IV
Eleine salió de su habitación, caminaba por el gran pasillo pensando en su amiga Diane, debió ser horrible para ella pelear con Meliodas, la pequeña mujer no dejaba de pensar en lo aterrador que debió ser para la gigante además de ese poder del que Gil hablaba acerca de Elizabeth, la rubia caminó hasta llegar al lugar de entrenamiento donde los soldados que irían con ella se estaban preparando, al igual que ciertas chicas que entrenaban juntas.
- Tardaste mucho Eleine —dijo una chica de cabellos morados, sosteniendo su espada.
- Lo siento, Jericho —dijo la rubia sonriendo.
- Iré por mi mochila, no tardo nada —dijo la chica para salir corriendo hacia su habitación.
- Les deseo suerte en su misión —dijo Guila sonriendo.
- Gracias, ¿que harás esta noche? —preguntó Eleine.
- Descansar y arropar a mi hermano —dijo la chica con una sonrisa, aquella mujer de cabellos negros amaba a su hermano y eso no era una sorpresa para nadie mucho menos para la rubia que se encontraba frente a ella.
- Ya veo, me lo saludas —dijo la rubia con una leve sonrisa.
- ¿Tú no tienes hermanos? —preguntó la guerrera, pues para muchos aquella chica era todo un misterio, cierto día llegó al reino y pronto se convirtió en una de las doncellas, nadie sabía nada sobre ella, su familia, su gran poder, o algo tan tonto como su edad es por eso que Guila aprovecharía este momento para poder saber algo de aquella chica.
- Si —fue la corta y sencilla respuesta de Eleine, una respuesta llena de tristeza y su mirada no denotaba algo más que eso, tristeza, por lo que Guila no pregunto nada mas, cosa que internamente agradeció la rubia, a los pocos minutos llegó Jericho con su mochila.
- Creo que es hora de irse, les deseo suerte, cuidense —dijo la mujer sonriendo, a veces aquella sonrisa podía llegar a ser bastante aterradora, pero para las dos chicas a las cuales era dirigida solo podían sonreír al igual que ella —Eleine cuida a Jericho por mi —dijo la chica sonriendo.
- Por supuesto —dijo la pequeña mujer sonriendo.
- ¿¡Qué!?, ¡No necesito que me cuiden! —gritó la joven de cabello morados haciendo sonreír a ambas chicas.
- Solo cuidate Jericho —dijo Guila acariciando la cabeza de Jericho — No quiero que nada malo te pase.
Eleine veía la escena, encantada, a su mente el rostro de un chico vino a su mente y sintió como si su pecho se presionara, los sentimientos eran tantos, decepción, odio y demasiada tristeza, en verdad daría todo por haber ayudado más a ese chico pero el tiempo no podía volver a atrás y ella debía superarlo.
- Señorita Eleine, estamos listos —dijo un soldado, dándole su caballo.
- Bien, ¡Chicos, es hora!, ¡Vámonos! —gritó la doncella, haciendo que todos tomaran sus respectivos caballos, saliendo del reino.
Unas cuantas horas antes, en un pueblo del sur de Liones se encontraban Ban, el zorro de la avaricia y unos cuantos soldados, buscando información.
- No entiendo porque el Rey nos mando aquí —dijo uno de los soldados con cierto fastidio.
- Ya te lo dije, solo buscamos información, así que deja de molestar de una vez —dijo el zorro mirando al soldado seriamente.
Ban decidió separarse de los soldados, le hubiera gustado venir solo las cosas serían más sencillas, camino por las calles del lugar hasta encontrar una taberna, pensando en que los soldados harían su trabajo decidió entrar en ella y pidió una cerveza. No se supo cuánto tiempo había pasado pues Ban había perdido la noción del tiempo por estar bebiendo, pero a aquella taberna entró uno de los soldados.
- Señor Ban, encontramos algo —dijo el hombre algo molesto, pues había buscado en todos los lugares posibles de ese pueblo para encontrarlo bebiendo. Ban se levantó sin pagar cosa que alarmó al dueño del lugar pero este antes de poder decir algo vió el símbolo que tenía en el oblicuo izquierdo por lo que el hombre no dijo nada, todos los presentes sabían que si este lo retaba solo podía significar una cosa: muerte, por lo que era mejor quedarse callado, después de que Ban saliera, el hombre llamó a uno de sus hijos e hizo que fuera hasta Liones para poder decir que ahí estaba un de los pecados, fue así como la misión de capturarlo quedó a manos de Eleine.
- Bien, bien, ¿qué encontraron? —preguntó el zorro, llegando a una tienda.
- Este hombre, sabe algo —dijo uno de los soldados aventando al susodicho haciendo que este se cayera enfrente de Ban.
- Bueno, entonces habla —dijo el chico sonriéndole, mostrando sus colmillos, cosa que hizo temblar aquel pobre hombre.
La noche azotó el lugar, Ban no dejaba de golpear al hombre cada vez que este decía que no sabía nada, cosa que ya estaba desesperando al pecado.
- Dime Theo —dijo el chico, levantando la cabeza del hombre — ¿Tienes hijos?. Esa pregunta hizo temblar al hombre.
- S-si —pudo apenas decir el hombre.
- Oh ya veo, dime ¿quieres que mueran? —pregunta el hombre de cabellos blancos sonriéndole "amistosamente".
- ¡No!, ¡Por favor, no los toquen! —gritó el hombre desesperado, comenzando a llorar.
- Entonces, habla —dijo Ban con una voz fría, que hizo helar la sangre de todos ahí presentes, en especial de aquella mujer que veía desesperada como es que torturaban a su esposo, rogando que sus hijos no salieran de la tienda.
- ¡Ya se los dije!, ¡No se quien es esa mujer! —gritó el hombre, por lo que Ban solo agacho la cabeza y soltó otro puñetazo en la panza de este.
- ¡Theo! —gritó la mujer, llorando.
- Me estoy empezando a molestar, ¡Brais, quémalo todo! —gritó el zorro, por lo que el mencionado salió corriendo y minutos después un incendio se comenzó, haciendo que el caos empezará en ese pueblo.
- Saca los niños de la tienda —ordenó a uno de los soldados a la mujer que yacía en el suelo, esta abrió los ojos, no podía sacarlos, los matarían — ¿¡No escuchaste!?, ¡Saca a los niños! —gritó el hombre haciendo que la mujer se levantara y sacará de la tienda dos niños pequeños, que lloraban por el miedo.
Ban se acercó a uno de ellos y lo miró, lo tomó por el cuello cosa que hizo que la mujer, el hombre y el hermano gritaran. Sinceramente Ban no lo mataría pero necesitaba esa información.
- ¡Esta bien!, ¡Te lo diré, todo!, ¡Solo dejalo ir, por favor! —gritó el hombre, desesperado para que no mataran a su hijo, se sentía mal por aquella mujer pero si no contaba lo que sabía matarían a su hijo.
- Así me gusta Theo, comienza a hablar entonces —dijo el zorro, aventando al suelo al pequeño niño.
Por otro lado una pequeña tropa se acercaba a gran velocidad al ver el incendio.
- ¡Chicos, estén listos para la batalla! —grito Eleine, quien comandaba la tropa. Al llegar comenzaron a ayudar a la gente, sin embargo uno de los soldados enemigos vio a la tropa llegar por lo que fue con Ban.
- Señor, hay problemas, una de las doncellas está aquí —dijo el soldado.
- Maldición, creo que te llevaremos Theo —dijo el zorro rascándose la nuca — Contengalos mientras salgo del pueblo.
Los gritos de la familia se comenzaron a hacer audibles y Eleine se dió cuenta de ello pues no estaban lejos de donde todo esto estaba ocurriendo así que no dudó en dirigirse hacia allá, varios soldados enemigos comenzaron a atacar no solo a ellos sino también a la gente.
- ¡Jericho!, ¡Encárgate de estos! —grito la rubia, antes de salir con su caballo.
Una pequeña batalla se desató entre la soldado sacro y algunos soldados enemigos, Eleine por su parte se dirigió al lugar donde esos gritos sonaban y vio a un hombre bastante alto de cabellos blancos con una piel bastante pálida, llevando a un hombre.
- ¡Suéltalo! —ordeno la rubia.
- Creo que no es posible, niña —dijo el chico con un tono burlón.
- ¡Dije que lo soltaras! —dijo la mujer con una voz seria, bajando de su caballo.
- Creo que no sabes muy bien quien soy —dijo el chico rascándose la nuca — El zorro de la avaricia, Ban —dijo el chico colocándose frente a ella y mirándola fríamente — Vete, antes de que te parta en dos, niñita.
- Y yo creo que no sabes quien soy, te dejaré ir, solo si sueltas a ese hombre —dijo la mujer, desafiando con la mirada al zorro, cosa que lo sorprendió pues en otra situación saldrian corriendo pero ella se mostraba seria e inmutable, ¿quién era?, ni de chiste la doncella, era demasiado pequeña.
- No me hagas reír —dijo el zorro, sacando su bastón divino Courechouse, lanzando un primer golpe hacia la chica, sin embargo Eleine extendió su mano y sacó volando a Ban haciendo que este se sorprendiera.
- Y tu no me subestimes a mi, Eleine, una de las doncellas de Liones —dijo la rubia levitando y mirando con desprecio al hombre.
Ban sonrió, esta chica si que era una sorpresa, sin embargo el nombre de Eleine, lo había escuchado antes pero ¿dónde?, se dirige a atacar de nuevo pero Eleine utilizó el mismo ataque, una y otra vez, haciendo que este se desesperara.
- ¡Pelea de verdad! —gritó el zorro, sin embargo Eleine se limitó a sonreír.
- Solo espere a que ese hombre y su familia escapara —dijo la rubia sonriendo.
- ¡Mierda! —gritó Ban, volteando a ver hacia atrás. Sin embargo y sin percatarse Eleine recibió un fuerte golpe de un soldado enemigo.
- ¡Señor Ban, lo tenemos! —gritó uno de los soldados, haciendo sonreír a Ban. Eleine se recuperaba del golpe maldiciéndose a sí misma, antes de que pudiera hacer algo una de las casas se derrumbó haciendo que el polvo se levantara y el incendio se esparciera más, volteo a ver a donde estaba Ban y mientras este desaparecia en la nube de polvo, volteo a verla y le dio una sonrisa sádica, esa sonrisa, ella conocía esa sonrisa, no podía ser cierto, no podía. Trato de levantarse y solo vio como aquel pecado salía corriendo.
- ¡Eleine! —gritó Jericho asustada al verla en el suelo.
- Estoy bien, pero se lo llevaron, a un hombre —dijo Eleine levantándose con ayuda de Jericho.
- Debemos ayudar a la gente, luego iremos tras ellos —dijo la mujer de cabellos morados, por lo que Eleine acepto.
Se sentía mal, por su culpa se habían llevado a ese hombre, si no hubiera bajado la guardia, además esa sonrisa, esa maldita sonrisa es la misma que vio aquel día, ¿era él?, si es así lo encontraría y haría que le dijera todo, necesitaba una explicación de ese maldito.
En otro lado, cierto rubio se levantaba de la cama de Melascula y se comenzaba a vestir, haciendo algo de ruido por lo que aquella mujer se levanto y miro a Meliodas, realmente lo amaba, pero ella decía en todo momento que solo era sexo, cosa que para Meliodas era eso: sexo y ya.
- ¿Ya te vas? —preguntó con voz melosa.
- Si —respondió el rubio, sin mucha importancia se levantó de la cama.
- ¿Acaso no te gusto? —preguntó la chica sentándose, Meliodas se limitó a mirarla para luego salir de la habitación, la verdad es que no, antes si que le gustaba pasar ese tipo de tiempo con ella, pero ahora simplemente era nah, además sabía que habían muchas rameras iguales a ella afuera. Mientras caminaba a su habitación, cierta princesa llegó a su cabeza.
- Mierda —susurro, recordándola bien, tenía que admitir que no estaba nada mal, movió su cabeza negando, "que mierda estas pensando Meliodas", se dijo así mismo, entrando a su habitación.
Al día siguiente, Eleine recibió a la personas que ayudarían con los escombros del lugar, haciendo que ella y Jericho regresarán a Liones, Eleine iba tan metida en sus pensamientos, ella había dejado que ese maldito se fuera, se sentía culpable, impotente, pero ella le prometió a su familia traerlo de vuelta y esta vez no fallaría.
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