Treinta y uno (*)
WILLIAM
Tiempo después...
Joder ¿Podía estar más nervioso? Paso las manos por mi cabello, revolviéndolo tan solo un poco mientras examino que todo esté exactamente cómo debe de estar.
La mesa a un par de metros de donde me encuentro luce impecable, el mantel blanco reluce, el par de velas en el centro aún se encuentran apagadas, puesto que no quería que se consumieran antes de tiempo. El vino debería encontrarse ya lo suficientemente frío, la cena estaba lista, los cubiertos perfectamente escorados y todo parecía en orden. Sin embargo, miro todo con detalle intentando encontrar algún error que pudiese arruinar lo que hasta ahora yo creía, sería la una noche perfecta.
Los pétalos de rosas ya se encuentran esparcidos por todo el suelo y varias de las velas distribuidas por la sala terminan de darle el aire romántico que tanto había deseado conseguir. Todo estaba más que perfecto.
Y debía estarlo, porque hoy, Anna y yo cumplíamos nuestro primer aniversario.
Ella había salido con Montserrat, quien fue la encargada de distraerla durante gran parte del día, para que consiguiera tener todo esto listo. Observo la hora en mi reloj, y decido enviarle un mensaje para saber si están por llegar, cuando recibo una confirmación, me apresuro a encender las velas en el centro de la mesa, y me obligo a mí mismo a tranquilizarme.
No entendía porque rayos estaba tan nervioso.
Paso mis manos sobre el traje para alisarlo, camino por la habitación intentando no pisar demasiado los pétalos, no quería que se arruinaran. Meto la mano en uno de mis bolsillos del saco para corroborar que la pequeña caja sigue en donde la coloqué minutos atrás, era una pequeña sorpresa para Anna.
Escucho la puerta abrirse y me apresuro a tomar el ramo de rosas rojas que se encuentra sobre el sofá para colocarme a unos cuantos metros de la mesa.
—¡Cariño regresé...! —Las palabras de Anna se detienen en cuanto me ve de pie a unos metros. Soy consciente de la manera paulatina en la que sus labios forman una pequeña sonrisa. —Oh, Dios mío —pronuncia dando un par de pasos.
Lleva un bonito vestido en color rojo, ajustado a la parte superior, pero con un ligero vuelo después de la cintura. Su cabello se encuentra suelto y perfectamente acomodado, y el par de tacones negros que porta dejan sus piernas mucho más estilizadas, luce muchísimo más bella.
Sus labios se encuentran pintados de un ya característico color rojo carmesí, haciendo lucir sus labios completamente apetecibles.
—Feliz primer año de casados, mi amor —Las palabras brotan de mi boca mientras camino hacia donde ella se encuentra, Anna ladea la cabeza con ternura en cuanto toma el ramo de rosas, y luego envuelve mi cuello con la mano que tiene libre.
—Eres increíble —responde. Un aroma dulce me envuelve, me llena por completo. El perfume que mi madre le había obsequiado parecía ser su favorito, y lo cierto es que era exquisito.
Cierro los ojos, disfrutando de tenerla cerca, disfrutando de esta sensación que me envuelve por completo.
—Ya decía que Montse estaba siendo demasiado insistente en que usara un vestido —Habla con una ligera sonrisa.
Cuando me aparto, ella arquea una de sus cejas, observando a detalle toda la decoración del lugar.
—¿Te gusta? —inquiero mientras miro a nuestro alrededor.
—No —de forma inmediata la observo, el sentimiento avergonzado comienza a abrirme paso en mi sistema, sin embargo, en cuanto miro la manera en la que sonríe, me siento tan solo un poco más aliviado —¡Me encanta!
Se lanza a mis brazos de nuevo, y no puedo evitar que una exclamación de alivio brote de mi boca.
—¿En qué momento conseguiste hacer todo esto? —inquiere mientras camina con lentitud hacia la mesa en el centro de la sala.
—Es un secreto —pronuncio, corro con ligereza la silla solo para permitirle tomar asiento, luego rodeo la mesa para conseguir quedar frente a ella.
—Vuelvo enseguida —informo haciéndole un gesto para que aguarde. —Traeré la cena.
Debía de admitir que mis habilidades culinarias no eran magnificas, y para esta ocasión me vi en la necesidad de recurrir a varias recetas en YouTube, no había resultado tan mal después de todo. O eso esperaba.
—Oh, vaya —una ligera sonrisa adorna el rostro de Anna cuando me observa dejar un humeante plato en el centro. —No conocía es habilidad culinaria en ti —asegura con una leve risa.
—Digamos que es una faceta mía que acabo de descubrir —bromeo.
No hablamos demasiado durante la cena, el ambiente es tranquilo, envuelto en una atmosfera de calidez que me hace querer sentir esto siempre.
—Te tengo una sorpresa —pronuncio mientras recojo los platos de la mesa y los llevo al fregadero.
Cuando regreso de nuevo frente a ella, mis nervios se disparan. No sabía la forma en la que lo tomaría, es decir, lo había hecho sin consultar antes ¿qué pasa si al final no era de su agrado?
—¿Hay más? —cuestiona arqueando una de sus cejas.
Asiento con ligereza, extendiendo una de mis manos en su dirección.
—Para eso tenemos que hacer un pequeño viaje —Respondo alzando las llaves del auto frente a ella.
ANNA
Me sentía ansiosa, demasiado. Tanto como probablemente no me había sentido antes y el hecho de que William insistiera demasiado en colocar una tela sobre mis ojos, solamente incrementaba la sensación.
—¿De verdad tengo que llevarla todo el rato? —inquiero con esperanza de que diga que no.
—Si —suelto un bufido —es parte de la sorpresa.
—Liam, al menos dime a donde vamos —pido. Lo escucho reír e inmediatamente quiero arrancar la tela de mis ojos.
—Cariño, eso arruinaría todo —asegura —ten paciencia, faltan apenas un par de minutos.
Resignada a que no puedo hacer nada más que esperar, me acomodo mejor en el asiento mientras intento encontrar algún indicio en mi mente que me ayude a descifrar todo lo que William quería hacer.
El silencio se presenta en el auto, sin embargo, no es uno incómodo. Ninguno parece tener la necesidad de decir algo, y la música que suena por las bocinas del auto, consigue ser lo suficientemente entretenida para hacer ligero el viaje.
Era increíble pensar que había pasado un año ya desde el momento en el que nos dimos el sí, doce meses desde que pensamos que ese suceso, sería la tragedia de nuestras vidas.
Todo lo que habíamos vivido durante los meses anteriores, había sido intenso. El juicio de Joan, la forma en la que tuve que testificar contra él, la casi renuncia de William de las empresas de su abuelo y todo el conflicto familiar que eso ocasionó, todo nos había sumido en una especie de remolino que no nos permitió disfrutar de un tiempo de calidad.
—Hemos llegado —la voz de Will me hace abandonar la serie de pensamientos que comenzaban a llenar mi mente. Cuando dirijo una de mis manos para quitarme la tela de los ojos, él me detiene.
—Aún no —un suspiro frustrado es lo que obtiene como respuesta. Lo escucho bajar del auto, y luego sus pasos hasta conseguir llegar a mi costado. Cuando abre la puerta, toma mis manos para ayudarme a bajar mientras intento no dar un mal paso y terminar cayendo de cara al suelo.
Eso sería vergonzoso.
—Si querías deshacerte de mí sin levantar ninguna sospecha, creo que lo estás consiguiendo —brome. Lo escucho reír, pero no dice nada más.
Intento que mis pasos sean estables cuando comienzo a caminar, la superficie debajo de mis zapatos es suave, como si fuese césped. Cosa que aumenta mi estado de confusión al no tener ni una sola idea de dónde nos encontramos.
Intento caminar y no caer en el intento, doy pasos lentos para evitar que mis tacones se entierren en el suelo y agradezco en cuanto siento un terreno firme.
—Extiende tus manos —pide con suavidad cerca de mi oído, ocasionando que un ligero escalofrío me recorra el cuerpo. Hago lo que dice, un par de segundos después, él deja algo sobre las palmas de mis manos.
Arrugo la frente, intentando encontrarle forma a lo que creo que es una pequeña caja. Siento las manos de Will colocarse a los costados de mi cuerpo y me gira, para quedar frente a él.
—Te voy a quitar la tela —pronuncia —No abras los ojos aún.
—De acuerdo —respondo. Muerdo mi labio inferior intentando apaciguar la creciente curiosidad en mi cuerpo.
—Ya los puedes abrir —parpadeo un par de veces antes de conseguir enfocar con claridad a William frente a mí.
Está nervioso, puedo verlo por la forma en la que me mira. Las comisuras de mis labios se elevan, formando una diminuta sonrisa antes de centrar mi atención en la pequeña caja que se encuentra entre mis manos.
—Ábrela —pide.
Hago lo que dice, unas relucientes llaves se muestran en el interior, elevo la mirada y algo parece conectar en mi mente. Antes de que sea capaz de decir algo, Will señala un punto detrás de mí.
Un jadeo brota de mi cuerpo cuando lo hago.
—¡Oh, por Dios! —un grito emocionado abandona mi garganta. —¡Una casa! ¡William, es increíble!
Me giro hacia él, lanzándome a sus brazos y el sonido de su risa es todo lo que me llena mientras me aferro a su cuerpo.
Frente a nosotros se alza una gran casa en color marrón, de estilo moderno, con varias plantas a su alrededor dotándola un aire cálido. Un garaje de tamaño considerable está a un costado, es de dos plantas, lo que hace que me dé una idea de lo grande que es.
—Feliz primer año de casados, mi amor —susurra contra mi cuerpo. Coloco las manos a los costados de su rostro, antes de juntar nuestros labios y perderme en todas las emociones que este hombre me hacía sentir.
—Feliz primer aniversario —respondo con una sonrisa cuando me aparto de su cuerpo. Él entrelaza nuestros dedos, apartándose algunos centímetros y me hace un gesto con la cabeza para indicarme que debemos entrar.
Y cuando lo hacemos, es aún más increíble.
—Bienvenida a nuestro nuevo hogar, mi amor —pronuncia con emoción.
Y entonces lo sé, comprendo que indudablemente, William Blake se ha convertido en el hombre de mi vida. Y me sentía absolutamente feliz por eso, me sentía como la mujer más afortunada sobre la tierra, aun cuando en un principio, nuestra historia parecía ser diferente.
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