Treinta y uno.
Jihyo llegó al lugar un poco cansada por haber corrido lo más rápido que pudo. Al llegar vió a Sana sentada en una banca y se sentó a su lado.
—Entonces... ¿De verdad te gusto? — preguntó la japonesa.
—Sí, desde hace unos meses.
—¿Ah? Oh, no sabía. Te hablé de varias chicas, perdón.
—No pasa nada. — respondió Jihyo encogiéndose de hombros.
Sana sonrió levemente y hubo un silencio un poco incómodo por varios segundos. Ambas estaban muy nerviosas.
—Hyo, tú también me gustas. — murmuró haciendo a Jihyo sonrojarse levemente.
—¿Cuando te empecé a gustar?
—Cuando nos besamos por primera vez empecé a sentir algo por tí. Me costó aceptarlo porque pensaba que eras heterosexual.
Jihyo soltó una pequeña risa y abrazó a Sana, quién se sorprendió un poco pero terminó correspondiendo el abrazo.
Las manos de Jihyo se posaron en su cintura y se separó un poco de Sana. Quién al notar la cercanía que había entre ellas sintió su corazón acelerarse y sus mejillas se tornaron de un color carmesí.
La mirada de la coreana bajó a los labios de Sana.
—¿Puedo? — susurró Jihyo. Sana asintió levemente.
Sus labios se juntaron y empezaron un beso lento y dulce. Un beso lleno de amor.
Después de algunos minutos se separaron por falta de aire y ambas rieron suavemente volviendo a abrazarse. Se sentían tan cómodas y felices cada que se tenían la una a la otra.
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