Dieciocho. (*)
ANNA
Un par de días después aun no habíamos conseguido comunicarle la noticia a Martha sobre nuestro deseo de adoptar a Sol. El trabajo de William en la empresa lo había eclipsado por completo, tanto que llegaba a casa avanzada la noche.
Lo entendía, y por la misma razón no había presionado para que visitemos la casa hogar. Por mi parte, el trabajo también me había impedido visitar la fundación como me hubiese gustado, las innumerables solicitudes de análisis financieros que me habían llegado me obligaron a permanecer en casa más tiempo del deseado.
Ayer por la noche había recibido una llamada de Martha diciendo que una pareja quería adoptar y que me necesitaba en la casa hogar para dirigir la visita, yo no podía estar más feliz de que eso sucediera. Antes de que pudiera comunicarle nuestros planes, se había visto obligada a cortar.
Después de varios días, por fin William había conseguido un espacio para conseguir ir a la fundación, él me llevaría para guiar la visita de la pareja, y luego de eso, podríamos decirle a Martha que nosotros también habíamos decidido adoptar.
—¿Estás lista? —Will me observa con una ligera sonrisa. La emoción es evidente en su rostro mientras mantiene la mirada fija en mí.
—Tengo que estar lista —respondo con una diminuta sonrisa —Cuando acabe la visita, hablaremos con ella.
—Estupendo —él se inclina hacia mí para dejar un beso en una de mis mejillas y luego se gira. Enciende el auto y cuando lo hace, la música se escucha de manera inmediata. —¿Sabes algo sobre la pareja que va a adoptar?
—Lo necesario —confieso —normalmente es una trabajadora social quien se encarga de evaluarlos y determinar si son aptos o no —informo. —pero por lo poco que pude leer en el expediente, tienen problemas para conseguir un embarazo, así que han decidido adoptar.
—Debe de ser duro —responde dándome una rápida mirada. Asiento, el silencio se instala entre nosotros, ninguno de los dos dice nada más mientras él conduce por la avenida, sin embargo, de un momento a otro, el auto se sacude.
—¿Qué fue eso? —inquiero cuando el auto se detiene a un costado de la carretera.
Escucho a Will soltar una maldición mientras se quita el cinturón de seguridad y baja del auto.
—Es la llanta —informa, eleva las manos hasta colocarlas sobre su cabeza mientras observa la parte baja del auto —tendré que llamar a una grúa o algo. —masculla.
—Grandioso —Digo elevando mis manos y dejándolas caer a un lado de mi cuerpo. — Lo único que nos faltaba.
(...)
Para cuando llegamos a la fundación, llevaba cerca de media hora de retraso. Al final, el auto de William tuvo que ser movido por una grúa, y nos vimos en la necesidad de tomar un taxi hasta aquí.
Era probable que la visita ya hubiese comenzado desde hace mucho, sabía que Martha haría un excelente trabajo, pero quería estar ahí.
—¿Estás bien? —cuestiona Will mientras intenta seguirme el paso. En pocos segundos se encuentra a mi costado, observándome con detalle.
No respondo, él toma una de mis manos antes de ingresar, cuando lo hago, recorro el lugar con la vista intentando localizar a Martha.
—La visita ya ha comenzado —Vivian, una de las voluntarias me informa con una pequeña sonrisa. —empezaron hace como diez minutos.
—¿En que parte se encuentran ahora? —inquiero.
—Están en los cuneros. La pareja quería conocer a un bebé. —informa —Están tan emocionados, Anna. Seguramente aún puedes alcanzarlos.
Algo se retuerce con furia en el interior de mi pecho mientras la escucho, Sol se encuentra ahí, en la misma sala que todos los demás bebés y el sentimiento de que tal vez existe una probabilidad de que la elijan, me parte el corazón.
—Gracias —le dedico una de mis mejores sonrisas mientras me encamino hacia la sala en donde se encuentran. Escucho los pasos de Will detrás de mí, pero no me tomo la molestia de detenerme, ni de mirarlo.
Quería llegar ahí, quería asegurarme de que no eligiesen a Sol.
—Anna —Will toma mi brazo antes de que consiga llegar al pasillo. —¿te encuentras bien? ¿todo está en orden?
—Todo en orden —respondo. Él no parece demasiado convencido, sin embargo, no insiste más.
Retomamos el camino en silencio, mi corazón cada vez late con más y más fuerza, produciendo una sensación extrema de nerviosismo. Para cuando conseguimos llegar a la habitación, me detengo justo enfrente del cristal que permite ver el interior.
La chica carga a un bebé en brazos, no me doy cuenta de que estoy reteniendo la respiración hasta el momento en el que ella gira.
Es Sol.
Un vuelco furioso se apodera de mi corazón, una punzada me atraviesa el pecho y por unos instantes, no consigo respirar. La emoción en sus rostros es demasiado evidente, mientras sonríen y le hablan a Sol. Mis ojos queman, tanto que me obligo a apartar la mirada de ellos. Retrocedo, chocando contra el cuerpo de Will, cuando lo observo, el mantiene la mirada fija en la pareja, soy capaz de sentir su agarre tenso en una de mis manos, así que él también lo sabe.
—Definitivamente es ella —El hombre sonríe en cuanto tiene a Sol entre sus brazos. Cubro mi boca con una de mis manos en cuanto lo escucho pronunciar esas palabras. Martha mira en mi dirección y la sonrisa de sus labios se borra en cuanto nota mi estado. No puedo evitar que una lágrima rebelde ruede por mi mejilla. Ellos se encuentran tan felices que no se han percatado que no he dejado de observarlos.
—Anna —Escucho la voz de Liam. Me giro para esconderme dentro de sus brazos y él acaricia mi cabello mientras intenta que me calme.
No soy una persona tan egoísta como para pelear por Sol, no puedo serlo aún cuanto algo dentro de mi grita que corra y les diga que quiero ser la madre de Sol también, he visto el rostro de la chica cuando la ha conocido y el de su esposo también.
No puedo hacer eso, no estaría tranquila conmigo misma si lo hiciese.
Giro, escondiéndome en el pecho de Will antes de ser capaz de decir o hacer algo más.
—Hay que irnos —mi voz tiembla, me aparto de su cuerpo mientras paso mis manos por mi rostro con la intensión de limpiar el rastro de lágrimas.
—¿Segura? —cuestiona —Anna, aún podemos decirles que...
—Hay que irnos —Susurro aún en el pecho de Will.
—Anna...
—No, Will —susurro. Él muerde su labio inferior antes de dejar de mirarme y regresar su mirada a la pareja a unos metros de nosotros. Él quería esto tanto como yo. —Es hora de irnos.
WILLIAM
Una sensación extraña se ha apoderado de mi pecho. Una que no había experimentado jamás.
—Anna —ella se detiene, justo en la entrada de la fundación —Anna aún podemos hacer algo —insisto.
Ella niega, aprieto los dientes mientras desvío la mirada de ella.
—No, no podemos.
—¡Claro que podemos! —exclamo. Una mirada reprobatoria es todo lo que obtengo como respuesta. —Lo siento, no quería...
—No es un buen lugar para hablar —pronuncia ella mientras se aleja unos cuantos pasos de la entrada —debemos esperar para llegar a casa.
—¿Para qué decidas que al llegar no quieres hablar más de esto? —un suspiro brota de sus labios mientras se gira hacia mí.
—Liam....
—No, no intentes hacerte la buena aquí, Anna. Queremos a esa bebé, la queremos en nuestras vidas no podemos...
—Claro que podemos —la firmeza de su voz me sorprende —no hay nada que podamos hacer. —sentencia.
—Entonces, ¿qué? —cuestiono. —¿Simplemente nos quedamos observando como ellos se la llevan?
—Un poco de empatía no te vendría mal —me reprocha.
—¿Empatía? —elevo una de mis cejas. —¿De verdad hablas de empatía justo ahora? Anna, debemos pensar en nosotros, no puedes ir por la vida anteponiendo a los demás.
—William, no quiero hacer esto aquí —pide con suavidad —¿podemos esperar a llegar a casa? —casi suena suplicante, así que me obligo a mí mismo a escucharla.
—Bien —mascullo.
Ella me dedica una mirada agradecida, la observo tomar su celular y caminar hacia un costado de la carretera.
—He pedido un taxi —informa sin mirarme.
—Anna —ella eleva la mirada. —Cuando lleguemos a casa, vamos a hablar de esto —pido.
Ella da un par de pasos, acercándose a mi cuerpo.
—No quiero que lo echemos a un lado como si nada —pido. —tenemos que hablar sobre lo que pasó.
—Y lo haremos —asegura tomando una de mis manos —te prometo que cuando lleguemos, vamos a hablarlo.
Confío en ella, confío en que vamos a hacerlo. Cruzo una de mis manos por su espalda, atrayéndola a mi cuerpo.
Ninguno de los dos dice nada más, cuando el auto estaciona frente a nosotros, ambos subimos sin decir absolutamente nada. Le brindo la dirección y luego, el silencio vuelve a instalarse entre nosotros.
No debía resultar así, nada de esto debió de haber ocurrido de este modo. Pero lo hizo, y probablemente, no había nada que pudiéramos hacer al respecto.
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