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Cuarenta y tres. (*)


ANNA

La luz que se filtra a través de la ventana ha comenzado a ser molesta. Suelto un bostezo antes de abrir los ojos por completo. El lado en donde Will debería encontrarse se encuentra vacío, una sonrisa se posa en mis labios ante el recuerdo de todo lo que había pasado la noche anterior.

Miro el reloj que cuelga de la pared, éste marca las diez en punto de la mañana por lo que decido levantarme e ir en busca de Will.

Me coloco una bata y bajo sin zapatos hasta la planta baja, el olor a café y a panqueques llega hasta mí haciéndome sonreír. En cuanto llego a la cocina, me apoyo en el umbral de la puerta observando a Will. No lleva más que su ropa interior y me brinda una bonita vista.

Él se encuentra de espaldas por lo que no se ha percatado aún de mi presencia.

—Buenos días, cariño —Saludo entrando a la cocina. Will voltea y en cuanto rapara en mi presencia una sonrisa se posa en sus labios. Suspende lo que se encuentra haciendo por algunos momentos para girarse por completo hacia mí. Me rodea con sus brazos y deposita un suave beso sobre mis labios.

—Buenos días ¿Qué tal dormiste? —Cuestiona con una sonrisa.

—De maravilla —Respondo igual de sonriente.

Will se inclina para dejar un beso sobre mi vientre mientras habla cerca de él, acción que hace que la sonrisa que tenía en mis labios fuera más radiante.

—¿Es normal que esté tan ansioso de saber si es niño o niña? —inquiere incorporándose nuevamente para después girarse y continuar con lo que estaba haciendo hace algunos momentos.

—Supongo que si —respondo —¿Cómo estás?

Él me dedica una rápida mirada.

—Estoy bien, Ann —asegura.

Sabía que perder a algún familiar no era algo sencillo, por más distanciados que ellos pudieran haber estado, era su abuelo.

—Sé que seguramente no me crees —pronuncia con suavidad —pero estoy bien, es decir, no hay nada que pueda hacer ¿o sí? —inquiere.

—Supongo que no —murmuro —solo quiero asegurarme.

Él asiente, cambia el tema de conversación, dándome a entender que no desea seguir hablando sobre eso así que solamente sigo el hilo de lo que pregunta sobre la siguiente cita con el médico.

En las citas que habíamos tenido con el doctor, nuestro bebé no había querido dejar que supiéramos de qué sexo era y continuábamos con el misterio. El doctor nos había explicado que probablemente tendríamos un resultado seguro hasta los seis meses de embarazo, pero lo cierto es que la espera nos estaba matando.

—Pronto podremos comenzar a comprar las cosas necesarias y empezar a preparar el cuarto —Sugiere Will aun dándome la espalda. Camino hasta la mesa y me siento en una de las sillas mientras apoyo los codos sobre la mesa.

—Es buena idea, pero yo quisiera que se quedara con nosotros, al menos durante los primeros meses —Respondo —Me sentiría más segura si está en la misma habitación que nosotros.

Mi pregunta parece dejarlo sorprendido, no dice nada mientras sirve el café en un par de tazas y deja un plato con panqueques frente a mí.

—¿Estás segura de eso? —Cuestiona.

—Lo estoy —Afirmo tomando uno de los panqueques y dándole un mordisco.

El no parece muy convencido ante mi sugerencia, se queda callado y con semblante pensativo por algunos segundos hasta que comienza a asentir lentamente.

—Bueno, en ese caso habría que adaptar nuestra habitación. —Responde encogiéndose de hombros y sonriendo.

No esperaba que aceptara tan fácilmente, sabía que a Will le gustaba nuestra privacidad, pero creo que ahora también deberíamos de comenzar a procurar la seguridad de nuestro bebé.

Al pensar eso, dirijo una de mis manos sobre mi vientre. Will ladea la cabeza en cuanto ve que me he quedado callada.

— ¿Pasa algo? —Niego. Bajo la vista sin dejar de sonreír.

—Es solo que no puedo dejar de pensar en lo mucho que deseo que esté con nosotros, ya quiero tenerlo entre mis brazos —Confieso.

—Parece que nos sentimos igual. —Will posa su mano a un lado de la mía y ambos nos miramos. —Te amo nena.

Sus palabras me hacen sonreír.

—Nosotros igual te amamos. —Contesto, mi respuesta hace que el rubio frente a mí sonría genuinamente y se acerque hasta dejar un beso rápido sobre mis labios.

— ¿Qué planes tienes para hoy? —Cuestiona tomando uno de los panqueques.

—Debes ir a casa de tus padres —le recuerdo.

Él rueda los ojos.

—No quiero hacerlo aún —confiesa.

—William las empresas quedaron bajo tu poder, amor, escuchaste a tu padre, eres el heredero —pronuncia, luego se detiene, parece considerar algo que me hace mirarla con curiosidad —eso último se escuchó como si estuviésemos en una película de fantasía —añade con gesto pensativo —pero no hablamos de eso —sacude las manos —tienes que ir, y hacerte cargo.

—Anna...

—William, es lo que siempre deseaste ¿no? Poder liderar las empresas de la manera en la que tú crees correcta. Llegó el momento que le cierres la boca a todas esas personas que no creen que seas capaz —aseguro.

Él sonríe, soy consciente la manera en la que su cuerpo se relaja y asiente con ligereza.

—Bien, me has convencido —responde —Ann, de verdad gracias por todo.

Elevo uno de mis hombros, en un gesto para restarle importancia.

—No me tienes que agradecer absolutamente nada —murmuro —soy tu compañera, solo quiero lo mejor para ti, aunque parezca lo contrario. —él sonríe.

No es necesario que diga nada más porque la mirada que me dedica, lo dice todo.

WILLIAM

Seguramente mi padre no esperaba que viniese tan pronto a hablar con él. Pero por insistencia de Anna, aquí me encontraba.

La había llevado al departamento de su mejor amiga, sabía que si lo que mi padre quería hablar conmigo era tan importante como lo imaginaba, me tomaría tiempo. Y no quería que ella se quedara sola en casa.

—Me alegra ver que viniste tan rápido —confiesa mi padre cuando entramos. Hay un hombre con él, al que no consigo reconocer.

—Él es el abogado que tu abuelo tuvo en vida —informa señalando al hombre —justo estábamos hablando de testamento.

—Que gusto que estés aquí, William —pronuncia el abogado —eres el principal interesado en esto.

—Creo que si —murmuro.

Los tres tomamos asiento alrededor del escritorio de mi padre.

—Como sabes, cuando te casaste y firmaste el contrato, se estipuló en él que cuando tu abuelo falleciera, tú serías el principal beneficiario —me recuerda. Asiento en silencio, sin decir nada —eso no cambió, no hizo ninguna modificación al testamento así que...—se detiene, mientras busca un par de documentos y me los tiende —eres oficialmente el dueño del cincuenta por ciento de las acciones de las empresas Blake —pronuncia con una sonrisa. —El puesto del CEO regresa a ti, la dirección operativa depende exclusivamente de tus decisiones. Incluso tu padre, solamente posee el treinta por ciento de las acciones, lo que quiere decir que antes de tomar cualquier decisión, tú tienes que aprobarlo.

Es extraño el sentimiento de orgullo que me llena el pecho.

—Solo necesito tu firma —añade —para saber que aceptas los términos.

—¿Hay algo más? ¿Alguna cláusula? —inquiero.

—Nada más, hijo —mi padre habla con una sonrisa.

—Todo es tuyo, William —asegura —el dinero disponible en las cuentas bancarias queda a tu nombre, cuentas de banco, edificios de las empresas, autos, y la casa en donde tu abuelo vivía, es tuya.

—El abuelo te quería después de todo ¿no es cierto? —inquiere mi padre con una sonrisa en el rostro —Él sabía de lo que eras capaz, Will —asegura —porque tu tenacidad, y la firmeza en la que lo enfrentaste, las heredaste de él. Tu abuelo, que en paz descanse, sabía que no iba a poder contra ti porque eras exactamente iguala a él.

—Papá...

—Nunca dudamos de ti —asegura —solamente queríamos prepararte, no fueron los mejores métodos, claro está, pero...creo que funcionaron.

No sé cómo reaccionar, o qué decir. El abogado me tiende la pluma, y señala el lugar en donde debo firmar, cuando lo hago, el sentimiento de orgullo y satisfacción me llena el pecho.

—Felicidades, William —pronuncia el abogado con una sonrisa —Eres oficial y legalmente, el dueño del imperio Blake.

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