Cinco (*)
ANNA.
Escoger el vestido de novia resultó ser mucho mejor de lo que había pensado. William no quiso verlo cuando regresé a casa, según sus palabras, se mantenía en la creencia sobre que no necesitábamos arriesgarnos a tener mala suerte.
Los días después de eso parecieron transcurrir mucho mejor. Will y yo parecía que al fin habíamos encontrado un modo de congeniar dentro de la casa, sin embargo, había momentos en los que parecía detestar estar a mi alrededor.
Momentos como este.
Hoy pintaba no ser un día muy bueno, al ser el día libre en el trabajo de William, me había invitado a pasar la tarde en casa de uno de sus amigos. Sin embargo, parecía que algo lo tenía bastante molesto.
No había hablado demasiado durante en día, ni siquiera parece tener la intención de mantener una conversación conmigo, por lo que el ambiente en el interior del auto en el que nos encontramos, es bastante incómodo.
No pasa demasiado tiempo hasta que estacionamos frente a una gran casa, probablemente es igual de tamaño que la casa de los padres de William, por lo que me sorprende que, según lo dicho por él, aquí solamente vivieran dos personas.
—John debe de estar dentro —murmura Will mientras abre la puerta del auto. No espera por mí, camina con prisa hacia la entrada de la casa e ingresa sin siquiera voltear.
Tomo una larga inhalación antes de bajar del auto, acomodo mi bolso sobre uno de mis hombros mientras me dirijo hacia la entrada de la casa.
—¿Quién es Anna? —Una voz desconocida se escucha en la sala en la que ingreso.
—Es la mujer con la que voy a casarme —responde William. El sonido de mis pasos capta la atención de los dos chicos que se encuentran en el lugar.
—Hola —respondo colocando una sonrisa en mi rostro —yo soy Anna.
El que creo es el amigo de Will me dedica una sonrisa amable, sostiene a una pequeña niña en sus brazos con la cual comparte un gran parecido.
—Mucho gusto, Anna. Soy John—pronuncia mirándome por un par de segundos más antes de regresar su mirada a Will. —¿Puedes tenerla un segundo? —pregunta mientras le entrega a la pequeña —tengo que ir a ver unas cosas.
Will asiente, toma a la bebé entre sus brazos mientras emplea una voz aguda, logrando que una pequeña sonrisa se pose en mis labios.
—¿Es su hija? —inquiero mientras me acerco un par de pasos.
—Lo es —responde él sin mirarme.
Suelto un suspiro, planteándome si es buena idea lo que preguntaré.
—¿Estás enojado conmigo por algo? —cuestiono.
—No todo gira en tono tuyo Anna —masculla con molestia. Ruedo los ojos. Antes de que pueda decir algo más, John regresa a la sala sosteniendo una caja entre sus manos.
—Will ¿Me ayudas con esto? —inquiere. —Anna ¿me harías un favor cuidando a Sky un momento? —cuestiona. —Solo en lo que su niñera llega. —aclara.
—Claro —respondo. Will me entrega a la pequeña, no me mira y tengo la necesidad de saber qué es lo que ocurre con él.
—Liam...
—No me llames de esa forma ¿de acuerdo? —cuestiona con molestia mientras me mira.
—¿Estás bien? ¿Qué es lo que ocurre contigo? —pregunto comenzando a molestarme por la actitud que está tomando.
Él no responde, me da la espalda sin decir nada más y termino quedándome sola a la mitad de la sala.
Acomodo a la pequeña entre mis brazos y comienzo a caminar hacia donde creo que están William y John para ver si puedo ayudarlos en algo.
Permanezco gran rato ahí, Sky, como recuerdo que su padre ha dicho que se llama parece bastante entretenida con las puntas de mi cabello, pero en algún punto comienza a inquietarse.
—Creo que es hora de buscar a tu papi —murmuro incorporándome del asiento en el que me encontraba. Camino hasta el jardín, lugar en donde creo que William y su amigo se encuentran.
Para cuando llego ellos se encuentran a una escasa distancia, permitiéndome escuchar la conversación que mantienen.
—Puedes divorciarte de ella después de un tiempo — detengo mis pasos cuando escucho decir eso a John. Ambos me dan la espalda, por lo que ninguno se da cuenta de mi presencia.
—Hay una especie de contrato que tenemos que firmar, en una de las cláusulas específica que una vez que nos casemos no podremos separarnos. —informa —Realmente nuestros padres se encargaron de no dejarnos ninguna salida.
—Will estamos hablando de tu felicidad amigo, no creo que necesites sacrificar tanto. —Insiste John — ¿En verdad vale permanecer infeliz por el resto de tu vida?
Algo se remueve en mi pecho, William no responde de inmediato, parece pensarse bien la respuesta que le dará a su amigo.
—John estamos hablando del patrimonio de mi familia. Mi abuelo y mi padre han trabajado por largo tiempo para poder obtener todo lo que tienen ahora. No voy a permitir que caiga en manos de un idiota que lo gastará en un par de días en el casino. —La idea de que hacía esto por dinero no era del todo errónea, sin embargo, parecía que él tampoco la estaba pasando bien —No debería tener que hacer algo como esto para conseguirlo, sin embargo, no tenco opción —finalizada.
Ambos se quedan en silencio, hasta que él vuelve a hablar.
—Haré lo que sea necesario, incluso casarme con una mujer que me es insoportable. —masculla con molestia.
Al escucharlo decir eso, todo el enojo que había estado acumulando desde días anteriores parece desbordarse. Retomo mi camino, el tiempo que la pequeña en mis brazos llama la atención de su padre.
—¿Crees que esto es fácil para mí, William? —cuestiono con molestia mientras llego a ellos. Le entrego a la pequeña a su padre antes de encarar a William. —¿Crees que es fácil que te obliguen a casarte con un hombre al que no conoces? Porque eso eres para mí, un completo desconocido. Así que no eres el único que la está pasando mal aquí —confieso.
—¿Tú la estás pasando mal? —cuestiona con brusquedad mientras se acerca a mí. Una sonrisa burlona acompaña sus palabras. —¡No eres más que una maldita niña mimada!
—William no le hables así —el tono de advertencia que John emplea es suficiente para que Will lo mire.
Parpadeo con rapidez, intentando no sentirme de la forma en la que lo hacía. La impotencia y la frustración se presentan, haciendo que mi corazón lata con fuerza en mi pecho.
—No sabes nada —mascullo —si tanto me detestas entonces tal vez debas cancelar el compromiso y buscarte otra esposa—sugiero.
—Oh, créeme —pronuncia con frialdad —lo haría si pudiera.
Sus palabras me golpean, no me da la oportunidad de decir algo más porque abandona el lugar. Camina a paso rápido hasta ingresar a la casa de su amigo y es hasta ese punto en donde recuerdo que John aún se encuentra a escasos pasos de distancia.
—Lo lamento —murmuro con vergüenza —No era mi intención hacer una escena en tu casa —me disculpo.
—No te disculpes —pronuncia con una sonrisa —esto está siendo complicado para ambos, no imagino cuanto —añade con compresión. —¿Estás bien?
—Si, buscaré un taxi para poder regresar a casa —informo mientras intento recomponerme.
—De eso nada —pronuncia —¿Por qué no vas a la habitación de invitados e intentas calmarte? —pregunta —nadie te molestará ahí.
—Gracias —él me sonríe una vez más antes de llamar a una mujer para pedirle que me lleve a la habitación que ha indicado antes.
—Por aquí señorita —escucho la voz de Lucy, como recuerdo que John la ha llamado.
—Puede llamarme Anna —respondo mientras la sigo.
—De acuerdo, Anna —pronuncia. Ambas caminamos hasta una de las tantas puertas que hay en la casa, cuando se detiene frente a una de ellas deduzco que hemos llegado.
La mujer se despide luego de abrir la puerta, cuando ingreso, me sorprende lo cálida que resulta la habitación. Resulta demasiado elegante para ser una habitación de invitados, examino el lugar mientras camino hasta llegar al borde de la cama.
Un largo suspiro brota de mis labios mientras me quito los tacones. Parecía que todo volvía a arruinarse, el poco avance que había tenido en la relación con William parece que se ha acabado. El me detesta, y aunque yo no siento algo así por su persona, es evidente que no siento afecto alguno por William Blake.
Cuando mi espalda choca contra el cómodo colchón, cierro los ojos intentando despejar mi mente de todo lo que ocurría en mi vida. Había luchado demasiado por encontrarle un sentido positivo a esto, pero por muy duro que me esforzara, no lo había conseguido.
Dos golpes en la puerta me hacen abrir los ojos, no pasa mucho rato hasta que la puerta se abre. El mal humor regresa en cuanto observo a Will, de pie en el umbral de la puerta.
—¿Puedo pasar? —cuestiona.
Me incorporo de la cama, mientras me acerco hasta el lugar en donde él se encuentra.
—Por si no lo has notado, intento tener un momento de tranquilidad —respondo tomando el pomo de la puerta para empujarla. Will me detiene, aplicando fuerza contra la madera, impidiéndome el objetivo de cerrarla.
—Por favor —pide —solamente quiero hablar contigo.
—¿Para recordarme lo mucho que me detestas? —cuestiono cruzándome de brazos.
—Oh, vamos —masculla —no te detesto —confiesa.
Elevo una de mis cejas, observándolo con escudriño.
Se adentra a la habitación aun cuando no le he permitido el acceso, cierro la puerta una vez que él se encuentra dentro y me giro para encararlo.
—¿Qué quieres? —cuestiono.
—Quiero hablar contigo, ya lo he dicho —informa —¿crees que podamos hacerlo sin terminar en una discusión? —pregunta.
Ruedo los ojos, camino hacia el borde de la cama para poder sentarme y luego centro mi atención en él.
—Te escucho —Will parece un tanto aliviado al escucharme, tomo una profunda inhalación antes de centrarme en él y escuchar que es lo que tiene por decir.
WILLIAM
—Lo lamento —pronuncio mientras observo a Anna —No debí de haberte hablado así.
Ella rueda los ojos, es evidente que está enojada conmigo y no puedo culparla por eso.
—Estos días han sido complicados —confieso —mi padre ha estado sobre mí en las últimas semanas, tanto que me agobia. La empresa me tiene tan presionado que termino descargando mi enojo con las personas que menos se tienen la culpa.
Anna no habla, simplemente me mira en completo silencio y no sé si eso es algo bueno, o está ideando la mejor manera de asesinarme aquí mismo.
—Sé que no la estás pasando bien, tampoco yo lo estoy haciendo créeme, pero eso no me da ningún derecho a hablarte del modo que lo he hecho.
—Disculpas aceptadas —responde. Su rostro se ha relajado, ya no hay rastro de molestia en su mirada, al contrario, parece ser sustituido por algo de curiosidad. —Dime algo. —pide.
—¿Qué cosa?
—¿Por qué aceptaste este compromiso? —lo pregunta tan suave que, si no fuese por lo silenciosa que es la habitación, no la hubiese escuchado. —Oí un poco de tu conversación con John —confiesa.
No le respondo de inmediato, no quería que pensara que era un hombre interesado, que hacía esto solamente por el dinero, así que intento encontrar las palabras adecuadas para darle una respuesta.
—Si no quieres contarme es...
—No, está bien — la interrumpo antes de que termine de hablar — Acepté porque fue la condición que mi abuelo me dio para dejarme la herencia familiar y antes de que pienses que estoy haciendo esto por dinero, déjame aclarar que no es así, estoy haciendo esto porque no quiero que todo el esfuerzo que mi padre y mi abuelo han hecho para lograr todo lo que tienen ahora se vaya por la borda. —confieso— Si no aceptaba la herencia pasaría a manos de mi primo Joan, me hubiesen despedido de la empresa y probablemente eliminado mi nombre del testamento. Mi esfuerzo durante años no hubiese valido nada, porque al final hubiese perdido todo.
Ella me observa con atención, asiente con ligereza antes de volver su mirada al frente.
—¿Qué hay de ti? —cuestiono —¿Por qué aceptaste esto?
No responde, observa sus manos y la miro jugar con ellas sobre su regazo. El semblante que ha colocado me hace temer que probablemente preguntar fue una mala idea.
—Anna lo siento, no debí de preguntar eso — digo tras ver que permanece callada demasiado tiempo.
—No te disculpes, solamente es algo que va más allá de una herencia —confiesa— Comencé a fundar asociaciones para personas y niños sin hogar, en ellas se les brinda comida y hospedaje y se les apoya económicamente cuando tienen que marcharse. Crearlas me ha tomado prácticamente gran parte de mi vida, comencé desde muy joven y sin el dinero de mis padres al inicio, no lo hubiese conseguido. Ahora he creado una nueva —añade observándome por un par de segundos.
—Es una fundación que apoya a niños sin hogar, desde recién nacidos hasta que tienen dieciocho años. Es probablemente, la que más me costado trabajo y aún lucho porque se mantenga en pie. Mi padre amenazó con destruirlas si no aceptaba esto —continua —tiene el poder y los recursos para hacerlo, incluso ahora, si decido marcharme o huir estoy segura de que, en pocos días, alguien terminaría clausurando todas las fundaciones por algún motivo estúpido. —el hecho de considerar que algo como eso pudiera suceder hace que mi estómago se revuelva.
—Realmente me siento como un imbécil por gritarte aquello —confieso con pesar —en verdad lo siento.
Ella me dedica una leve sonrisa, vuelve a quedar en silencio, sin embargo, tras un par de segundos, se gira con algo de rapidez hacia mi cuerpo.
—Hagamos algo — dice cruzándose de piernas.
—¿Qué cosa? — cuestiono
—Prometamos que vamos a poner nuestro mayor esfuerzo para que esto funcione. William, al menos quiero llevarme bien con mi futuro esposo.
Sonrío en cuando escucho que pronuncia lo último.
—Yo lo prometo — dice ella — ¿Y tú? William ¿prometes poner de tu parte para que esto funcione?
Sonrío y asiento, tomo la mano que ella me ofrece.
—Lo prometo. —su mirada adquiere un brillo logrando acaparar mi completa atención, es en ese momento en el que recuerdo la sortija que mi abuelo me había entrado esta mañana. —No creo que este sea el mejor momento, pero no creo encontrar otra ocasión para darte algo —confieso.
—¿Para darme qué? —cuestiona.
—Estamos comprometidos y no tienes un anillo —le hago la observación. Ella dirige la mirada hacia su mano y luego la regresa a mí.
—Oh, eso no importa —afirma.
—Bueno, en todo caso tengo algo para ti —saco la pequeña caja de mi bolsillo mientras me acomodo a su costado.
Siempre creí que este momento se daría con alguien diferente, con una mujer a la que amase, y de la cual estuviera perdidamente enamorado.
No así, no obligado.
Tomo la sortija entre mis dedos para luego girarme hacia Anna.
—Creo que lucirá muy bonito en tu mano —confieso mientras la tomo, la suavidad de su piel me hace querer afianzar el agarre. Anna se mantiene en silencio, mientras deslizo la joya en el dedo correspondiente. —Haría la pregunta, pero creo que no tiene mucho caso —añado con una leve risa.
Ella me imita. Observa el anillo en su dedo y luego, tras unos segundos, me mira.
—Haremos que funcione —susurra.
Asiento.
—Haremos que funcione —aseguro.
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