Epílogo
Estoy sentada en la sala y tomo a Mateo de la mano, está por nacer y me mira con temor.
—Ya hice esto una vez, pero sigue asustándome —susurra.
—Lo sé, pero al otro lado te espera una familia amorosa de la cual aprenderás un montón, tu alma se nutrirá de ese amor y cuando regreses a casa, traerás contigo mucho aprendizaje.
—No me dejarás nunca, ¿verdad? Aunque yo ya no te recuerde...
—Sabes que no te dejaré jamás...
—¿Podemos tener una señal? ¿Algo que cuando tú hagas yo sepa que estás ahí?
—¿Qué tal si te hago esto? —inquiero y le rasco la orejita. Él sonríe.
—Me parece bien —añade—. ¿En serio son buenos? ¿Papá? ¿Mamá? ¿Mi hermana? ¿La abuela? ¿La tía?
—Son maravillosos —digo con cariño—. Te cuidarán y te querrán, te esperan con ansias. Sé un niño bueno y obediente, serás un niño feliz.
Mateo me sonríe y su luz comienza a esfumarse.
De pronto, estoy en sala de parto, Mel acaba de parir y el hermoso bebé descansa en su pecho. Ferrán la abraza y los mira con orgullo y con amor.
—Hola, Mateito —saluda ella—, al fin te conozco, mi amor.
—Hola mamá —dice Mateo y yo lo escucho, pero Mel solo oye su llanto.
—No llores, bebé, seremos muy felices, yo cuidaré de ti —promete y lo besa en la frente.
—Yo también —dice Ferrán uniéndose a su mujer y a su hijo.
—Bienvenida de nuevo —me saluda alguien.
Levanto la vista y lo veo, son los ángeles custodios de Ferrán y Camelia, nunca los he visto, pero simplemente lo sé.
—Hola —saludo y ellos me mandan mucha energía de amor.
En ese momento, una niña nace en la sala de al lado.
—Estoy aquí, a tu lado, siempre, ya lo sabes —susurra Uriel, solo yo lo oigo, como si fuera parte de mí, como si estuviera en mis pensamientos.
—¿Ha nacido tu niña? —inquiero.
—Así es... iniciamos un nuevo viaje —susurra—. Te amo, Abril, lo harás bien —promete.
—Te amo también, gracias por tanto —respondo.
Vuelvo a la escena familiar de Mel y Ferrán, los observo enamorarse del pequeño Mateo. Paloma llega e irrumpe con gritos de felicidad.
—¡Quiero ver a mi hermano! ¿A quién se le parece? —inquiere.
Mi alegría es enorme cuando la veo llegar, también conozco a su ángel de la guarda, que me abraza de una manera que no puedo explicar.
Llegan también dos mujeres, las amigas de Camelia, una de ellas tiene a una niña en brazos. Un hombre que sé que es el hermano de Mel también llega, abraza a todos y se une a la algarabía. Después llegan mamá y Naomi, se ven felices.
—¿Dónde está mi nieto? —pregunta mamá.
—¿Lo quieres cargar? —dice Camelia y ella se acerca.
Sé que Violeta y Carmen también están aquí, están atrás de ella y me sonríen felices.
Mamá carga a Mateo y las lágrimas se derraman de su rostro.
—Hermoso príncipe de la abuela —dice con emoción—, bienvenido a casa —añade.
Mateo es parte de mí y yo soy parte de él, siento la bienvenida de mi madre como si fuera para mí.
Me siento tan feliz que no puedo explicarlo con palabras, nada sería suficiente. Todos están aquí, algunos físicamente, otros en espíritu y algunos en pensamiento, porque sé que mi abuelo y mi papá también me acompañan.
Mel cree que ella y Ferrán eligieron su nombre, pero Mateo ya era él antes de nacer aquí. Mateo significa regalo de Dios, porque eso es él para todos nosotros.
Para Mel y Ferrán él es el resultado más grande del amor que se tienen, es su milagro de amor, de sanación. Ellos no lo saben aún, pero Mateo salvó la vida de Ferrán porque luego Ferrán debía ser su padre. Si Ferrán se hubiese muerto aquel día, Mateo no podría regresar al mundo y su propósito nunca se habría cumplido.
Mateo será tan especial en la tierra como lo era en el cielo, su misión desde pequeño será ser el nexo, unir almas, reconstruir historias. Eso ya lo ha hecho ahora, y a medida que vaya creciendo ese don que se le ha dado, de ser nexo de amor entre almas que en la tierra han perdido el contacto, irá aumentando en él lo que lo ayudará a concretar su propósito y aumentar así su nivel de consciencia cuando regrese a casa. Mi misión es cuidarlo, protegerlo y potenciar sus dones para que no se pierda en el camino.
El bebé llora, está en brazos de mi madre. Me acerco y le rasco la orejita.
—Está bien, ya no llores, estoy aquí —le digo y él me mira.
Sonríe, los humanos creen que su risa es involuntaria, pero en realidad ha visto a su ángel.
—¡Sonrió! ¡Creo que me quiere! —dice mamá—. Soy tu abuela... —se presenta.
Ella aún no lo sabe, pero este niño será la luz de sus ojos, tiene, entre otras cosas, la misión de regalarle la felicidad máxima que se merece en sus años finales en la tierra.
—Es mi mamá —le digo a Mateo—, y es tu abuela en la tierra —comento con emoción.
Experimento la felicidad del alma de Mateo, se siente a gusto, se siente amado entre todas estas personas que han venido a verlos. Mamá lo pone en el brazo de Mel quien lo aproxima a su pecho sin pensarlo, él se prende al pezón y comienza a mamar.
Camelia derrama lágrimas de alegría mientras le acaricia con cariño la cabeza y se detiene en su orejita, para hacer allí unos mimitos similares al que yo le hice recién y que quedamos sería una señal entre nosotros.
—Te amo, hermana —susurro aunque sé que ella no me escucha.
En ese momento puedo sentir su alma, estamos unidas como siempre y la puedo percibir como si fuera yo misma. Ella siente que Mateo tiene una gran misión y que su vida será especial, siente también algo que no puede explicar, una felicidad extrema que la abruma.
Es mi amor, es nuestra conexión eterna, pero ella aún no lo puede percibir. Un día lo sabrá, cuando regrese a casa y podamos volvernos a abrazar, pero por ahora, siente que algo ha cambiado en el ambiente y piensa que nunca más se sentirá sola. La verdad es que lo atribuye a su vínculo de madre con Mateo, y aunque en parte sea cierto, no es solo por eso. Es que estamos juntas ahora, estamos cerca, somos una en este niño. Ella su cuidadora en la tierra, yo su cuidadora en el espíritu. ¿Qué podría ser más perfecto?
El alma de Mel no sabe explicar el sobrecogimiento que siente, así que solo puede llorar. Todos piensas que es por la emoción del momento, pero yo sé que es mucho más. Los ángeles que nos rodean lo saben también. Es el poder del amor de las almas gemelas, almas que han sido creadas en el mismo tiempo y a partir de la misma partícula de amor y que no podrán separarse nunca.
Veo a Ferrán derramar lágrimas cargadas de emoción, miro a Paloma orgullosa de ser hermana mayor, mi mamá, mi hermana... Me siento completa, todo ha valido la pena y comprendo como si al fin completara un enorme rompecabezas, que todo ha tenido un por qué y un para qué.
Somos todos una sola fuerza y en momentos como este en donde la intensidad de la emoción es tan enorme, las almas humanas pueden sentir que hay algo más allá. Somos un todo y tengo la certeza de que todo estará bien, siempre. Estaremos juntos, aquí, allá, ahora, ayer o mañana. El tiempo no es más que una ilusión y las dimensiones que nos separan son solo un momento muy pequeño en el enorme entretejido de la vida.
Somos un grupo de almas unidas por siempre y para siempre por una red tan enorme que nos envuelve y nos protege... Esa red es nuestra contención, nuestro comienzo y nuestro final, esa red es el amor, el amor perfecto del que todos salimos y al que todos vamos.
Espero esta historia les haya gustado :)
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