Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Treinta y nueve. (*)


ANNA

Montserrat se encuentra más callada que de costumbre, juega con sus manos mientras luce demasiado inquieta, como si algo estuviese preocupándola.

—¿Ya les dijiste? —inquiero luego de un largo silencio —A tus padres ¿ya lo saben?

Ella asiente con lentitud, un suspiro tembloroso brota de sus labios antes de atreverse a enfocarme con la mirada. Habían pasado un par de semanas desde nuestro último encuentro, y no sabía con exactitud y los señores Lewis ahora estaban al tanto del estado de su hija.

—Lo hice —informa.

—¿Cómo lo tomaron? —inquiero.

Ella vuelve a suspirar, se acomoda mejor sobre el colchón de la cama, jugando ahora con los mechones de su cabello mientras baja la vista.

—No fue la reacción que esperaba —confiesa —creí que iban a gritarme, o a estar furiosos conmigo, pero creo que más bien...ambos están decepcionados —murmura. —y es una reacción entendible.

—Tienes que darles tiempo —pronuncio con suavidad —no es una noticia fácil de procesar.

El silencio vuelve a consumirnos, un par de segundos más tarde, la observo llevar una de sus manos hacia su vientre, luego, las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba revelando una sonrisa.

—¿Recuerdas cuando estábamos en la preparatoria y planeábamos justo esto? —inquiero —Un embarazo al mismo tiempo para que nuestros hijos fueran mejores amigos. —me recuerda.

Una leve risa abandona mi cuerpo mientras asiento.

Recuerdo perfectamente esos momentos, ambas pasábamos horas platicando sobre la manera en la que deseábamos que nuestro futuro fuese, era curioso ver como nada de eso resultó de la manera en la que ahora sucedía. De hecho, está muy lejos de parecerse a nuestros deseos de adolescentes soñadoras.

—Éramos unas adolescentes con las hormonas alborotadas —admito entre risas.

Ella lo hace también, ambas reíamos ante la idea de lo diferente que era ahora.

—Pero creo que algo salió como estuvo planeado —pronuncia con diversión —nuestros hijos se llevarán apenas unos meses —informa.

—Así es, y estoy segura de que serán los mejores amigos, así como nosotras —afirmo.

Ella está por darme una respuesta, sin embargo, el sonido de mi celular lo impide. El nombre de William se lee en la pantalla, así que deslizo el símbolo para conseguir responderla.

—Hola —saludo.

—Hola, Ann —el cansancio es evidente en su voz —Solo llamo para decir que llegaré tarde a casa, la empresa va a consumirme más tiempo del planeado —informa —le diré a Lisa que esté pendiente por cualquier cosa que necesites ¿de acuerdo?

—Claro, de acuerdo —afirmo —Pero...

La llamada se cuelga antes de que pueda continuar hablando. Una mueca se dibuja en mis labios mientras observo la pantalla del celular apagarse.

—¿Todo en orden? —elevo la mirada cuando la voz de Montserrat se escucha.

—Si —respondo con una leve sonrisa —todo en orden.

Ella arquea una de sus cejas, la mirada profunda que me dedica me hace rodar los ojos.

—No me mires así —pido —no es de importancia.

—Todo lo que genere molestia en ti, es de importancia —me recuerda —ahora dime ¿qué pasa?

—William está pasando más tiempo en la empresa —confieso —sé que es parte de su trabajo, el hecho de que su abuelo haya delegado toda la responsabilidad en él, es un factor para que sus tiempos en la oficina se alarguen. Sé que no debe de importarme, pero...

—Pero te importa —ella finaliza la frase por mí. Asiento con lentitud. —¿Lo has hablado con él? —inquiere.

—Es una tontería —me excuso —no quiero molestarlo con mis dramas de mujer.

—Anna...

—De verdad, Montse —insisto —no tiene importancia, no puedo enojarme con él por prestarle más atención a su trabajo, es una parte importante de su vida.

—Y tú eres su esposa —me recuerda como si hubiese olvidado ese detalle —y debería prestarte atención a ti, así como a la empresa —objeta —pero no va a saberlo, si no hablas con él. Es un hombre ocupado, Anna, no puedes pretender que adivine todo lo que sientes.

—¿No has hablado de nuevo con el padre de tu bebé? —inquiero como medida para cambiar de tema, ella lo nota, sin embargo, no dice nada al respecto.

Desde la última vez que habíamos hablado sobre el idiota que era donador de esperma, el tema no se mencionó de nuevo, y me encontraba algo inquieta sobre la manera en la que mi amiga estaba llevando eso.

—No, y no quiero hacerlo otra vez —afirma con firmeza —él no quiere saber nada de nosotros, lo dejó bastante claro. —su voz tiembla —así que así será, solamente espero que no me busque cuando se arrepienta, si es que alguna vez lo hace. Él no quiso saber nada sobre su hijo, ni sobre mí, así que no volveré a buscarlo, cumplí con mi parte de la responsabilidad al comunicarle la noticia, si él no quiere formar parte, bien, estamos mejor sin él.

Soy consciente de la manera en la que su mirada se apaga, desvía la atención hacia otro punto y pasa las manos por su rostro en un intento de alejar las emociones que la invaden, pero fracasa terriblemente.

—Ven aquí —murmuro abriendo los brazos para conseguir abrazarla. Ella no se aparta cuando la envuelvo en mis brazos, un suspiro tembloroso brota de su cuerpo mientras la siento relajarse tan solo un poco.

—Eres muy fuerte, Montse —pronuncio con suavidad —y no vas a estar sola en esto ¿recuerdas? Me tendrás a mí, a William, y a muchas otras personas que te queremos, y vamos a darle amor de sobra a ese bebé, ese imbécil no va a hacer falta. —ella sonríe, muerde su labio inferior antes de tomar un par de inhalaciones, antes de conseguir recomponerse.

No es necesario que diga nada más, vuelvo a abrazarla con fuerza para afirmar mis palabras sobre que definitivamente, jamás estaría sola. Montserrat había estado para mí en los momentos más complicados de mi vida, y era mi deber, estar ahora para ella, para cualquier cosa que pudiera necesitar.

(...)

Cuando llego a casa, el silencio y la oscuridad total me reciben. Mantenía esperanzas de que William llegara más temprano, pero al parecer, no sería así.

Había intentado llamarlo un par de veces, pero su celular mandó siempre al buzón, y al hacerlo al número de la oficina, la respuesta de su secretaría fue que estaba en juntas de trabajo.

La chica era amable, incluso se ofreció a llamarme de vuelta cuando el saliera de las juntas, pero me negué. No quería que William pensara que me había convertido en una de esas esposas que estaban atrás de sus maridos todo el tiempo.

Me dejo caer sobre el cómodo y suave sillón de la sala, observo a mi alrededor, cada detalle de la construcción que se había convertido en nuestro hogar. Una de mis manos viaja hasta mi vientre, deteniéndose ahí e impartiendo suaves caricias.

Me había prometido a mí misma que haría mi mejor esfuerzo para ser una madre que mi hijo mereciera, nunca tuve un buen ejemplo, no hubo ninguna mujer en mi vida que me enseñara la forma en la que una madre se comportaba.

La señora Lewis, la madre de Montserrat fue probablemente la única que se encargó de mostrarme la verdadera cara del cariño, pero ella tenía una hija, y dos hijos más de los cuales hacerse cargo, no era su responsabilidad atender a una niña más.

No estaba preparada para convertirme en madre, eso no significaba que me arrepintiera, o que no deseara esto ahora, solo me causaba una gran sensación de incertidumbre. Una carga sobre los hombros que me hacía pensar que podría hacer cualquier cosa mal, que, sin darme cuenta, podría dañar a mi hijo para siempre.

Y eso era aterrador.

Sin darme tiempo de considerarlo, marco una vez más el número de William.

—Ann, lo lamento —murmura del otro lado de la línea apenas responde —estoy ocupado ahora mismo ¿necesitas algo? Puedo decirle a Lisa que se encargue de cualquier cosa que necesites.

Maldición, quería hablar con mi esposo, no con la maldita secretaria.

Me siento mal por pensar de ella en ese modo, la chica no se tiene la culpa de mi estado emocional, pero es algo inevitable.

—No, solo...—intento que mi voz salga estable, soy capaz de distinguir el sonido de las voces de fondo, y alguien diciendo el nombre de William.

—¿Todo en orden? —inquiere.

—Solo quería hablar contigo. —confieso —estoy en casa...

—Ann, de verdad que lo lamento, pero tengo que colgar —interrumpe —hablaremos cuando llegue a casa ¿sí? Te quiero.

Cuelga la llamada sin darme oportunidad de responder, y el silencio me consume. Mi visión se vuelve borrosa en cuestión de segundos y me maldigo mentalmente por estar tan emocional.

Suspiro, pasando con rapidez las manos por mi rostro.

—Estoy bien —afirmo en un susurro —todo está bien.

Dejo el celular en la sala, encaminándome hacia la habitación con el propósito de dormir y dejar a un lado toda la maraña de pensamientos aterradores sobre mi futura maternidad.


William.

Mis responsabilidades en la empresa se habían triplicado, mi abuelo parecía tener la completa intención de atormentarme dejándome a cargo de toda la cadena de empresas, parecer ser que a pesar del largo tiempo que había pasado desde nuestra discusión con Joan, el resentimiento del hombre no había mermado.

No podía echarme de la empresa, pero parecía que tenía la entera voluntad de hacerme perder la cabeza.

Junta tras junta con accionistas, aprobación de proyectos, modificaciones en la estructura operativa, contratos pendientes, todo había venido sobre mí en las últimas semanas, que me sentía a punto de colapsar.

Es casi media noche cuando llego a casa, el silencio es lo primero que me recibe. Había intentado llamar a Anna un par de veces, pero nunca respondió.

Abro con cuidado la puerta, intentando no hacer demasiado ruido y la oscuridad es la misma en el interior.

—¿Ann? —mi voz resuena por la sala, sin embargo, no obtengo ninguna respuesta. Subo las escaleras, la tenue luz proveniente de nuestra habitación consigue verte a través de una abertura en la puerta.

Me apego al umbral cuando llego, la pequeña lámpara en forma de luna, obsequio de Anna hace un par de meses, es la única luz en el cuarto. Ella se encuentra dormida, cubierta con las sábanas hasta el cuello, así que me quito los zapatos mientras camino hacia conseguir colocarme a su costado.

El remordimiento por no haber podido hablar más con ella durante la llamada llega a mí, Lisa me había dicho que llamó varias veces durante la tarde, y ahora mismo me cuestiono si se trataba de algo lo verdaderamente importante.

Suspiro, apartándome de su lado para encaminarme hacia el baño. La tensión en mi cuerpo era demasiada, mi espalda dolía y un ligero dolor punzante en mi sien me había acompañado durante gran parte de la tarde.

—¿Querías ser el líder de todas las empresas? Ahora demuestra que eres apto para eso.

Las palabras de mi abuelo se reproducen cuando me encuentro debajo de la regadera, mi piel se relaja ante el contacto con el agua, y me permito cerrar los ojos y dejar ir la carga de un largo día laboral.

No sé cuánto tiempo paso debajo del agua hasta que me atrevo a salir, cuando lo hago, Anna está sentada en el borde del colchón.

—No te escuché llegar —murmura con voz adormilada.

—No quise despertarte —confieso. Camino hacia el armario, cogiendo un conjunto de ropa lo suficientemente cómoda para dormir y me la coloco. Anna aún permanece sentada, observándome. —¿Todo en orden? Lisa me dijo que llamaste varias veces. —informo escabulléndome en el colchón, esperando que ella se acerque.

—Si —responde un suspiro —lo lamento, sé que estabas ocupado —deja caer la espalda de nuevo contra el colchón, luego, contrario a su actitud de acurrucarse a mi costado en la cama, me da la espalda.

—¿Anna, todo está bien? —inquiero mientras me apego a su cuerpo.

No responde, así que levanto la espalda del sillón para conseguir mirarla. Alcanzo la lámpara de mi costado, para encender un poco más de luz en la habitación, y luego centro mi atención de nuevo en ella.

—Anna, te estoy hablando.

Ella suspira.

—Es tarde, William —murmura sin mirarme —debemos dormir.

—Sí, bueno, no creo conseguir dormir cuando siento que estás enojada conmigo y no se la razón —reprocho.

Un largo silencio les sigue a mis palabras, los minutos pasan y ella no parece tener la intención de decir nada más.

—Anna...

—Has estado más tiempo en la empresa que en la casa —pronuncia mientras levanta la espalda del colchón —cada que quiero llamarte, la secretaria es la que atiende, si necesito algo, debo llamar a tu secretaria en vez de a ti porque estas lo suficientemente ocupado para responderme el teléfono. Si quiero hablar con mi esposo, tengo que conformarme con que la amable secretaria tome el mensaje.

Arrugo la frente, mirándola con confusión.

—¿Estás enojada conmigo por eso? —ella cierra los ojos, toma una profunda inhalación antes de volver a recostarse.

—Es ridículo, solo olvídalo —pide. El temblor en su voz no me pasa desapercibido, y suelto un suspiro antes de acariciar uno de sus hombros.

—Mi abuelo está presionando, Anna —informo —no puedo permitirme tener distracciones...

—¿Así que tu hijo y yo ahora somos una distracción? —inquiere con brusquedad. —¿nos hemos convertido en eso?

—No quise...

—¿Sabes algo? Está bien, entiendo que seas un hombre tan ocupado como para prestarle atención a tu familia. No te molestes en aclararlo —cuando se incorpora de la cama, la tomo del brazo, haciendo que vuelva a sentarse.

—No vuelvas a decir que eres solo una distracción para mí —pido con firmeza —sabes bien que no lo eres, mucho menos nuestro hijo. He estado al pendiente de ti tanto como me es posible, lo estoy haciendo lo mejor que puedo Anna.

—¿Lo mejor que puedes? —inquiere —¿Cuántas horas has estado en casa durante la última semana? —cuestiona —¿Cuántas veces me he quedado dormida sola en la cama porque llegas tan tarde como para poder esperarte? No has preguntado siquiera cuando es la siguiente cita con el médico, no parece importarte ahora eso porque estás tan sumergido entre papeles y socios que no te das cuenta de que... ¡Estoy necesitándote!

Sus palabras me golpean, ella solloza mientras se incorpora de la cama y se aleja varios pasos.

—Anna...

—Tengo casi ocho semanas de embarazo, me siento frustrada y tan ansiosa por eso, tengo miles de dudas sobre mi cuerpo sobre la manera en la que esto está afectándome, me repito constantemente que es parte del proceso, los cambios de humor, el mar de emociones, pero.... —suspira —pero a veces solo necesito que mi esposo conteste el teléfono y no la secretaria.

No tenía ni una maldita idea de eso, de la manera en la que ella se sentía. Me incorporo, rodeando la cama y apresurándome a llegar a su lado.

—Lo siento —me disculpo mientras la apego a mi cuerpo —Cariño, lo siento tanto. Yo no...no tenía idea, solo.... —suspiro —Anna, debes decirme.

—¿Decirte? ¿Cómo si cuando te llamo la única respuesta que obtengo es que estas ocupado? Y cuando llegas a casa estás tan cansado que lo último que quiero es molestarte. Dime, William ¿Cómo se supone que te diga estas cosas cuando no pareces estar interesado en ellas?

—Eso no —aseguro con firmeza —no creas que no me importas, ni que tu embarazo tampoco lo hace. Lamento tanto que te sientas de esta manera, de verdad, nunca quise que te sintieras así. Mi amor...—tomo su mentón logrando que me mire —mi hijo y tú no son una distracción, son una prioridad para mí y lamento no haber demostrado eso, pero lo son, no quiero que lo dudes ¿sí?

—Arreglaré todo —afirmo —pasaré en casa el tiempo que necesites y te prometo responder el teléfono siempre. —aseguro colocando mis manos a los costados de su rostro. —Te amo, Ann. Nada ha cambiado ¿entiendes? Nada.

Ella se refugia en mis brazos, cierro los ojos mientras la siento aferrarse a mi cuerpo.

—Estoy tan asustada por esto, porque nada resulte bien —confiesa —por hacer algo mal con nuestro hijo y que todo se vaya a la basura. Liam tengo tanto miedo...

—Hey, cariño, no. No vas a hacer nada mal, vamos a estar bien, lo haremos lo mejor que podamos —aseguro. —Este bebé...—pronuncio colocando la mano sobre su vientre —tendrá a unos padres que se esforzarán constantemente por ser los mejores, lo haremos por él, por nosotros, por darle todo lo que a nosotros se nos negó. Ann, seremos buenos padres —afirmo.

Ella me envuelve con sus brazos, apegándome a su cuerpo.

—Lo siento por gritar —pronuncia después de unos segundos.

—Lo siento por hacer que te sintieras de este modo —murmuro con suavidad. —De haber sabido...

Ella niega.

—Todo está bien ahora —asegura. —¿Por qué no vamos a la cama? —inquiere —mis energías se han agotado.

Embozo una sonrisa, asintiendo con lentitud mientras ambos nos escabullimos de nuevo en el colchón, ella ahora se acomoda entre mis brazos, dejando descansar su cabeza contra mi pecho. Ninguno de los dos habla más, pronto su respiración vuelve a hacer lenta, tranquila, así que dejo un suave beso sobre su cabeza antes de cerrar los ojos.

Estaremos bien.

La frase se repite en mi mente, haría todo cuanto estuviese a mi alcance para garantizar que eso fuese, para asegurarnos un hogar feliz, para darle a nuestro hijo, todo aquello que una vez a nosotros se nos arrebató. 

_____________________________________________________________________--

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro