Capitulo 4
Alessandra
— Solo te pedí dinero — Ya no había marcha atrás solo quedaba lo que venía, este era el sacrificio y así sucedería, estoy segura que si Alice estuviese en mi situación lo haría, ella jamas se daría por vencida.
Matteo me hizo una mirada fría y satisfactoria, mientras se acercaba a mi a pasos lentos lo que hacía que mi pulso se acelerara al tenerlo tan cerca.
—Demuéstrame que en verdad lo necesitas—susurra en mi oído, su voz áspera y profunda hace que un escalofrío recorra mi espalda.
Antes de que pueda reaccionar, me toma del brazo con firmeza, su agarre es potente, casi doloroso. Con un movimiento brusco, me lanza a la cama, el impacto me toma por sorpresa y siento cómo el aire se me escapa de los pulmones.
Cuando sus labios encontraron los míos, el beso fue lento, calculado, como si me estuviera probando. Su lengua acarició la mía con la misma precisión fría que mostraba en sus palabras. Mi corazón se aceleró, y no pude evitar responder, aunque el pánico latía en el fondo de mi mente. Pero cuando sus manos comenzaron a bajar por mi cuello, deteniéndose en mis hombros, algo dentro de mí se rompió.
—¡Espera!—lo empujé, apartándolo
Matteo se detuvo, mirándome con incredulidad. Su respiración era pesada, pero en su rostro, vi cómo la ira comenzaba a brotar.
—¿Qué pasa ahora?— preguntó con una dureza que me hizo encogerme. Sus manos se apretaron en puños a los lados de la cama.
—Necesito ir al baño....es que me estoy haciendo pis — dije agitadamente para salir de él momento, sabía que esto pasaría pero necesitaba un momento a solas. Este asiento con enojo y rápidamente me dirigí hacia el baño talvez si estuviera en otra situación estaría saltando de alegría, lo deseaba si pero no de esta forma, quería perder mi virginidad con una persona que me amara, no por un trato.
Mojé un poco mi cara con agua mientras me miraba en el espejo.
»Está no eres tú» »¿De verdad quieres hacer esto?» »Es tú oportunidad de cogerte a tu jefe, aprovéchalo» »Todo por tu amiga»
Esos eran los pensamientos que rondaban en mi cabeza en este instante, me sentía débil, pero luego recordé las palabras de Alice "No quiero morir" ahí comprendí que lo que estaba haciendo era por ella. Respiré ondo preparándome para la acción.
Salí del baño decidida pero al ver a Matteo con una copa de vino en sus manos y en la otra una cuerda que no presencie para que era, mi piel se erizo de tal manera que no pude mover ni un solo dedo y sentía un nudo en mi garganta, fue como si toda la valentía que había cogido se esfumará de mi cuerpo.
—¿Piensas que tengo todo el tiempo del mundo?— Pronuncia molesto esperando a que vaya a hacia la cama, no podia pronunciar ningúna palabra pero me tomé el valor para preguntar.
—Para que es esa cuerda — pregunto intentando calmar mis nervios
—Para amarrarte—me miró con una sonrisa pícara—Pero tranquila, si me obedeces no la necesitaré.
—Matteo... Esto es un trato... Tendrás que pagarme.. aunque no te guste.... Yo no tengo experiencia de esto —susurré esperando que desistiera de esta locura, que mee estaba matando
—¿Dónde está la mujer cachonda que conocía?—pregunta mi subconsciente
—Mejor cállate—me respondo mentalmente.
Subo a la cama y me acuesto, mientras Matteo se tomó de un trago la copa que tenía en su mano para girarse a mi posición »Espero que esté borracho»
Solo tenía su camisa afuera medio abierta se veia muy sexy la verdad, no pude evitar morderle el labio inferior, y este al notarlo suelta una sonrisa seductora mientras se acerca a mis labios.
Me besó, esta vez no fue suave sino mas bien, posesivo, apasionado, lleno de dominio mientras él iba tocando todo mi cuerpo, le correspondí el beso no de la misma manera pero me fui acostumbrando a su ritmo, pero me tense al sentir como si mano iba bajando más allá de mi abdomen, estaba demasiado tensa, el separó unos centímetros sus labios de lo míos.
—Relájate —susurra con una voz ronca y calmada, mientras volvía a besarme, con la misma fuerza de antes, posesivamente, sus manos volvieron a deslizarse por mi cuerpo, pero no pude evitar sentirme tensa nuevamente.
—Matteo...— susurré, mis labios apenas despegándose de los suyos — Esto no está bien...no sé...no se qué hacer.
Él se detuvo de nuevo, esta vez mas irritado. La paciente no era una de sus virtudes y yo lo sabía. Se apartó bruscamente, levantándose de la cama, mientras me miraba con ojos afilados.
—¿No sabes que hacer? —repitio con sarcasmo, con esa frialdad que me hacía sentir insignificante— No tienes que hacer nada, solo dejate llevar. Deja de pensar.
Su tono autoritario me hizo hervir la sangre, y algo dentro de mi se reveló. Me incorpore rápidamente, empujando sus manos cuando intento tocarme nuevamente.
—¡No soy un objeto, Matteo! —grité las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas. El silencio que siguió fue sepulcral. Matteo me observó con una mezcla de sorpresa y furia contenida.
Su sonrisa se desvaneció y su mirada oscura se volvió peligrosa. Lentamente se a acercó de nuevo, y, sin decir nada, agarró mis muñecas con fuerzas. Sentí el calor de su piel y el dominio absoluto que intentaba ejercer sobre mi.
—¿Sabes qué? — dijo en voz baja, su tono goteaba amenaza — Voy amarrarte las manos, así no podrás hacer ningún drama.
Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, sentí el roce de una cuerda alrededor de mis muñecas. Lo hizo con precisión, rápida y segura, atándome a la cabecera de la cama. El miedo se mezclaba con lago más que no lograba descifrar.
—No te resistas— susurro en mi cuello—Recuerda que está en juego.
Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo y a pesar del terror, había una parte de mi que no podía evitar responder a su toque. Mi mente luchaba por comprender la mezcla de emociones que me invadían. Quería gritarle, golpearlo, liberarme... Pero no lo hice.
—Demuéstrame que no eres una mujer débil, Alessandra — susurra en mi oído haciendo que mi cuerpo reaccionara diferente, era como si lo deseara, casa toque me hacia estremecer, un calor recorrió todo mi cuerpo
»No me reconozco» Me deje llevar por le hombre que tenía conmigo, al hombre que tanto desee y que nunca imaginé llegar a este punto con el.
Besa mi cuello y va bajando hacia mis pechos. Su lengua hace círculos en mi pezón y luego sus labios lo atrapan por completo. Con una de sus manos toca mi zona íntima y luego de un tirón rompe las bragas finas que el me había dado dejándome completamente expuesta para el. Se separa un poco para escanearme mientras se muerde el labio inferior. Luego pasa su mano por mi entrepierna y mete uno de sus dedos dentro de mi haciéndome jadear.Sus manos son sustituidas por su boca.
—¡Ah!— jadeo.
Intento moverme y soltarme pero fue en vano, solo logré que las cuerdas apretaran más mis muñecas.
Con una agilidad infernal, chupa, lame y succiona, no tiene piedad de mis gemidos que llenan el lugar. Mis piernas tiemblan cuando su lengua da rápidos y entre fuertes y suaves latigazos en mi clítoris, tengo miedo que se escape su nombre de mis labios aunque retengo con fuerzas las ganas de decirlo.
Mis ojos se cierran, intentando concentrarme en cualquier otra cosa, pero es inútil. Cada movimiento de su lengua me arrastra más cerca del borde, y la presión en mis muñecas no hace más que intensificar la desesperación. Un calor abrasador se extiende por mi cuerpo, y trato de contener el torrente de emociones que amenaza con desbordarse.
—Por favor…— susurro, sin estar segura de si pido que pare o que siga.
Su lengua cambia de ritmo, más lento ahora, tortuosamente lento. El sonido húmedo resuena en la habitación, mezclado con mis jadeos cada vez más erráticos. Me arqueo involuntariamente, buscando más, y aunque trato de mantener mi control, siento cómo mi cuerpo le pertenece por completo en este momento.
Se levanta de la cama con la respiración agitada para desvestirse. Estoy atenta a cada acción que el hace, su cuerpo bien trabajado con un tatuaje en el hombro y en la espalda, intento centrarme en el tatuaje para identificar que es pero este se gira rápidamente dejando ver sus boxer donde se resaltaba su polla. »¡Pero que polla más grande, dios!»
Se va acercando a mi, para desatar mis manos de la cuerda y dejarlas libres de presión.
Sus ojos se posan en todo mi cuerpo como todo un depredador, que está probando a su presa. Sus labios vuelven atrapar los míos desesperadamente, lo sigo en el mismo ritmo solo que esta vez lo agarro del cabello, me dejo llevar por la excitación por un momento olvidó todo a mi alrededor y el porqué estoy haciendo esto.
Estaba centrada en el beso tan posesivo que el me estaba dando, que me exalte cuando se alejó de repente de mi. Comenzó a buscar algo en una gaveta, cuando lo encontro se lo puso en su polla, no tenía idea de lo que era eso y me limité a preguntar
—Que..que haces— digo formulando la pregunta por la agitación.
—No pretendo tener hijos— responde con desinterés.
—¿Y eso que tiene que ver? — vuelvo a preguntar esperando una respuesta la cual no recibo— ¿No piensas responderme, Matteo?
—Aquí el que da las órdenes soy yo, así que callate de una buena vez— alza la voz con molestia y me limito a cerrar la boca, no quería que volviera amarrarme.
Introduce sus dedos nuevamente y mi espalda se arquea e involuntariamente sus manos lo empujan más a mi cerrando mis piernas alrededor de su cabeza.
—Abre las piernas — Me demanda atrapado entre ellas.
Una vez que las abro, introduce sin previo aviso otros dedos y comienza a mover ambos. Empiezo a jadear y gemidos se escapan de mi. Se siente deliciosamente extraño.
—Follame — le pido en desesperación no sé porque pero necesitaba tenerlo, esta no era yo, como si alguien más estuviera en mi cuerpo.
El se detiene y me mira, se acerca a mis labios para besarlos. Su beso es feroz, desesperado, como si intentara marcar cada parte de mí con su presencia. Sus labios aplastan los míos, robando cada aliento, y cuando trato de corresponder, él se aparta bruscamente. Sus ojos se clavan en los míos, oscuros, llenos de una intensidad que nunca antes había visto.
—Tú no mandas aquí —murmura con una sonrisa peligrosa, su aliento cálido acariciando mi piel—Yo decido cuándo, cómo y si te doy lo que quieres.
Mis gemidos se ahogan en mi garganta cuando lo escucho. Hay algo en sus palabras, en la seguridad con la que lo dice, que me desarma por completo. Mi cuerpo tiembla bajo él, vulnerable, expuesto, y no puedo negar el efecto que tiene sobre mí. Es como si una corriente eléctrica recorriera mis venas, encendiendo cada rincón de mi ser.
Él observa cada una de mis reacciones, su mirada viajando por mi cuerpo, deteniéndose en los lugares donde mis músculos se tensan, donde mi respiración se vuelve más errática. Luego, sin apartar sus ojos de los míos, introduce de nuevo sus dedos, lenta, deliberadamente, en mi interior. Esta vez no es solo el placer lo que me invade. Hay algo más, una sensación extraña que se cuela bajo mi piel, algo que nunca antes había sentido.
—Quiero oírte suplicar —dice en voz baja, casi en un susurro, pero su tono no deja espacio a la duda. No es una petición, es una orden.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo. Intento resistirme, intento mantenerme en control, pero mi cuerpo ya no me pertenece. Cada movimiento de sus dedos parece amplificar esa sensación desconocida dentro de mí. Es como si algo oscuro y profundo estuviera despertando en mi interior, algo que me da miedo pero que, al mismo tiempo, me atrae con una fuerza abrumadora.
Me retuerzo, mi mente nublada por el deseo y la confusión. Siento cómo la tensión en mi cuerpo se acumula más y más, pero no puedo liberarme. Estoy atrapada en un torbellino de sensaciones, mi piel arde, mi respiración es un caos, y esa extraña sensación sigue creciendo, expandiéndose como una sombra que envuelve todo.
—Por favor… —logro articular, apenas reconocible entre jadeos, sin estar segura de qué es lo que estoy suplicando realmente.
—Así me gusta —responde él, su voz ronca, antes de volver a besarme con una intensidad que me deja sin aliento.
Cada parte de mí está a su merced, mi cuerpo, mi mente, y esa sensación extraña sigue haciéndose más fuerte, más profunda, hasta que parece que va a consumirlo todo.
Se separa de mi beso, no tan agitado puesto a que el ya está acostumbrado a estas cosas. Se quita sus boxer y luego se vuelve acercar a mi para darme una mirada profunda y peligrosa.
Me penetra. Grito y mis uñas se aferran en la carne de su espalda. Duele como el infierno. No fue despacio, ni siquiera me avisó, solo lo hizo. Sin esperar empieza a moverse. Es rápido y fuerte, el ritmo es constante y atropellado desde el primer momento. Me duele tanto que mis piernas tiemblan y mi coño se siente acalambrado y adolorido. Sus manos toman mi trasero para alzarme y como si fuera posible se mete más en mi.
—Duele... Matteo.... Ah — me quejo entre gemidos llenos de dolor.
Las lágrimas llegan, no puedo detenerlas y me detesto por eso. Ya no aguantaba más, dolía demasiado, era la peor experiencia que había tenido, eso aseguró que a Matteo no le importa que fuera mi primera vez, pero esa fue mi decisión, quedarme y aceptar esta tortura tan excitante y dolorosa a la vez.
De repente un golpe firme en la puerta interrumpe el ritmo.
—¿Señor Matteo? —se escucha la voz de la recepcionista, apagada al otro lado de la puerta.
Matteo sigue, ignorándola. Mis gemidos, entrecortados por el dolor y el placer que no quiero admitir, llenan la habitación, y antes de que pueda controlarlo, se me escapa un sonido más alto. Él, rápido como un rayo, me tapa la boca con su mano, callándome.
—Estoy ocupado —dice, con la voz cargada de impaciencia, sin detenerse.
—Señor… es importante —insiste ella, y por alguna razón, su tono me resulta cargado de algo más.
No sé si es mi imaginación, pero su interrupción parece deliberada, como si quisiera arruinar lo que ocurre aquí.
—¿No entiendes? —gruñe Matteo, apretando sus dedos sobre mis labios, mientras sigue moviéndose dentro de mí. Mis lágrimas caen con más fuerza puesto a que el no se detiene ni por un momento.
—Es Angelo —dice la recepcionista, esperando a que le salga y poder acabar con lo que estábamos haciendo.
Matteo se detiene un segundo, su mandíbula se tensa, pero luego maldice entre dientes.
—¡Pero coño! —grita, claramente irritado—. No entiendes que estoy ocupado. Que le den a Angelo, ¡fuera de aquí!
Sus palabras son cortantes, llenas de furia, pero la mujer finalmente la chica no responde así que supongo que se fue. La tensión en el aire es palpable, pero en lugar de detenerse, Matteo vuelve a moverse dentro de mí, esta vez con más fuerza, con una rabia contenida que se traduce en cada empuje.
El me mira y sus movimientos solo aumentan aunque ahora aplica oscilaciones más sensuales y afiladas a sus embestidas.
—Correte Alessandra— susurra en mi oído.
Mi cuerpo se llena de un escalofrío que pone los pelos de punta.
De nuevo su ritmo aumenta y cierra los ojos con fuerza cuando entre jadeos y fuertes embestidas, sale de golpe de mi interior. Me arde un poco mi interior y me duele mi zona íntima pero la presión que sentí en mi pelvis aún estaba ahí.
Matteo se aleja sin una palabra, su respiración aún entrecortada. Me deja sola en la cama, desnuda y vulnerable. Siento el frío del aire en mi piel mientras me encojo sobre mí misma, buscando el consuelo de las sábanas. Me envuelvo en ellas, temblando ligeramente, intentando reconectar con mi propio cuerpo, como si algo en mí ya no perteneciera a mí misma.
Lo escucho moverse, y a través de mis lágrimas silenciosas lo veo vestirse sin prisa, como si todo lo que acaba de ocurrir no tuviera la menor importancia. Su camisa, su pantalón, su reloj… Cada movimiento es mecánico, calculado, como si lo hubiera hecho mil veces antes. No me mira. Ni una sola vez se vuelve hacia mí.
Cuando por fin termina de acomodarse la ropa, saca su billetera con la misma indiferencia y tira varios billetes sobre la cama, los billetes caen a mi lado, desparramados como un recordatorio frío de lo que acababa de suceder.
—Vístete y márchate —dice con voz baja, pero firme, sin molestarse en suavizar las palabras.
Sus palabras son un golpe, directo y cruel. Me arden los ojos, pero me resisto a llorar frente a él. No le daré esa satisfacción. Con las manos temblorosas, me levanto y me dirijo al baño sin decir nada. Mis piernas son débiles, y cada paso me duele, pero necesito alejarme de él, aunque sea solo por unos minutos.
Una vez dentro del baño, cierro la puerta y me recuesto contra ella, dejando que las lágrimas fluyan libremente. El sonido de mi llanto se mezcla con el del agua corriendo en el lavabo. Me acerco al espejo y me miro. La imagen que veo es una versión rota de mí misma. Mis ojos hinchados, mi rostro pálido y las marcas en mi cuerpo me hacen sentir como si no fuera yo, como si estuviera mirando a una extraña. Me odio por lo que he permitido, por lo que he perdido.
Intento controlar mis respiraciones, lavar mi rostro para borrar las huellas de lo que acaba de suceder, pero las lágrimas no paran. Me visto con manos temblorosas, evitando mirarme de nuevo en el espejo. No quiero recordar este momento, pero sé que nunca podré olvidarlo.
Cuando finalmente salgo del baño, me acerco lentamente a la cama. Miro los billetes tirados sobre las sábanas, como si fuera basura desechada. Con un nudo en el estómago, los recojo uno por uno, sintiéndome más pequeña con cada movimiento. Los meto en mi bolso, tratando de no pensar en lo que simbolizan, en lo que él ha hecho de mí.
Justo cuando estoy a punto de irme, siento su mano agarrar mi brazo con fuerza, deteniéndome en seco. Me quedo paralizada, el miedo recorriendo mi cuerpo de nuevo.
—Lo que pasó aquí queda entre tú y yo—dice, su voz grave y cargada de una amenaza latente—Y por supuesto quién yo decida que lo sepa.
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