Treinta y seis. (*)
ANNA
—Anna, creo que deberíamos volver a casa —pronuncia William con pesar mientras nos detenemos en un pequeño sendero del parque en el que habíamos pasado gran parte de la tarde —mis pies duelen, y tengo hambre.
—Oh, por favor —pronuncio —no seas un quejica, anda, nos queda un poco más por recorrer.
—Es mi cumpleaños, y me tienes caminando por horas —reprocha mientras vuelve a incorporarse —¿qué clase de regalo es ese?
Una leve risa brota de mis labios cuando lo escucho quejarse de nuevo. Hoy era el cumpleaños de Will, y luego de haber pasado un par de horas en casa de sus padres, lo había prácticamente obligado a asistir al nuevo parque de la ciudad, contenía varios senderos que podían recorrerse con tranquilidad, y el amplio terreno había sido de gran ayuda a la hora de mantener ocupado a William.
John me enviaría un mensaje en cuanto estuviese todo listo, la fiesta sorpresa para mi esposo debía salir perfecta, no podía arriesgarme a que él sospechara algo.
Mi celular suena, enciendo la pantalla y apenas leo el mensaje del amigo de William, detengo mis pasos. Él me observa con extrañeza.
—Creo que tienes razón —pronuncio —es mejor volver a casa.
Él arruga la frente.
—¿Y a qué se debe este repentino cambio de opinión? —inquiere —No, olvídalo, no quiero arriesgarme a que vuelvas a cambiar de opinión así que...—gira, tomando una de mis manos para hacernos volver —regresemos a casa.
—Vaya, sí que tenías ganas de marcharte —pronuncio —al parecer los paseos y tú no se llevan tan bien.
Él ríe.
—No me gusta caminar demasiado —confiesa —pero puedo tolerarlo si es algo que tú quieres hacer.
Prácticamente caminamos en silencio hasta el auto, William parece verdaderamente aliviado en cuanto ingresamos, y pronto ya nos encontramos conduciendo de regreso a nuestro hogar.
Durante el camino no hablamos demasiado, la música es la encargada de amenizar el ambiente y antes de poder darme cuenta, estábamos ingresando a la zona donde vivíamos.
Le envió un mensaje a John, informándole que estamos cerca. Sonrío cuando estacionamos frente a la casa, William abre el garaje y no hay ningún auto conocido afuera lo que me hace comenzar a sospechar la manera en la que todos llegaron.
—Quiero dormir —pronuncia mientras toma las llaves para abrir la casa.
No encuentro la manera para decirle que eso es lo que menos hará, así que me limito a seguirlo en silencio. Cuando abre la puerta de la entrada de la casa, y enciende la luz, un unísono grito que, aun cuando sabía que algo así ocurriría, consigue sobresaltarme.
William grita una palabrota mientras se sobresalta, una leve carcajada abandona mi cuerpo cuanto noto el estado de alerta en el que parece haber estado, y cuando comprende lo que ocurre, se relaja.
—Oh, dios —una risa lo asalta —esto es...
Se gira hacia mí, con una sonrisa radiante en el rostro.
—Fue tu idea ¿cierto? —cuestiona soltando una risa.
—Feliz cumpleaños, mi amor —pronuncio antes de envolverlo con mis brazos, y plantar mis labios sobre los suyos.
(...)
La fiesta de William fue todo un éxito, duro hasta entrada la madrugada, y nuestros amigos parecían habérsela pasado realmente bien. Para nuestra desgracia, al día siguiente debíamos ir a trabajar así que nuestras horas de sueño se vieron realmente afectadas.
—Tierra llamando a Anna. —Sacudo la cabeza con ligereza antes de poder enfocar a Will, él mantiene una sonrisa divertida en el rostro, y eleva una de sus cejas al mismo tiempo que se lleva un pedazo de pan tostado a la boca.
—Lo lamento ¿Qué decías? —Me acomodo mejor en la silla del comedor adoptando una postura más cómoda mientras mantengo mi mirada fija en Will.
—Te pregunté que como está Montse. No me has dicho nada más desde el día que te entesaste. —Comenta.
—Bien, ha estado bien —informo —han sido días complicados, pero creo que va a resolverlo pronto. Creo que hoy después de ir a la casa hogar, pasaré a visitarla.
—Hay demasiado trabajo en la empresa —confiesa dibujando una mueca en los labios —así que volveré tarde a casa, si quieres pasar más tiempo ahí...
—Lo consideraré —respondo con una leve sonrisa.
Nuestro desayuno trascurre con tranquilidad, William se marcha a la empresa cerca de treinta minutos después, así que tras dejar todo en orden en la casa, yo también me marcho.
Había algunos asuntos pendientes en la casa hogar, tenía que asegurarme de que los papeles ingresado por futuras parejas adoptantes fuesen los correctos, y que no hubiese ningún inconveniente con las visitas que se harían al día siguiente, así que tenía que darme prisa.
Por alguna razón, había sentido mi cuerpo cansado durante los últimos días, intentaba pensar que no era nada importante, nada por lo cual preocuparse.
Veinte minutos después ya me encuentro conduciendo en dirección a la casa hogar, había salido algunos minutos tarde y el tráfico en la ciudad no ayudaba en lo absoluto.
Cuando al fin llego, me aseguro de tener todo conmigo antes de bajar del auto. Martha ya se encuentra en la pequeña habitación que habíamos adaptado como oficina, le sonrío en modo de disculpa mientras dejo todos los papeles importantes sobre la mesa para poder revisarlos.
—Lamento el retraso —Me disculpo mientras sujeto mi cabello en una cola alta cuando este comienza a estorbarme.
—No hay problema —Responde. —Aún disponemos de algo de tiempo. Iré a buscar la carpeta de archivos, regreso en unos minutos.
Asiento. Decido quedarme de pie puesto que es más fácil al momento de estarme moviendo por la habitación buscando los documentos. Comienzo por todos los documentos de cuentas que tenemos pendientes por pagar, los ordeno de tal forma que los más próximos a vencer queden adelante para tenerlos pendientes y los anoto en la pequeña agenda que guardaba en mi bolso.
Luego, comienzo a escorar los papeles de las donaciones para poder llevar a cabo la cuenta del dinero total con el que disponíamos ahora.
Una punzada en el vientre me hace soltar un quejido, coloco una de mis manos en la zona mientras cierro los ojos con fuerza. El dolor parece desaparecer por algunos segundos solo para ser sustituido por otro de mayor intensidad.
—Grandioso —me doblego ante una nueva oleada de dolor.
Mi mente intenta buscar una causa lógica y probable por la cuales estos dolores se estén presentando, pero no logro llegar a ninguna.
—¿Maestra? ¿Qué le pasa? —Levanto la mirada y reparo en la presencia de Dana. La pequeña mantiene un dedo en su boca mientras me observa con preocupación.
Pese al dolor que aún persiste me enderezo. Camino hasta tomar asiento en la silla que se encuentra justo detrás del escritorio.
—No pasa nada princesa —Respondo reteniendo el quejido de dolor, nuevamente una punzada me hace gemir, sin embargo, no es lo único que me altera, algo escurre entre mis piernas y en cuanto bajo la vista, el pánico me llena por completo.
—Oh Dios —pronuncio en un susurro aterrorizado. —Dana...llama...llama a Martha, cielo.
La pequeña asiente rápidamente para luego desaparecer corriendo de la habitación. Maldigo cuando no consigo encontrar mi teléfono, y la bolsa se encuentra lo suficientemente lejos, sin embargo, consigo incorporarme.
Mi respiración se ha vuelto irregular, intento mantenerme calmada aun cuando veo la mancha de sangre en mis pantalones. Lucho por que el miedo no me domine, mi visión en borrosa y mis ojos queman, ante las lágrimas acumuladas en ellos.
— ¿Qué pasa? ¿Dana me dijo que...? —La frase de Martha es interrumpida, se queda callada por algunos segundos mientras me observa. —Santo cielo Anna. —la alarma en la voz de la mujer a mi costado es palpable.
—Llama...llama a William —pido con voz temblorosa —Por favor, llámalo. —suplico.
Un par de voluntarias llegan, una de las chicas me sujeta cuando mis piernas fallan, el pánico me domina, me consume por completo.
Una de ellas pide que llamen a una ambulancia,
El temblor en sus manos me indica que está tan asustada como yo. Intento decir algo, lo que sea, pero no puedo, el nudo en mi garganta me impide hablar y el miedo quema en mi pecho creándome una sensación de ahogo.
Intento respirar con regularidad, pero no lo consigo, cierro los ojos con fuerza mientras me aferro al brazo de la chica que me sostiene. Escucho a Martha hablar rápidamente con alguien, pasados unos segundos una mano se posa en mi mejilla. Lucho contra el pánico que me produce esta situación, me repito a mí misma que todo va a estar bien, que nada ha pasado.
—Tranquila linda, ya vienen en camino —Martha me observa mientras yo intento regresar a mi cuerpo la tranquilidad que poseía segundos atrás. En medio del miedo y del dolor, una idea me asalta. Es tan tentativa que no logro desecharla.
No, no puede ser.
No, no, no.
Un sollozo escapa de mí mientras considero la posibilidad, el dolor no disminuye a pesar de que es en menor cantidad, pero cada segundo que pasa me siento más débil. Escucho la voz de Martha que me dice que debo de calmarme, que tengo que hacerlo, pero no puedo, no cuando la posibilidad de sufrir un aborto no abandona mi mente.
WILLIAM
Por alguna extraña razón sentía que algo iba mal.
—¿Te encuentras bien? —inquiere Dann mientras se acomoda en la silla que se encuentra frente al escritorio.
—Si —respondo —todo bien.
—No parece —elevo la mirada cuando él habla de nuevo.
Me encontraba haciendo unos cuantos informes sobre el estado de la empresa para mandárselos a los socios, a pesar de que Dann me había dicho que mi secretaria se podía encargar de eso. Sin embargo, prefería hacerlo yo y asegurarme de incluir todos los datos.
—Tienes ese semblante que pones cada que algo te tiene inquieto. —insiste.
—Solo es como un mal presentimiento —confieso —pero no importa. ¿por qué mejor no me dices que te trae por aquí?
Él resopla.
—No quiero hablar de eso —confiesa.
—¿A caso eso está relacionado con la chica del otro día? —el comprende exactamente a qué me refiero —¿desde cuánto te interesa lo que una chica piense? ¿O que se marche?
—Porque ella es diferente —confiesa en un suspiro —Ella en verdad me gusta. —arqueo una de mis cejas, ante la incredulidad que me produce escuchar a mi amigo decir eso.
—¡Dann Smith! —exclamo —¿al fin una chica te ha domado?
Él rueda los ojos.
—Creo que el karma me ha encontrado —pronuncia con pesar mientras echa la cabeza hacia atrás.
Una pequeña risa me invade, al momento justo en el que mi celular suena.
Mis comisuras se elevan en cuanto noto que el nombre de Anna aparece en la pantalla.
—Hola cariño —Saludo. La sonrisa titubea en mi rostro cuando nadie contesta del otro lado de la línea. Se escuchan varias voces, pero no logro identificar ninguna. — ¿Anna?
— ¿William? —Me extraña demasiado que no se la voz de Anna que se escucha del otro lado de la línea.
—Sí. ¿Quién habla?
—Soy Martha —a pesar de que mi mente logra reconocerla, no evita que me sienta inquieto ante el hecho de que me está llamando desde el celular de Anna.
—Hola Martha ¿Por qué me llamas del celular de Anna?
—Will...una ambulancia acaba de llevársela. —informa.
Mi cuerpo entero se tensa, me incorporo con rapidez, tanta que, con el brusco movimiento, la silla en la que me encontraba segundos atrás termina cayendo al piso.
Dann me observa con extrañeza, mientras se incorpora también.
—¿Qué? —Es lo único que logro articular.
—Will ella estaba sangrando —Martha solloza y eso solo hace que la sensación de miedo que hace mucho no sentía vuelva a hacerse presente en mi sistema. Me siento palidecer. ¿Sangrando?
—¿San...sangrando? ¿Alguien...le hizo algo? —Mi respiración comienza a volverse irregular. Dann toma las llaves del auto que se encontraban sobre mi escritorio. Sabe perfectamente que algo está pasando.
—William tienes que ir al hospital, dijeron que la llevarían al más cercano— Masculla con rapidez —No pude ir con ella y Anna estaba tan asustada Will. Creo que el lugar más cercano en donde pueden atenderla es la Clínica San Carlos.
Las lágrimas se han acumulado en mis ojos, siento mi corazón golpear contra mi pecho, no puedo decir nada más. Salgo a paso rápido de la habitación con Dann pisándome los talones.
Necesito llegar con ella, necesito saber que Anna está bien.
— ¡Dame las malditas llaves! —Grito cuando hemos llegado al estacionamiento.
— ¡De ninguna jodida manera vas a conducir en ese estado! —Dann me grita de vuelta. Sube al asiento del piloto y yo suelto un grito de frustración antes de subirme al auto.
Salimos del estacionamiento, soy consciente de que estamos rebasando el límite de velocidad por mucho, tanto que, si alguna patrulla anda cerca, perfectamente podrían detenernos.
Dann mantiene sus manos en el volante y la vista fija en la carretera.
Sangrando. Ella estaba sangrando.
De solo pensar en eso un terror infinito se instala en mi pecho, necesito llegar pronto.
—Clínica San Carlos —Informo cuando ya nos encontramos sobre la avenida. Dann asiente y me lanza una mirada preocupada. A estas alturas ya debe de haber deducido que se trata de Anna.
Las manos me tiemblan, mi respiración amenaza con volverse irregular y tengo que hacer uso de todo mi autocontrol para no perder la cabeza, jamás en mi jodida vida había sentido un miedo como este, jamás había experimentado de cerca el sentimiento de poder perder a la mujer que amaba.
No sé cuánto tiempo nos ha tomado llegar hasta la clínica. A penas Dann detiene el auto me bajo con rapidez. Necesito saber de ella.
Corro hacia la recepción en donde la chica que atiende me mira sorprendida y un tanto preocupada.
—Necesito saber si mi esposa está bien —Articulo. Lo digo tan rápido y tan inestable que me sorprende que la chica me haya entendido.
—Necesito saber el nombre de su esposa —Me indica con tono amable.
La chica teclea algo en su computadora cuando le digo el nombre. Los segundos que se tarda me parecen eternos.
—La están atendiendo ahora mismo —Informa. —Puede pasar a la sala de espera, un médico debe informarle en unos momentos su estado.
Suelto una maldición. Le agradezco a la chica para después caminar hacia la pequeña sala de espera.
— ¿Cómo está? —Me cuestiona Dann.
—La están atendiendo. —Me dejo caer sobre una de las sillas de plástico, paso las manos por mi cabello en un gesto desesperado. Mi pie golpetea contra el suelo en repetidas ocasiones, maldición, iba a volverme loco.
No se cuento tiempo pasa, los minutos me parecen horas y la incertidumbre me está matando. Probablemente es menos de una hora, o un poco más, no estoy seguro porque en lo único que puedo pensar, es en que ella esté bien.
— ¿Familiares de Anna Blake? —Me incorporo de inmediato cuando escucho su nombre.
—Soy...soy su esposo —Hablo con la voz inestable. — ¿Cómo está ella doctor?
Por el gesto que el doctor tiene, sé que algo no está bien.
—Su esposa sufrió una amenaza de aborto.
Y de todas las cosas que me imaginé, esa respuesta era la que menos me esperaba.
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