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Dos (*)

ANNA

No había podido hacer nada para evitar el compromiso que mis padres habían organizado con la familia Blake. Y vaya que lo intenté.

Salir de casa sin avisar a nadie no pareció ser buena idea, a pesar de que la familia de Montserrat, mi mejor amiga, me acogió por una noche, amanecer al día siguiente y descubrir que gran parte de mis cuentas habían sido canceladas, me había obligado a volver.

Ahora mismo me reprochaba a mí misma el no haber sido capaz de salir de mi casa a tiempo. Pero lo cierto era que aún que lo hubiese hecho, estaba completamente segura que mi padre hubiese encontrado la manera de amarrarme a este compromiso.

—Vamos a ir una reunión con los Blake ¿y piensas ir así? —cuestiona mi madre mientras me observa bajar por las escaleras —Teniendo tantos vestidos lindos ¿de verdad tuviste que escoger ese?

—Bueno, no es como si a mi futuro esposo le importe como luzco. —mascullo —tal vez si ve que no me veo como él imagina, desista del compromiso.

Mi madre rueda los ojos, cuando mi padre aparece en la sala, la mirada reprobatoria que me lanza me hace darme cuenta que reprueba mi forma de vestir.

—Ve arriba y cámbiate —ordena mientras centra la mirada en su celular.

—No voy a cambiarme, estoy bien así —reto mientras me cuelgo el bolso en mi hombro —Además, es tarde. No hay tiempo —me excuso mientras esquivo a mis padres para salir de la casa.

Un largo suspiro brota de mis labios cuando me encuentro fuera. Reconozco los pasos acercándose y me obligo a recuperar la compostura.

Tanto mis padres como los Blake habían organizado una pequeña reunión para celebrar el compromiso, era la primera vez que William y yo nos encontraríamos, siendo conscientes de que pronto nos comprometeríamos.

No quise saber detalles, no quise averiguar si él estaba de acuerdo o no con esta boda. O si fue él quien dio la idea. No quise saber absolutamente nada aun cuando mi madre parecía dispuesta a hablarme de todo.

No intercambio palabras con mis padres durante todo el camino hacia nuestro destino.

—Anna, cambia esa cara por Dios —masculla mi madre —Parece que vas a un funeral.

—¿No es casi lo mismo? —cuestiono cruzándome de brazos.

Ella rueda los ojos, sin embargo, no responde. Trascurrimos en silencio, hasta que reconozco la inmensa casa de la familia Blake. Un sabor amargo se instala en mi boca, no creo poder sonreír, o siquiera ser amable. Quería escaparme de una vez y dejar todo atrás.

Pero era demasiado cobarde como para si quiera atreverme a intentarlo.

Para cuando llegamos a la entrada de la casa, reconozco al señor Blake y a su esposa, esperando por nosotros.

—Adam —el tono alegre con el que el amigo de mi padre lo saluda me tienta a rodar los ojos —que bueno que han llegado, justo a tiempo.

—No nos permitiríamos llegar tarde —responde mi padre.

—Hola, Anna —una sonrisa cálida se posa en el rostro del hombre en cuanto me mira.

—Buenos días, señor Blake —saludo dedicándole la mejor de mis sonrisas.

—Pero que linda estás —volteo en cuanto reconozco la voz de señora Blake y sonrío con un poco más de sinceridad. —William vendrá en un minuto —mi cuerpo se tensa en cuanto ella dice aquello, sin embargo, soy capaz de mantener mi sonrisa.

No hago más que asentir, ellos terminan de saludar a mis padres y unos momentos después nos encontramos ingresando a la gran casa.

No presto mucha atención a la conversación que mi padre mantiene con el señor Blake. Un par de minutos más tarde, pisadas apresuradas se escuchan por las escaleras, llamando nuestra atención.

—William, querido, los Harris llegaron —pronuncia la señora Blake.

—Buenos días —saluda. Lo observo con detenimiento, habíamos coincidido en muchas ocasiones en diversas reuniones, pero nunca le había prestado demasiada atención, hasta ahora.

Sus ojos se posan en mí, una sonrisa tira de sus labios mientras se acerca un par de pasos para quedar a escasa distancia de mi cuerpo. Debido a la cercanía soy capaz de apreciar cada detalle de su rostro, su cabello castaño, casi rubio se encuentra despeinado, sin embargo, eso le da un aire relajado, haciéndolo lucir fresco. El traje que lleva, a pesar de ser formal complementa con el aspecto cómodo que aparenta.

—Anna —pronuncia mi nombre con suavidad mientras su sonrisa se hace un poco más grande —Siempre es un gusto verte. —saluda.

—Es una lástima que no pueda decir lo mismo —mascullo.

La sonrisa en su rostro se borra en cuestión de segundos, un destello de confusión se apodera de su mirada, sin embargo, es capaz de recomponerse con demasiada rapidez.

—Anna —la firme voz de mi padre me hace cerrar los ojos por un par de segundos.

—Creo que es algo justo que yo pueda expresar lo que pienso sobre mi futuro prometido ¿no es cierto? —inquiero girándome hacia mi padre.

—Discúlpate ahora mismo —ordena con firmeza.

Estoy por protestar, por decirle que de ninguna manera me disculparé cuando su voz se escucha.

—No es necesario señor Harris —pronuncia William con tranquilidad. —no hay problema.

Él me dedica una última mirada antes de girarse hacia sus padres. Pese a eso, la dura mirada que me dedica mi padre es suficiente para hacerme saber que no dejará pasar lo que acaba de suceder.

Tomo una inhalación, consciente de que, sin duda, este será un largo día.

(...)

La comida había pasado con tranquilidad, ahora mismo, nuestros padres se encontraban inmersos en una conversación en la cual ni yo ni William estábamos interesados en participar.

—Creo que me debes una disculpa —pronuncia él mientras se coloca a mi costado.

—No lo creo —afirmo sin mirarlo.

—Oh, vamos ¿por qué te comportas de esta manera? —pregunta —¿no podrías ser un poco más amable? —reprocha.

Ruedo los ojos girándome con ligereza hacia él.

—¿Quieres que sea amable? —inquiero. Él asiente. —Bien, entonces cancela el compromiso y tal vez, podría considerar ser amable.

Ahora es su turno de rodar los ojos, suelta un soplido mientras niega.

—Eres insoportable —masculla.

—No menos que tú —le regalo una sonrisa fingida mientras observo como se incorpora del asiento para colocarse en otro que se encuentra a casi un metro de distancia. No vuelve a dirigirme la palabra, ni a mirarme después de eso.

Por una fracción de segundo me permito mirarlo a detalle, William Blake era apuesto, demasiado. Eso era algo innegable, pero en medio de esta situación, eso era lo que menos relevancia tenía.

No nos agradábamos, no había ni el mínimo afecto entre nosotros, no había nada más que un maldito papel, obligándonos a arruinarnos la vida por nuestros propios medios.

WILLIAM

Anna Harris parecía odiarme, se esforzaba constantemente en demostrármelo, hasta en la más mínima oportunidad.

Observo con aburrimiento mi celular, deslizando la pantalla sin prestar la más mínima atención a lo que en realidad me encuentro mirando.

Los padres de Anna y los míos estaban demasiado enfrascados en una conversación en la cual no estaba interesado en participar. Suficiente había tenido de temas de negocios y política.

Elevo la mirada cuando Anna se incorpora del asiento, la observo atravesar la instancia en la que nos encontramos hacia la salida de la casa.

Anna Harris es hermosa, podría decir que siempre la había considerado como una mujer bella, en los cientos de ocasiones en las que coincidimos. Tenía una figura esbelta, no demasiado delgada, poseía curvas suficientes que era capaz de resaltar con cualquier prenda, incluso con el vestido que ahora portaba, el cual parecía ser sacado hace varias décadas atrás.

Una sonrisa tira de mis labios y me obligo a sacudir la cabeza para alejarme de ellos. Cuando Anna ingresa a la casa de nuevo, me veo en la necesidad de apartar la mirada. Ella se coloca de nuevo en su asiento, me mira por un par de segundos antes de centrar de nuevo su atención en su celular.

¿Ya conociste a la futura señora Blake?

Sonrío cuando leo el mensaje de Dann, mis amigos ya estaban al tanto de lo que ocurría en mi vida en estos momentos. Ninguno podía imaginarse que en menos de dos meses, estaría por contraer matrimonio con una chica que era casi una desconocida.

Lo hice.

Envío el mensaje, mientras espero por una respuesta.

¿Y qué tal va todo?

Apoyo la espalda en el respaldo del sillón, intentando encontrar una postura más cómoda.

No hablamos mucho, comienzo a confirmar que esto es una mala idea. La chica parece odiarme.

Observo la pantalla, la confirmación de lectura aparece tras un par de segundos, así que aguardo en la conversación para poder leer la respuesta.

Seguramente piensa que tú eres el de la idea, dile que prácticamente te obligaron y así todo cambiará.

Estaba dando por sentado que Anna estaba al tanto de que yo no quería esto, evidentemente en mis planes a corto plazo no estaba contraer matrimonio, ni siquiera a largo plazo. Pero no consideré la necesidad de explicárselo.

Por la forma en la que se había referido a mí, seguramente ella estaba en la misma situación. Aunque claro, ella no parecía tener la intención de ocultar sus sentimientos hacia mí.

Me veo en la obligación de guardar el celular cuando mis padres y los de Anna se acercan. Ella me imita mientras se incorpora con algo de prisa del sillón.

—Es hora de irnos —habla la señora Harris —Ha sido un gusto pasar el día con ustedes.

—Fue un placer verlos señores Harris —respondo con una sonrisa mientras me incorporo. Cuando centro mi atención en Anna y me dispongo a despedirme, mi madre habla.

—Oh, no —pronuncia captando mi atención —no es necesario que te despidas de Anna. Sé quedará en tu departamento —informa.

Soy consciente de la forma en la que la sorpresa se adueña del rostro de Anna, mira a mi madre, para luego mirar a su padre.

—¿En serio? —mascullo —¿no creen que es demasiado pronto? Es decir...

—De eso nada, William —interrumpe el señor Harris —Van a casarse, la boda será en menos de dos meses así que es tan natural el hecho de que comiencen a vivir juntos. Anna estará encantada ¿no es cierto?

No me pasa la dura mirada que el hombre le dedica a su hija.

—Si William no tiene inconveniente con eso...

—Para nada —respondo aun cuando por dentro quiero gritarles que todo esto es una maldita locura. ¿En dónde rayos tenían la cabeza estas personas que se hacían llamar nuestros padres?

—Bien, entonces todo está hecho —afirma el señor Harris mientras se gira hacia mi padre. Extiende la mano en su dirección y un par de segundos, él la toma.

—Está hecho —afirma.

La ira me llena, una molestia cruda e inmensa. Soy consciente de la forma en la que la rubia frente a mí observa el agarre de los hombres frente a nosotros.

¿En qué punto llegamos a esto?

Pese a los sentimientos que me invaden, no encuentro la valentía para decir que no, para terminar con todo esto y librarnos a ambos, tanto a Anna como a mí, del todo el show en el que nuestros propios padres nos habían sumergido.

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