Capítulo 8
La niña y yo jugamos en medio de un prado, corremos tomadas de las manos y disfrutamos entre las flores y las mariposas que revolotean en esta belleza de jardín. A lo lejos observamos el castillo. Como siempre, la historia la veo como si fuera una película, desde afuera.
—Ya falta poco para que te vayas —me dice.
—Lo sé... —respondo—, tengo un poco de miedo.
—Lo sé... yo te extrañaré mucho —comenta—. No entiendo por qué no nos dejan encontrarnos allá.
—Sí... pero bueno, son las reglas —digo y ella asiente.
—Cuídate, ¿sí? —me dice con ternura—, no quiero que los espíritus malos te lleven... un día tenemos que volver aquí y reencontrarnos.
—Tú también cuídate —le digo y ella asiente.
Seguimos jugando por un rato y de pronto la imagen se esfuma. Me quedo allí preguntándome quién es la niña y por qué la he vuelto a soñar.
De pronto, aparezco en una casa que no conozco, hay una joven acostada en una cama. No le veo el rostro, pues está acurrucada hacia la pared. Llora, llora mucho. La puedo sentir, su sufrimiento es extremo, algo se ha roto en su interior y ella cree que nada puede salvarla ya. Puedo ver formas oscuras a su alrededor, salen del suelo, son como sombras que la envuelven y le gritan al oído un montón de cosas horribles, le dicen que fue su culpa, que ella se lo merecía y un montón de groserías. La muchacha tiene imágenes mentales que yo puedo ver, como si sus pensamientos fueran transparentes. Sé lo que vivió, sé lo que le pasó, sé lo que sufre y en su mente el suicidio comienza a aparecer como una opción. Estoy muy afectada, no puedo absorber su tristeza, pero al mismo tiempo es como si pudiera leerla y su presencia menguara mis energías.
Regreso a mi habitación y abro los ojos. Me preocupa la muchacha que se me apareció en los pensamientos y no logro comprender absolutamente nada.
Salgo en busca de Carmen, que está sentada en el pórtico de la casona leyendo un libro.
—Carmen —saludo—, tengo muchas preguntas...
—Dime, veré cuáles puedo responderte —dice con una sonrisa dulce.
—¿Quién es la niña que se me aparece en sueños?
—Esa justamente no puedo decirte aún...
—Hmmm okey... Ayer... vi a Ferrán y a Paloma, la están pasando muy mal. Uriel apareció y me dijo que yo no debería estar allí, que todavía no era momento de que los viera y que no había nada que yo pudiese hacer...
—Cierto... debes respetar los tiempos, no puedes interferir en las decisiones de las personas —dice ella con la voz calma.
—Pero... ¿y si las sombras quieren llevarse a Ferrán? —inquiero al recordar la escena de la muchacha—. Las he visto, salen del suelo y te gritan cosas... te muestran una realidad desfigurada... confunden...
—Cierto... esa es la función de los espíritus del mal, mentirte para que caigas en sus garras —responde—, pero lastimosamente es el riesgo que tomamos todos, ninguno de nosotros puede ni debe interferir en el destino de los demás.
—Vi a una chica... tenía pensamientos suicidas —susurro—, no sé quién es ni por qué la vi, pero pensé que quizás Ferrán... ¿y si él también...
—Abril —dice ella y me toma de la mano—, todas las personas tienen al menos una oportunidad de darle un giro a su vida, todas... es una de las garantías del contrato que firmamos antes de ir. Ferrán tendrá su oportunidad, y dependerá de él verla o no. La muchacha a la que viste también la tendrá...
—¿Quién es la muchacha? —quiero saber.
Carmen no responde, solo se encoje de hombros.
—¿Cuándo podré volver? ¿Cómo me comunicaré con ellos cuando pueda? —pregunto.
—Tenemos permitido enviar mensajes de vez en cuando, puede ser a través de sueños, es la forma más común y accesible para todos. Pero hay veces en que algunas personas pueden vernos... solo que son muy pocas, gente muy... especial...
—¿Especial? ¿En qué sentido?
—Gente con quién tengas un pacto de almas...
—¿Un pacto de almas? ¿Eso qué es?
—A veces, se firma un pacto de almas con alguien antes de ir... una promesa a cumplir o... no lo sé... Es algo peligroso porque muchas veces una de las dos almas puede quedarse atada a la otra. Es algo así como una promesa de estar siempre el uno para el otro, pero resulta muy complejo, porque no puede romperse, y si el alma de la otra persona se pierde, tú puedes quedar atrapada en un limbo por la eternidad.
En ese momento lo sé, es lo que firmé con esa niña, es lo que guardamos en el árbol.
—¡Yo firmé eso! —exclamo y Carmen me observa confundida.
—¿Tú? ¿Con quién? ¿Cómo lo sabes? —inquiere.
—Lo vi en el descanso de la consciencia... firmé algo con una niña cuando estábamos en el rincón de los niños, me vi, la vi... ella dijo que lo esconderíamos en un árbol... pero no sé dónde está —susurró.
—Es muy extraño lo que me dices, Abril, porque no conozco a nadie que lo haya hecho. Si es así, quizá sea interesante que pudieras hallar ese pacto, obtendrías respuestas de lo que se han prometido allí.
—No tengo idea de dónde está guardado, no conozco el sitio —exclamo.
—Lo encontrarás, estoy segura de que así será —añado.
Violeta llega a nosotros y me pregunta si deseo acompañarla a ver a los niños hoy, le digo que sí y camino a su lado. Le comento también sobre el pacto de almas y ella no parece sorprendida.
—Hay algunas condiciones para firmar un pacto de almas —explica—, no puede ser firmado con cualquiera o no tiene validez —añade.
—¿Cuál sería una de esas condiciones? —pregunto.
—Normalmente deben ser almas gemelas —dice justo antes de entrar.
Me quedo pensando en sus palabras. ¿Pude haber hecho con Ferrán un pacto de almas? ¿Pero por qué veo al alma como a una niña?
—¡Violeta! —la llamo—. ¿Las almas que aquí se ven como niñas, pueden ser niños al nacer? —inquiero.
—Sí —dice ella—, todos elegimos antes de nacer lo que seremos en la tierra —explica—. Así como cuando llegamos a un nivel de consciencia aquí, también podemos elegir qué deseamos ser.
—¿Te refieres a varón o mujer?
—No, aquí eso no tiene mucha importancia, me refiero a qué clase de funciones queremos llevar a cabo. Eso lo comprenderás luego...
—Odio esa respuesta —digo y ella sonríe.
—Aquí no se puede odiar —bromea y yo sonrío.
Violeta sigue su camino y yo vuelvo a perderme por los pasillos del castillo. De pronto, veo una especie de habitación, las almas allí son niños pequeños que parecen enfermos, tienen poco brillo en comparación al resto y de alguna manera se ven agotados.
Ingreso, algo allí me atrae. Hay dos almas que no son niños cuidando de ellos.
—¿Qué es este lugar? —pregunto.
—Hola, Abril —responde una mujer como si me conociera desde siempre—. Este es el sitio de cuidados especiales de almas en tránsito.
—¿Almas en tránsito? —inquiero.
—Estos niños están enfermos en la tierra, tienen cáncer o enfermedades terminales, pronto morirán allá, por eso sus almas están entre el Cielo y la Tierra, van y vienen. Eso les ahorra sufrimiento —explica.
—¿Eso me pasó también a mí? —quise saber.
—No... solo tienen este beneficio las almas que mueren siendo niños, las que Violeta te había explicado, los que se sacrifican por alguien más y van con una misión específica y corta.
—Oh...
Camino entre las camillas, algunas están vacías y en otras hay almas agotadas.
—¿Por qué algunas camas están vacías?
—Esos niños están en la Tierra ahora, despiertos...
—Ahh...
En una de las camas, se materializa un niño. Tendría como unos ocho años en edad humana y se ve agotado.
—Hola, Mateo —dice la mujer que me hablaba y lo toca con cariño.
Veo la mano de la mujer tocando a Mateo y observo como a él se le aumenta el brillo.
—¿Qué haces? —inquiero.
—Le doy energías para lo que le queda de vida en la Tierra, lo ayudo a aguantar el sufrimiento —susurra—. Por cierto, me llamo Estela —se presenta.
—Hola... ¿cómo sabes de mí? —pregunto.
—Te estaba esperando, en vida tú serías mi bisnieta —comenta.
La miro anonadada y no puedo creer lo que me está diciendo, recuerdo vagamente los relatos de mi mamá sobre mi abuela Sara y la madre de esta, Estela.
—Un gusto —respondo emocionada—. ¿Puedo tocar al niño?
Algo en él me genera mucha curiosidad y tengo una necesidad enorme de tocarlo.
—No lo sé, aún estás empezando aquí, no debes deshacerte de tu energía que está recién en crecimiento.
—Solo un rato... —pido.
Estela asiente y me guía para que coloque mi mano en la cabeza del niño.
Siento como si una descarga fuera de mi cuerpo al suyo y como si de pronto comenzara a sentirme cansada.
—Si es muy fuerte, solo déjalo —me dice.
El niño abre los ojos de golpe y me mira, me asusto y lo suelto, pero el niño sonríe.
Otro niño se materializa en otra de las camas y Estela va a verlo, me pregunta si puedo quedarme un rato con Mateo y yo asiento.
—Hola —saluda él.
—Hola... —respondo yo.
—Sé quién eres —me dice y yo me sorprendo.
—¿Sí? —inquiero.
—Sí... Mi misión está alineada a la tuya —explica—, debo mostrarte algo...
—Bueno... —respondo confundida.
Mateo me toma de la mano y aparecemos juntos en mi casa. Ferrán está tirado en el sofá y un montón de suciedad lo rodea. Las sombras suben por sus pies y por su cuerpo e intentan entrar a su corazón. Parece dormido, pero entonces despierta.
Da vueltas para un lado y el otro y yo puedo percibir lo mismo que percibí en aquella chica, hay ideas de suicidio en su mente. Cree que ya no vale la pena vivir sin mí y quiere morir para que estemos juntos.
—¡No! —grito desesperada—. ¡Si atentas contra tu vida no estaremos juntos! —exclamo.
Mateo aprieta mi mano y me observa.
—No puede oírte.
Sin más, aparecemos de nuevo en donde estábamos antes, Mateo se ve agotado.
—Estará bien, estoy en el mundo solo por él —dice y yo sonrío.
Su voz me da paz y su mirada se ve serena.
—¿Estás sufriendo todo eso por salvarle? —inquiero y él asiente—. Gracias, Mateo —digo y lo vuelvo a tocar. Quiero infundirle toda la energía que necesite con tal de que ayude a Ferrán, siento que amo profundamente a este niño.
De pronto vuelve a esfumarse, su alma ha sido llamada a su cuerpo terrenal.
—¿Puedo venir de nuevo? —pregunto a Estela.
—Cuando quieras —responde ella.
Salgo de allí consternada, me preocupa mucho la vida de Ferrán, pero al menos sé que Mateo intentará evitar que cometa una locura, aunque no sé cómo lo hará. Me pregunto entonces quién será la muchacha y si acaso yo no tendría que ver de alguna manera para evitar su suicidio.
Violeta se encuentra conmigo en el patio y le comento la experiencia, ella sonríe y me escucha con atención.
—Esta chica... era una chica bella, estaba en su habitación... deseaba con todas sus fuerzas acabar con su sufrimiento... No sé quién es ni por qué la vi, ¿crees que yo podría hacer algo por ella?
—No... no puedes —dice Violeta—, desde aquí no puedes interferir en eso. Además, es probable que lo que hayas visto ya haya sucedido, que esa escena fuera del pasado.
—¿Sí? —pregunto—. ¿Y por qué la vería?
—No lo sé... —responde Violeta encogiéndose de hombros—, eso no lo sé.
En mitad del camino ella se despide de mí y vuelve a la casona, pero yo decido seguir deambulando por los prados tan hermosos de este lugar. Camino sin rumbo mientras revivo a Ferrán, no entiendo cómo es que llegó hasta allí y me pregunto cómo es que saldrá adelante. Deseo de corazón que Mateo logre ayudarle y lo único que siento que puedo hacer, es ponerme en oración.
Elevo los ojos al cielo y comienzo a pedir por él, por Mateo, por mis seres queridos, por la muchacha de mis sueños. Una luz intensa parece posarse sobre mí, como si fuera el mismo sol brillando solo en y para mí. Un amor enorme me envuelve y yo me dejo guiar. De pronto, me siento muy feliz.
Camino guiada por esa fuerza que me estira, entro en un bosque y más adelante me encuentro con un claro. Puedo oír el sonido del agua, y como si me llamara, busco la fuente. Hay un lago, un hermoso lago de aguas cristalinas, llego hasta allí y me meto, disfruto de la sensación de frescura del agua pura bañando mi alma. Salgo de allí y me recuesto bajo la sombra de un frondoso árbol. Mi espíritu agotado, queda adormilado.
—Abril, escúchame muy bien —la niña de las trenzas ha vuelto a la pantalla que se proyecta en mi mente dormida—. La vida que elegí será difícil, acepté pasar por un trauma que cambiará por siempre mi destino... solo el amor que sea capaz de dar podrá salvar a mi alma y protegerla del mundo de los bajos espíritus.
—¿Por qué lo haces? —pregunté asustada.
—Por ti... —me dice la niña—. Yo te libraré a ti de un peso que te impedirá alcanzar tus sueños.
—También yo he aceptado un desafío, no estaré mucho en el mundo... lo suficiente para disfrutar, pero luego afrontaré una enfermedad lenta y dolorosa —le digo.
—¿Por qué lo haces? —inquiere ella.
—Por ti —respondo yo—, tú recibirás de mí el don del amor que salvará tu alma —explico.
No entiendo nada lo que están diciendo, pero veo como las dos firman un papel con una pluma de tinta dorada. Lo doblan y lo meten en una pequeña caja, y guardan la caja en el hueco de un árbol.
Me despierto sobresaltada, sé dónde estoy. Es el árbol al lado del lago, es aquí, aquí está el papel. Me levanto con premura y busco el hueco, no está exactamente donde lo soñé, pero lo hallo. Me da miedo que la caja ya no esté, pero apenas meto la mano, la consigo.
La saco, brilla... mi corazón se llena de un gozo repentino y yo la abro. Allí está el papel, tiene una promesa escrita, pero no se puede leer por completo.
«Yo, Abril, me comprometo a darte lo que más amo con tal de que tu alma experimente
el camino que requiere para regresar aquí y volvernos a encontrar.
Yo, .........., me comprometo a ...........
Este pacto de almas es firmado por las almas gemelas de Abril y .........
que prometen así entrelazar sus vidas en la tierra para que cuando regresen al cielo ambas hayan alcanzado un alto nivel de consciencia.»
La hoja está incompleta, no están allí los datos de la otra alma ni su firma. Una especie de decepción se apodera de mí, pero solo por un momento, en realidad siento que pronto descubriré más de esto y sabré qué significa para mí.
Regreso a la casona algo cansada, por lo que me voy a mi habitación para descansar, me gusta estos momentos porque siempre me revelan algo más.
Gracias por estar aquí. Este capítulo es muy importante, espero lo hayan leído con atención :)
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