XI
- Elizabeth, ¿Estás segura? —preguntó Mael con evidente preocupación. No podía dejarla ir, esta misión era muy riesgosa, si algo fallaba, ella...
- Confía en mi —dijo la albina mirando a su amigo, su mirada era decidida y no solo eso, todo su ser estaba decidido.
Ella sabía que si algo fallaba, todo caería, ella podría ser asesinada... pero; estaba la otra posibilidad, una en la que saldrían ganando y sabrían el porque los caballeros oscuros estaban de nuevo en el reino.
- Es peligroso, no quiero —decía el chico de cabellos largos.
- Mael, confía en tu princesa, vendré sana y salva —dijo la chica mirando a su mejor amigo, con una radiante sonrisa.
- Que sea una promesa —dijo el arcángel, sabía que no la detendría, lo único que faltaba era esperar suerte.
- Es una promesa, como sea, tengo que ir a ver a Merlín —dijo la chica, alejándose del chico.
La albina comenzó a caminar, buscando a su amiga, estaba ansiosa por las nuevas cosas, ansiosa de poder entrar a la biblioteca; porque eso era lo único en lo que pensaba.
Ya después se preocuparía por la infiltración. Al pensar en ello, llegó a su mente el principe Meliodas. Suspiro pesadamente, debía controlar perfectamente su odio, porque de no ser así, saldrían perdiendo por culpa de ella.
Sus pasos se volvieron más rápidos, hasta encontrar a la azabache quien platicaba con Diane.
Se acercó a ambas chicas, ellas al verla, se miraron y luego volvieron a pasar su mirada hacia la albina. Elizabeth sabía que algo querían decirle.
- ¿Cómo estás? —preguntó Diane, sonriendo. Aquella chica de cabellos castaños se había vuelto más fuerte.
Después de la derrota que tuvieron contra los mandamientos no tuvo de otra que volverse más fuerte y entrenar. No dejaría que volvieran a lastimar a quien más amaba: sus amigas.
- Mejor que nunca —respondió.
- Eli, ¿no crees que es mejor que vaya alguien más? —preguntó la gigante.
- No, ya hablamos de esto, quiero ir, debo hacerlo —dijo la albina con una sonrisa. Todos y todas sabían que Elizabeth era una de las chicas más tercas, pues siempre hacia lo que dictaba su corazón aunque eso la lleve a algo peligroso.
- Tienes tiempo de pensarlo mejor, hermanita —dijo esta vez la azabache cruzando los brazos.
- Chicas, todo saldrá bien, no hay nada que pensar —dijo la albina, suspirando, ya se estaba hartando de que todos le dijeran eso. Sabía que era la princesa de Liones pero no por eso tenían que tratarla como una inútil.
Ella sabía que podía, lo lograría. Pero ahora tenía otros asuntos rondando su mente.
- Merlín, debemos ir a la biblioteca, ahora —dijo la princesa, con una sonrisa.
La azabache suspiro, en serio estaba rezando porque las cosas no terminaran mal.
- Vamos —dijo, Diane las miro curiosa, la albina sonrió y comenzó a explicar detalladamente el plan.
- Estás loca Elizabeth —dijo riendo, cada vez se sorprendía de su amiga.
- ¿Irás? —preguntó sonriendo.
- Por supuesto —dijo y le dió una sonrisa cómplice.
Las tres chicas caminaban hacia la biblioteca, platicaban animadamente, más que nada para no levantar sospechas.
- Esperen, esperen —dijo Diane antes de llegar a la biblioteca.
- ¿Qué pasa? —preguntó Merlín.
- Deben de ser muy silenciosas, esa parte de la biblioteca siempre está protegida por dos guardias —dijo la castaña.
- Debí imaginarlo —dijo Merlín.
- Yo he venido aquí millones de veces y jamás había visto eso —dijo Elizabeth desconcertada, porque era verdad, a ella siempre le ha gustado saber todo lo de su reino o simplemente leer un buen libro, es verdad que ahora por la guerra ya no había podido ir pero... Estaba muy segura que nunca vigilaban.
- Elizabeth, algo cambio o algo quieren esconder, esos guardias no estaban aquí, nunca cuidaban, pero... Tiene unos cuantos meses que ahí están cuidando la entrada —dijo la castaña.
Elizabeth no podía creer que su padre le ocultara algo y si cuidaban de esta forma entonces era algo malo.
- Eli, no tenemos mucho tiempo, ¿lo haremos? —preguntó la maga.
- Claro que si —dijo la albina.
- Diane haz todo lo posible por distraerlos, nos teletransportaré adentro, pero si escuchan algo o sienten mi poder deber hacer algo para distraer, ¿Entendido? —preguntó la azabache.
- Lo haré —dijo la castaña, caminando hacia la biblioteca.
- Debemos ser muy rápidas —dijo Merlín mirando a Elizabeth, está asintió. Merlín tocó el hombro de la princesa y se concentro en su magia.
Cada vez su teletransportación mejoraba, pero aún así debía de poner toda su concentración y ahora muchísimo más, pues, tenía la presión de que alguien las encontrará.
Ambas chicas llegaron adentro de la habitación. Habían velas prendidas que hacían que el lugar se vieja un poco tenebroso. Habías tres estantes pequeños pero llenos de libros, los cuales se veían viejos y llenos de polvo.
Elizabeth camino hacia uno de los estantes, buscando algo que le diera una respuesta a todas las preguntas que tenía.
Merlín por su parte miraba el lugar, comenzó a buscar en los libros, algunos hablaban acerca de la creación de todos los clanes, se hablaba del caos. Ella sabía de todo esto, pero... Siempre pensó que algo faltaba en toda esa historia que sus profesores le hablaban.
Elizabeth por su parte diviso un libro, era muy delgado y de color blanco, ese libro estaba en el estante de enfrente, la chica lo abrió con curiosidad, tenía muy pocas hojas, unas 20 tal vez.
Lo abrió y ahí en la primera página estaba el sello de la Deidad Suprema y su firma, sabía cuál era su sello, pues su padre lo tenía. Paso de página y se sorprendió al ver las palabras que estaban ahí.
El reino de las Diosas y el Reino Demoníaco.
Se sorprendió, ¿por qué estaban los nombres de los reinos juntos?.
Queda prohibida una ... de...
Elizabeth trato de leer lo que decía pero la tinta estaba corrida y no se podía identificar. ¿Una que?. Siguió pasando las páginas... Pero no había nada que se entendiera. La tinta estaba toda corrida y habían partes de las hojas que estaban rotas, como si alguien las hubiera arrancado. Casi en la última hoja miro unas palabras que la dejaron con muchas dudas.
Se dice que... cierto reino
nació un príncipe hace
....
También se ... está bajo .... efectos de una poderosa maldición.
Elizabeth trataba de ver lo que se decía, peor la tinta estaba esparcida, el resto de la hoja estaba arrancada.
Merlín se acercó para ver qué era lo que su hermanita tenía en manos. De pronto unos gritos fuera de ese pequeño lugar se escucharon.
Afuera de la habitación, Diane platicaba animadamente con la bibliotecaria, sin embargo, vio que a la biblioteca llegaron Ludociel y el Rey Baltra, hablaba algo bajo y se encaminaban a esa dicho habitación.
Diane comenzó a ponerse nerviosa, debía hacer algo. Se le ocurrió una idea. Mientras seguía hablando con la mujer comenzó a tambalearse, para luego dejar que su cuerpo cayera al suelo, asustando a la anciana con la que hablaba.
- ¡Lady Diane! —gritó espantada. El rey Baltra y Ludociel voltearon al escuchar el grito.
- ¿Qué le paso? —preguntó el rey poniéndose de rodillas ante la joven.
- ¡No lo sé solo se desmayo! —dijo la anciana temblando.
- ¡Ustedes dos, vayan por una druida!, ¡Ahora! —grito Ludociel a los dos soldados que vigilaban el lugar.
Merlín y Elizabeth sabían que esa era su señal. La princesa arranco la hoja, Merlín tomo su hombro y se concentro, se teletransportarían hacia los jardines del castillo. Cuando los diviso, su magia hizo que llegarán hasta allí.
Sin embargo, Ludociel sintió esa pequeña fuerza de poder. A los minutos llegaron varias druidas con una camilla y se llevaron a Diane.
El rey y Ludociel entraron en esa habitación, hablando de varias cosas, acerca de los caballeros oscuros.
- ¿Y bien conseguiste lo que querías, Eli? —preguntó la azabache.
- No, pero encontré esto —dijo Elizabeth, mostrando el papel. La maga leía con mucho cuidado aquellas palabras.
- ¿Un príncipe? —preguntó al aire.
- Es muy raro, el libro hablaba de dos reinos y el inicio mencionaba al Reino Demoníaco —dijo la albina.
- Si, es muy raro, pero no sabemos nada, debemos investigar más, por ahora vamos a ver a Diane —dijo la azabache suspirando, caminando a la enfermería del castillo.
La noche pasaba tranquila, Elizabeth estaba en su habitación con aquellas palabras en su cabeza, ¿un príncipe?, ¿una maldición?, todo esto no tenía sentido... Pero si ese libro estaba escrito con la letra de la Deidad Suprema, además las hojas estaban arrancadas como si alguien no quisiera que alguien más leyera esas hojas.
Suspiro pesadamente, ahora tenía algo más en mente y que su corazón le decía que era muy importante.
A la mañana siguiente, el Rey comía junto a su esposa y sus dos hijas, hablaban del plan de unos cuantos días.
Sin embargo, a la entrada del castillo, había un pequeño problema.
- ¡Vengo en paz!, ¡Déjenme hablar con el Rey! —gritaba enojado.
- ¡No se puede! —grito un guardia.
A la entrada llegó Ludociel para calmar a las tres personas que peleaban a gritos. El arcángel se sorprendió al ver a la persona.
- Señor Ludociel, necesito hablar con el Rey, es urgente —dijo.
- Helbram —contesto — ¿Qué haces aquí?.
- Ya lo dije, vengo a hablar con el Rey, es urgente y creo que nos conviene a ambos reinos —dijo mirando al arcángel.
- Déjenlo pasar —fue la respuesta del arcángel.
Ambos caminaron en silencio, hasta el comedor real, dónde la familia real comía.
- Su majestad, tenemos un invitado, quiere hablar con usted —dijo Ludociel.
- Helbram —dijo mirándolo sorprendido, al igual que sus hijas, hacia mucho tiempo que el Reino de las Hadas decidió dejar alado las alianzas con cualquier reino — Vamos al despacho.
Los tres hombres caminaron hacia allá, al llegar entraron y se sentaron.
- Rey, hace unos días fuimos atacados por el Reino Demoníaco —comenzó a hablar la hada.
- Que desgracia —dijo Baltra.
- El Rey Gloxinia, quería venir personalmente, pero dejar el reino solo, sería una estupidez; vine a pedir en nombre de mi Rey y de mi Reino una alianza con ustedes —dijo el hada, casa palabra que decía salía con seguridad.
- ¿Que ganaríamos? —preguntó Ludociel quien miraba a la hada con una ceja alzada.
- Poder, poder del árbol sagrado, recursos naturales, lo que quieran a cambio de protección —dijo Helbram.
- ¿Protección? —preguntó Baltra.
- Estamos algo bajos de poder mágico, necesitamos tiempo de recuperación o al menos el árbol sagrado, además de que pelear de esta forma de nuevo con los demonios es una tremenda estupidez —dijo la hada.
- ¿Por qué los atacaron? —preguntó Ludociel.
- Querían una alianza, pero el Rey Gloxinia los rechazo —dijo Helbram.
- ¿Una alianza?, ellos jamás se han aliado con nadie —dijo Ludociel incrédulo.
- Se los ruego, consideren una alianza con nosotros; pelearemos a su lado, al menos yo lo haré —dijo Helbram, esos demonios debían pagar por lo que sucedió hace días y no solo por eso, por todos los ataques.
- Lo pensaremos —dijo el Rey Baltra.
- Muchas gracias —dijo Helbram haciendo una pequeña reverencia.
Por otro lado, en el Reino Demoníaco, se encontraban Zeldris, Meliodas y el Rey Belfegor, hablando.
- Padre, ¿para que vendrán los caballeros oscuros? —preguntó Zeldris.
- Es para una misión —dijo tomando su copa y bebiendo de ella.
- ¿Una misión? —preguntó ahora Meliodas.
- Así es, mi querido hijo —dijo el rey riendo, Zeldris frunció el ceño ante tales palabras.
- ¿Cuál misión? —preguntó Zeldris.
- El asesinato del Rey Gloxinia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro