Ocho (*)
Ocho (*)
ANNA
La luz que ingresa por la ventana me golpea en el rostro produciendo una sensación molesta. Me remuevo sobre la cama, intentando proteger mis ojos de la luz y en cuanto lo hago, siento el peso de algo sobre mi abdomen.
Abro los ojos, dándome cuenta que el brazo de Will se encuentra sobre mí, en un agarre un tanto firme. Volteo, encontrándome con su despeinada cabellera rubia. Will se encuentra aún dormido, por lo que permanezco sobre la cama un par de minutos más simplemente observándolo.
Una ligera sonrisa se adueña de mis labios mientras aparto con suavidad el brazo de Will de mi cuerpo y me deslizo sobre el colchón para poder salir, los recuerdos de lo que sucedió la noche anterior se reproducen en mi mente haciéndome sentir ligeramente avergonzada.
Tomo una de las sábanas que han caído al piso para poder envolver mi cuerpo y conseguir llegar al baño. Le doy una última mirada a Will quien aún duerme profundamente en la cama, y salgo de la habitación intentando hacer el mínimo de ruido posible.
Un ligero dolor en mi sien se hace presente mientras camino por el pasillo. Suelto un largo bostezo mientras abro la llave de la regadera y espero porque esta tenga la temperatura adecuada.
Cuando lo está, me pongo debajo disfrutando de la sensación que produce el agua al chocar contra mi cuerpo, cierro los ojos mientras siento los músculos de mi cuerpo relajarse al contacto con el agua. No sé con exactitud cuánto tiempo permanezco ahí, así que tras considerar que ha sido suficiente, salgo.
No he traído ropa conmigo y me reprendo a mí misma por eso, tomo una de las toallas que se encuentran colgando y envuelvo mi cuerpo con ella. William aún permanece dormido cuando regreso a la habitación así que hago mi mayor esfuerzo para no despertarlo mientras escojo la ropa que me colocaré para estar en casa.
Habíamos decidido que no tendríamos ninguna luna de miel, suficiente trabajo teníamos ambos como para abandonarlo por un viaje que ninguno deseábamos. No fue una tarea sencilla convencer a nuestros padres de eso, pero pareció que el argumento que William usó sobre la presión de las empresas y negocios a su cargo fue suficiente para conseguir que dejaran de insistir sobre el tema.
—Buenos días —Miro detrás de mí cuando escucho la voz ronca y adormilada de Will.
—Buenos días —respondo, escucho la risa de Will cuando doy un par de saltos para conseguir entrar en el pantalón de mezclilla. Giro hacia él para mirarlo, mantiene los ojos cerrados, pero tras un par de segundos los abre centrando su atención por completo en mí.
—¿Qué tal dormiste? —cuestiono mientras camino hacia la cama, me siento en el borde de esta mientras observo a Will levantar la espalda de la cama para apoyarse en la pared.
—Bien —responde tallándose uno de sus ojos. Una ligera sonrisa aparece en su rostro un par de segundos después y luego, extiende una de sus manos para colocarla sobre la mía.
Inmediatamente bajo la vista hacia el contacto que produce su mano contra la mía.
—Anna, lo que ocurrió...—detiene sus palabras, el sentimiento de vergüenza regresa hacia mí mientras me preparo mentalmente para lo que dirá. Probablemente será algo como que se lo atribuye al alcohol o a alguna otra cosa que lo haga decir que no volverá a ocurrir algo como eso. —Lo que ocurrió ayer fue increíble —finaliza.
Elevo la mirada de forma inmediata siendo incapaz de ocultar la sorpresa que me ocasiona su respuesta.
Intento responder, intento decir algo, pero mi mente no consigue formar ninguna respuesta coherente.
—¿Qué pasa? —cuestiona él con diversión.
—Bueno, yo...yo creí que tomarías de otra manera lo que ocurrió —confieso. La confusión cruza por su rostro, frunce las cejas mientras me observa por un par de segundos antes de incorporarse por completo de la cama.
—¿Me crees capaz de decir algo como eso? —cuestiona mirándome con detenimiento.
—William debes tener en cuenta de que no nos llevábamos bien, éramos unos desconocidos hasta hace un par de meses así que no sería sorpresa que consideraras que nos acostamos como una especie de error.
—Bueno, eres mi esposa —responde —No iba a considerarlo como un error. —masculla.
Desvío la mirada de él cuando no consigo encontrar una respuesta para sus palabras.
—¿Tú te arrepientes? —cuestiona —¿Es eso?
—No —confieso —Para nada, pero...
—Ningún, pero entonces —afirma —no hay nada más que decir. —sentencia con una sonrisa tirando de sus labios.
Se inclina hacia adelante dejando un rápido beso en una de mis mejillas.
—Tengo que ir a trabajar —informa apartándose y cruzando por mi lado, un ligero asentimiento le doy como respuesta y no es hasta este punto en el que caigo en cuenta de que no trae absolutamente nada de ropa.
—¡William ponte algo! —exclamo. Pese a mis palabras no dice nada, no hace otra cosa más que reír y dedicarme un guiño antes de salir de la habitación.
Cuando me quedo sola, suelto un largo suspiro antes de dejarme caer de nuevo sobre el colchón. Cierro los ojos, con una sonrisa tirando de mis labios, no me arrepentía en ningún aspecto de lo que había ocurrido hace varias horas, por el contrario, algo parecía haber cambiado.
Probablemente no todo sería tan desagradable, no si conseguíamos seguir llevándonos igual de bien por el resto de nuestras vidas.
WILLIAM
Debí quedarme en casa, me repito eso una y otra vez mientras intento concentrar mi atención en los documentos que hay frente a mí.
La puerta se abre, captando mi atención y obligándome a elevar la mirada. Dann y John ingresan, seguidos por mi secretaria quien parece bastante molesta ante la presencia de mis amigos.
—Les he dicho que no quería que nadie lo molestara —pronuncia. —Pero han sido demasiado insistentes en entrar.
—Eso es porque tu jefe siempre quiere recibirnos —le informa Dann ocasionando que ella ruede los ojos.
—Está bien, no hay problema —respondo con una sonrisa. Ella parece más tranquila con mi respuesta y se marcha, no sin antes dedicarle una mirada a mis amigos.
—¿Qué los trae por aquí? —cuestiono mientras cierro la carpeta.
—¿Qué tal la noche de bodas? —La directa pregunta de Dann se escucha mientras ambos toman asiento en las sillas que están frente al escritorio.
—¿No tienes nada mejor que hacer que venir a molestarme? —cuestiono elevando una de mis cejas.
—¿No te han dicho que es mala educación responder una pregunta con otra pregunta? —reprocha cruzándose de brazos.
—Bien, dejen de discutir ustedes dos que no estamos aquí para eso —masculla John rodando los ojos. —Parece que ustedes son los del matrimonio arreglado —bromea.
Nuestras risas se escuchan mientras adopto una postura cómoda en la silla.
—No has respondido mi pregunta —insiste Dann.
Los recuerdos de hace unas horas llegan a mi memoria. Sonrío sin pensarlo, Anna definitivamente era una mujer hermosa y demasiado sexi. No me arrepentía de lo que había ocurrido entre nosotros, pero es algo que no me había imaginado, es decir, hace unas semanas no podíamos convivir en el mismo sitio sin terminar en discusión.
—Creo que esa sonrisa significa que si pasó algo —La voz de John capta de nuevo mi atención. Él me observa con curiosidad mientras se apoya en el respaldo de la silla.
—No, es decir, sí —mascullo —no lo planeamos, solamente pasó —confieso encogiéndome de hombros.
—¡Gané! —el grito de Dann me sobresalta. Observo con confusión como se incorpora mientras se posiciona frente a John y extiende una de sus manos. Éste último rueda los ojos antes de sacar su billetera y tomar varios billetes para entregárselos a Dann.
—¿Apostaron? —cuestiono mientras observo con incredulidad a mis amigos —¿qué clase de amigos son ustedes? —inquiero con fingida indignación.
—Dann dijo que se acostarían después de la boda, yo le dije que algo como eso no podría ocurrir porque prácticamente no había relación alguna entre ustedes, pero...—se detiene antes de observarme con diversión —creo que del odio al amor solo hay un paso.
Sus palabras me sientan como una especie de golpe, eso no era. No estaba enamorado de Anna ni sentía alguna especie de sentimiento romántico hacia ella.
—Un momento —exclamo mientras me incorporo —Detente ahí.
—Will, tienes que admitir que...
—El hecho de que me haya acostado con Anna no quiere decir que la ame, o que sienta algún tipo de afecto hacia ella —mascullo sin pensar bien mis palabras —Ocurrió porque no pude controlarme, amigo, probablemente bebí de más y me dejé llevar por lo caliente que la situación era, pero no significó nada ¿sí? No intentes formarte la idea de que comienzo a enamorarme de Anna.
Mis amigos permanecen en silencio, observándome como si hubiese perdido la cabeza y no es hasta que elevo la vista, que la veo.
Una punzada de culpa se me clava en el pecho mientras observo a Anna, de pie en el umbral de la puerta mientras sostiene un par de carpetas entre sus manos.
Se aclara la garganta, baja la vista por un par de segundos, pero eso no impide que la note herida. Se recompone con rapidez antes de atravesar la estancia y dejar caer con fuerza las carpetas frente a mí.
—Olvidaste estas carpetas en casa —masculla fijando su mirada en mí. No hay rastro de ninguna de las emociones que había visto en ella esta mañana.
Es más que seguro que escuchó todas y cada una de mis palabras, y ahora me siento realmente idiota por eso.
—Lamento haber interrumpido tu reunión —masculla.
—Anna, Anna lo que escuchaste no es...
No me deja terminar, se da la vuelta mientras se encamina hacia la puerta.
—Que tengas buen día William —responde con dureza. Rodeo el escritorio para seguirla, una vez en el pasillo consigo alcanzarla, tomando uno de sus brazos para impedir que continúe caminando.
—Suéltame —pide.
—No es lo que escuchaste, yo...
—Escuché perfectamente cada una de tus palabras —pronuncia en tono filoso —Desearía que hubieses sido igual de sincero esta mañana. —articula con decepción.
Se libera con brusquedad de mi agarre mientras me sostiene la mirada.
—Tu misma lo dijiste —pronuncio —Éramos desconocidos hasta hace algunas semanas. No entiendo porque...
—Con cada palabra que dices simplemente me confirmas más que eres un completo imbécil —afirma. —Y un mentiroso.
—Anna por favor —pronuncio. —¿Puedes entrar a la oficina y hablamos de esto? —pido —No quiero hacerlo en medio del pasillo de la empresa.
—No hay nada de qué hablar —sentencia —creo que todo ha quedado absolutamente claro. —Adiós, William —masculla antes de darse la vuelta de nuevo. No hago nada más, permanezco a mitad del pasillo simplemente observando como ella se marcha.
Sintiéndome cada vez más estúpido por todo lo que acaba de suceder.
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