Capitulo 7
Matteo
Llego a casa después de un día agotador, marcado por el estrés de lidiar con Alessandra. No pude manejar la situación como quise; su dramatismo y esas exigencias que tenía me hicieron perder la paciencia. Y, por si fuera poco, también tuve que soportar a Enzo, que siempre parece disfrutar provocándome. Entro al salón, y allí está Angelo, sentado en el sofá, con una copa de vino tinto en la mano. No me sorprende verlo; su presencia en mi casa es algo habitual, aunque nunca se molesta en avisar.
—¿Qué haces aquí? —pregunto sin mucho interés, cerrando la puerta detrás de mí.Angelo me mira con una sonrisa ligera mientras levanta la copa, relajado, como si nada en el mundo pudiera alterarlo.
—Solo vine a ver a mi socio. ¿Ya no te gusta la compañía? —responde, con esa mezcla de sarcasmo y calma que siempre lo caracteriza.Camino hacia el sofá y me dejo caer en el asiento frente a él, sin demasiada ceremonia. Suelo ser reservado, pero con Angelo, hay una comodidad que no tengo con otros.
—Está bien, supongo que ya abriste la botella sin preguntar —le digo con una sonrisa de lado.Angelo se ríe, una risa corta pero genuina, esa que solo surge cuando estamos recordando algo del pasado.
—Oye, ¿te acuerdas de cuando nos escapábamos para ir al club? —pregunta de repente, con un tono más ligero, como si de golpe estuviéramos de vuelta en esos días.Me río, no puedo evitarlo. Es un recuerdo que siempre me hace sonreír.
—Claro que lo recuerdo. Teníamos como diecisiete y entrábamos por la puerta trasera, sobornando al portero. Era un idiota —digo, sacudiendo la cabeza al pensar en lo fácil que era todo antes. Angelo ríe más fuerte esta vez, como si de verdad estuviéramos otra vez ahí, dos chavales sin nada que perder.
—Y las chicas, ¿te acuerdas? Parecía que éramos los dueños del lugar, hasta que esa tal Lilith apareció —su risa se vuelve amarga, como si el recuerdo no fuera tan gracioso después de todo.Asiento, recordando a Lilith. Esa chica que había llegado a nuestras vidas como una tormenta, y que al final lo arruinó todo. Ambos la queríamos, ambos la compartíamos, en un acuerdo no hablado. Era algo que solo nosotros podíamos entender, pero funcionaba... hasta que dejó de hacerlo.
—Era buena mientras duró —respondo, el tono de mi voz más seco ahora. La historia de Lilith no terminó bien, y ambos lo sabemos.
—Sí, hasta que decidió acostarse con Enzo a nuestras espaldas —murmura Angelo, con una mirada fría que contrasta con su sonrisa cínica.El simple hecho de recordarlo me molesta. Lilith había sido alguien especial para nosotros, pero lo que hizo con Enzo, que además era supuestamente nuestro amigo, había destruido lo que teníamos con ella. No se trataba solo de la traición, sino de cómo todo cambió después de eso.
—Enzo lo arruinó todo —digo, cruzando los brazos, notando cómo la diversión en la conversación se ha desvanecido al hablar de esa época.
—Y Lilith, no nos olvidemos de ella —agrega Angelo, sin perder su calma habitual— Aunque, bueno, no era algo que pudiera durar para siempre—Nos quedamos en silencio por un momento, como si ambos estuviéramos atrapados en esos recuerdos de traición. Era antes de que las cosas se pusieran realmente serias, antes de que nuestros negocios nos absorbieran por completo. Pero lo de Lilith fue el principio del fin de esa inocencia.
—Ahora lo pienso, y me sorprende que no acabáramos con Enzo esa misma noche —bromeo, aunque hay algo de verdad en mis palabras.Angelo sonríe, con un toque de frialdad en los ojos.
—Estuvimos cerca —dice, como si todavía lo estuviera considerando.La tensión que se cuela por un segundo desaparece tan rápido como llegó, y ambos volvemos al presente, dejando atrás los recuerdos del pasado.
—En fin —digo, cambiando el tono mientras me recuesto en el sofá—Vamos a lo importante. El cargamento con los rusos. ¿Cómo van los preparativos?Angelo deja la copa en la mesa y cruza una pierna sobre la otra, volviendo a su modo serio.
—Todo listo. La entrega será mañana por la noche. Los rusos quieren mover el cargamento rápido, y ya hablé con nuestro contacto en el puerto. No debería haber problemas —Asiento, satisfecho con la información. Angelo siempre ha sido de fiar en estos asuntos. Yo podría confiarle cualquier operación y sé que la manejará con precisión.
—Bien. No podemos permitirnos ningún error esta vez. Los rusos están siendo cuidadosos, y si algo sale mal, tendremos problemas más grandes de los que queremos manejar ahora —le digo, con la misma frialdad con la que suelo hablar de negocios.Angelo asiente, su expresión tranquila.
—Lo sé. He duplicado la seguridad y me he asegurado de que todo esté bajo control. Si alguien intenta algo, lo sabremos antes de que pongan un pie en el puerto—Me quedo en silencio por unos segundos, procesando todo. Sé que puedo confiar en él, pero también sé que en nuestro mundo, la confianza tiene límites. A pesar de todo, hay cosas que no compartimos. Como lo de Alessandra. Angelo y yo somos amigos, pero hay ciertas partes de mi vida que él no necesita saber.
—Perfecto —respondo al final, levantándome del sofá—. Nos vemos mañana en el puerto. Asegúrate de que todo esté listo—Angelo se pone de pie también, recogiendo su chaqueta del respaldo del sofá.
—Todo bajo control, Matteo. No te preocupes —me dice, sonriendo de nuevo, aunque su mirada siempre mantiene esa frialdad detrás.Nos despedimos sin más palabras, como siempre. No somos de gestos grandilocuentes, ni lo necesitamos. Sabemos lo que hay, y eso basta.
Cuando se va, me quedo unos segundos en el salón, sumido en mis pensamientos. Los recuerdos vienen a mí como una tormenta: lo que hemos vivido, Lilith, el negocio… pero lo que realmente me quema por dentro es el día en que perdí a mi madre. Aunque el dolor es casi insoportable, tengo que admitir que, a pesar de todo, Angelo fue el único capaz de seguir ganándose mi amistad. No solo porque compartimos la misma naturaleza fría y distante, sino porque, de algún modo, siempre lograba hacerme cometer locuras y arrancarme una sonrisa. Era la única chispa en medio de esta oscuridad.
Nuestra vida está plagada de secretos, de momentos que preferiría olvidar, pero esa es la realidad que hemos aceptado. Respiro hondo y cierro la puerta tras de mí, dejando atrás todos esos recuerdos, al menos por esta noche. Me dirijo a mi habitación, anhelando solo unos minutos de paz. Una ducha rápida y el agua caliente me ayuda a soltar parte de la tensión acumulada. Me dejo caer en la cama, vestido solo con mis boxers, intentando disfrutar de las pocas horas que me quedan antes de que todo comience de nuevo. El reloj ya marca una hora absurda, pero el cansancio me gana.
...
Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, y de repente me despierto, sintiendo una oleada de pánico. Miro la hora en mi reloj y me doy cuenta de que es mucho más tarde de lo que esperaba. ¡Maldita sea! Me levanto de un salto, todavía medio adormilado, y me apresuro a ponerme la ropa. Mi corbata, que debería ser un accesorio elegante, se convierte en un rompecabezas mientras intento atarla con una mano. Mi cabello desordenado refleja el caos de mi mañana.Finalmente, con la corbata apenas atada y la camisa desabrochada en los extremos, salgo de casa.
La adrenalina corre por mis venas mientras me dirijo al garaje. Abro la puerta del Lamborghini Aventador, el rugido del motor me da una sensación de poder que necesito en este momento. Arranco y salgo disparado por las calles, sintiendo el viento en mi rostro y la urgencia de llegar a la oficina.Cuando por fin llego a la empresa, aparco de manera apresurada y me miro en el retrovisor. La imagen que me devuelve es la de un hombre que parece haber corrido una maratón, pero no tengo tiempo para arreglarme. Entro a la empresa mientras recibo los buenos días de mis empleados los cuales no me inmuto a corresponder.
Paso por el escritorio de Alessandra y noto su ausencia inmediata. Parece que ha adoptado la costumbre de llegar tarde últimamente. Sin hacer gesto alguno, me limito a observar por un segundo más, como si su falta de puntualidad fuera simplemente una nota que agregar a su expediente mental. Me cruzo con la señora de la limpieza, que pasa desapercibida para la mayoría, pero no para mí.
—Cuando Alessandra llegue, indíquele que se presente en mi oficina —le digo sin detenerme, con un tono tan neutro que no invita a preguntas.Continúo caminando hacia mi oficina con paso firme, como si el mundo estuviera en orden, aunque en el fondo, otro pensamiento se cierne en la distancia. Voy buscando algunos documentos que había dejado Alessandra para revisarlos .
La puerta de mi oficina se abre con un chirrido, y Alessandra entra apresurada, un poco desordenada. Su cabello, que normalmente lleva perfectamente peinado, está algo alborotado, y la blusa parece haberse arrugado en su camino. Me lanza una mirada nerviosa.
—Buongiorno, jefe. Disculpa por llegar... es que...—No me importa —la interrumpo, mi voz firme y autoritaria—Aquí tienes que llegar siempre puntual. ¿Te quedó claro?
—Sí, disculpe —responde, bajando la mirada, aunque el rubor en sus mejillas es visible.La tensión en el aire se siente densa, y aprovecho el momento para plantear la verdadera cuestión que me inquieta.
—Voy a hacerte una pregunta. ¿Viste a Angelo anoche? —Ella se pone nerviosa, y veo cómo sus dedos juegan entre sí.
—He... No no —tropieza con las palabras.
—A mí me pareció verte en su auto—le pregunto, con un tono que amenaza con romper el silencio.El nerviosismo se apodera de ella, y el color en su rostro se intensifica.
—H-He... Angelo... ¿qué dices? Yo nunca lo vi.— dice pensando las palabras que iba a decir.
—¿Segura? —replico, dejando que el tono amenazante resuene en el espacio entre nosotros.
—Emm... sí, sí —acaba por responder, su voz titubeante.Saco una sonrisa irónica y la miro a los ojos, desafiándola.
—Sabes que yo odio las mentiras, ¿verdad? —ella asiente, sin atreverse a desviar la mirada.—Entonces, tú nunca te atreverías a mentirme —digo, esperando su confirmación.
—No, no —responde, aunque su tono no convence.
—Entonces, te voy a preguntar otra vez. ¿Te fuiste con Angelo, sí o no?—El silencio se alarga, y la presión aumenta mientras la observo, sus ojos evitando los míos.Finalmente, tras unos segundos que se sienten como una eternidad
—Pues... si.... El se ofreció a llevarme— responde casi en un susurro.
Mis ojos no se apartan de Alessandra mientras el nerviosismo se apodera de ella. Me deleito con el ligero temblor en sus manos y el rubor que se extiende por su rostro.
—¿Le dijiste algo? —digo, esperando una respuesta convincente. Más le vale no haber dicho nada, o acabaré con ella.
—Claro que no. O sea, él me preguntó y yo le respondí que estaba ahí por una reunión con un inversionista —dice segura de sí misma. Imposible que Angelo se haya creído eso. Lo conozco molto Bene( muy bien) y sé que no cae tan fácil.
—¿Y se lo creyó? —le pregunto con el ceño fruncido.
—Sí. Bueno, no lo sé, pero dejó de preguntar —menos mal, no es tan stupida como pensé.
—Bene. Acércate —demando, dejando los papeles que tenía a un lado. Ella se va acercando hacia mí, un poco nerviosa.
—Siéntate aquí —digo señalando mi pierna con una palmada.
—No creo que sea co… —dice, pero la interrumpo antes de que termine la frase.
—Te recuerdo que yo soy tu capo(jefe). Así que yo decido qué está bien o mal. ¿Capito? —le digo con voz amenazante. Ella asiente y luego se sienta.
Comienzo a tocar su cabello negro azabache. Es muy bonito Rápidamente saco ese pensamiento de mi mente. ¿Como diablos voy a decir eso? ¡Es mi secretaria!—pienso—. Pero te la follaste Cierro todos mis pensamientos y me concentro en algo. Cojo el cuello de Alessandra y lo viro sin ningún tipo de gentileza.
—¿Angelo te vio eso? —digo, y veo cómo se queja del cuello.
—Eso… sí —dice mirando hacia el suelo mientras yo sigo tocando la marca que le había dejado.
—¿Qué le respondiste cuando te preguntó? —es obvio que Angelo le va a preguntar. Espero que no haya dicho algo que me identifique. No creo que sea tan estúpida —pienso.
—Le dije que me había picado un mosquito y me lastimé con las uñas —abro los ojos como platos. Definitivamente es una completa stupida. Angelo jamás se creería eso.
—¿Acaso eres idiota? Lo conozco bien y sé que no se habría creído esa excusa tan tonta. ¿No pudiste contarle algo más credibile? (Creíble)—digo elevando la voz. La verdad es que Alessandra me saca de quicio con su estupidez.
—Es que no sabía qué excusa darle. Estaba nerviosa y eso fue lo que se me ocurrió —dice subiendo el volumen al igual que yo.
—¿Y qué te dijo? —pregunto, esperando que no haya dicho otra estupidez.
—Dijo que desde cuándo los mosquitos pican en forma de labios, y le respondí que eso a él no le importaba —dice jugando con sus dedos nuevamente.
—Ajam —digo, para que prosiga.
—Y me dijo que él era mi jefe, que lo tratara con respeto.
Aquí tu único jefe soy yo. ¿Por qué diavolo(diablos) le dijo eso a ella? Empujo a Alessandra para que se levante. Estoy enojado. Sé que él y yo somos amigos, pero odio que se meta en mis asuntos.
—Sal de mi oficina —ella me mira con sorpresa por mi cambio repentino. Me gusta ser así, cambiar de repente es mi estilo. Ella sale, y yo voy directo a la oficina de Angelo.
Entré de un portazo a la oficina de Angelo, y lo encontré con una chica. Siempre lo mismo... una nueva secretaria para entretenerse. Me recuerda a mí en ciertos aspectos, pero en otros es completamente diferente.
— Lárgate —dije, dirigiendo mi mirada hacia la rubia que estaba prácticamente encima de él. La chica me observó de arriba abajo, claramente sorprendida, pero no se movió ni un centímetro. — ¿No escuchaste? ¡Fuera de aquí! —le grité, esta vez con más intensidad. Al fin reaccionó y salió corriendo de la oficina, con sus tacones resonando en el pasillo.
— ¿Qué coño te pasa? —Angelo se levantó del sillón, visiblemente sorprendido por mi irrupción.
— Quiero que me expliques qué hacías diciéndole a Alessandra que eras su jefe, y forzándola a confesarte algo que no quería —le espeté, manteniendo el tono firme y sin bajar la guardia.Angelo esbozó una sonrisa pícara, esa que siempre usa cuando sabe que ha cruzado una línea pero no le importa.
— En serio, no pensé que te importara tanto. Ahora que lo mencionas... tú estabas en el mismo hotel que ella, ¿no? La recepcionista mencionó algo sobre una chica pelinegra. ¿Estabas con Alessandra? —esta vez su rostro se endureció, y nuestras miradas se encontraron en un enfrentamiento silencioso.
— No insinúes tonterías. Alessandra no significa nada para mí. —Mi voz salió más cortante de lo que esperaba. Lo miré directo a los ojos, acercándome un paso—. Solo te diré una cosa: no vuelvas a meterte con ella. ¿Quedó claro?Angelo mantuvo la mirada, sin retroceder ni un milímetro.
— Clarísimo —respondió con un tono frío, pero sus ojos estaban llenos de desafío.Salí de su oficina, cerrando la puerta detrás de mí con un suave clic, mientras sentía la tensión aún ardiendo en el aire.
Entré a mi oficina y me recosté en mi silla para pensar un poco en la entrega de hoy. Luego me puse a revisar algunos documentos. Escucho mi celular sonar con insistencia: Bianca. Contesto la llamada, me tenía fastidiado.
Llamada con Bianca
—Amore mío. Come estai. Te extrañe un montón. ¿Me extrañaste?— Dice con una voz seductora. Aveces no la soporto.
—¿Porque debería extrañarte?. No eres nadie importante para mí— Digo sin un poco de interés. No me importa para nada
Podrías dejar de ser tan frío conmigo Matteo — Bufa con enojo en sus palabras
—¿Quieres que te lo diga caliente? Eso solo lo consigues en la cama. Tú no provocas nada en mi Bianca. Podrías cansarte, cuando quiera follar te llamo. Ahora no estoy para ti— digo colgando la llamada. Ya me tiene hasta los cojones.
Fin de la llamada
Sigo revisando unos documentos cuando, de repente, soy interrumpido nuevamente. Esta vez es Alessandra, quien entra sin tocar. Detesto esa costumbre suya.
—¿Puedo irme ya a mi casa? —pregunta, su tono cargado de irritación.
—No. Todavía tienes mucho trabajo pendiente. Además, últimamente llegas tarde, así que te quedarás horas extras. No quiero escuchar excusas. Ahora sal de mi oficina —respondo, sin mirarla, fingiendo estar concentrado en los papeles frente a mí. Ella sale furiosa, casi con una energía que me provoca una sonrisa interna— Ha espera, me traes un café caliente también.
Y así hago que salga definitivo dando un portazo. Pasan unos minutos y recibo un mensaje de Angelo. El cargamento de los rusos ha sido cancelado para hoy. Bien, tanto apuro para nada. Me levanto de mi silla y salgo de la oficina . Al pasar por el escritorio de Alessandra no la veo por ningún lado A ella le gusta verme enojado. Veo a la señora de la limpieza acercarse a mi.
—Señor Matteo. Alessandra ya se fue y me pidió que le informara— dice ella. Asiento y salgo de la empresa entrando a mi auto. Mañana ya me encargaré de ti Alessandra - pienso - Me dirijo hacia mi casa esperando no volver a encontrar a Angelo allí. Quiero descansar
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro