Lucy tuvo que hacerse cargo de lo que Matilda hizo, Aaron quedó en coma por shock anafiláctico y fue internado de emergencia en el hospital, si Aaron recuperaba la capacidad de hablar de seguro le pondría una demanda, si no quedaba con un fuerte retraso mental, claro está, fue algo difícil pero la madre de Aaron no levantó cargos en contra de Lucy, pudo salir bien librada de eso.
Lucy ya no tenía a dónde ir y para rematar ahora debía lidiar con otra personalidad más. La situación se había complicado demasiado. Ya no tenía nada, ni familia, ni amigos o un hogar. Vagó durante un rato por la ciudad, preguntándose ¿por qué a ella? ¿qué había hecho para recibir tantas torturas? ¿el no poder proteger a su hermanita? ¿no haber evitado el suicidio de su madre? ¿no darle apoyo suficiente a su padre? ¡Ya no importaba!, las cosas sucedieron y no había forma de cambiarlas, por más que lo deseara. Pero lo que más le frustraba, era gran parte de su sufrimiento era causado por su belleza y el deseo voraz de los hombres que la rodeaban, todo lo que le había sucedido, era por la superficialidad humana.
Lucy salió de la comisaría y fue a dar un paseo para pensar mejor las cosas, tras deambular por un rato como si se tratara de un fallo de la realidad, un cartel apareció de la nada, Lucy sólo cerró los ojos un par de segundos y de repente chocó con el cartel triangular, que tenía un anuncio escrito en letra muy grandes.
"Obra de teatro caritativa HOY: Los sartenes también van al cielo" (Entrada Gratis).
Lucy pensó que eso podría distraer su mente por un rato, así que decidió entrar, lo hizo justo cuando la obra estaba comenzando, tomó su lugar en las filas que estaban hasta atrás, prestó atención a la obra en silencio y... le gustó mucho lo que vio. Los actores podían hacer sus interpretaciones libremente, no se veían presionados u obligados a estar ahí. Llevaban encima máscaras de maquillaje, al público no les importaba cómo se veían, estaban fascinados con su dedicación. La obra no era algo original, se trataba de una parodia al cuento popular de "Caperucita Roja" pero tenía ese toque que la volvía especial. Lucy no podía creer lo que estaba viendo, no importaba qué tan mal le estuviera yendo, en ese momento estaba siendo consumida por el arte del Teatro. Algo tan hermoso parecía irreal, pero esa belleza era opacada únicamente por el vigor de los actores y actrices, o tal vez eso era lo que lo hacía tan especial.
Cuando la obra terminó, Lucy aplaudió de pie, hasta pensaba que no podía ser mejor, pero las palabras de la directora tocaron su corazón.
—En el teatro todos somos libres, aquí no importa nada más que el afán y deseo de entregarlo todo, jugamos con nuestros cuerpos y voces, interpretamos y reclamamos cada personaje como nuestro, El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma, aquí la superficialidad no tiene lugar, actuar es como bajarte los pantalones; expones tu intimidad. Esta obra es algo caritativo, lo que nazca de su corazón para donarnos, será suficiente, dejaremos este sombrero frente al auditorio para que nos den lo que gusten.
Las personas aplaudieron y ovacionaron la obra de pie, muchos se fueron al instante y otros dieron sus donaciones voluntarias. Lucy estaba completamente fascinada, no... cautivada, maravillada, deslumbrada, seducida ¡No había término que se acercara a lo que había sentido en ese lugar! Quizás la obra no fue más que una parodia y comedia popular, pero el ver a los actores entregándose a sus papeles sin importarles nada más, le hizo entender algo: "En el teatro la superficialidad no tiene lugar."
Lucy comenzó a creer que quizás si pertenecía a un lugar, uno donde su belleza sería lo que menos importaba, donde para llegar a lo más alto debía hacerlo con su dedicación y no con banalidades. Se acercó hasta el sombrero, extendió sus manos y las metió dentro. Los actores le preguntaron qué intentaba hacer, si planeaba robar o algo por el estilo. Lucy levantó la mirada y vio a la directora de la obra, una joven mujer y elegante, de no más de 21 años.
—¿Qué ocurre linda? —Le preguntó la mujer—, ¿No piensas decir nada? Ese sombrero es para donaciones ¿Vas a donar algo o no?
— Si, claro que donaré algo. —Lucy comenzó a soltar varias lágrimas, pero estaba sonriendo, era un llanto de felicidad—. Toda mi vida he estado acostumbrada a que los demás se enamoren de mí, a ser el objetivo de muchas miradas y que estuvieran dispuestos a entregarme todo, pero hoy soy yo la que se ha enamorado, la que no pudo apartar la mirada del escenario, es la primera vez que mi corazón se derrite y desea entregarse por completo. Desde mi niñez he deseado ser muchísimas cosas: Abogada, Policía, Doctora, Veterinaria... y aquí es dónde podría ser todo eso y mucho más, por eso yo, Lucyana Granty Bellatriz, aquí y ahora, estoy donando mi vida al Teatro.
Anne le contó todo eso a Hank y él escuchó atentamente lo que ella le decía, sintió un poco de tristeza por la vida que Lucy había tenido, pero a la vez mucha admiración por ella, por otro lado, también pensó que su vida fue demasiado tranquila a comparación de lo que tuvo que soportar Lucy.
Pero su parte favorita de todo lo que Anne le contó fue lo que ocurrió en el teatro, incluso Anne narró aquel momento con una emoción que no se comparaba a nada, al parecer Lucy nunca estuvo tan feliz como aquel día en el que le dio su vida al teatro, ni cuando hizo su primer debut, ni siquiera en su primer papel protagónico.
Quizás fue esa felicidad lo que hizo que la directora ayudara a Lucy en todo lo que pudo, desde un techo y comida, hasta usar sus contactos para conseguirle trabajo, era una pena que el teatro cerrara. Después de un tiempo, la Directora enfermó y tuvo que volver a su país natal, pues, si iba a morir quería hacerlo cerca de su familia.
La maestra de Lucy era por encima de todo una persona modesta y positiva, siempre tenía una frase o consejo que dar, le enseñó a Lucy todo lo que un buen actor necesita aprender, le mostró todas las técnicas que existen y cómo manejar sus emociones para poder liberarlas en el escenario, ella fue la primera persona que ayudaba a Lucy de manera sincera y sin prejuicios, apoyándola para cumplir sus sueños y diciéndole siempre que haciendo lo que te apasiona el dinero vendrá a ti con el tiempo, pero nunca será al revés.
Para Lucy fue muy triste que su Maestra se fuera lejos, pero siempre llevaría consigo sus consejos, su bondad, los recuerdos que formaron juntas y todas las valiosas enseñanzas que le dejó, pero sobre todo, algo que nunca olvidaría sería el nombre de aquella persona que le brindó una guía cuando estaba perdida en su propia vida, aquella persona que no sólo fue una amiga, si no también fue su primer amor, cuyo nombre era Gabriela Leinz.
Hank terminó de escuchar todo lo que Anne le contó, no sabía qué decir al respecto, era demasiada información por procesar.
—Como puedes ver Hank, casi toda su vida Lucy ha sido tratada como un objeto, desde sus padres usando su belleza para ganar algo de dinero extra, hasta Aaron intentando aprovecharse de ella... —Por un momento guardó silencio—, Yo fui más que un objeto, algo que admirar.
—¿Lucy? —Preguntó Hank.
—Pero ella no fue así, mi maestra vio más allá de mi físico y me enseñó a ser una persona de bien, ella tuvo que lidiar con muchas cosas, los intentos de suicidio de Anne, la hiperactividad de Livi, la ira de Matilda. —Lucy estaba llorando— Esa pobre mujer me conoció completamente y aún así nunca me dejó sola... Y cuando se fue, cuando mi maestra me dejó mi vida se volvió horrible, si mi maestra estaba ahí yo podía actuar, pero desde que se fue no puedo hacerlo... no puedo ponerle cara a nada, no puedo lograr nada sin ella, sólo mi maestra me reconoció por lo que soy... para todos siempre seré una simple cara bonita.
En un impulso de valor y apoyo, Hank metió su mano a través del agujero en el muro, casi llegó al otro lado, y le pidió a Lucy que tomara su mano, ella lo hizo, y él, apretándola un poco comenzó a hablar con ella.
—Los que no te reconocen son personas ciegas y superficiales que prefieren chicas de gran atractivo y poca listeza. Pero en tu caso, tu belleza es opacada únicamente por tu talento, vivacidad y esfuerzo. Esas mujeres dejarán de enamorar a los espectadores cuando envejezcan, sin embargo, no importa la edad que tengas, tú seguirás encantando a los que sepamos apreciar tu pasión y dedicación. Te lo digo a ti Lucy, y también se lo digo a Anne, no importa el tiempo que pase, seguiré haciendo lo que he hecho desde el primer día que llegaron aquí: las admiraré por el arte y la belleza de su ser.
Lucy guardó silencio un momento, su respuesta fue algo que dejó a Hank sin palabras.
—Saldremos de aquí, y empezaremos de nuevo, tú serás mi pianista y yo tu seré tu vocalista, te convertirás en mi escritor y yo seré tu actriz, porque todas las cualidades que dijiste que poseo, se complementan con tu pasión, creatividad y Sagacidad.
—Espero que así sea —Respondió Hank— Lo de ahora... ¿Lo dijiste tú Lucy, o fue Anne?
—Quien sabe... suerte averiguándolo. —Le respondió en un tono coqueto— Creo que es hora de ir a dormir.
Lucy soltó la mano de Hank y se despidió, él quería exigirle una respuesta pero ella lo ignoró y se fue a dormir, Hank tuvo que hacer lo mismo cuando Jhosua golpeó a su puerta y lo mandó a dormir.
Por otro lado, puede que haya sido Lucy o Anne, pero esa chica estaba durmiendo con una sonrisa enorme en su rostro, y sus mejillas totalmente sonrojadas, por otro lado, Hank, como cualquier hombre, no se dio cuenta de nada de lo que hizo.
Y entonces Hank se despertó porque lo estaban llamando del otro lado del muro.
—¿Qué pasó? —Preguntó Hank un poco fastidiado, ya que esperaba poder dormir.
—Soy Anne, verás... Matilda quiere hablar contigo.
A Hank se le hizo un nudo en la garganta, debido a lo que pasó ese día temía hablar con Matilda, quien sabe si la pared sería capaz de detenerla, comenzó a sentirse nervioso, pero se tranquilizó en cuanto escuchó la voz que lo llamaba detrás del muro.
—Hola Señor Hank —Le dijo una voz mucho más tierna.
—¿Livi? —Preguntó Hank.
—Chi.
—¿Y Anne y Lucy? Hank se sintió un poco inseguro de preguntar— Y... ¿Matilda?
—Anne y Lucy se fueron a dormir y Matilda quiere hablar contigo mañana, en persona.
—Caraj... —Hank recordó que a Livi no le gustaban las groserías— Entiendo, qué mala suerte.
—Sabe señor Hank, últimamente no me he sentido muy bien.
— Es porque no descansas lo suficiente Livi —La regañó Hank.
—No es esho, lo que pasa es que comienzo a desaparecer de este cuerpo —Respondió Livi, con tristeza.
—¿A qué te refieres? —Preguntó Hank.
—Lucy me creó porque su hermanita Licy se fue al cielo, ya casi no le duele eso y por eso cada vez es más difícil salir, y si lo hago tengo sueño todo el tiempo. —Hank guardo silencio un momento, no sabía qué decirle a Livi.
—¿Tienes miedo de desaparecer, Livi? —Preguntó finalmente.
—Ño, yo quero irme, no puedo hacer lo que otras niñas hacen, y tampoco ser una adulta como Lucy, no sé si me iré pronto, por eso quería despedirme de usted señor Hank.
—Ya entiendo... —Hank trataba de mostrarse indiferente pero no podía evitar sentirse triste, en cierta manera le había tomado mucho aprecio a Livi, aunque él sabía que si Livi desaparecía era una buena señal sobre la salud de Lucy por otro lado también sentía que perdía a alguien que apreciaba.
—Oiga señor Hank, debo contarle algo, pero no se lo diga a Anne ni a Lucy —Livi metió su mano a través del agujero de la pared, mostrando su meñique—. ¿Lo promete?
— ¡Lo prometo! — Dijo Hank, tomando el meñique de Livi con el suyo.
Livi le contó a Hank muchas cosas sobre Anne, Lucy y Matilda, pero sobre todo le habló acerca de la entidad que ni siquiera el Doctor James conocía: Darlene.
Al final Hank tomó la mano de Livi y le cantó hasta que se durmiera, él no lo sabía pero esa sería la última vez que hablaría con ella, pues, la pequeña Livi, nunca más volvió a salir.
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