Diez (*)
ANNA
El dolor en la sien es lo primero que siento al despertar, me remuevo en la cama soltando un quejido mientras abro los ojos. La luz que lograba colarse por la ventana lograba ser molesta, tanto que cubro mi rostro con la manta mientras un suspiro brota de mis labios.
—Jamás volveré a beber de esa forma —mascullo. Los últimos recuerdos de la noche anterior son de mí bajando de algún auto para entrar a la casa. No sabía ni siquiera quien me había traído, o la hora en la que volví.
—Buenos días —aparto la sabana de mi rostro en cuanto escucho la voz de Will en la habitación. Él camina en mi dirección sosteniendo una pequeña mesita.
—Así que sí cocinas —respondo cuando él la deja frente a mí.
—Es una de mis habilidades secretas —responde. —¿Cómo te sientes? ¿Quieres una pastilla para el dolor de cabeza? —cuestiona. El tono ligero de preocupación que emplea me hace rodar los ojos. Él mantiene una pequeña sonrisa en el rostro, tiene puesto unos pantalones de pijama y una camisa de una banda que no logro identificar. Pese a eso, no dejaba de lucir apuesto.
Él pasa una de sus manos por su desordenado cabello, desvía la mirada hacia la ventana para luego regresarla a mí.
—Gracias por el desayuno —pronuncio incorporándome con ligereza de la cama.
—No es nada —responde —Anna, quiero disculparme por lo que dije —murmura —Lo siento yo no...
—Will, de verdad que no tengo los ánimos para hablar de eso ahora —mascullo soltando un suspiro. —Tal vez cuando la cabeza me deje de doler entonces podamos hablar.
—Estoy seguro de que no querrás hablar conmigo aún cuando el dolor desaparezca —afirma —así que...
—No quiero hablar contigo ¿qué parte de eso no entendiste? —mi tono sale mucho más rudo de lo que hubiese querido.
Él me observa al mismo tiempo que eleva una de sus cejas.
—De acuerdo, me voy —afirma dándose la vuelta para salir de la habitación. Cuando se ha marchado, dirijo mi mirada hacia la mesita de madera que está frente a mí.
Un vaso de jugo de naranja se encuentra a un costado de las dos rebanadas de pan con mermelada. Tomo el vaso para poder darle un sorbo, el líquido me refresca de inmediato, lo dejo de nuevo en su sitio para poder tomar una rebanada de pan y en ese momento, en el que me percato que no traigo puesto el vestido.
¿En qué momento me había cambiado de ropa? Intento recordar algún punto después de mi llegada en el cual me cambio de ropa, sin embargo, no lo encuentro.
—Oh, ese idiota —mascullo cerrando los ojos. Aparto la mesa de mi regazo para conseguir incorporarme, me calzo con el par de zapatos que están a un costado de la cama y salgo de la habitación.
La voz de Will se escucha en la planta baja, así que apresuro mis pasos para llegar hasta donde él se encuentra.
—¡William Blake! —grito cuando he llegado.
Él se gira, sobresaltado por el tono que he empleado.
—¿Por qué gritas? —cuestiona —¿Qué...?
No termina de hablar, me descalzo uno de los zapatos para lanzarlo en su dirección.
—¿Pero a ti que te pasa? —responde mientras toca el lugar en donde el zapato ha impactado —¿A caso la resaca te ha afectado? —cuestiona con molestia.
—¿Cómo se te ocurre cambiarme de ropa sin mi consentimiento? —Reclamo —¡Eso es por completo una falta de respeto!
Antes de que él pueda darme una respuesta, alguien más se aclara la garganta.
La vergüenza me invade por completo, expandiéndose por todo mi cuerpo logrando que el calor invada mi rostro.
La señora Blake, Miriam como se ha empeñado en que yo la llame desde que nos conocimos, se encuentra recargada en la barra de la cocina, tiene una sonrisa burlona en el rostro y nos observa con un destello de diversión en su mirada.
—Oh, hola Miriam —saludo soltando una pequeña risa —Lo lamento, no tenía idea de que nos visitarías.
—Si no hubieses aparecido gritando y agrediendo a la gente, probablemente lo sabrías —interviene Will con molestia.
Ruedo los ojos, reteniendo la tentación de darle una respuesta.
—Siento haber interrumpido —me disculpo —Iré arriba de nuevo. —informo señalando las escaleras.
—No te preocupes, querida —pronuncia —yo ya me iba —informa tomando su bolso antes de caminar hacia Will. —Adiós cielo. —él sonríe, se despide de su madre y luego ella se gira hacia mí. —Adiós linda. Intenten no matarse. —Bromea cruzando por nuestro lado.
Cuando el sonido de la puerta nos indica que se ha marchado, regreso mi completa atención a Will. Él parece completamente desinteresado por lo que dije hace un par de minutos, lo que hace que mi molestia se intensifique un poco más.
—¿Y bien? —cuestiono cruzándome de brazos —¿No tienes nada por decir? —inquiero.
—¿Qué quieres que diga? Ese vestido se notaba demasiado incómodo como para dormir ¿Querías quedarte con él toda la noche? —cuestiona.
—Prefiero mil veces eso antes de que pongas tus manos sobre mí —sentencio. Él eleva una de sus cejas, mientras una sonrisa divertida se instala en su rostro. Camina un par de pasos, acortando la distancia que nos separa.
—No me parece que dijeras eso hace un par de días —afirma. El tono burlón con el que habla hace que algo se remueva en mi pecho, el impulso sale rápido, tanto que no pienso demasiado en elevar una de mis manos y estamparla contra el rostro de Will.
El lleva una de sus manos hacia la zona en donde lo he golpeado, soy consciente de la forma en la que su mirada se endurece y tensa la mandíbula. Pese a eso, le sostengo la mirada.
Él no dice absolutamente nada más, cruza por mi lado sin siquiera mirarme y unos momentos después, el fuerte sonido de la puerta al cerrarse me informa que se ha marchado de casa.
WILLIAM
Si permanecía un momento más en casa con Anna iba a terminar por explotar, marcharme antes de poder decir o hacer algo parecía ser buena idea para evitar complicar las cosas entre nosotros.
El ardor en mi mejilla persiste aun cuando ya he llegado a la casa de John, ese parecía ser el único lugar en donde podía sacar todo lo que amenazaba con hacerme volar la cabeza.
Me bajo del auto, colocándole la alarma antes de subir la pequeña escalera de la entrada. Lucy, la nana de mi mejor amigo abre la puerta justo cuando estoy por tocar el timbre.
—Hola Lucy —Saludo.
La mujer sonríe, no parece extrañarle mi presencia en la casa de John. Prácticamente nos había visto crecer juntos, era la principal testigo de la amistad que mantenía con él.
—Hola Will, que sorpresa verte por aquí —bromea. —John está en su oficina —me informa.
—Gracias —ella me regala una sonrisa, ingreso a la casa mientras camino hacia las escaleras. El silencio de la casa de mi amigo conseguía sorprenderme a pesar de contar con la presencia de una niña pequeña, parecía ser el lugar más ordenado de la tierra.
No me molesto en tocar, abro la puerta del estudio de mi amigo mientras ingreso. Él eleva la mirada, observándome con diversión mientras camino hacia él.
—¿No te enseñaron a tocar la puerta? —Cuestiona cerrando la carpeta que se encuentra frente a él.
—Claro que me enseñaron —respondo. —Pero ya hay confianza así que esos protocolos de educación ya no son necesarios. —afirmo.
Él sonríe, se acomoda en el asiento mientras centra su completa atención en mí.
—¿Qué te pasó en la mejía? —inquiere con curiosidad.
Dirijo una de mis manos hacia la zona en donde Anna creyó que era buena idea dejar un golpe.
—Bueno, digamos que dije algo inapropiado frente a la señorita Harris —respondo.
—Blake. —pronuncia.
—¿Qué? —inquiero al escuchar que me ha llamado por mi apellido.
—No idiota, que ahora ella es la señora Blake, no Harris. —aclara con fastidio. —está casada contigo.
—Oh —una risa me invade ante su aclaración —Bueno, la hice enojar —confieso.
—¿Otra vez? —cuestiona cruzándose de brazos —¿Y ahora que le hiciste?
Un largo suspiro brota de mis labios al recordar mis palabras. Tenía que trabajar en pensar mejor lo que diría, antes de expresarlo. Me ahorraría demasiados problemas con eso.
—Algo inapropiado, es todo —respondo. —He querido disculparme, vaya que lo he intentado, pero parece estar demasiado decidida a no escucharme.
—Es entendible, sigue enojada contigo —responde —pero se le pasará. Lo que debes hacer es intentar minimizar ese enojo, no incrementarlo.
—Lo sé, es solo que a veces es tan...—no termino la frase, John eleva una de sus cejas mientras me observa con diversión. —tan exasperante —finalizo.
—Sí, bueno, creo que ambos tienen eso en común —pronuncia. —Están haciendo un trabajo increíble al intentar se amigos.
—Llevábamos un gran avance antes de que lo echara a perder —mascullo. —Parece que mi sola presencia le molesta. —¿Cómo se supone que consiga hablar con ella?
—Dándole tiempo y esperando la mejor oportunidad para hacerlo —afirma. —Y arriesgándote a terminar con un segundo golpe en el rostro.
—Realmente no me estas ayudando —confieso sin ser capaz de retener la risa que me invade.
—Es lo mejor que puedo hacer amigo —pronuncia con diversión.
Niego un par de veces sin quitar la sonrisa de mi rostro, me sorprendía que John siguiera dispuesto a escuchar todos y cada uno de mis lamentos, se había convertido en algo así como el terapeuta del grupo aun cuando él probablemente ya había perdido la cabeza desde hace ya bastante tiempo.
(...)
Permanezco en casa de John hasta entrada la noche, cuando decido que es hora de volver a casa.
Para cuando llego, el completo silencio en la casa me recibe.
—¿Anna? —mi voz resuena por la casa, haciendo eco en el lugar, pero sin recibir ninguna respuesta. Camino hacia su habitación, encontrándola vacía.
Suelto un suspiro mientras bajo de nuevo a la cocina, mi estómago comenzaba a protestar así que decido hacerme algo para comer. Antes de comenzar, me apoyo en la barra de la cocina para tomar mi celular.
"He llegado a casa ¿en dónde estás?"
Envío el mensaje, mientras espero con impaciencia por una respuesta. La confirmación de lectura aparece, pero pasan varios minutos antes de que ella responda.
"Me quedaré esta noche en casa de Montserrat"
"De acuerdo, avísame si quieres que pase por ti mañana"
Envío la respuesta antes de guardar el celular de nuevo y comenzar con la tarea de hacer algo para alimentarme.
Nunca había sentido el departamento vacío, o demasiado silencioso a pesar de que llevaba viviendo varios años solo. Sin embargo, ahora mismo se siente de esa manera.
Extraño escuchar lo ruidosa que Anna puede llegar a ser mientras ordena su habitación o la molesta música que suele colocar mientras trabaja. Odiaba admitir que probablemente me comenzaba a acostumbrar al hecho de tenerla cerca, a pesar de lo molestos que podíamos llegar a ser el uno para el otro.
_______________________________________________________________
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro