Cuarenta y cuatro. (*)
William.
Esto era increíble, miro el celular asombrado por la noticia que acababa de recibir, mis dos mejores amigos se marchaban a Nueva York, y se les ocurre llamarme cuando se encuentran en el aeropuerto.
Que buenos mejores amigos me cargaba.
Me dieron la noticia tan rápido que apenas había tenido tiempo de decir algo, al parecer, John no quería separarse de su novia y había decidido seguirla hasta Nueva York llevándose con él, a Dann.
—Increíble —Susurro negando con la cabeza y guardando nuevamente el celular en el bolsillo de mis pantalones.
—¿Qué pasa? —Volteo en cuanto escucho la voz de Anna en la habitación, acomoda su cabello en una coleta alta mientras me observa con curiosidad.
Estábamos de salida, hoy era la cita con el médico y esperábamos que pudiésemos saber al fin si nuestro bebé era niño o niña, la ansiedad del momento me estaba consumiendo por completo.
—John y Dann han viajado a Nueva York —murmuro arrugando la frente —Planean estar ahí por un mes ¿puedes creerlo? Y se les ocurre llamarme cuando se encuentran en el aeropuerto —mascullo. Anna emite una leve risa, antes de tomar el bolso con todas las cosas que necesitaríamos.
—¿Qué es tan gracioso? —Cuestiono —¿Te reirías igual si Montse se marchara del país? —La sonrisa que antes tenía se borra de inmediato.
—Montse no se marcharía del país sin antes decirme —Objeta con seguridad —Y entonces la obligaría a llevarme con ella. —añade con una sonrisa de suficiencia —No hay manera que esa mujer se vaya del país sin mí. —sentencia.
Una risa me invade mientras niego y termino de colocarme la chaqueta.
—Hablando de ella ¿Cómo está? —inquiero. Montserrat parecía tener esta como su segunda casa, no es que me molestara, claramente, pero era curioso ver a dos mujeres embarazadas en mi hogar, ambas amigas tenían casi el mismo tiempo de gestación, y parecían entenderse demasiado bien.
No consigo recordar cuentas veces me han echado de mi propia casa porque necesitaban una tarde de chicas.
—Bien, lo está llevando bastante bien —Responde —Planea mudarse a un departamento, ya sabes, quiere independizarse.
—Eso es algo bueno —murmuro.
Anna asiente, permanece en silencio por un par de segundos antes de que un leve grito brote de ella. La observo colocar la mano sobre su vientre, así que me acerco, con el temor de que algo pudiese estarle sucediendo.
—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —inquiero. —¿Te sientes mal?
Ella toma una de mis manos sin decir absolutamente nada y la coloca sobre su vientre, al inicio no logro entender lo que está pasando hasta que siento un ligero golpe contra la zona en donde mantengo la mano.
— ¡Se está moviendo! —un grito emocionado brota de mis labios. —oh, por Dios —murmuro sin ser capaz de apartar la sonrisa de mis labios.
Los movimientos continúan por algunos segundos más para después detenerse, sin embargo, dejo ambas manos sobre su vientre por un rato más.
—Ha sido increíble —murmuro apartándome de su cuerpo —¿No lo había hecho antes?
—No con tanta fuerza —responde ella con una leve sonrisa. —¿Nos vamos? O llegaremos tarde —pronuncia.
—Vamos —me aseguro de tener todo antes de salir de la casa, el consultorio de la doctora no estaba tan lejos de casa, había decidido escoger una zona que estuviera relativamente cerca de clínicas y hospitales, sabía que, en medio de una emergencia, el tiempo siempre jugaba en contra.
Y no quería pasar por algo como eso.
Nos toma cerca de veinticinco minutos llegar a la clínica, Anna mantiene los ojos cerrados en el asiento de a lado, parece ser que la fatiga y el cansancio no la habían abandonado en estos meses.
—Ya llegamos, cariño —pronuncio mientras me quito el cinturón de seguridad. Anna bosteza, imitándome antes de abrir la puerta del auto.
—Dios, detesto sentirme tan cansada —masculla con molestia. Bajo del auto, apresurándome a rodear la parte delantera para conseguir llegar a su lado y ofrecerle una de mis manos.
Ella la toma, una ligera sonrisa adorna su rostro mientras ingresamos a la clínica. Estábamos sobre la hora, si teníamos suerte, no tendríamos necesidad de esperar para ser atendidos, digamos que la paciencia y Anna no se llevaban bien durante estos meses de embarazo, y las esperas eran nuestros mayores enemigos.
La chica de la recepción nos hace pasar a penas Anna le da su nombre y pronto ya nos encontramos en el elevador.
—¿Es normal sentirme tan ansioso? —inquiero. Ella ríe con diversión.
—Supongo que si —murmura ella con una leve sonrisa en el rostro —Me preocuparía si no estuvieses nervioso.
Las puertas del elevador se abren mostrando el reluciente pasillo frente a nosotros. Entrelazo nuestras manos, mientras caminamos hacia la puerta del consultorio.
Apenas ingresamos, la doctora nos recibe con una sonrisa amable.
—Hola Anna, hola William —saluda mientras se incorpora y nos hace un ademán para que nos coloquemos en la silla frente al escritorio.
—Hola, doctora —Ambos respondemos el saludo y como es habitual después de eso, comienzan con las preguntas de rutina.
La doctora pregunta absolutamente todo, los síntomas, los malestares, y tras corroborar que todo está en orden, nos indica que pasemos a la parte de atrás del consultorio.
Es en ese momento en el que mi corazón parece querer explotar, cuando Anna ya se encuentra sobre la cama con el vientre descubierto y la doctora comienza a pasar la pequeña máquina sobre su piel, siento que voy a sufrir un maldito colapso.
Joder ¿era normal estar tan nervioso?
Mantengo el agarre en la mano de Anna mientras observo la pantalla en la espera de que la imagen aparezca. En cuanto lo hace, es como si todos mis sentidos se desconectaran. Solamente permanezco mirando a la pequeña figura que se muestra, lo observo sin poder dejar de sonreír y es increíble como ya lo amo.
La doctora dice algunas cosas más, asegurándose que todo está absolutamente bien y luego, pasa a lo que estamos esperando desde el momento que llegamos.
—Bien, muchachos —pronuncia la doctora con una leve sonrisa —Veamos si este bebé decide mostrarse.
Mantengo el agarre en la mano de Anna mientras observo la pantalla en la espera de que la imagen aparezca. En cuanto lo hace, es como si todos mis sentidos se desconectaran. Solamente permanezco mirando a la pequeña figura que se muestra, lo observo sin poder dejar de sonreír y es increíble como ya lo amo.
— Antes de eso ¿Quieren escuchar su corazón? —Su pregunta hace que lo mire, asiento frenéticamente mientras Anna imita mi acción y susurra un emocionado "Si". La doctora asiente para después seguir con su trabajo, no pasa mucho rato hasta que el sonido hace eco en la habitación.
El sonido parece algo parecido al trotar de un caballo, es fuerte, rápido y no consigo entender como ese sonido, produce algo en mí. Mis ojos se humedecen y muerdo mi labio inferior con la esperanza de retener el sentimiento que explota en mi pecho.
—Es maravilloso —un susurro emocionado brota de Anna. Cuando me mira, la sonrisa enternecida que me dedica es suficiente para hacerme saber que se ha dado cuenta de mi estado.
—Ahora sí ¿Están listos para saber el sexo de su bebé? —inquiere.
—Claramente —respondo.
Durante algún tiempo la doctora no dice nada, mira fijamente la pantalla con concentración mientras mueve la máquina que se encuentra sobre el vientre de Anna de un lado a otro.
—Oh, aquí lo tenemos —Una sonrisa se posa en los labios del doctor —¿Listos?
—Dígalo de una vez —murmuro emitiendo una risa nerviosa.
—Felicidades, es una niña.
ANNA
No creí que William pudiese lucir tan emocionado como lo está. No ha dejado de repetir lo feliz que se encuentra y lo emocionado que le hace saber al fin el sexo de nuestro bebé.
De nuestra bebé.
Dios mío, era todo tan increíble.
—Una niña —murmura William con una sonrisa mientras observa la imagen que la doctora había impreso para nosotros. No deja de mirarla, y no parece tener intenciones de dejar de hacerlo. —Por dios, es maravilloso.
—Lo sé —murmuro —¿Imaginas lo bonita que será?
—Si se parece a ti, significará que tendrá demasiados pretendientes —pronuncia arrugando la frente —No estoy listo para eso.
Una leve carcajada abandona mi cuerpo.
—William, ni siquiera ha nacido —objeto —y faltará mucho antes de que tengas que preocuparte por eso.
—Ya, nunca estaré listo —asegura —creo que debería comenzar a prepararme.
—Eres todo un dramático —reprocho con diversión. —Va a ser la princesa de papá.
Soy consciente de la mirada iluminada que me dedica.
—Eso sin lugar a dudas —Responde —Será la niña más querida y afortunada, sin duda tendrá mi entera atención.
—Serás un papá grandioso para ella —aseguro.
Una sonrisa agradecida es lo que obtengo como respuesta. Sé que esto no es fácil para él teniendo en cuenta que hace un tiempo aún tenía el temor de no ser un buen padre, o al menos no uno que su hijo mereciera, sin embargo, yo estoy totalmente segura que nuestra pequeña, no podría tener un mejor papá que William Blake.
— ¿Lo sabes no es así? —Inquiero tomando su mano. Él me mira con una sonrisa ladeada.
— ¿Saber qué? —Cuestiona.
—Saber que serás un buen padre —Respondo —El mejor.
—Oh, eso no lo sé —Niega —pero estoy seguro que, con tu ayuda, juntos lograremos hacer un muy buen equipo. Y a pesar de lo que tus padres o los míos digan o lo que cualquiera otra persona diga, haremos lo mejor y todo lo que esté en nuestras manos para poder darle a esta princesa... —Se detiene un momento para poder colocar una de sus manos sobre mi vientre —El mejor y más feliz hogar que alguien pudiera tener.
(...)
Al llegar a casa la emoción no había disminuido, había llamado a Montserrat para darle la noticia y ella estaba tan emocionada o incluso más que nosotros.
Para cuando la noche llega, William aún mira la imagen del ultrasonido. Sin embargo, en cuanto entro a la habitación, su mirada abandona la fotografía para centrarse en mí.
—Hay algo de lo cual no hemos hablado —pronuncia con suavidad.
—¿Qué cosa? —inquiero.
—Cuando mi padre llamó para darme la noticia de que mi abuelo estaba en el hospital...tú dijiste algo —me recuerda.
Sé a lo que se refiere.
—No tiene importancia, Will.
—No, claro que la tiene —afirma —La tiene porque se trata de nosotros.
—Will...
—Anna, tenías una pregunta. Quiero saberlo. —afirma.
Suspiro, coloco una mano en mi vientre mientras camino hasta llegar al costado de la cama en donde se encuentra.
—Dijiste que, si algún día esto se acababa, querías saber que pasaría —murmura.
Asiento levemente.
—No existe el divorcio para nosotros —murmuro. —Y si en algún punto lo nuestro ya no está funcionando, nuestra hija no merece crecer en un lugar donde sus padres no quieren estar.
Su rostro queda completamente serio, desvía la mirada mientras observa la imagen que aún sostiene entre sus manos.
—El contrato dice que debemos estar casados, que no existe posibilidad de divorcio, pero...—se detiene, toma una inhalación antes de elevar la mirada —pero no dice que tenemos que vivir en el mismo lugar.
El silencio se instala entre nosotros, William deja la fotografía a un lado para conseguir tomar mis manos.
—Ann, si en algún punto esto ya no es lo que quieres, si no eres feliz a mi lado, no seré un impedimento para dejar que te marches —susurra con suavidad —podrás irte, o me iré yo. Seguiremos casados, pero no juntos. —aclara —Prefiero tenerte lejos, pero darle a nuestra hija la imagen de unos padres maduros. Ella no sabrá nada nunca sobre el contrato que nos unió. No sabrá absolutamente nada de eso, y estaremos bien. Independientemente de lo que ocurra.
Su mano viaja hasta colocarse a un costado de mi rostro, cierro los ojos, disfrutando de la sensación de calidez que me envuelve cuando su piel roza la mía.
—Pero no quiero que eso pase —abro los ojos cuando él habla —no quiero tener que dejar que te marches, y no quiero tener que irme —susurra —no quiero pensar que en algún momento esto no va a funcionar —añade. –Porque te amo, porque me he enamorado por completo de ti y ahora mismo, no puedo con la idea de tenerte lejos. ¿entiendes? No quiero apartarme de ti.
—Ni yo de ti —aseguro acercando mi rostro al suyo —porque me he enamorado —repito sus palabras, las comisuras de sus labios se curvan hacia arriba, revelando una diminuta sonrisa un par de segundos después —porque te has convertido en el hombre de mi vida, y sé que esto va a funcionar, confío plenamente en que así será.
Une nuestros labios, lo hace confirmando nuestras palabras y deseo profundamente, que eso sea así.
Deseo que funcione, con toda el alma, deseo que lo haga.
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