CAPÍTULO XIV: ESCUDERO
Llegó el siguiente día, Hank estaba un poco nervioso, iba a hablar con la persona que un día antes dejó moribundos a 2 tipos que doblaban su tamaño y triplicaban su fuerza, recordó que Lucy le advirtió que si se sobrepasaba con ella, Anne o Livi, Matilda lo asesinaría, pero él estaba seguro de que no les hizo nada malo a ninguna de las 3.
Hank estaba en el comedor terminando su almuerzo cuando sintió que alguien le tomó los hombros por detrás.
—Así que tú eres Hank. —Le dijo una voz femenina, algo rasposa— Estás bastante delgado, deberías comer mejor.
Hank reconoció la voz era de Lucy, pero un poco más grave y rasposa, deducir de quien se trataba le heló la sangre, pues la chica sujetó su cuello con ambos brazos.
—T-T-Tú de-debes s-ser Ma-Ma-Ma —Hank no podía dejar de tartamudear del miedo— Matilda ¿Verdad?
—Tranquilo, no te haré nada —Le dijo Matilda acariciando con su mano derecha el cuello de Hank, él miró de reojo la otra mano de Matilda en su hombro y notó que tenía marcas de golpes en los nudillos - No te preocupes Hank, no estoy molesta contigo, pero quisiera que hablemos en privado.
—N-no creo q-que los enfermeros lo p-p-permitan —Le respondió Hank, quién aún tenía miedo pero trataba de controlarlo— Nos vigilan durante todo el día.
—Iremos al edificio 1, tiene una azotea, ahí podremos hablar, te veo allá en 15 minutos.
«¡¿Una azotea?!» Pensó Hank aterrado «¡Ella quiere arrojarme desde lo alto!»
—¿P-Por qué en la a-azotea? —Preguntó Hank, nervioso.
—Porque yo lo decidí así, y si no vienes te romperé las piernas. —Le respondió Matilda, presionando sus uñas contra su cuello— Nos vemos en la azotea en 10 minutos.
—¿No dijiste que 15? —Preguntó Hank.
—Sigue molestándome y serán 5 —Y luego de decir eso Matilda soltó a Hank y se fue, desapareciendo entre las personas que ese movían a través del comedor.
Hank estaba dudando sobre si ir o no, pero no tenía muchas opciones; o lo hacía o Matilda le rompería las piernas. Se apresuró a ir al Edificio 1 lo más rápido que pudo, para su buena suerte el hospital tenía menos personal en los últimos días, no le costó tanto trabajo escabullirse hasta llegar a donde acordó verse con Matilda (O más bien donde ella lo obligó).
Una vez llegó a la azotea vio a Matilda parada a lo lejos, estaba de pie y se poyaba en las deterioradas rejas de metal que rodeaban el lugar, ella estaba mirando al vacío, observando a los pacientes y enfermeros del hospital en el patio, todos iban al edificio 2, era momento de que reciban sus terapias.
Hank, pese a que sentía algo de miedo se acercó hasta Matilda, ella se veía bastante tranquila, mirando a la complejidad y sencillez de la nada, como una bestia que duerme, tan indefensa y hermosa, Hank no pudo evitar admirarla en silencio por unos segundos hasta que se animó a hablarle.
—Bien, ya estoy aquí. —Abrió Hank la conversación— ¿De qué quieres hablar, Matilda?
Matilda seguía mirando a la nada, Hank empezó a creer que lo estaba ignorando a propósito, pero entonces ella, sin voltear a verlo, le respondió.
—Dicen que no hay arma más peligrosa que la lengua, difiero un poco en eso ¿Sabes? Yo creo que el arma más peligrosa es el rencor, el rencor puede ser expresado de muchas maneras, la lengua es solo un medio del mismo, una persona llena de rencor hará lo que sea para lograr su venganza, y a veces no necesitará de las palabras, así soy yo, Matilda, la explosiva e intermitente cuarta personalidad de Lucyana Granty Bellatriz.
Hank no supo qué responderle, lo cierto es que no esperaba que Matilda dijera algo así.
—Hank, te traje aquí porque me gustaría hablar contigo, sonará egocéntrico pero quiero que te calles y escuches lo que te diré. —Matilda entonces volteó para ver a Hank a los ojos—. Sé que Anne te contó varias cosas sobre mí anoche, pero ella no te dijo varias, y preferiría que las sepas por mí misma.
Hank asintió con la cabeza, Matilda sonrió un poco y volvió a desviar su mirada al vacío.
—Yo, Matilda, sólo eso, no tengo un apellido, de hecho ni siquiera debería tener nombre, ya que mi propósito no requiere de uno.
—¿Tú propósito? —Preguntó Hank.
—Sí, verás Hank... desde que fui creada por Lucy siempre he ido en busca de venganza contra todo aquel que quisiera lastimarla, yo desquito su frustración usando la violencia física con quien sea que se atreva a molestar a Lucyana aunque fuera un poco. Pero... ese a todo tengo un límite: ¡Si la persona termina inconsciente no la sigo golpeando. —Hank se dio cuenta que eso era verdad, pues a los sujetos de ayer los dejó de golpear en cuanto dejaron de moverse, pero eso no quitaba lo que quería hacerle al político.
—Pero hubieron ocasiones en las que no me interesaba sólo hacer sufrir a esas personas, quería asesinarla, tuve un pequeño encuentro con el padre de Lucy antes de venir a este lugar, estuve a punto de asesinarlo. —A Hank se le heló la sangre al oír eso.
—Yo... deseaba que ese asqueroso tipo muriera, quería matarlo con mis propias manos, y no era la primera vez que un deseo así me recorría, el día que nací golpeé al ex novio de Lucy hasta dejarlo en coma. Durante el tiempo que Lucy vivió con su maestra yo solía escaparme en las noches para participar en peleas clandestinas, así ganaba algo de dinero, sé lo que debes estar pensando y sí, lo que te dijo Anne es cierto, soy una miserable...
Hank estaba perplejo, no sabía qué decir al respecto, él creía que Matilda era una máquina de golpes, pero se dio cuenta que no era eso, detrás de esa chica tan agresiva, quizá había alguien amable.
—Aún así —Agregó Matilda después de suspirar— Al igual que Anne, Lucyana y Livi, yo también tengo mi un lado apacible, un poco de artista: La pintura.
Hank vio cómo el tenso rostro de Matilda cambió a uno mucho más amable, la misma expresión que tenía Lucy al hablar del teatro o Anne sobre música.
—Me fascina el arte de la pintura, incluso más que el alcohol y la violencia, amo lo que los cuadros de pintura pueden hacerme sentir. Mi gusto nació el mismo día en el que Lucy encontró su amor por la actuación, ella estaba caminando frente a un teatro y en el transcurso en el que cerró sus ojos yo tomé el control de su cuerpo, fui atraída por lo que había en la calle de al frente: era un museo de Arte, con un enorme cartel.
"El cuadro de la pintora italiana Artemisia Gentileschi "Judit decapitando a Holofernes" es traído desde el Museo de Capodimonte de Nápoles para exhibirse aquí. (Entrada Gratuita SOLO POR HOY)"
—La palabra "decapitación" llamó mi atención y quise ver de qué se trataba, nunca le diría que no a la violencia gratuita. Entré al museo y, desde que observé la primera pintura me sentí completamente cautivada, empezando por los pasillos llenos del arte de Van Gohg, los hermosos cuadros de Rembrandt, las pinturas abstractas de Pablo Picasso y Salvador Dalí, los óleos de Georgia O'Keeffe... Yo estaba tan fascinada que incluso olvidé que entré en busca de pinturas violentas, aunque al final terminé igual yendo a la sección que retrataba a la primera inquisición.
La tensión en el ambiente había desaparecido, Hank ahora estaba relajado y feliz por poder a hablar con Matilda y conocer su lado apasionado, su artista interior.
—El museo también tenía varias pinturas de Artistas independientes, me acerqué a todos ellos y les expresé lo que sus pinturas me hacían sentir. Todos me agradecieron por brindarles un poco de mi atención, y algunos hasta se ofrecieron a enseñarme a pintar, nunca fui tan feliz como en ese día, pero como si de algo instantáneo se tratara olvidé por completo todo eso.
Hank entonces vio que el rostro de Matilda ahora se mostraba muy decepcionado, y algo molesto.
—En cuanto salí del museo y crucé la calle, noté que habían puesto otro cartel, en ese instante Lucy tomó el control y chocó contra el cartel, sin notar que yo poseí el cuerpo por unas cuántas horas. Pese a mi deseo de aprender más sobre el arte de la pintura, olvidé eso por completo. Y no era de extrañarse, el motivo de mi existencia era ser la parte violenta de Lucy... y fue a lo que me dediqué.
Matilda entonces regresó a ver a Hank y caminó hasta ponerse frente a él.
—Yo no golpeo a a nadie por gusto, pero tampoco siento remordimientos por usar la violencia contra otros, al menos no hasta el día en el que golpeé al padre de Lucy... ni siquiera yo lo entendía, no sabía el porqué pero... por algún motivo, después de salir de la cárcel luego de haberle dado una paliza a muerte, yo estaba... yo estaba... yo... yo... —Matilda se detuvo antes de terminar lo que iba a decir, notó que el exaltarse estaba poniendo un poco nervioso a Hank y prefirió no empeorar la situación— Pero en fin, básicamente esa es mi historia, Hank.
Matilda miró a Hank a los ojos, ella esperaba una respuesta, pero Hank no decía nada, ni siquiera cambiaba la expresión de su rostro.
—¿No vas a decir nada? —Preguntó Matilda.
—No sé qué podría decirte. —Respondió Hank— Estoy realmente sorprendido por todo lo que me dijiste, y también por todo lo que hablé ayer con Anne. Ella, tú, Lucy y Livi, han tenido que soportar muchas cosas.
—Suele pasar Hank, nadie tiene una vida color de rosas, a todos se nos patea y somete, incluso si el cuerpo en el que vivimos no nos pertenece —Dijo ella burlándose, pero él guardó silencio.
—No me lo tomes a mal, pero, si te pasaran cosas malas creo que-
—Me lo merezco —Interrumpió Matilda— Lo sé, merezco que me pasen cosas así.
—¡Claro que no! —Le replicó Hank— Lo que iba a decir es que si te pasaran cosas malas, no deberías pensar que lo mereces. Yo creo que eres una buena persona, simplemente debes dejar de verte a ti misma como un objeto que tiene que lastimar a los demás.
—Yo fui creada para eso Hank, soy un perro guardián, no sé hacer anda más.
—¡Eso no es cierto! —Le recriminó Hank— Tú eres como Lucy, Anne y Livi, mereces tener tu propia vida, y ser la artista que llevas dentro.
Matilda no le respondió absolutamente nada, nadie nunca la llamó "Artista", y lo cierto es que desde el día que estuvo en el museo no se había vuelto a acercar a nadie como lo hizo con Hank.
—Desde que... —Agregó Hank, mientras observaba el patio del hospital— Desde que comencé a conocer más a Lucy, Anne, Livi, y ahora a ti Matilda, y también a muchos pacientes del hospital todos los días me pregunto... ¿Por qué le pasaran cosas tan malas a la gente buena?
Matilda se puso al lado de Hank, observando el patio del hospital junto a él.
—Por pensar que tenemos todo bajo control Hank —Le respondió ella— Las personas siempre piensan en el "Por qué" de lo malo que les sucede, no hay un motivo. Si crees que con ser una buena persona te librarás de malos momentos no eres menos ingenuo que una persona que espera que un tigre no lo ataque sólo por ser vegetariano. Podemos controlar nuestras acciones pero no las consecuencias de las mismas, no sabemos qué efecto van a tener en nosotros ni en los demás, pueden ser positivos o negativos; pero eso ya está fuera de nuestras manos. Al pensar que "El bien atrae más bien" caes en el error de creer que tienes el control, y, cuando te des cuenta que no, lo más probable es que llores y maldigas tu propia debilidad. No sirve de nada buscar el "Por qué" de las cosas malas que te pasan, lo único que puedes hacer es... Nada. No lo diré, que cada quien, incluyéndote a ti lidere con eso como mejor le parezca.
—Es cierto —Respondió Hank observando con tristeza al horizonte—, Hay cosas a las que sólo nosotros podemos hallarle significado.
—Bueno, espero puedas hallarle un significado a esto —Matilda se giró y tomó a Hank por el cuello de su camiseta, fue tan rápido que ni él lo vio venir, cuando se dio cuenta, ella lo estaba besando.
EL beso no fue muy largo ni nada excepcional, en cuanto se separaron, Hank miró a Matilda muy confundido y atónito, en ese momento pasó algo que lo confundió todavía más.
—¿Qué hiciste Matilda? —Se preguntó ella a sí misma— ¡Ay Hank! ¡De verdad lo siento! Matilda es muy atrevida....
—N-No te preocupes, p-por mí no hay pr-pr-problema jeje— Hank podía asimilar lo que había pasado - Oye y... ¿Tú quién eres?
La chica no sabía qué responderle, Hank esperaba que le dijera algo pero Matilda apareció de nuevo.
—Vaya, pero qué cobarde es, no se atrevió a decirte su nombre —Dijo Matilda riéndose.
—¿P-P-Por q-q-qué hiciste e-eso? - Preguntó Hank
—Yo no fui, jeje. —Se burló Matilda—, Antes de besarte cambié de lugares con... Nah, averígualo tú mismo, y ya deja de tartamudear, pareces un marica ¿Acaso es la primera vez que besas a una mujer?
—¡Claro que no! Es que yo...
—Ay pero qué ternura —Matilda pasó al lado de Hank, caminando con orgullo y la cabeza en alto, como si hubiera ganado algo. Cuando estaba por salir de la azotea pero se volteó a Hank con una sonrisa orgullosa—. Me agradas triple H, cuida de esa babosa cobarde por mí.
Matilda dijo eso y se fue de la azotea, dejando a Hank lleno de dudas, pero en cierta manera, muy feliz; por otro lado, Matilda estaba bajando las escaleras, en un punto se detuvo, estaba a punto de llorar.
—Tienes razón Hank —Se dijo a sí misma tratando de contener sus lágrimas— Quisiera tener una vida propia, pero eso nunca pasará, y me di cuenta de ello ese día... el día que casi asesino al padre de Lucyana.
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