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Capítulo 20

Alessandra

La noche había caído rápido, y el trayecto parecía interminable. Sin embargo, la tranquilidad reinaba gracias a Marco, quien había sabido llenar el silencio con una conversación ligera y agradable. Era un gran tipo, algo que no dejaba de resultarme curioso. Totalmente diferente de Matteo y Angelo: Marco era relajado, simpático y amigable, casi como si perteneciera a otro mundo.

-Bueno... creo que ya llegamos -anunció Marco, sacándome de mis pensamientos.

-¿Eh? Ah, gracias -respondí con una sonrisa que intentaba disimular mi distracción.

-¿Te incomodo? -preguntó, frunciendo ligeramente el ceño.

-No, para nada. Solo estaba pensando. Pero la pasé bien contigo, gracias.

Marco sonrió de esa manera despreocupada que parecía tan natural en él y salió del coche. Yo hice lo mismo casi al instante.

-Te acompaño hasta la puerta -Cerró la puerta del coche-. Tengo que asegurarme de que llegues sana y salva.

-No era necesario, pero lo agradezco -admití, sintiéndome un poco halagada por el gesto.

Caminamos juntos hasta la puerta. Toqué el timbre, esperando que Alice estuviera en casa y no ocupada con algún capricho pasajero. Marco se quedó a unos pasos, dándome espacio pero sin quitarme la vista de encima.

Unos segundos después, la puerta se abrió de golpe, y allí estaba ella: mi amiga, con su sonrisa de siempre, aunque el maquillaje un poco desordenado y el cabello algo revuelto. Era evidente que había estado en "sus asuntos".

-¡Pero mujer! ¿Dónde diablos te habías metido? Me dejaste súper preocupada. ¿Sabes todas las cosas que pensé? -gritó mi amiga, visiblemente enojada.

-Lo importante es que estoy de regreso, lo demás no importa ahora. Solo... -Intenté calmarla, pero sus ojos se desviaron hacia el chico detrás de mí.

-¿Y tú quién eres, guapo? -preguntó, recorriéndolo de arriba abajo con la mirada.

Marco le extendió la mano con una sonrisa pícara, la cual ella aceptó sin dudar.

-Marco Moretti, señorita.

-Un gusto. Soy Alice Borghese, para servirle -respondió con un toque de sensualidad en su voz. Profesional ligando hombres, no me sorprendería si termina llevándose a este "dios griego" a la cama.

-Lindo nombre. Quizás podamos conocernos en otra ocasión, me encantaría descubrirte en muchas formas... y en diversas posiciones -soltó Marco con un doble sentido descarado. Abrí los ojos como platos al escucharlo, mientras Alice se ponía más roja que un tomate cuando él le guiñó un ojo.

-Se te van a caer los ojos, cariño -bromeé al pasar junto a ella, entrando a la casa.

-¡Joder, tía! Primero desapareces de la faz de la tierra, y cuando regresas traes toda tu mala energía aquí. Pensé que estar con tus dos ángeles del infierno sacaría tu lado más perra, pero ya veo que no -dijo con tono sarcástico.

Solo recordarlos me arruinó el poco ánimo que tenía.

-Voy a mi habitación. Luego te cuento.

Al llegar a mi cuarto, me encontré con una escena que jamás habría imaginado.

»¡¿Qué demonios hace este hombre en mi habitación?!»

El chico, sorprendido, agarró su pantalón al instante. Cabe destacar que estaba en ropa interior. Ya sabía quién era la culpable.

-¡Alice Borghese! ¡Ven aquí inmediatamente! -grité con enojo.

En cuestión de segundos, mi amiga apareció en la puerta.

-A sus órdenes, su majes... -se detuvo al verlo y sonrió tontamente-. Max... querido.

-Yo no soy Max -corrigió él, avergonzado.

-Ah, cierto, eres Daniel. Perdona, lo olvidé.

-Tampoco me llamo así. Yo soy...

-¡Me da igual cómo te llames! -levanté mi mano-. Recoge tu ropa y lárgate de aquí ¡inmediatamente!

Alice suspiró y, con su tono más dulce, se dirigió al chico:

-Mejor hazle caso. Cuando se le cruzan los cables, es mejor no provocarla. Hasta nunca, bebé.

El chico recogió sus cosas y salió en boxers como si nada. Lo vi salir y me giré hacia mi amiga con la furia a flor de piel.

-¡Ahora me vas a explicar qué diablos hacías en mi habitación con ese tío!

Alice, despreocupada, se sentó en mi cama hecha un desastre.

-Tranquila, tía. Lo que pasa es que te extrañaba tanto que venía aquí para sentir tu presencia -respondió con fingida inocencia.

-Muy bonito, pero no has respondido mi pregunta.

-Bueno... me sentía sola y llamé a ese chico. Necesitaba un poco de acción. Y sí, metí a varios aquí porque... tu habitación me recordaba a ti.

No puedo creerlo.

-¿¡Cómo que varios!? -grité, sintiendo que la paciencia se me agotaba.

-Vamos, no te pongas así. Solamente fueron unos cuantos, y como te extrañaba mucho decidí meterme al vicio del sexo para aplacar un poquito más tu ausencia.

-Ni que me hubiese muerto.

-Muy filosófica, pero ahora vas a limpiar mi cuarto -demandé-. Lavarás las sábanas, organizarás todo y desinfectarás cada rincón.

Alice abrió la boca en señal de protesta, pero no me inmuté.

-Haré lo que me pides, pero solo si me cuentas qué pasó mientras estabas desaparecida.

Suspiré, resignada. No quería hablar de Matteo ni de Angelo, pero sabía que no me dejaría en paz.

-Está bien... te lo contaré.

Y así, comencé a relatarle todo, desde mi secuestro hasta el caos que había vivido en esos días. Su reacción no decepcionó: Alice explotó en gritos y maldiciones, como era de esperarse.

-¡¿Pero qué les pasa a esos tíos?! ¿Acaso se volvieron locos o qué tipo de droga fumaron? No tenían ningún derecho de hablarte así ni de ofenderte. ¡Y la otra péndula de la tal Carlota, con su cara de cerda, inventando cosas! -gritó Alice, furiosa, como era de esperarse-. ¡Juro que si hubiera estado ahí, le habría agarrado la cara y la habría dejado de chapapote!

No pude evitar reírme de sus ocurrencias. Definitivamente, Alice era la persona más alocada del mundo.

-Bueno... a pesar de todo, encontraste a tu ser amado -la provoqué entre risas.

-¿De qué hablas? -preguntó, mordisqueándose las uñas.

-Pues... de Marco. ¿Lo olvidaste tan rápido?

Se puso roja como un tomate al escuchar su nombre.

-Que le haya echado el ojo no significa que me haya enamorado. Además, he visto hombres mucho más ricos. -Comenzó a tocar su cabello, fingiendo desinterés.

-¿Y por qué estás tan roja? -pregunté con una sonrisa pícara.

Alice me miró de arriba abajo con fingido enojo antes de volver a juguetear con su cabello.

»Algo muy típico de ella»

-¿Sabes qué? Te voy a preparar una deliciosa cena para que dejes de fastidiarme -Camino rápido hacia la cocina.

-¡Sí, huye! -grité entre risas.

Me acomodé en el sofá y encendí el móvil para entretenerme mientras esperaba la comida, pero un mensaje de un número desconocido interrumpió mis planes.

"Alessandra, soy Carina. Disculpa molestarte a estas horas, pero quería informarte que mañana llevaremos a un cliente interesado en hacer negocios con la empresa. Espero que le informes a tu jefe. Buona sera, cara."

Justo cuando creía que podría despejarme un poco tras lo sucedido con Matteo y Angelo. Pero, al fin y al cabo, es mi trabajo. Aunque no quisiera ir, no tengo otra opción. Mi mayor curiosidad es: ¿quién será el interesado en los negocios con la empresa?

Sin más, escribí un breve "Ok" como respuesta y dejé el móvil sobre la mesa antes de recostarme en el sofá.

∞∞

Me desperté tarde. ¡Muy tarde! El despertador no había sonado, y salí disparada de casa con lo primero que encontré. Tomé un taxi rumbo a la empresa, rogando que el tráfico no me retrasara más.

Al llegar, intenté escabullirme hacia mi escritorio, pero dos personas me detuvieron.

-¡Buongiorno, Alessandra! Qué gusto verte de nuevo. Pensé que ya no trabajabas aquí -saludó el señor Grimaldi, un hombre de unos 40 años y un buen amigo de la empresa.

-Solo estaba de vacaciones, pero ya estoy de vuelta -respondí con una sonrisa.

-Eso está bien. Aunque llegaste un poco tarde. Ya terminamos la reunión, aunque otra chica nos acompañó -comentó.

-¿Chica? -pregunté, tratando de ocultar mi sorpresa.

-Sí, una chica nueva. Aunque es reciente, demostró tener bastante experiencia. Supo explicar muy bien las ganancias -añadió con naturalidad.

¿Una chica nueva? No recibí ninguna noticia. Además, las reuniones suelen ser a las diez de la mañana, y apenas eran las nueve.

-Seguramente fue un reemplazo temporal por mi ausencia en la reunión.

-Bueno, eso no fue lo que pareció. Matteo la trató muy bien, incluso más de lo que esperábamos -intervino Carina, la esposa del señor Grimaldi, con una media sonrisa.

Carina siempre vestía de rojo. Llevaba un pantalón de traje rojo, blusa blanca y una chaqueta del mismo color. Su cabello rizado estaba perfectamente recogido, y lucía un intenso labial carmesí que realzaba su estilo.

-Muchas gracias, Carina. Les deseo lo mejor a ustedes también -respondí educadamente.

Pero mientras ellos se alejaban, no pude evitar sentir una inquietud en el pecho. ¿Quién era esa chica? ¿Y por qué Matteo la había tratado de manera especial? Tendría que averiguarlo.

Me dirigí a mi escritorio y organicé cuidadosamente mis cosas. Una vez todo estuvo en orden, caminé hacia la oficina de Matteo.

Solté un suspiro profundo antes de entrar sin tocar, como de costumbre.

-¡Matteo, quiero que me expliques por qué solicitaste una reunión sin incluirme y, además, decidiste sustituirme por una chica que ni siquiera tiene experiencia! -exclamé mientras me acercaba al escritorio donde él estaba sentado.

Él se levantó con calma, su mirada fría.

-¿Se te olvidó con quién estás hablando? -Se acercó con cautela- Te recuerdo que soy el jefe aquí, y eso significa que hago lo que me da la gana. Decido los horarios de las reuniones y a quién contrato.

-Sí, pero también te recuerdo que soy la encargada del proyecto. Era mi responsabilidad estar en esa reunión, no de esa... chica que me sustituyó -Le apunté con mi dedo.

Una voz femenina interrumpió con un tono de superioridad que no podía soportar.

-Puede que sea nueva en el proyecto, pero tengo experiencia más que suficiente. He trabajado en diversas empresas internacionales, y a todos les encanta mi desempeño -dijo una mujer de cabello negro y ojos verdes, acercándose con una sonrisa fingida.

-Alessandra, te presento a Verónica, mi nueva asistente -anunció Matteo con una mueca burlona. Mis ojos se abrieron en incredulidad.

-Eso no significa que ya no trabajes aquí -continuó-pero a partir de ahora todo lo que hagas se lo entregarás a Verónica, y ella me informará.

Sentí una oleada de indignación mientras él se acercaba con esa mirada llena de soberbia.

-No puedes hacer esto. Llevo años trabajando aquí, y no puedes simplemente relegarme de esta forma -le reclamé.

-Aquí mando yo, Alessandra. Si quisiera, te pondría a limpiar los pisos. ¿Capito? Ahora vuelve a tu escritorio; tengo asuntos que discutir con mi asistente -sentenció, volviendo a su asiento.

Salí de su oficina apresurada, tratando de contener la humillación que me invadía.

»Que se meta su autoridad por su puto culo»

De regreso en mi escritorio, encendí la laptop para revisar los documentos del proyecto. Antes de que pudiera concentrarme, Verónica apareció.

-¿Qué quieres ahora? -pregunté sin mirarla, fingiendo indiferencia.

Ella lanzó unos papeles sobre mi mesa.

-Necesitas añadir más información a estos documentos para cerrar el contrato con los Moretti. Matteo los quiere listos cuanto antes, así que ponte a trabajar.

-¿Y por qué no lo haces tú? Con toda esa experiencia internacional que dices tener, seguro que sería pan comido para ti -hable con sarcasmo.

Verónica sonrió con descaro.

-Porque, a diferencia de ti, tengo muchas responsabilidades importantes. Tú eres como un engranaje pequeño: sin importancia, pero necesario. Así que, cuando termines, tráemelos a mi escritorio -Justo antes de girarse añadió algo mas- Un consejo: es mejor tenerme como amiga, porque como enemiga soy el mismísimo demonio.

Caminó alejándose con unos tacones que apenas sabía usar.

"Patética"

Me distraje un momento, mirando por la ventana, y mi mirada se cruzó con alguien conocido. ¿Rodrigo?

-¡Vaya sorpresa verte aquí, Alessa! -se acercó con una sonrisa cálida-Alice me dijo que estabas de viaje por trabajo, pero no imaginé que fuera en esta empresa.

Me levanté y lo abracé con entusiasmo.

-Lamento no haber avisado. Sí, llevo trabajando aquí un tiempo -respondí antes de separarme- ¿Y tú? ¿Qué hace un médico en una empresa como esta?

-Vine a visitar a mi hermano. Trabaja aquí como especialista en sistemas electrónicos -contestó con naturalidad.

Abrí los ojos sorprendida.

-¿En serio? ¿Cómo se llama? -pregunté, curiosa.

-Daniel -¿El mismo Daniel que yo conocí?

-Yo lo conozco. Un día nos sentamos en la cafetería a conversar mientras desayunábamos, pero lo que menos imaginé es que era tu hermano.

-No te preocupes, yo tampoco lo creería. En realidad, no nos parecemos en nada.

Rodrigo tomó mis manos, acariciándolas como si fueran cristal, con una delicadeza que parecía temer romperlas.

Un carraspeo interrumpió el momento. Separé mis manos de las de Rodrigo y, al girarme, me encontré con Angelo.

-En horario de trabajo no se permiten visitas, Alessandra. ¿Se te olvidaba?

-Es un amigo, y no venía a visitar, solo...

-Me da igual quién sea -me interrumpió con su tono gélido-Aquí hay reglas, y quien no las cumpla se puede ir a la calle sin ningún problema.

Iba a responderle, pero Rodrigo se me adelantó.

-Ella no tiene la culpa -Angelo arqueó una ceja y lo miró con desdén.

-Yo ya me iba.

-¿Y qué esperas? -replicó Angelo con indiferencia.

»¿Por qué tiene que ser tan grosero?»

Rodrigo me ignoró y se giró hacia mí con una mirada suave.

-Tranquilo, Rodri, nos vemos en casa -Con ternura coloqué mi mano en su hombre.

-Está bien -respondió, pero antes de irse, miró a Angelo con desprecio- Si me necesitas, me llamas.

-No te preocupes, ella no te va a necesitar -intervino Angelo, acercándose peligrosamente a Rodrigo-. Mejor preocúpate por ti. La calle está muy mala, y uno nunca sabe lo que puede pasar.

-¿Me estás amenazando? -preguntó Rodrigo, con los ojos encendidos.

-Claro que no, solo te estoy advirtiendo. Tómalo como un consejo de un amigo -dijo Angelo, esbozando una sonrisa burlona.

Rodrigo se despidió con un beso en mi mejilla y se marchó, lanzándole una última mirada de desprecio a Angelo, quien no tardó en devolverle el gesto.

»¿Pero qué diablos les pasa?»

-¿Acaso es tu novio o tu amante? -preguntó Angelo, recostándose contra la pared con aire despreocupado-. Aunque tiene cara de ser un buen chico. Mejor dile que no se meta conmigo, porque si lo hace, las cosas le irán muy mal y puede que termine necesitando cirugía plástica para arreglar su magnífico rostro.

Me acerqué a él, desafiándolo con la mirada.

-Que se meta conmigo, pero que deje a Rodrigo en paz.

-Él no se ha metido contigo. Y, en todo caso, fuiste tú quien interrumpió nuestra conversación.

-Igual no me importa -dijo Angelo, pasándose la mano por el cabello-. Y espero que no vuelva a poner un pie en esta empresa porque, si lo hace... encontrarán su cabeza colgando en la puerta de tu casa.

Sin darme oportunidad de responder, se giró y salió con paso seguro.

Lo seguí con la mirada. Su ropa parecía hecha a medida para lucirlo aún más atractivo: jeans negros, una camisa ligeramente abierta sin corbata, zapatillas blancas y unas gafas de sol que completaban su apariencia.

»No puedo evitar imaginarlo golpeándome el trasero mientras me lo introduce salvajemente».

Intenté concentrarme en mi trabajo, pero su perfume seguía impregnando el aire, agobiándome.

Con decisión, me dirigí a su oficina y abrí la puerta sigilosamente. Al entrar, me encontré con una escena inesperada: Angelo tenía mis bragas enrolladas en su brazo mientras las olfateaba con los ojos cerrados.

-¿Te gusta mi aroma? -pregunté, acercándome con coquetería-. ¿O acaso ninguna de tus putitas ha podido reemplazar mis caricias?

Rápidamente guardó mis bragas en su bolsillo, como si fueran suyas. Con una sonrisa descarada, me miró fijamente.

-Puede que esto sea tuyo, pero ahora me pertenece. Aunque no sé si sigues siendo tan deliciosa como antes -habló mientras volvía a sacarlas y jugaba con ellas entre sus dedos.

»Tiene cara de desquiciado». »Aunque me está picando lo de abajo al verlo morderse el labio inferior».

-¿No quisieras comprobarlo? -me acerqué a su boca-. ¿O no tienes el valor para hacerlo?

Angelo agarró mi rostro y me besó con intensidad, como si no hubiera un mañana.

Me subí sobre sus piernas, acariciando su abdomen. En un movimiento rápido, me levantó y me colocó sobre la mesa. Comenzó a despojarme de mi ropa, y yo no dudé en hacer lo mismo con la suya.

Con un solo tirón rompió mis bragas y me penetró con brusquedad. Arañé su espalda mientras trataba de contener los gemidos que amenazaban con escapar de mi boca. Sus embestidas eran intensas, y su lengua se dedicó a recorrer mis pechos sin piedad.

Con el cuerpo cubierto de sudor, se separó de mí de repente.

-Olvídate de esto -Se giro-Vístete y haz como si nunca hubiera pasado.

Se vistió con normalidad, dándome la espalda, dejándome sola y desnuda sobre el escritorio.

-¡Eres un gilipollas! -le grité mientras me vestía apresuradamente.

-No es la primera vez que me lo dicen.

»¡Eres una estúpida, Alessandra! ¿Cómo pude pensar que esto iba a solucionar algo?»

Cuando me dirigía a la puerta, sus palabras me detuvieron.

-Mis saludos a tu novio. Seguro te está esperando con una cajita de dulces y un gran oso de peluche -comentó, colocando mis bragas sobre un cuadro en su escritorio.

Salí de su oficina hecha una furia.

»Mil veces estúpida». »¿Y ahora qué? ¿Qué solucionaste con eso?» »¡Los dos son unos hijos de putas! ¡Los odio!»

Me encerré en el baño y me miré al espejo, llena de rabia. Pensé en la propuesta de mi amiga. Rodrigo me quiere, y haré lo que tenía que haber hecho desde el principio.

...

Espero que os guste, disculpa por la tardanza pero es que estos días no he estado muy bien que digamos, así que..... Se los he traído con mucho amor❤️

Los leo en comentarios 💕

Ig: stararis_m6





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