Capítulo 14
Mi manera favorita de comunicarme con Camelia es a través de los sueños, he creado una historia que se repite en su mente casi cada noche. Los sueños son el momento en el que el alma se desprende del cuerpo físico y puede hacer viajes astrales, por lo que yo puedo crear el sitio e ingresar allí a encontrarme con ella. Es como crear una sala de chat en internet y encontrarnos allí.
Eso me permite de alguna manera estar cerca de Camelia, mucho más cerca que a raíz de una aparición. Pero también la intensidad del mensaje no es el mismo, porque la gente suele creer que los sueños son solo eso, sueños. Por eso lo repito una y otra vez, para llamar su atención.
Creo un ambiente hermoso, la escenografía es en inicio la ruta de las Camelias, lo he recreado lo más parecido posible para que cuando ella llegue allí lo reconozca de inmediato y no le quepan dudas de lo que he estado tratando de decirle.
No me es difícil conectar con su alma, es como si fuera parte de la mía. La leo con facilidad y conozco sus dudas más importantes. Hay algunas que no me competen a mí solucionarlas, sino a ella misma, pero tiene mucha presión con respecto a ocupar mi lugar en la tierra, tiene un temor a ser mi reemplazo y no estar a la altura.
—¡Si tan solo supieras todo lo que yo sé, Camelia! No veo la hora de tenerte aquí y poder darte un fuerte abrazo, el abrazo que nos prometimos cuando nos despedimos —digo para mí.
Me siento muy feliz por haber hecho todo lo que hice antes de morir, por la carta que dejé, por las instrucciones, es impresionante cómo una vez que estás desde el otro lado eres capaz de entender el por qué suceden las cosas y la manera en que se interrelacionan. Camelia tiene muchas dudas, y si no fuera por el empujoncito que le dará mi hija y mi carta, quizá no se animaría.
Por eso, en el sueño le muestro una casa. No es mi casa, no es su casa, es una casa en blanco que a medida pasa el tiempo se va llenando con nuevos muebles. Espero que comprenda más adelante que es el hogar que ella construirá allá y que ya no me pertenece a mí, sino a ella. En el último sueño, finalmente podré hablarle.
Mientras diseño los sueños en los que cada noche me mostraré y pienso en la interrelación de todas las cosas y de cómo se entrelazan este mundo con aquel, me asombro cada día más y mi vocación por ser un ángel guardián crece y crece.
Quiero poder estar en ambos mundos, poder cuidar a las almas que van allá, acompañarlas, sin dejar de estar en este. Es difícil de explicar, pero eso es lo que más anhelo, por eso con la ayuda de Uriel, ya he empezado con los cursos de preparación y presentado mi solicitud de admisión.
No sé cuándo podré comenzar, pero mientras tanto, disfruto de la misión que se me fue dada y de acompañar, de cierta manera, los procesos de mis seres queridos.
No puedo estar con ellos a cada rato, no puedo aparecerme, así como así, a observar la relación entre Ferrán y Mel. Eso me agrada, no quiero hacerlo, no quiero inmiscuirme en sus decisiones ni meterme en lo que ellos están compartiendo que les pertenece solo a ellos. Yo no siento ninguna clase de celos, mi amor va mucho más allá de eso, soy consciente de que lo que está sucediendo entre ellos es lo que debe ser porque es necesario para la evolución de sus almas y, además, yo misma hice un pacto de alma con Mel que en cierta manera llevó a que todo esto ocurriera.
Al menos eso me explicó Carmen, me dijo que, en ese pacto, ella y yo le dimos una ayuda a nuestro destino, porque esos pactos deben cumplirse sí o sí. También me dijo que, si Camelia hubiese cometido un suicidio, mi destino hubiese sido otro para siempre, no podría ser un ángel custodio porque nuestras almas, al ser gemelas, están interconectadas, y cuando una de las dos falta, la otra no logra brillar lo suficiente.
Así comprendí que por eso era feliz en la tierra cuando imaginaba a Mel llegando a mi hogar, había algo que yo no sabía conscientemente, pero que mi alma sí lo sabía y era capaz de anticipar. Yo podía percibir esa felicidad, podía sentir ese amor que fluiría en mi familia luego y la sanación que vendría de ese gesto. También comprendo por qué Naomi me llamaba loca, claro que desde el punto de vista del amor humano eso parece demasiado, pero yo sabía en mi interior que no me equivocaba y por eso dejé todo listo.
Estoy conforme con eso porque sé que mi hermana y mi madre en la tierra, no le pondrán las cosas difíciles a Camelia.
—Tu madre le tomará cariño con rapidez —dice mi padre un día—, ella podrá leer su alma y sabrá que es especial... Obviamente no podrá deducir todo lo que tú y yo sabemos acá, pero tu madre siempre fue muy intuitiva y sé que algo percibirá, aunque no sepa explicarlo.
Sonrío ante esa idea.
A medida que voy aprendiendo cosas y afianzándome en mi propósito, ya casi no voy a la tierra y los sueños que me llevan a recuerdos son más esporádicos. Ahora cada vez que entro a los descansos de consciencia solo veo una luz intensa que me llena de amor y parece recargar mis energías, aunque de vez en cuando, todavía tengo algunos recuerdos.
La próxima vez que me toca acudir a la tierra es por el llamado de Paloma. Estoy en su cuarto y la veo con el libro que le di en las manos, abierto en donde está la carta. Trae los ojos llorosos y puedo sentir que se encuentra preocupada.
—¿Es el momento, mami? ¿Es el momento? —pregunta y toma la carta en sus manos.
Se trata de la carta que le dije que le diera a la mujer que llegaría a sus vidas.
Pongo mi mano en su hombro y en cuestión de minutos me entero de todo. Sé lo que ha sucedido y comprendo que Camelia está asustada, su secreto ha salido a la luz y no se siente digna de Ferrán.
—Ahora es el momento —susurro en el oído de Paloma—, ve a darle la carta —insisto.
Paloma parece percibir algo porque lleva su mano a su oído antes de salir corriendo de la habitación.
Me siento feliz, sé que las cosas están por solucionarse al fin por aquí. Puedo sentir a Naomi, veo a Paloma llamarla y pedirle el favor, lo duda, pero en su recuerdo aparece nuestra conversación.
—Si no vas a ser tú la que me ayude con la carta, al menos prométeme que estarás allí si Paloma te necesita para hacerlo. Se la dejaré a ella.
—¿Estás consciente de que estás dejándole a tu hija la carta para otra mujer? Abril, ¿no te parece que estás yendo demasiado lejos? —inquirió con nervios.
—No, nunca será demasiado lejos cuando de amor a mi familia se trata —explico con calma—. No te pido que lo entiendas ahora, Naomi, solo que confíes en mí y que, si Paloma te pide ayuda, aceptes... Sé que ella recurriría a ti.
Naomi acepta de mala gana, y yo sonrío.
—Estás loca —murmura y yo solo me encojo de hombros.
Ahora Naomi busca a Paloma y se traga las lágrimas que tiene aglutinadas en la garganta, me siente cerca, sabe que yo tenía razón y eso despierta su melancolía.
Veo a Paloma ingresar a la casa, Mel le abre. Sonrío, puedo percibir que el corazón de Camelia está abierto ahora, es un buen momento para la carta.
Las escucho hablar y me siento orgullosa de mi hija, es una niña valiente e intuitiva, ojalá nunca pierda esa capacidad de ver con el corazón y de luchar por lo que cree correcto. Le da la carta, ha llegado el momento.
Veo a Mel abrirla, me acerco a ella y pongo mi mano en su hombro. Siento nuestra conexión, es intensa. Escucho mi carta y me veo a mí misma escribiéndola, aún no sabía todo lo que sé hoy y sin embargo ya podía intuirlo. Veo sus lágrimas caer y su corazón ensancharse de amor, ella puede sentirme incluso aunque no lo sepa, me deja entrar a su alma, donde mi recuerdo le producía temor ahora le llega paz, donde mi recuerdo le generaba incertidumbre, ahora hay certezas.
—Somos una sola —susurro.
Mel acaba la carta y yo la guio hacia el libro, debe ver mi foto y comprender que no es Carmen la que le habla en sueños, que soy yo. Debe acabar de comprender el mensaje.
Toma mi foto en sus manos y lo entiende.
—Sé feliz, Camelia —susurro.
Vuelvo a la casona, sé que todo se solucionará, simplemente lo sé.
Durante el resto del tiempo que estoy aquí, me dedico a ayudar en el rincón de los niños. Soy muy feliz allí, comparto con Mateo y otros niños, hablo con ellos y aprendo muchísimo de la forma que tienen de ver la vida las almas tan puras. Estar con ellos me une mucho más a la niña que un día fui y a mi alma gemela, que, aunque aún no ha terminado su misión en el mundo, sigue siendo mi hermana.
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