prólogo
Nota.🤍
Está es la historia de Adair y Agni ("Adair" hermano del protagonista Dewei de "El amarillo de sus ojos") para quiénes no han leído esa historia recomiendo que la lean para entender mas está, aunque en si no es tan necesario. Solo por si se confunden un poco.
Advertencia: Lo que están por leer acontinuación en parte es contenido+18. Si sigues bajado es bajo tu propia responsabilidad. Yo, ya me encargue de avisarte. Sin mas, que lo disfrutes.
Att; Yessi.A
Con sus manos atadas hacia arriba yacía un fornido y muy caliente guardaespaldas, desnudo, con sus ojos cubiertos por una delgada tela negra mas una mordaza en su boca. La cual no logró retener la saliva desbordante en la esquina de sus labios, o esa lengua e inquieta que lame de vez en cuando la mordaza.
Sobre una silla de bajo de ese sexy trasero tembloroso, se encuentra un vibrador largo con un grosor sorprendente. Al tener sus piernas extendidas de lado a lado, ese pequeño agujero quedaba muy al descubierto, el cual está siendo pinchado por la punta de ese vibrador que está encendido.
El guardaespaldas podía sentir la fricción de ese vibrador al frotarse con la entrada, eso provocaba que su miembro derrame pre-semen. Pero lo que mas lo emociona es saber que su maestro lo está viendo fijamente (no era necesario verlo para saber que esos ojos se encuentran brillantes) con esa mirada de depredador viendo minuciosamente su cuerpo, mientras sus glúteos son azotados fuertemente con las palmas de las manos de su maestro.
También le excita el escuchar los jadeos de su maestro, sobre su oído, o cuando el beta se pone detrás él. Pinchado sus pezones al mismo tiempo que le susurra obscenidades.
—Sabes muy bien que pasará si te vienes sin mi permiso.—Amenazo.—Por lo tanto tendremos que cerrar el agujero desobediente de enfrente.—Sonrió perverso.
—Mmm~—La cuerda de sus manos y tobillos se tenso al momento en que el guardaespaldas, sintió ese dilatador para el pene.—Nnhg~
Mis manos tiraron fuertemente de la cuerda a la que estoy atado, mis piernas y ese pequeño lugar temblaron al sentir ese pequeño dilatador entrando por la punta de mi miembro.
—¡¿Mngh~?!—Al principio se sintió e incómodo, un poco doloroso. Sin embargo al entrar por completo eso desapareció y solo quedó una escalofriante y placentera sensación penetrando hasta mis huesos.
Mucho mas grandioso cuando mi jefe empujó mi espalda hacía adelante, embistiendo mis entrañas con su grueso miembro. Ningún dildo o juguete sexual se puede comparar con la sensación de tenerlo dentro de mí, sosteniendo mi cuerpo con brusquedad pero al mismo tiempo gentilmente. No lo entiendo, no entiendo del todo etsos sentimientos, y mucho menos los de mi maestro.
—Agni.—Susurró cerca del oído del alfa.
Adair solo sonrió perverso al sentir la presión de esa cueva, aferradose con fuerza a su miembro, eso terminó por enloquecerlo.
—Tu agujero es demasiado glotón.—Abofeteo con un látigo los pezones del alfa.—Quien te dio permiso de apretar de esa manera, ¿eh?
—¡Nmhg~!
El cuero de ese látigo creaba un sonido espeluznante cada vez que se impacta con mis pezones, había un ardor pero luego una sensación tan buena que si fuera omega, estaría goteando lubricante natural.
—Agni, Agni.—La manera en que el beta lo nombraba era extraño para el alfa, había tantas emociones que lo terminaban confundiendo.—¿Eres mio, verdad?—Le quita la mordaza y la venda de los ojos.
Sus miradas se encontraron, ambos sintieron ese escandaloso palpitar de sus corazones, Adair no dejó responder al alfa porque era mas grande su deseo de morder y devorar esos rojos labios.
‹No podría hacer nada de ésto con nadie que no sea Agni, solo con él puedo ser quien en realidad soy sin tener que fingir ser una persona comprensiva. Agni es la única persona que me ve por quién soy y aun asi decidido seguir a mi lado.
En su momento he intente tanto el mantener a raya todo estos abrumadores pensamientos, no quería ser visto como un bicho raro, asqueroso. No sé en qué momento deje de mantenerlos a rayas y solo deje que esos pensamientos fluyeran en mi mente...ya sé cuándo fue. Fue ese día lluvioso, cuando lo vi por primera vez.
Hace unos cuantos años atrás...
Las manos temblorosas de un adolescente yacía extendidas hacia adelante, sosteniendo lo que parecía ser una carta. Esperando que el otro adolescente de cabello grisado y unos hermosos ojos amarillos la aceptase, no había sido fácil el animarse a confesar su amor delante de la mayoría de sus compañeros.
Esa no era su intención pero su amiga creyó que era lo mejor, quizás su intención era que ese adolescente acepté a su amigo por la presión social.
—¿Es para mí?—Preguntó, con una expresión de sorpresa.
‹¿Cuántas cartas han sido ya en una sola semana? Estos chicos que les dan de comer para que se encuentren tan hormonales. ¿No pueden darse cuenta de su edad?› Tampoco es como si el fuera mayor de edad.
—Sí.—Asintió—Me gusta...me gusta mucho Adair Zat.—Hablo respetuosamente.
Con esa confesión vino un ruido escandaloso por parte de los espectadores, animando al joven de cabellos castaños y de grandes ojos verdes.
—Me siento halagado.—Agarro la carta.—No sé que decir, me haz tomado por sorpresa.
Lleva su mirada hacía sus pies, todo a penado, o es lo que aparentaba porque en estos momentos su mirada es de completo fastidio.
—Eres muy hermoso, tienes unos preciosos ojos verdes.
Acerca su rostro muy cerca de ese adolescente, el cual se estremecio creyendo que sería abrazado o algo por el estilo. Los espectadores también pensaron algo parecido sin embargo, eso está lejos de suceder.
—Vuelves hacer otra mierda como está y no te garantizo que tu lengua siga en tu boca y que esos ojos sigan en tus cuencas.—Advirtió y susurró con frialdad.
El adolescente se quedó completamente helado, ese tono de voz en Adair era algo que desconocía completamente. Preguntándose; ¿dónde quedó ese chico amable?
—Lamentablemente no puedo aceptar tus sentimientos, solo tengo 12 años.—Falta poco para que cumple 13.—No tengo edad para andar pensando en cosas como estás, en este momento lo único importante para mí, es estudiar. También pienso que gustar de alguien tiene que ser para toda la vida no solo por unos cuantos meses...
—Ahh—Expresan todos los espectadores.—Se nos había olvidado lo serio que es Adair con respecto a eso, él es todo un mojigato.—Como si gustar de alguien a los 12 años fuera un gran logro para todos ellos.
—¡Demi!—La amiga salió detrás su amigo al verlo correr.
—Lo hiciste llorar—Declaran los presentes.
—Es mejor ser sincero de esa manera su corazón sanará mas rápido, encontrará en un futuro alguien que atesoro tales sentimientos.
‹No sé porque se ponen así cada vez que rechazo a alguien, como sino supieran que lo único que ven en mí y del porque les interesó es por mi apariencia. Si no fuera nada agraciado estoy seguro que ni siquiera me mirarían. Hipócritas superficiales.› Pensó Adair mientras iba al salón por sus cosas, ya era hora de irse.
Al salir por las puertas del colegio su rostro se relajó al ver ese pequeño de cabello azabache, llevaba un peinado estilo libro. Lo hacía lucir como un pequeño príncipe.
—Eres demasiado lento.—Bufo el pequeño.—Te hemos estado esperando por cinco largos minutos.
—Eres tan ruidoso.—Sonrió.
—Tú eres el ruidoso.—Subio al auto, seguido de Adair.
—Hola, papá.—Saludo al guapo hombre en el asiento del conductor.
—Bienvenido tesoro.—Su voz es muy dulce, muy diferente a su apariencia fornida.—Abrocharse los cinturones.
—Sí.
—Si tienes sueño solo duerme.—Su pequeño hermano iba bostezando.
—Bien.—Apoya su cabeza en el regazo de Adair, no tardó mucho en quedarse dormido.
Adair frunció el ceño al notar como el cielo se volvía oscuro, a lo segundos comenzaron a caer unas fuertes y ruidosas gotas de aguas, cubriendo la camioneta cerrada.
Viéndose obligados a cerrar las ventanas con rapidez, de esa manera no se mojaría el interior y mucho menos despertaría al pequeño de siete años, que disfruta de su siesta después de un día cansado en la primaria.
Adair se quitó su abrigo para poder cubrirlo y evitar que pase frío, pinchado un poco las regordetas mejillas de su hermanito menor, solo dormido se veía adorable a sus ojos.
Acto seguido movió los mechones sueltos de su cabello a un lado de su rostro, las puntas se encuentra muy grandes y están empezando a incomodar sus vivaz y muy seductora mirada.
Se notaba que no le agradaba los días lluviosos por la humedad, quería llegar lo antes posible a su hogar. Pensaba decirle algo a la persona mayor del auto, cuando de repente su mirada captó cierto individuo.
No sé dio cuenta en qué momento sus manos estaban pegadas a la ventana del auto, mirando detenidamente a otra persona que no era parte de su familia, eso era muy raro en él.
No podía apartar su vista de esa esbelta figura perdida bajó la lluvia, mirado al cielo con gran recelo. Era demasiado joven como para llevar un uniforme de la marina o ejército "¿Pertenecía a la infantería?" Se preguntó el adolescente con una mirada extraña en su bello rostro de porcelana, era como si hubiera encontrado lo que no sabía que estaba buscando.
—Papá.—Trata de llamar la atención de su papá (un omega masculino)
—¿Si, tesoro?—Giro un poco su mirada.—¿Qué pasa?
Su mirada amable, dulce, es de un hermoso color amarillo la cual se volvía dorada como su cabello al ser tocados por los suaves rayos de cualquier luz brillante o tenue.
—No te inquietes, arrancaré el auto en un momento. No puedo manejar descuidado con este clima.—Expresó, como si ya supiera lo que diera acontinuación su hijo mayor.
—¿Puedo tener un cachorro?—Sigue viendo a ese chico de corto cabello marrón.
¿No tiene frío? Si sigue ahí se va enfermar, no puedo permitir que mi cachorro muera antes de entrenarlo correctamente.
—¿Un perro?—No entiende.
¿Desde cuándo le gustan los animales? Siempre dice que para cuidar uno se requiere de tiempo y mucho cariño, y él no tenía algo como eso. En ocasiones me gustaría que dejara de pretender ser un adulto y se de cuenta que solo es un adolescente de casi 13 años.
—No precisamente es uno.—Sonríe dulcemente.—¿Puedo?
—Si puedes, mañana iremos a un refugio y entonces...
—Lo quiero a él.—Señalo a fuera de la ventana—¿No crees que es un poco lindo?
—¿Qué?
Su papá se desconecto al ver que no había ningún perro, solo un chico recibiendo esa feroz lluvia, empapado de pies a cabeza.
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