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VIII

En el reino de Liones se encontraban tiradas en el suelo las dos doncellas y la princesa, las personas que pasaban por ahí se sorprendieron de lo mal que se veían las pobres mujeres.

- ¡Lady Merlín! —gritó un caballero que pasaba por ahí corriendo hacia la pelinegra.

- Trae a una druida, la princesa y Diane están muy mal —dijo la maga tomando aire.

- ¡Por supuesto!, Por favor ayuden a las señoritas —dijo el caballero antes de salir corriendo hacia el castillo que estaba un poco alejado de dónde estaban.

- ¡Lady Merlín! —gritó una mujer, haciendo que la mencionada la viera con curiosidad — Si me lo permite, las llevaré a mi casa.

La pelinegra asintió, dos hombres cargaron a Diane y Elizabeth, caminando hacia la casa de aquella mujer, al llegar Merlín se sentó en el sofá del hogar mientras que a las otras dos chicas las llevaron arriba.

- ¿Necesita algo, lady Merlín? —preguntó una joven.

- Agua, por favor —contesto la maga tratando de sonreir.

El ocupar sus poderes mágicos de esa forma le estaba costando caro, le dolía la cabeza, hubiera sido fácil el que solo ella se hubiera teletransportado, sin embargo, al ser tres personas y al ser algo alejado le costaba bastante. Se sentía mal, la joven chica le acercó un vaso con agua y está se la tomó toda.

- Debería descansar un poco —dijo la chica con una leve sonrisa.

La pelinegra asintió, acostándose completamente en aquel cómodo sofá.

Su cuerpo pesaba, además había ruido afuera, comenzó a abrir lentamente sus ojos, ¿cuánto durmió?, se levantó del sofá, tocando ligeramente su cabeza, aún dolía un poco.

- Lady, la druida ya está aquí —dijo la dueña del hogar, Merlín asintió con una leve sonrisa y camino hacia arriba. Entro en una habitación, dentro de ella vio a la castaña, su cabello estaba suelto, se veía bien, sonrió; luego entro a la habitación de alado dónde estaba su querida hermanita, la albina se veía mejor, sonrió aliviada.

- Gracias Nahid —dijo la maga sonriendo a la druida que estaba sentada en un costado de la cama.

- No hay de que, la princesa es importante para él reino —dijo la mujer sonriendo — Estaba bastante mal, ¿Qué ocurrió?.

- Los mandamientos, eso ocurrió —dijo con evidente irritación.

- Ya veo —dijo la joven, suspirando.

A la habitación entro Mael, con una expresión preocupada.

- ¿Cómo está?, Al enterarme vine directo para acá —dijo el chico mirando a Merlín y a Nahid.

- Ella está estable —dijo la maga sonriendo.

- ¿Qué ocurrió? —preguntó, mirando dolido a su amiga. Ya había sido dos veces en las que Elizabeth estaba mal, él debía cuidarla ahora más que nunca.

- Bueno, fuimos a nuestra misión y al llegar a un lugar, casi al instante tres mandamientos llegaron, nos atacaron y bueno —explico la chica mirando a la joven albina.

- Ya veo, debería hacer que la princesa deje el campo de batalla —dijo el joven suspirando.

- No lo hará, es obstinada y preferiría morir peleando que quedarse en el castillo sin hacer nada —dijo la pelinegra.

- Lo se, es solo que... Me da miedo perderla —dijo el chico con algo de tristeza en su voz.

- A mi también, me da miedo perderla pero... Ella podrá con esto —dijo la joven sonriendo.

Pasaron unas cuantas horas en las que se quedaron en aquella casa hasta que la princesa despertó. Se comenzó a levantar hasta quedar sentada.

- Hermanita, ¿Cómo te sientes? —preguntó Merlín sonriendo.

- Bien... solo me duele un poco la cabeza —dijo la albina sonriendo.

- ¿Por qué no utilizaste los poderes de las Diosas? —preguntó Mael, sorprendiendo a la chica pues no lo había visto.

- Lo intenté, pero... no pude —dijo la chica recordando ese sentimiento que tuvo al pelear con Derieri.

- Esto es muy raro —dijo el joven.

- ¿Diane, está bien? —preguntó la chica.

- Si, ahora mismo está recostada, hace poco también despertó, está junto a Eleine  —dijo Merlín sonriendo.

- Ya veo, debemos regresar al castillo, no debemos de aprovecharnos de está gente —dijo la chica sonriendo.

Trajeron una carreta para llevar a las tres chicas.

- Tengo una gran duda desde que desperté —dijo Diane, haciendo que todas la vieran — Si los mandamientos no calcinaron a esos demonios, ¿Quién lo hizo?.

Todas miraron a la castaña y esque era verdad, no sabían porque había pasado eso y de alguna manera las ponía ansiosas.

- Por ahora, entrenaremos —dijo Merlín mirando a sus amigas con un semblante serio — No hemos dado nuestro 100% debemos entrenar duro, todas.

Las tres chicas asintieron decididas, debían volverse más fuertes.

Mientras tanto en el Reino Demoníaco, Zeldris caminaba pensativo, ¿una alianza?, ¿para qué una alianza?, el pelinegro caminaba por los pasillos del gran castillo, buscaba a su hermano.

Mientras tanto Melascula descansaba en su habitación por la perdida de uno de sus corazones. Derieri estaba enojada, hubiera podido matar a esas chicas.

Pero... ¿Meliodas no peleó con esa diosa y casi pierde?. Ella estaba en el comedor del castillo sentada pensando en todo lo ocurrido, no se dió cuenta cuando el rubio entro a este.

- Derieri, ¿No has visto a Ban y King?, no los he visto —preguntó el chico mirando a la mujer.

- No los he visto —dijo sin interés, pero a su mente llegó esa princesa, decidió preguntar — Meliodas...

El rubio que ya se iba a ir, volteo a ver a la peli-naranja, confundido por su llamado.

- ¿En realidad peleaste con la princesa Elizabeth? —preguntó curiosa.

- Si, ¿por qué la pregunta? —ahora era él quien preguntaba curioso.

- Pelee con ella —dijo sin más, haciendo que el rubio se sorprendiera haciendo que un escalofrío recorriera su cuerpo ¿la habrá asesinado?, de pronto se comenzó a alterar.

- ¿Y que ocurrió? —preguntó de una forma tosca y seria.

- No entiendo cómo fue que pudo asesinar a Calmadios, pelee con ella y no sentí un poder que realmente me pudiera asesinar —dijo la mujer mirando al rubio.

- Y yo que se, solo pelee con ella y ya, no la conozco —dijo el rubio algo irritado, ¿que demonios había pasado?. El chico camino hacia afuera del comedor, ¿por qué se preocupo de esa forma?, ni siquiera la conoce.

Mientras caminaba hacia su habitación, Zeldris lo paro, haciendo que Meliodas lo viera.

- Iremos al Reino de las Hadas —dijo el pelinegro.

- ¿Para que? —preguntó su hermano confundido.

- Iremos a hablar con el rey Gloxinia acerca de una alianza —dijo el chico aún dudando acerca de ello.

- Está bien —dijo el chico sin interés entrando a su habitación.

Meliodas entro a su habitación, pensando en Derieri, una curiosidad había invadido todo su ser, ahora más que nunca quería volver a verla y pelear con ella, tenía que admitir que esa princesa era interesante, pero, ¿por qué no pudo pelear contra Derieri?, es muy claro que la chica era una de las mejores guerreras del lugar, sin embargo, no se podía comparar al poder que Zeldris y él tenían. Ahora más que nunca estaba curioso.

Comenzó a alistarse para dormir, pero nuevamente un pensamiento llegó a su cabeza, ¿una alianza?, ¿para que?, el Reino Demoníaco es uno de los más poderosos, por no decir que es el más poderoso, aunque aún no tenían a Estigma en su poder, pero esos eran detalles menores, además tenían allá a los 6 caballeros negros en ese campo de batalla, solo debían esperar a que los arcángeles bajarán la guardia para que tengan esa capital en su poder.

Se acostó en su cama listo para dormir, no quería que al siguiente día todo se fuera a la mierda por no descansar bien.

A la mañana siguiente, el rubio se levantó, no estaba animado, simplemente su humor los últimos días no era de un amargado como a veces lo era. Al alistarse salió de la habitación y camino al comedor donde su padre los esperaba a desayunar.

La familia desayuno, hablando de los últimos sucesos que estaban pasando en Estigma. Al terminar Zeldris se dirigió con su hermano a los jardines del lugar para hablar del plan.

- ¿Solo hablaremos? —preguntó Meliodas.

- Exacto —dijo el pelinegro.

- No será divertido —dijo el rubio algo aburrido.

- No todo en la vida es asesinar por asesinar, además si no aceptan tenemos la orden de hacer un pequeño caos —dijo el chico con semblante serio.

- Lo que digas hermano, yo solo escucharé tu hablaras —dijo el rubio sin mucho interés.

- No es como que quisiera que tú hablaras con el rey Gloxinia —dijo Zeldris con un tono burlón.

Después de un par de horas, ambos hermanos y algunos demonios se dirigían hacia el Reino de las Hadas.

Gloxinia hablaba con Helbram animadamente acerca del próximo baile que se haría con los habitantes del reino.

- Gloxinia se que no te gusta que hable de ello pero... ¿Crees que Eleine esté viva? —preguntó el peli-verde.

- Sinceramente no lo sé —dijo el rey, aunque a veces se mostraba desinteresado en hablar de ello, realmente le interesaba saber si aquella rubia aún estaba viva. Cuando sucedió toda esa tragedia Eleine desapareció.

Siguieron hablando de muchas cosas más, hasta que Gloxinia se paró en seco seguido de Helbram.

- ¿Son demonios? —preguntó Helbram en pose de batalla.

- Si —fue la  corta respuesta del rey Hada para mirar como arriba de ellos, arriba del gran árbol, se encontraban presencias sumamente poderosas.

Gloxinia voló hacia arriba seguido de Helbram, quedando frente a frente sorprendiendo a ambas hadas.

- Rey Gloxinia —dijo Zeldris mirándolo fríamente, a su lado se encontraba Meliodas quien miraba a los lados sin interés.

- Príncipe Zeldris —contesto Gloxinia, pendiente a todos los movimientos de ambos demonios además de que también veían a los demonios grises que los acompañaban.

Helbram los veía con desconfianza, ¿qué hacian ellos aquí?, ¿qué harían ahora?, pensaba el hada de cabellos verdes.

Ambos chicos se miraban fijamente, Gloxinia miraba cada movimiento, presentía que una batalla comenzaría en cualquier momento y debía estar preparado.

- Baje la guardia Rey, venimos a hablar —dijo el príncipe.

- ¿Hablar? —preguntó Gloxinia confundido.

- Venimos a hablarle de una posible alianza, que nos beneficiará a ambos reinos —dijo Zeldris.

Gloxinia estaba perdido, ¿Alianza?, algo le olía muy mal, sin embargo, como Rey debía escuchar todas las propuestas, estrategias, tratados, reglas que otros reinos proponían, al menos eso era lo que le había inculcado el antiguo Rey Hada.

- Escucharé, vayamos adentro —dijo el Rey volando había abajo y llevando a los dos príncipes a una pequeña sala de reunión. Los príncipes seguían al Rey uno con una media sonrisa y el otro con evidente aburrimiento.

Al rubio no le gustaba ir a reuniones incluso las de su padre le daba bastante aburrimiento ir pero debía hacerlo, además Zeldris era quien le decía todo después, ahora mismo estaba muy aburrido.

Al entrar en el pequeño edifico hecho de ramas fuertes, en medio del lugar había una mesa redonda de piedra con varios bancos que parecía hechos de musgo.

El rey se sentó en medio esperando las palabras de aquellos hermanos.

- Los escucho —dijo el hada con una mirada seria.

Meliodas lo veía sin interés, realmente esto era aburrido, ¿por qué no simplemente tomaban a la fuerza el reino?.

- Vera, Rey, hemos venido por una alianza, una que sinceramente será de real importancia para ambos reinos, tengo entendido que hace unos cuantos años sufrió un debastador ataque —el azabache explicaba cada punto, muy pocas personas y reinos sabían lo que hace años había pasado en el reino. Gloxinia lo miro con una ceja alzada, no podía creer que alguien tuviera esa información, sin embargo, esperaba que no supiera todo — Si mis fuentes son correctas, incendiaron el árbol sagrado.

La mirada de Gloxinia le dijo que era verdad, ¿cómo es que esa información se sabía?, Helbram miraba a los hermanos con un real desprecio. Por otro lado Zeldris mirada con una sonrisa algo burlona al Rey Hada.

- Por su rostro... puedo pensar que es verdad ¿cierto? —preguntó con prepotencia.

- Sigo sin entender, a usted que le importa lo que a lo reino le ocurra, principe —dijo Gloxinia con una mirada neutra y voz seria, supo que había sido un error haber dejado ver sus emociones.

- Me importa bastante, como le decía, si lo que el Reino Demoníaco sabe de este encantador reino, una vez que el árbol sagrado muere, el bosque ya no se regenera, ¿no es así? —pregunto con una ceja alzada.

- ¿Cómo sabes eso? —preguntó Helbram.

- Esos son detalles menores —contesto esta vez Meliodas con los brazos cruzados mirando fríamente al hada que se encontraba frente a él.

- ¿A qué quieren llegar con esto? —preguntó el pelirrojo ya un poco irritado por la actitud de ambos príncipes.

- A lo que quiero llegar, Rey, es que están muy mal en cuanto a poder mágico se refiere, el bosque aún no se ha regenerado por completo, por lo que cualquier reino podría atacarlo a usted y a su gente, es por eso que haremos una alianza. Ustedes nos proporcionan riquezas del bosque a cambio de protección, todos salimos ganando —dijo por último el chico con una sonrisa de lado.

- Me niego —dijo el Rey levantándose.

- ¿Qué? —preguntó incrédulo.

- Me niego, su alteza —dijo de nuevo con voz firme.

- ¿Usted está seguro de lo que dice, majestad? —preguntó con evidente burla.

- Por supuesto, de todos los reinos jamás confiaría en el de usted, sin ofender, ahora les pido que se retiren pacíficamente —dijo el Rey caminando hacia la puerta junto con Helbram.

- Lamento mucho esa respuesta, Gloxinia —dijo el pelinegro caminando hacia la salida.

Meliodas iba a su lado y al salir de aquella habitación, chasqueo los dedos, y todos los demonios grises que se encontraban sobrevolando el lugar lanzaron bolas de un color naranja/amarillo que comenzaron a estallar por todo el bosque.

- ¡Malditos! —grito Helbram empuñando su arma.

- ¡Helbram!, debemos ir a ver si no hay heridos, una pelea ahora sería estúpido —dijo el Rey mirando con rabia a los hermanos, mientras se preparaba para volar.

- Tome esto como una advertencia —dijo el rubio con una sonrisa burlona.

Poco después las hermanos se encontraban surcando el cielo con los demonios grises atrás de ellos.

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