía más que cariño y amistad.

—¿Pero no por eso tienes que irte? —afirmó aflojando el abrazo para volver a sentarse como antes, pero sin soltarlo de las manos.

—Sí. Tengo que irme, no podría tenerte cerca sin poder estar contigo como yo lo deseo; lo hice hasta ahora porque tenía esperanzas. Pero ya no las tengo.

—¿Y qué voy a hacer ahora?

—Sigue adelante como lo voy a hacer yo. El resto lo dirá el tiempo.

—¿Y tus negocios aquí?

—Eso está resuelto desde hace días. Solo tú me retenías aquí.

—Eres tan bueno conmigo, y yo tan mala contigo...

—¡No lo digas de nuevo! No eres mala, solo estas muy enamorada. ¿Quieres un consejo, Elena?

—¿Cuál? —preguntó con curiosidad.

—No luches en contra de lo que sientes, si amas a Gabriel, reconócelo y vive tu amor como sea que tengas que vivirlo, pero sí no vuelven a estar juntos no te niegues a ti misma la oportunidad de ser amada de nuevo.

William llevó a Elena a su apartamento, aparte del malestar de la resaca que aun persistía, la agobiaba la vergüenza por lo que había hecho la noche anterior.

—Adiós, Elena —se despidió William con el rostro contrito apenas llegaron al edificio.

—¿Por qué lo dices así? Nos veremos de nuevo...

—No, linda. Esta es la despedida.

—¿Por qué? No tiene que ser así, tenemos dos días antes de que te regreses a Londres.

—Elena —dijo midiendo sus palabras para no parecer molesto—, soy un hombre paciente y hasta parezco demasiado complaciente, pero lo que pasó anoche me hizo bastante daño. Heriste mi orgullo de hombre, mi corazón —Elena se sentía cada vez más culpable con cada palabra que escuchaba, cansada no pudo contener las lágrimas—. Pero no es tu culpa, no te sientas mal. Es mía por insistir en una causa que estaba perdida desde el principio, pero aun así tengo que lidiar con esto que siento y no puedo hacerlo sí te tengo a mi lado, lo mejor es no verte de nuevo. ¿Lo comprendes verdad?

Elena comprendía el sufrimiento de William y no pudo más que respetarlo dejando de insistir en volverse a ver.

—Comprendo, solo espero que puedas perdonarme. De verdad deseo que encuentres a una mujer que sepa corresponderte como tu mereces. Adiós.

—Adiós, Elena.

Ella bajó del coche sin decir nada más, desapareciendo detrás de la puerta principal de su edificio.

Elena decidió seguir el consejo de William, aceptar que aún amaba a Gabriel le dio paz, se sentía libre, con el espíritu ligero, dejar a un lado lo malo que hubo entre ellos fue liberador aun cuando Gabriel seguía su relación con Priscila. Reconocer que ese amor era más grande que las mentiras y los engaños a los que él había recurrido en el pasado le otorgaba vitalidad, su mirada era dulce de nuevo y hasta en la oficina las cosas comenzaron a ser mucho más fáciles. Soportaba con gallardía el dolor que le causaba verlos juntos cuando Priscila lo acompañaba, varias veces se había encontrado con ella en los pasillos, en esas ocasiones entre ellas no había más que un saludo cordial hasta que un día para sorpresa de Elena Priscila quiso hablarle en su oficina.

—Permiso —interrumpió Lorena al entrar en la oficina de Elena— afuera esta la señorita Priscila, dice que quiere hablarte en privado. ¿La hago pasar?

—Sí claro. Dile que pase.

Elena no sabía en qué plan venia la rubia novia de Gabriel, así que se preparó tanto para la paz como para la guerra tomando aire profundamente.

—Buenas tardes, Elena —dijo la rubia al aparecer en la puerta—. Esperó que no esté molestándote.

—No, pasa. Siéntate.

—Gracias —agradeció, Priscila tomando asiento frente a ella.

—¿En qué puedo ayudarte?

—La verdad es que quizá te parezca ridículo lo que vengo a decirte. Pero tenía que hacerlo.

—Te oigo.

—Sabes que tengo una relación con Gabriel...

—Prisilla —interrumpió Elena incómoda por el tema de conversación—. No creo que haya un motivo suficientemente importante como para que me hables de tu relación con Gabriel, yo no tengo que saber ni menos opinar nada al respecto.

—Te entiendo, pero de verdad quiero que me escuches, como mujer sé que entenderás mis motivos.

Elena pensó unos segundos en lo que acababa de escuchar y en base a eso decidió darle la oportunidad de decir lo que había ido a decir.

—Está bien. ¿Qué pasa con eso?

—Vengo a hablarte de mi relación con Gabriel porque con el paso del tiempo siento que me estoy enamorando de él.

—Bien por ti. Pero no veo que tengo yo que ver en eso.

—Tienes que ver porque Gabriel siempre me ha dicho que tú eres la mujer de su vida —dijo con amargura— que él quiere rehacer su vida y que le gustaría hacerlo conmigo, pero que tú serás siempre especial para él.

Elena estaba muy impresionada, su corazón se aceleró haciéndole muy difícil la tarea de mantenerse serena ante Priscila.

—¿Hay que ver no? Es un patán —aseguró Elena con una sonrisa parecida a las de Gabriel— pero yo te aseguro que no tengo nada que ver con eso, Priscila. Si lo que te preocupa es que yo pueda aprovecharme de alguna manera de esa situación, quédate tranquila, no tengo ningún interés —mintió.

—En su necesidad de ser sincero, como él mismo dice, me ha confesado todas estas cosas para que yo escoja libremente si quiero seguir adelante con lo nuestro. Lo que yo quiero saber es si tú aún lo amas...

—Mira, Priscila, no sé en qué cambiaría tu situación con mi respuesta ya que sea que sí, o que no, eso es algo que no le concierne a nadie y que no debe afectarle a nadie.

—Si me concierne y sí me afecta. Te voy a ser más sincera, yo soy divorciada, tengo más de treinta años y quiero formar un hogar, quiero tener hijos y me encantaría que fuera con Gabriel, pero él no me ama, te ama a ti y en base a eso me ha pedido tiempo. Yo podría dárselo, pero no podría vivir con él sabiendo que los dos se aman y que soy yo lo que estaría en medio, no sería justo con ninguno de los tres.

Elena sintió un enorme deseo de ser sincera con Priscila, comprendió que tenía razón y que lo que ella quería saber era sí valdría la pena seguir esperando por el amor de Gabriel que solo llegaría de no ser correspondido por ella.

—Comprende, Elena, que si tu respuesta es que aún lo amas tarde o temprano ustedes van a estar juntos de nuevo. Eso es a lo que yo le temo.

—Priscila, no sé qué decirte. Yo misma pasé por una situación parecida hace poco.

—Con él, ¿el hombre que te acompañaba el día de la boda de tu padre?

—Sí. Él se fue porque sintió lo mismo que tú sientes ahora con Gabriel. Yo no puedo intervenir en tu relación con Gabriel, lo ame o no, no tengo derecho. Prefiero verlo feliz a tu lado antes de prometerle olvidar por completo los fantasmas del pasado porque aún hay heridas que no han cerrado por completo.

Priscila se quedó en silencio analizando mentalmente la respuesta de Elena.

—Discúlpame si no te puedo dar la respuesta que buscabas.

—Tranquila, Elena, ya lo dijiste todo. Eres una mujer muy valiente. Gracias por recibirme.

—Cuando quieras. Adiós, Priscila.

—Adiós, Elena.

Elena se levantó y se acercó a la rubia, la saludó con un amistoso abrazo y la acompañó hasta la puerta, apenas había salido Elena cerró la puerta apoyándose en ella, cerró los ojos y suspiró profundamente.

—Gabriel, Gabriel... ¡Me amas! ¿Qué hago ahora? —se preguntó a sí misma.

Sintió como en sus manos tenía el poder para acabar con esa relación, recordó las palabras que el mismo le dijo, —solo hace falta una palabra tuya para que Prisilla desaparezca de mi vida, ¿pero que ganaría con eso, y si volvía con él y sus vidas se convertían de nuevo en un infierno?—, recordó que cada vez que estaban juntos terminaban peleando, no quería una vida amarga, llena de turbulencias ni para ella ni para Gabriel, sería mejor dejarlo hacer su vida en paz, así como la estaba planeando, ella vería que haría con su propia vida con el pasar del tiempo.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro