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Veintiséis (*)


William.

A la mañana siguiente prácticamente salgo hacia la empresa sin despedirme de Anna. Sabía lo que tenía que hacer, y lo que haría. Había llamado a Lisa para que agendara una reunión con el consejo, necesitaba decirles lo que ocurría.

Anna me había enviado un par de mensajes, mensajes que no me molesté en abrir. Tampoco en responder las varias llamadas que hizo a mi celular y que dejé que fueran al buzón de voz.

—¿Está todo listo? —inquiero hacia Lisa cuando ella ingresa a la oficina —¿El consejo está reunido?

—Así es, solo esperan por ti —informa.

—Bien. —en cuanto se retira, tomo una profunda inhalación mientras recorro la oficina con la mirada.

Había trabajado tanto por estar en este puesto, durante toda mi vida no había nada que me importara más que convertirme en el líder de las empresas de mi familia, y lo conseguí. O al menos, eso pensaba.

Estar aquí significaba que debía someterme a las órdenes de mi abuelo, jamás podría tener el control completo de mi vida si seguía en esto.

Salgo de la oficina, cargando conmigo todo lo necesario. Intento mantenerme sereno, convencerme de que esto es lo que necesito hacer.

—Buenos días —todas las miradas se posan en mí apenas ingreso a la sala de juntas.

—Nos sorprendió que nos llamaras para una reunión que no estaba prevista —responde uno de los hombres —suponemos que debe de ser algo importante.

—Lo es, demasiado, a decir verdad —tomo mi lugar, en un extremo de la larga mesa mientras dejo las carpetas frente a mí. —No quiero tomarles demasiado tiempo, así que iré directamente al grano.

—Bien ¿Qué sucede?

—Como supongo que estarán enterados, Joan García ha pedido ocupar su puesto como el accionista que es dentro de la empresa.

—Por favor, ese chico no sabe nada de cómo llevar una empresa —objeta uno de los hombres a mi costado. —Si el debate es sobre si permitirle ingresar o no, creo que debes saber la respuesta.

—Aunque soy el CEO de las empresas, saben que mi abuelo sigue siendo la autoridad mayor, y por órdenes de él, Joan ocupará su puesto. Sin embargo, no es esto lo importante, la intención de convocar a esta junta es que...

—Que William será ahora el encargado de las decisiones operativas de la empresa —elevo la mirada al escuchar la voz de mi abuelo —Yo me apartaré completamente del mundo empresarial, él será quien ocupe mi puesto.

Permanezco estático, observando al hombre frente a mí lucir sereno, pero sin perder la postura firme.

—Una decisión acertada —comenta el hombre a mi lado —William es sin duda la mejor persona para conducir las empresas. Está haciendo un trabajo excelente.

Sonrío, sin saber muy bien que hacer.

—En realidad yo...

—Joan no formará parte del grupo de accionistas de la empresa —asegura llegando a mi costado —si eso es algo que les preocupaba, puedo asegurarles que mi nieto se mantendrá al margen, como hasta ahora.

Lo miro sin entender porque habla de ese modo, la intención de decir que renunciaba a mi puesto parece ser desechada porque mi abuelo no deja de hablar durante los siguientes minutos, y luego, se las arregla para que el consejo se marche.

—¿Qué fue eso? —inquiero cruzándome de brazos.

—He hablado con tu padre —confiesa en un suspiro mientras toma asiento en una de las sillas disponibles —no estaba de acuerdo tampoco en que Joan ingresara como accionista, dijo que apoyaba tu postura de renunciar y luego de ver lo que tu primo hizo en la fiesta de anoche, creo que tiene razón.

—Te necesito —es la primera vez que lo admite de manera segura —eres la mejor de mis piezas en la empresa —asegura —tienes un potencial increíble, no puedo dejar que renuncies.

—¿Y qué pasa si ya lo he decidido? —inquiero.

—William, sé que ahora no consigues entender porque tu padre y yo insistimos en el matrimonio. Queríamos que te convirtieras un hombre capaz de asumir un gran compromiso como lo era el casarse, no fue nuestra intención hacerte infeliz, debías ser capaz de asumir un compromiso de esa magnitud.

—No debía demostrar nada —objeto —pasé gran parte de mi vida intentando que confiaran en mí. El hecho de que llevara una vida relajada no significaba que fuese menos apto para el puesto.

—Tienes a una buena mujer a tu lado —asegura —Anna es como tu abuela —algo en mi corazón se retuerce cuando menciona a mi abuela —Ellas son esa clase de mujeres que nos apoyan siempre, no quería que estuvieses con otra chica que fuese diferente, con alguien que solo se fijara en la cantidad mensual que ingresaba a tu cuenta bancaria.

—La hubiese encontrado.

Él suspira.

—Sé que probablemente no me perdones jamás eso —asegura incorporándose —pero Anna es una mujer excelente, William. Si te esfuerzas en quererla, puede que con el tiempo llegues a hacerlo.

—¿Así como tu conseguiste amar a la abuela?

—Sí, William, justo así.

Y con eso, sale de la oficina dejándome completamente solo.

(...)

He pospuesto tanto el tiempo para llegar a casa que permanecí en la empresa hasta que fue necesario cerrar. Todos parecían haberse sorprendido de mi presencia hasta tarde, pero lo cierto es que no quería volver a casa.

No cuando no sabía cómo enfrentar a Anna. Recuerdo perfectamente nuestra discusión, cada palabra que dije y que ahora mismo, no estoy tan seguro de que hayan sido las mejores.

Permanezco largo rato dentro del auto luego de haber llegado, intentando tomar la valentía para entrar.

Cuando lo consigo, intento no hacer demasiado ruido, sin embargo, Anna se encuentra en la cocina. Sentada en una de las sillas del comedor con un plato de lo que creo que es una pasta.

—Llegaste más tarde de lo habitual —susurra mirándome.

—Había demasiado trabajo —miento, me quito el saco, dejándolo en el perchero a un costado de la puerta y camino hacia las escaleras.

—¿No comerás? —inquiere.

—No tengo hambre.

La escucho suspirar, subo las escaleras deteniéndome un par de peldaños después. Miro sobre mi hombro, solo para observar como ella esconde su rostro entre sus manos.

Cuando llego a la habitación, tomo asiento en el borde del colchón. Un largo suspiro brota de mis labios mientras dejo caer la espalda sobre las almohadas.

Me agobiaba el hecho de pensar que esto siempre sería así, que estaríamos bien por un tiempo, y luego todo se iría a la basura.

—Sé que ahora no quieres hablar conmigo —levanto la espalda del colchón cuando ella ingresa a la habitación. —Pero te debo una disculpa.

—No me debes nada, Anna —respondo.

—Claro que si lo hago. No debí de creer en todo lo que ellos dijeron. Es solo que...—un suspiro tembloroso brota de sus labios. —No debí de creer en nada de lo que dijeron.

—¿Siempre será así? —inquiero con suavidad —¿siempre vas a creer más en la palabra de otra persona que en la mía?

—No, claro que no —asegura.

—Estoy cansado de que un día estemos bien, y al otro tu busques cualquier motivo para desconfiar de mí. Necesito saber que estarás de mi lado, yo necesito saber que cuento contigo.

—Claro que lo haces, Will, siempre has contado conmigo. Desde que nos dimos el sí en el altar, somos amigos y...

—No, no somos amigos —aseguro. Ella luce confundida, arruga la frente mientras retrocede un par de pasos.

—¿Cómo dices?

—No somos amigos, porque si lo fuésemos, no te hubiese molestado todo lo que Joan dijo. No somos amigos porque tenemos sexo, porque te deseo como mujer, porque seguramente si alguien más se fija en ti, terminaré dándole un puñetazo en el rostro. —me incorporo, acercándome a ella sin apartar la mirada de sus ojos —no somos amigos, porque me importas más de lo que debería ser. Porque no puedo estar sin besarte, porque me molesta tanto el hecho de que no confíes en mí.

Ella permanece en silencio, simplemente observándome.

—Creí que lo éramos —confiesa tras un par de minutos.

—Fue un error considerarnos como tal —susurro dando un paso para quedar más cerca de ella, estoy a milímetros de su cuerpo, tanto que el deseo de tomarla en brazos y llevarla a la cama estalla en mi interior.

Se aparta con brusquedad, alejándose varios pasos de mí.

—¿Entonces que somos? —inquiere. —Si no somos amigos ¿Qué es lo que todo esto significa? ¿Solo somos dos personas a las cuales obligaron a estar juntas?

—Probablemente sí.

—¡Si y una mierda! —grita acercándose de nuevo —¡Ni tú mismo crees eso! Somos mucho más que dos personas que están juntas por obligación.

—Ya, pues parece ser que estaba equivocado al creer que éramos algo más. ¡No confías en mí! ¿Qué se puede esperar de eso?

—¡Claro que confío en ti!

—¡Mentirosa! —bramo —¡No lo haces en lo absoluto!

—¡Oh, y tú eres un completo idiota! ¡Un cobarde que solo huye cada vez que...! —no resisto más, camino hacia ella rodeando su cintura con mis brazos y apegándola a mi cuerpo, junto nuestros labios, obligándola a callar. Nuestros labios se mueven en sintonía, dotándome de todas esas sensaciones increíbles, haciéndome olvidar por algunos segundos, la discusión que mantenemos.

Ella coloca las manos en mi pecho para apartarse de mí.

—¿Qué pretendes? ¿Decir todas esas cosas y luego besarme? —inquiere con molestia —¿Qué es lo que esperas de mí?

—Confianza, lealtad, apoyo —ella toma una inhalación —es lo que un hombre espera encontrar en su esposa.

—Ya dije que lo lamento —susurra. —No quise desconfiar de ti, solo estaba demasiado molesta por todo lo que estaba diciendo, esa mujer hablando de ti y de lo que sea que pasó entre ustedes fue tan...molesto.

—No puedo asegurar que no hubo nadie más antes de ti, porque claro que las hubo —confieso —no estoy orgulloso de eso ¿de acuerdo? Rebeca fue una de ellas, fue lo más serio que tuve en mucho tiempo y si, tal vez si no se hubiese tenido que ir a otro país le hubiese propuesto matrimonio.

—Entonces dijo la verdad.

—¿Sobre qué nos acostamos? Si ¿Sobre qué fue posible que le pidiera ser mi esposa? También. —ella toma una inhalación —pero lo que dijo Joan, sobre involucrarme con mis secretarias, sobre fallarte, eso nunca va a ser posible. Lo que dijeron sobre tener a más de una en mi cama estando contigo, es completamente imposible, Ann. —susurro acercándome a ella.

Esta vez no se aparta, extiendo una de mis manos para colocarla a un costado de su rostro.

—Y necesito saber qué crees en mí cuando digo eso —pido. —cuando digo que no hay nadie más, no hay otra mujer que consiga captar mi entera atención, más que tú.

—Lo creo —asegura acercándose a mí —lo creo completamente.

Sus labios se juntan con los míos, envuelve sus manos alrededor de mi cuello y yo llevo una de las mías en la parte trasera de su cuello, sujetándolo con firmeza.

Me separo solo cuando el aire me falta. Ella sonríe, y me inclino para dejar un suave beso en la comisura de sus labios.

—Te quiero, Ann —confieso en un susurro lento —te quiero y deseo que lo sepas, deseo que no lo dudes jamás.

Una sonrisa se dibuja en su rostro, una sonrisa radiante, genuina.

—No lo dudaré más —promete —Porque yo también te quiero. Más de lo que puedes imaginar.

Y eso, eso es todo lo que necesito para poder besarla de nuevo. 

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