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Cuarenta y cinco. (*)


WILLIAM

El tiempo siguió su curso, y entre las grandes ocupaciones que tenía con la empresa, me vi en la necesidad de dividir mi tiempo entre la oficina y la casa, había ocasiones en las que llegaba tarde a casa, aun cuando me esforzaba demasiado en que eso no ocurriera.

Anna era comprensiva, no habíamos vuelto a tener ninguna otra discusión sobre el tema, sin embargo, el embarazo avanzaba y ahora al estar entrando al sexto mes de embarazo, parecía que mis peores amigos habían vuelto.

Los cambios de humor.

Observo a Anna soltar una maldición antes de lanzar un par de vestidos con fuerza en el interior del armario. Teníamos un almuerzo con sus padres y los míos, había intentado por todos los medios excusarnos para no asistir, pero no fue posible.

—Es increíble que nada me quede —pronuncia con molestia. —Los vestidos de maternidad me hacen ver demasiado gorda, y mis favoritos no pasan de mi pecho.

—Por esa razón se inventaron los vestidos de maternidad —le recuerdo —Ann, luces preciosa con ellos.

—Lo dices porque no eres tú quien tiene el vientre enorme —reprocha. Observo el reloj, estábamos retrasados, mucho. Pero no quería mencionar nada porque eso sería sentenciarme a mí mismo.

La pantalla de mi celular se ilumina, anunciando un nuevo mensaje de Dann. Mis amigos habían llegado a la ciudad hace aproximadamente una hora, con la noticia de que Kate y John habían terminado.

Había sido una completa sorpresa, es decir, se supone que John había viajado hasta Nueva York para intentar salvar la relación, no para ponerle fin. En todo caso, no había encontrado oportunidad para ir a verlo, sabía que era complicado, él la ama, no tenía ninguna duda sobre eso, no era sencillo enfrentar una ruptura con una persona tan importante como Kate lo era para John.

—Creo que cancelar el almuerzo sería una buena opción —pronuncia Anna con pesar.

—Puedo enviarle un mensaje a mi madre disculpándonos —murmuro incorporándome para llegar a su lado. —Y podemos quedarnos aquí.

—Si no vamos, encontrarán una manera para venir y no quiero eso —asegura. Fija la mirada en el armario de nuevo, antes de tomar uno de los vestidos con descuido e ingresar al baño.

Cerca de veinte minutos después ella sale. Luce preciosa con el bonito vestido amarillo que ha escogido, es suelto, pero no demasiado, ajustándose en las partes indicadas para favorecer la figura.

—¿Y bien? —inquiere. —¿Qué te parece?

—Luces preciosa —murmuro con una sonrisa mientras me acerco a ella —el color amarillo te favorece muchísimo. ¿Lo sabías?

Ella niega, sin embargo, mantiene una pequeña sonrisa en los labios. Tomo las cosas que necesitaríamos antes de salir, el almuerzo sería en casa de mis padres, lo cierto era que no esperaba que la reunión fuese amena, jamás lo era cuando nuestros padres estaban presentes.

Anna no habla demasiado durante el trayecto, se limita a mantener la atención en su celular y responde brevemente a mis intenciones de una conversación, así que me rindo.

Para cuando llegamos, nuestros padres se encuentran en el comedor, así que al tomar nuestros lugares la comida se nos sirve casi de manera inmediata.

—Anna, querida —ella eleva la mirada cuando mi madre habla —¿han comenzado a preparar la habitación? —inquiere con curiosidad.

—Todavía no —responde ella.

—Deberían comenzar, el tiempo pasa rápido —comenta mi madre con amabilidad —y he hablado con tu madre sobre un par de agencias de nanas, que podrían contratar para...

—No queremos nanas para nuestra hija —interrumpe. —pero le agradezco la información.

—Querida, eres una mujer ocupada, una nana...

—No hemos considerado esa opción —intervengo —queremos disfrutar de nuestra hija. Ya nos arreglaremos para no tener problemas.

—La empresa te mantendrá ocupado —ahora es el turno del señor Harris hablar —Demasiado, William. Y Anna, tus fundaciones no se mantienen solas, una nana es la mejor opción.

—Lo es, cielo —interviene la madre de Anna —y hemos visto algunos colegios de señoritas, son los mejores de la ciudad y...

—Veremos esos detalles con William cuando nuestra hija nazca, y entonces tomaremos las mejores decisiones para nuestra hija —pronuncia ella con molestia.

—Oh, cariño. Un poco de ayuda no les vendría mal, ustedes son inexpertos y...

—¿Mama quieres cerrar la boca? —la rudeza con la que Anna habla hace que el ambiente se envuelva en un silencio incómodo.

—Ann...

—No necesito tus consejos de cómo debo cuidar a mi hija —continúa —¿experiencia? ¿En qué? ¿En dejar a sus hijos tan solos que necesitan de una nana para sentirse acompañados? ¿de crear contratos para ganar más dinero?

—Anna por favor, no empieces con eso —el señor Harris habla con dureza —el contrato fue una oportunidad excelente, mírate, eres una mujer feliz, de no ser por nosotros jamás hubieses conseguido nada de eso. Debes admitir por primera vez que esto nos lo debes a nosotros. Su felicidad, es gracias a que pensamos en ustedes.

—Suficiente, nos vamos —me incorporo del asiento, tomando la mano de Anna con la intención de irnos.

—William...—la mirada preocupada que mi madre me dedica me hace detenerme —cariño no se marchen así.

—No te comportes como una niña malcriada —masculla el padre de Anna incorporándose —¿No sabes que es de mala educación abandonar la mesa?

—No voy a tolerar que vuelva a faltarle el respeto a mi esposa —espeto con molestia —Ha sido suficiente, para la próxima reunión, no se molesten en enviarnos una invitación.

Anna rompe el agarre en nuestras manos, se da la vuelta mientras se aleja de la casa.

—Ann, cariño espera —cuando llego a su lado, la fragilidad en su mirada me hace querer regresar y darle un maldito golpe a Adam Harris. El hijo de perra se lo estaba ganando a pulso. —Ann...

—¿Para eso insististe en que viniéramos? —inquiere con reproche —Esto siempre va a ser así, William, nada va a cambiar. ¿Y sabes qué es lo peor? Que ellos tienen razón.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —inquiero. —¿Razón en qué?

—¡En que todo esto se lo debemos a ellos! —grita con molestia —¡Todo este circo, este matrimonio, todo fue por su decisión! ¡No tuvimos elección!

—Anna, no, no les debemos nada —aseguro olvidando que aún nos encontramos en la casa —No les debemos absolutamente nada, ni tu ni yo. Esto no comenzó de la mejor manera, pero, te amo y me amas. Ahora todo cambió, Ann...

—No estás entendiendo —pronuncia con desesperación —Te amo, claro que lo hago. —afirma —Pero a veces simplemente me pregunto cómo hubiese sido mi vida si ese contrato no hubiese existido, me pregunto en dónde estaría, con quien, si estaría feliz. Solo me pregunto que hubiese sido si no me hubiesen obligado a firmar ese papel.

Oh, maldición. Sus palabras se sienten como golpes, como duros golpes que consiguen dejarme sin palabras.

—Anna vamos a tener una hermosa hija ahora, y estamos felices por eso porque podemos darle un buen hogar, una familia como la que tú y yo no tuvimos. Pero no podemos dejar que cosas externas nos afecten, te afecten. —aclaro.

—Aún no entiendes ¿verdad? —inquiere con dolor —No es lo que mis padres o los tuyos dijeron —masculla —se trata sobre que no tuve opción, William. No me dejaron elegir la manera en la que quería que fuese mi vida.

>>Me dieron un ultimátum, era todo o nada, era someterme o perderlo todo. Elegí lo mejor ¿no? Pero no tuve otra opción. Ni siquiera tu ¿o vas a decirme que nunca te has cuestionado el rumbo que hubiese tomado tu vida sin ese contrato? Nuestros padres nos sumergieron en esto, Liam —se detiene por un par de segundos antes de continuar —Puede que los tuyos hayan pensado en tú beneficio, en su hijo, pero no se dieron cuenta de que había alguien más involucrada en eso, no tomaron en consideración ni por un segundo, lo que yo quería. Confiaron en la palabra de mis padres sin cuestionar.

—Nos quitaron el poder de decidir sobre nuestras propias vidas. Y eso, William, los verdaderos padres no hacen algo como eso, no condenan a sus hijos por beneficio propio.

Me da la espalda, alejándose de mí y el sentimiento de frustración me invade. Cuando volteo, mis padres están ahí. Mi madre me observa con algo parecido a culpa, y las palabras de Anna vuelven a mi memoria.

Nos quitaron el poder de decidir sobre nuestras propias vidas.

—Ella tiene razón —mi voz sale más estable de lo que espero. —ella tiene toda la razón.

—William...

No espero a escuchar lo que tienen por decir, simplemente me marcho.

ANNA

Las palabras de mi padre se repiten una y otra vez en mi memoria, me reprochaba a mí misma el haberle devuelto el control sobre mí, el haber permitido que lo que dijera, me afectara.

Pero era inevitable.

Era una verdad innegable que ellos habían decidido el rumbo de mi vida, desde el momento en el que nos obligaron a contraer matrimonio, habían dictaminado el camino que deberíamos seguir.

Y eso me resultaba jodidamente injusto. Una parte de mí siempre deseará haber sabido que pudo pasar si ese contrato no existiera, si la obligación del matrimonio jamás se me hubiese sido impuesta.

—Quiero hablar contigo —William ingresa a la habitación. Un largo suspiro brota de mis labios mientras abro los ojos.

Su semblante en serio, probablemente tan serio como no lo he visto. No hay rastro de emoción alguna, o de serenidad. Está tenso, así que me obligo a mí misma a dejar lo que sea que estoy sintiendo a un lado, y a escucharlo.

—Lo sé —respondo.

Él suspira, permanece algunos minutos en silencio antes de caminar con lentitud hasta conseguir llegar al costado de la cama, cuando lo hace, se sienta justo en el borde el colchón.

—Lo que dijiste, sobre no tener elección sobre nuestras vidas...—desvía la mirada —Te arrepientes de todo esto ¿no es así? De haber tenido que casarte conmigo por obligación.

—Will, no me arrepiento, porque me he enamorado de ti —pronuncio con suavidad —te amo, ahora, y lo hago con una intensidad que me sorprende, pero...

—Si lo haces no debería de haber ningún "pero" —reprocha.

—Claro que puede haber "peros" —objeto —porque ninguno eligió esto por voluntad, porque lo que surgió entre nosotros, en cierta parte creo que fue porque no tuvimos opción.

—¿Estás diciendo que te enamoraste de mí porque no tuviste opción? ¿Qué mierda es esa Anna? —reprocha elevando la voz e incorporándose —¿Por qué sales con esto ahora?

—No, no quise decir eso.

—A mí me parece que si —masculla —Así que, en todos estos meses, cuando dices que me quieres ¿en realidad te sientes obligada a hacerlo? Si es de ese modo, entonces prefiero que no vuelvas a decirlo. —pide con dureza.

—No, no me siento obligada a decirlo —aseguro. —nunca me he sentido obligada a hacerlo. William no puedes culparme por sentir dudas de esto, por querer desear saber cómo hubiese sido mi futuro, que otras posibilidades pude haber tenido. No me arrepiento de ser tu esposa, en lo absoluto, pero no puedes negar, que la duda siempre estará ahí.

—No para mí —asegura —porque no estoy buscando excusas para entorpecer esto, porque acepté lo que debía hacer, estaba consciente y resignado que tendría que pasar el resto de mi vida a lado de una mujer a la que no amaba, por la cual no sentía ningún aprecio.

>>Porque he dejado de pensar futuros alternos en donde sigo siendo un hombre libre, sin compromisos ni ataduras, un hombre en donde seguiría siendo el idiota que fui antes de conocerte. He dejado a un lado todo eso y me he concentrado en disfrutar la vida que tengo a tu lado, vida que, hasta hoy, pensé que tú también disfrutabas.

—Will...

—Te he dado todo cuanto tengo a mi alcance para garantizar que seas feliz, Ann, dime ¿qué más quieres que haga? ¿Qué es lo que quieres de mí?

—Will, no se trata de ti. No quiero decir que esté infeliz con esto, por Dios, vamos a ser papás. Y estoy segura de que vamos a estar bien...

—Y ahí viene otro "pero" —objeta con molestia. —Así que este es el punto en donde dices que quieres irte ¿no? En donde tomas mi palabra y me pides que te deje sola para...

—¡Claro que no! —exclamo —Por Dios, William, no —él parece aliviado —No quiero que te vayas, no quiero irme, solo...—cierro los ojos, intentando encontrar las palabras adecuadas para decir. —Solo me permití sentir la duda. Solo quise decirte el cuestionamiento que he traído en la cabeza desde que te di el sí.

Él suspira. Permanece en silencio por largo rato, sin decir absolutamente nada. luego, camina con lentitud los escasos pasos que nos separan y se coloca junto a mí.

—Él hubiera no existe —murmura —pero...si existiera...—se detiene por un par de segundos antes de continuar hablando —si existiera creo que yo jamás hubiese conseguido ser el CEO de las empresas —confiesa —creo que hubiese seguido con la vida de libertad, confundiéndola con la felicidad —añade —probablemente no hubiese sentido nada de esto, no me sentiría pleno conmigo mismo y mi abuelo seguiría vivo, claramente porque Joan no estaría en prisión por intentar secuestrarte y...no lo sé, Ann. —sacude la cabeza con ligereza —creo que nunca me hubiese dado el tiempo ni tomado la molestia de conocerte.

—Las fundaciones seguramente estarían cerradas —murmuro con suavidad —los fondos ya eran insuficientes antes de casarnos, hemos salido adelante gracias a las donaciones de tus socios —informo con una sonrisa agradecida —conseguimos sobreponernos. —Claramente no estaría a punto de convertirme en madre y quien sabe, tal vez estuviese viviendo con Montserrat justo ahora. Ya sabes, por su embarazo.

Él sonríe.

—Todo sería taaan diferente —centra la mirada en mí —creí que eras insoportable —confiesa —una niña mimada de papá y mamá.

—Sí, recuerdo eso bien —pronuncio con una leve sonrisa recordando una de nuestras primeras discusiones.

Él toma una de mis manos, entrelanzando nuestros dedos y observa el agarre antes de elevar la mirada.

—No me arrepiento de esto, Ann —susurra —necesito saber que tú tampoco lo haces, necesito saber si eres feliz con esto porque de lo contrario...—él luce desesperado por saber —de lo contrario no quiero que permanezcas ni un segundo más en un lugar donde eres infeliz.

Me apego a su cuerpo, llevando la mano que tengo libre hasta un costado de su rostro. Lo acaricio con suavidad, siendo incapaz de dejar de mirarlo.

Cierro los ojos cuando nuestros labios se encuentran, llevándome al lugar más extraordinario que pudiera existir, regresando a mi cuerpo todas las sensaciones maravillosas y extinguiendo todo rastro de dudas.

—Eres mi hogar, mi sitio seguro, eres el lugar en donde soy completa, y absolutamente feliz —murmuro contra sus labios.

—Y tú eres el mío —susurra de vuelta, mirando mis labios por una fracción de segundo antes de conectar la mirada en mis ojos.

Suelta una maldición cuando el sonido de su celular se escucha, yo emito una leve risa mientras lo observo tomar el artefacto y responder.

—Dann acabas de interrumpir...—él deja de hablar. Arruga la frente mientras observo la preocupación inundar en su semblante. —¿Al hospital? —inquiere —¿Qué ocurrió?

Él cierra los ojos, maldice una vez antes de decir algo más, y luego cuelga la llamada.

—¿Todo en orden? —inquiero.

—La nana de John está en el hospital —murmura —está devastado y...Dann quiere que estemos con él. Sé que para ti...

—Vamos —murmuro incorporándome —debes estar con él. Te necesita.

Él sonríe, coloca una de sus manos en mi cintura mientras me apega a su cuerpo.

—Las amo —susurra con una sonrisa —nunca dudes de eso ¿quieres?

Niego.

—No sería capaz. —aseguro.

Deja un rápido beso contra mis labios antes de tomar su chaqueta, y luego ambos salimos de la habitación.

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¡Hola! 

Bueno, solamente paso por aquí para hacer un rápido anuncio, el final de esta historia cambiará un poquito, así que apenas edite y actualice el capítulo 46, 47 y 48, el resto de la historia pasará a borrador, esto es porque creo que es la parte más importante de la historia de Anna y William, haré modificaciones importantes y creo que mandando los capítulos restantes a borradores, es lo mejor. 

Pero no se preocupen, que los tendrán de regreso en un par de días, porque quiero acabar ya con la edición de la obra. 

Eso es todo ¡Gracias por leer! 

-M-

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